Por Julio Conte-Grand
“La fe ilumina la vida en sociedad”(Francisco - Lumen Fidei, 55)
1. Lumen Fidei y la dimensión social de la fe
El Papa Francisco ha puesto de resalto en la Encíclica Lumen Fidei, la primera de su pontificado, que la fe tiene una dimensión social a la que potencia y vivifica.
Es verdad que todo el Magisterio de la Iglesia es resultado de un proceso homogéneo y coherente en donde los documentos se articulan conceptual y hermenéuticamente. Pero en este caso hay una integridad más marcada entre cuatro Encíclicas que constituyen una suerte de obra única sobre las Virtudes Teologales (o Sobrenaturales) : Deus caritas est (del 25 de diciembre de 2005), Spe salvi (del 30 de noviembre de 2007), Caritas in veritate (firmada el 29 de junio de 2009) y Lumen Fidei (fechada el 29 de junio de 2013, en concurrencia, como en el caso anterior, con la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo).
El aporte a este cuerpo doctrinario por parte de Francisco es incuestionable, como también, reconocido por él mismo, la participación de Benedicto XVI en la redacción de Lumen Fidei (Lumen Fidei 7). En forma muy descriptiva se ha dicho que esta Encíclica es “como un puente” (Giovanni Maria VIAN, “Como un puente”, en L´Osservatore Romano, año XLV, número 57, 5/7/2013, pág 1). Dice Vian: “La imagen del puente es la que tal vez representa mejor la encíclica Lumen Fidei como texto extraordinario de enlace entre los pontificados de Benedicto XVI y de su sucesor Francisco”. Y lo es, un puente entre dos pontificados y también un puente conceptual en el que se conecta de manera magnífica lo sobrenatural con lo social.
Podría sospecharse que un documento que trata de la Fe no se vincula en forma directa con lo social. Ciertamente, Lumen Fidei no es una Encíclica social, al estilo de otras, como Rerum Novarum, Qudragesimo Anno, Mater et Magistra, Pacem in Terris, Populorum Progressio o Solicitudo Rei Socialis, por nombrar sólo algunas de las que integran lo vertebral de la Doctrina Social de la Iglesia y que debemos a diversos Pontífices a lo largo de dos siglos. Pero, hay que decirlo, si bien Lumen Fidei no es una Encíclica Social tiene sí un fuerte contenido social. En esto luce la impronta del pensamiento del actual Papa, en continuidad de la línea ya determinada por el Magisterio.
Al interés natural que despierta toda Encíclica, por su valor doctrinal y guía espiritual, es objetivo de estas líneas sumar una reflexión respecto de que el contenido de Lumen Fidei no es ajeno, en absoluto, a los saberes jurídico y político en tanto disciplinas que examinan, en perspectivas particulares, la realidad social.
2. El hombre, ser social
La relación entre la fe y la dimensión social del hombre halla explicación esencial última en el principio de naturaleza metafísica que reconoce la unidad de la realidad y que determina, por añadidura, la unidad del saber (Jacques MARITAIN, “Los grados del saber. Distinguir para unir”, Club de Lectores, Buenos Aires, 1983. BELTRAN, Oscar, “El orden de las ciencias. Consideraciones teóricas para la Jornada sobre Fe y Ciencias del 8 de octubre de 1997″, en “Fe y Ciencias. Jornada del 8 de octubre de 1997″, EDUCA, Buenos Aires 1998, págs. 55 y sigs.). Como eje de la creación, el ser humano responde a una idea de integridad en la cual la dimensión trascendente justifica su dimensión inmanente, entendiéndose como un todo, de raíz antropológica. La apreciación del costado social del ser humano asume en la realidad misma una jerarquía singular y, por ende, también a nivel metafísico, gnoseológico y, en definitiva, epistemológico (Monseñor Octavio N. DERISI, “Naturaleza del conocimiento humano”, EDUCA, Buenos Aires, s.f.).
Concurren dos principios claves que, epistemológicamente, operan de consuno: la subalternación de los saberes (Eduardo Martín QUINTANA, “Derecho y Moral: ¿separación o subalternación?”, en El Derecho tomo 150, pág. 964) y la legítima autonomía de los saberes particulares (Gabriel LIMODIO, “Legítima laicidad. Un aporte al saber jurídico”, Rubinzal-Culzoni Editores, 1ª. ed. Santa Fe. 2009), como derivada ésta de la justa autonomía de la realidad terrena (Gaudium et spes 36 : “La justa autonomía de la realidad terrena. Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia. Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es sólo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe. Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida”).
Estos principios anidan en Lumen Fidei y obran como su matriz sustancial.
3. El método expositivo se determina por la realidad examinada
La secuencia expositiva de Lumen Fidei denota no sólo un planteo metodológico sino que responde además a una explicación de contenido ontológico, ya que proyecta a la fe desde su dimensión sobrenatural hacia el plano humano y social.
Como se recordara en Aparecida, se trata del “método ver, juzgar y actuar” (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Aparecida, Brasil, 13-31 de mayo de 2007. Documento Conclusivo. Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en EL tengan vida. -Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida- Jn 14, 6. “Este método nos permite articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen de la fe y de la razón para su discernimiento y valoración con sentido critico”, n 19), o, en palabras de Monseñor Víctor Manuel Fernández, “ver la realidad - iluminarla - transformarla” (Monseñor Víctor Manuel FERNANDEZ, “Aparecida. Guía para leer el documento y crónica diaria”, 1ª. ed. 2ª. reimpresión, Buenos Aires, San Pablo, 2008, pág. 26).
En ese orden se produce un reconocimiento cabal a la íntima relación que existe entre método y objeto, cuestión central en la epistemología (Monseñor Guillermo BLANCO, Guillermo Mons., “Curso de antropología filosófica”, EDUCA, Buenos Aires, 2002, págs. 11 y 98) y que ha generado profundos análisis en distintas áreas del saber (Ver, por el caso, las reflexiones de Benedicto XVI en el Prólogo a su obra “Jesús de Nazaret”, Editorial Planeta, 1ª. edición, Buenos Aires 2007, pág. 10 y sigs., vinculadas al estado de la cuestión del método en el ámbito de la Teología).
Es que el método se encuentra condicionado por el objeto, de manera que el modo de búsqueda del objeto, representado en las obras intelectuales en la forma de su exposición y comunicación, está determinado en sustancia por la realidad que se procura aprehender (objeto material) y el costado desde el cual se la intenta abordar (objeto formal) (Monseñor Guillermo BLANCO, ob. cit., pág. 83).
Es de rigor inexcusable entonces que el decurso de la Encíclica se ajuste a un orden con significado en sí mismo.
La Encíclica comienza con el análisis de la fe que ilumina la historia de la salvación, examina luego la relación entre fe y verdad y entre fe y amor, para desenvolver seguidamente la importancia de la fe en la tarea de evangelización, describiendo con posterioridad el vínculo entre fe y bien común, a partir de la familia, centrando su análisis en la persona y su dignidad.
4. El acto de fe es un acto de naturaleza individual y social
Es preciso apreciar que la fe trasciende al individuo.
En este sentido Francisco destaca que la fe no es sólo un hecho de cada persona ya que “el acto de fe individual se inserta en una comunidad” (Lumen Fidei 14), agregando que “la fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva, sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio” (Lumen Fidei 22).
De este modo se valora el acto de fe como un comportamiento íntimo de la persona pero además como un instrumento de vinculación con el prójimo, destacando lo social como consustancial al ser humano.
Es el reconocimiento de la integridad del hombre, destinado no a vivir sino a convivir y trascender.
La fe es fidelidad hacia el prójimo y confianza en él. “La fe no sólo mira a Jesús (…) es una participación en su modo de ver”. “En muchos ámbitos de la vida confiamos en otras personas que conocen las cosas mejor que nosotros. Tenemos confianza en el arquitecto que nos construye la casa, en el farmacéutico que nos da la medicina para curarnos, en el abogado que nos defiende en el tribunal” (Lumen Fidei 18).
El entramado social se constituye y fortalece en la confianza mutua y recíproca que deriva de la certeza de la identidad y el vigor de las coincidencias.
5. La fe ilumina el camino de la humanidad toda
La fe orienta el camino del mundo entero, no sólo el de un pueblo o el de una comunidad determinada. Dice Francisco: “El conocimiento de la fe ilumina no sólo el camino particular de un pueblo, sino el decurso completo del mundo creado, desde su origen hasta su consumación” (Lumen Fidei 28).
La afirmación tiene un sentido de unión del género humano, de universalización de la humanidad, de común unidad, consecuencia de la tendencia natural que anima al hombre para la convivencia y no para el conflicto.
Dice el Papa: “En la ´modernidad´ se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad (…) es necesario volver a la verdadera raíz de la fraternidad. Desde su mismo origen, la historia de la fe es una historia de fraternidad, si bien no exenta de conflictos” (Lumen Fidei 54). “La fe nos enseña que cada hombre es una bendición para mí, que la luz del rostro de Dios me ilumina a través del rostro del hermano” (Lumen Fidei 54).
6. La búsqueda de la verdad a partir de la fe
De otro lado, se reconoce que la fe colabora en la búsqueda de la verdad y alcanzar ésta coadyuva al diálogo y al entendimiento, y, en definitiva, a la concordia y a la convivencia, despojándonos de sectarismos y visiones fragmentadas.
“Una verdad común nos da miedo, porque la identificamos con la imposición intransigente de los totalitarismos. Sin embargo, si es la verdad del amor, si es la verdad que se desvela en el encuentro personal con el Otro y con los otros, entonces se libera de su clausura en el ámbito privado para formar parte del bien común. La verdad de un amor no se impone como la violencia, no aplasta a la persona. Naciendo del amor puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre. Se ve claro así que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro. El creyente no es arrogante; al contrario, la verdad le hace humilde, sabiendo que, más que poseerla él, es ella que le abraza y le posee. En lugar de hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos” (Lumen Fidei 34).
Concluyente.
La fe ilumina el hacer y predispone el conocer. La fe permite aprehender la realidad en sus esencias (Se impone el recuerdo de Mateo e Isaías. Mateo 13:10-17: “Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas. Jesús les contestó: «A ustedes, Dios les da a conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no. Pues al que tiene, se le dará más, y tendrá bastante; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden. Así, en el caso de ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías “Por más que escuchen, no entenderán, por más que miren, no verán. Pues la mente de este pueblo está entorpecida, tienen tapados los oídos y han cerrado sus ojos, para no ver ni oír, para no entender ni volverse a mí, para que yo no los sane.” Pero dichosos ustedes, porque tienen ojos que ven y oídos que oyen. Les aseguro que muchos profetas y personas justas quisieron ver esto que ustedes ven, y no lo vieron; quisieron oír esto que ustedes oyen, y no lo oyeron”). Cross references: Mateo 13:10 : Mc 4.10-12; Lc 8.9-10
Como explicara Pieper, “mediante el acto de conocimiento surge una identidad entre el espíritu y la realidad” (Josef PIEPER, “La realidad y el bien. La verdad de las cosas”, 1ª. ed., Buenos Aires, Librería Córdoba 2009, pág. 24), y a esa identidad aporta de modo incomparable la fe.
Nos dice el Papa : “La fe en el Hijo de Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret no nos separa de la realidad, sino que nos permite captar su significado profundo, descubrir cuánto ama Dios a este mundo y cómo lo orienta incesantemente hacia sí; y esto lleva al cristiano a comprometerse a vivir con mayor intensidad todavía el camino sobre la tierra” (Lumen Fidei 18).
Cobra dimensión la enseñanza de la filosofía clásica. Observaba Pieper que “se debe distinguir entre el conocer como proceso y el conocer como hecho ontológico completo” (ob.cit., pág. 29)
Conocer en sentido pleno es aprehender la esencia de las cosas, lo que significa descubrir el bien que anida en el orden natural, en el fragmento propio del conocimiento singular.
Para Pieper “la esencia del conocer es tener las formas de la realidad objetiva” (ob.cit., pág. 30). O, en palabras de Casaubón, “la verdad (lógica) es la adecuación entre lo entendido y la cosa” (Juan Alfredo CASAUBÓN, “Conocimiento jurídico”, EDUCA, Buenos Aires, 1984, pág. 23).
Cabe realizar un juego dialéctico entre la fe y el conocimiento, en función del cual es necesario creer para comprender y a su vez comprender para creer.
El Papa lo pone de manifiesto de modo magistral a partir de un fragmento bíblico (Isaías 7,9), destacando que en la antigüedad “la cuestión del conocimiento de la verdad se colocaba en el centro de la fe” (Lumen Fidei 23).
Recuerda Francisco que la versión griega de ese pasaje, en el cual el profeta Isaías se dirige al rey Acaz, se traduce como “si no creéis, no comprenderéis”, mientras que en el texto hebreo se lee “si no creéis no subsistiréis”. De este modo se pasa de la noción bíblica de confianza en Dios a la griega de comprensión.
La verdad, el conocimiento de la realidad en sus esencias, es un imperativo antropológico. El ser humano necesita acceder a la verdad. En este sentido, el Papa observa que “el hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante. La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos” (Lumen Fidei 24).
Pero Francisco no se queda allí sino que ratifica el sentido social del apetito cognoscitivo del ser humano, fruto de la unidad antropológica.
Dice el Papa : “La pregunta por la verdad es una cuestión de memoria, de memoria profunda, pues se dirige a algo que nos precede y, de este modo, puede conseguir unirnos más allá de nuestro ‘yo’ pequeño y limitado. Es la pregunta sobre el origen de todo, a cuya luz se puede ver la meta y, con eso, también el sentido del camino común” (Lumen Fidei 25).
Se exhibe nuevamente el costado metodológico en función del cual la fe oficia como instrumento insustituible para el conocimiento, como camino para acceder a la verdad.
“Al configurarse como vía, la fe concierne también a la vida de los hombres que, aunque no crean, desean creer y no dejan de buscar”. “Quien se pone en camino para practicar el bien se acerca a Dios, y ya es sostenido por él, porque es propio de la dinámica de la luz divina iluminar nuestros ojos cuando caminamos hacia la plenitud del amor” (Lumen Fidei 35).
Viene a nosotros el recuerdo de la Epifanía y la sentencia de San Juan Crisóstomo, quien bellamente observara que los Reyes no se pusieron en camino porque vieron la estrella sino que la vieron porque estaban en el camino.
7. La necesidad de comunicar la fe como razón para el vínculo interpersonal y entre generaciones
El acto de fe provoca la necesidad de la comunicación entre las personas y eso coadyuva al entendimiento y al vínculo social.
“La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama” (Lumen Fidei 37).
“La transmisión de la fe, que brilla para todos los hombres en todo lugar, pasa también por las coordenadas temporales, de generación en generación. Puesto que la fe nace de un encuentro que se produce en la historia e ilumina el camino a lo largo del tiempo, tiene necesidad de transmitirse a través de los siglos” (Lumen Fidei 38).
De este modo, la fe es medio de unión que excede el tiempo. La fe, como todo el orden sobrenatural, se constituye en un elemento que supera al tiempo y por tanto al espacio (A su vez, la priorización del tiempo sobre el espacio, cabe destacarlo, es un principio muy caro al pensamiento del Papa Francisco. Ver Lumen Fidei, 57; Evangelii Gaudium 235 y 236).
Dice Francisco : “No puedo ver por mí mismo lo que ha sucedido en una época tan distante de la mía. Pero ésta no es la única manera que tiene el hombre de conocer. La persona vive siempre en relación. Proviene de otros, pertenece a otros, su vida se ensancha en el encuentro con otros. Incluso el conocimiento de sí, la misma autoconciencia, es relacional y está vinculada a otros que nos han precedido : en primer lugar nuestros padres, que nos han dado la vida y el nombre” (Lumen Fidei 38).
Es sugestivo además entender que el aislamiento representa un límite para la fe, y, en sentido inverso, ésta un modo de vencer a aquél. “Es imposible creer cada uno por su cuenta. La fe no es únicamente una opción individual que se hace en la intimidad del creyente, no es una relación exclusiva entre el ‘yo’ del fiel y el ‘Tú’ divinos, entre un sujeto autónomo y Dios. Por su misma naturaleza, se abre al ‘nosotros’, se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia” (Lumen Fidei 39).
Porque no es posible el acto de fe egoísta y autorreferencial, tal actitud es autocontraditoria.
“Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para sí. La fe, puesto que es escucha y visión, se transmite también como palabra y luz” (Lumen Fidei 37).
Resuena el mensaje de Pablo a los Corintios: “Creí por eso hablé” (2 Co 4,13).
Apreciada esta cualidad esencial del acto de fe, queda en evidencia que la fe es un elemento que orienta y colabora para el relacionamiento y la cohesión social.
Desde otro lado, la fe opera como lazo transmisor y nexo entre generaciones.
“La transmisión de la fe, que brilla para todos los hombres en todo lugar, pasa también por las coordenadas temporales, de generación en generación. Puesto que la fe nace de un encuentro que se produce en la historia e ilumina el camino a lo largo del tiempo, tiene necesidad de transmitirse a través de los siglos” (Lumen Fidei 38).
El proceso histórico liga al hombre con otros hombres, y lo exalta en la búsqueda del fin último.
En correlación con estas ideas el Papa destaca el valor de los sacramentos para la transferencia comunitaria de la fe.
“Para transmitir esta riqueza hay un medio particular, que pone en juego a toda la persona, cuerpo, espíritu, interioridad y relaciones. Este medio son los sacramentos, celebrados en la liturgia de la Iglesia. En ellos se comunica una memoria encarnada, ligada a los tiempos y lugares de la vida, asociada a todos los sentidos, implican a la persona, como miembro de un sujeto vivo, de un tejido de relaciones comunitarias” (Lumen Fidei 40). “La transmisión de la fe se realiza en primer lugar mediante el bautismo”, y es interesante apreciar que “nadie se bautiza a sí mismo, igual que nadie nace por su cuenta. Hemos sido bautizados” (Lumen Fidei 41).
8. La fe es medio de construcción social. Creer para convivir
La Encíclica reconoce asimismo a la fe como un medio de construcción de la sociedad. “La fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre puede convivir con los demás (…) la solidez de la fe se atribuye también a la ciudad que Dios está preparando para el hombre. La fe revela hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos. No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable” (Lumen Fidei 50).
Es, por todo esto, instrumento de la convivencia. “Precisamente por su conexión con el amor, la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz” (Lumen Fidei 51). “La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común”. “Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios” (Lumen Fidei 51).
Diremos entonces, en línea con el Papa, que es necesario creer para convivir.
9. La fe es un bien común y coadyuva al bien común
La fe, lo destaca el Papa, es en sí misma un bien, no sólo individual sino un bien común: “la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedad, para que avancen hacia el futuro con esperanza”. “Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios” (Lumen Fidei 51).
Por lo demás, la fe, que ilumina el conocer, al colaborar en el acceso a la verdad permite operar sobre la realidad social en miras al bien común (Benedicto XVI había destacado la relación entre el amor, el discernimiento y el actuar del gobernante justo, en su Discurso ante el Parlamento Federal alemán del 22 de septiembre de 2011, recordando el pedido que hiciera el joven Rey Salomón a Dios : “Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal” 1 R 3,9).
No se trata exclusivamente de un despliegue del apetito cognoscitivo del ser humano, sino una exigencia en la búsqueda del bien común. Porque la fe que ilumina el camino de la verdad se transforma en un modo de servir al bien común. El Papa lo postula mediante una pregunta retórica: “¿puede la fe cristiana ofrecer un servicio al bien común indicando el modo justo de entender la verdad?” (Lumen Fidei 26).
Memora Francisco que en la Carta a los Hebreos se menciona como hombres de fe a Samuel y David, a los cuales su fe les permitió “administrar justicia”, entendida como justicia para gobernar (Hb 11,33).
10. Desde la familia hacia la sociedad partiendo de la dignidad de la persona
La fe está presente, por otro lado, en el núcleo primario de la constitución de la sociedad. “En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres”.
Y es desde la familia que se irradia, como elemento de cohesión y convivencia, hacia la sociedad. “Asimilada y profundizada en la familia, la fe ilumina todas las relaciones sociales” (Lumen Fidei 54).
La Encíclica encarna a la fe en la persona, rescatando su dignidad (”gracias a la fe, hemos descubierto la dignidad única de cada persona”, Lumen Fidei 53), de ésta a la naturaleza, y del orden natural al orden social: “La fe, además, revelándonos el amor de Dios, nos hace respetar más la naturaleza, pues nos hace reconocer en ella una gramática escrita por él y una morada que nos ha confiado para cultivarla y salvaguardarla; nos invita a buscar modelos de desarrollo que no se basen sólo en la utilidad y el provecho, sino que consideren la creación como un don del que todos somos deudores; nos enseña a identificar formas de gobierno justas, reconociendo que la autoridad viene de Dios para estar al servicio del bien común” (Lumen Fidei 55).
11. La fe une
La fe se constituye, en esta perspectiva, en un aporte a la unidad social. “Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella (…) Si hiciésemos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros, pues quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría comprometida” (Lumen Fidei 55).
Es que, bien se afirma, “la fe ilumina la vida en sociedad” (Lumen Fidei 55).
Por el camino de la Fe se anima la Esperanza, ciertas veces con sufrimiento. “El sufrimiento nos recuerda que el servicio de la fe al bien común es siempre un servicio de la esperanza, que mira adelante” (Lumen Fidei 57).
Y en el contexto de la reflexión sobre la fe, el Papa, insistiendo en lo que transmitiera reiteradamente cuando era Arzobispo de Buenos Aires, nos dice: “No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino, que ´fragmentan´ el tiempo, transformándolo en espacio. El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impulsa a caminar con esperanza” (Lumen Fidei 57).
12. Conclusión. Proyección de lo sobrenatural en lo natural
La fe es un bálsamo. Es el resguardo individual y social ante las dificultades. La fe conforta ante el sufrimiento y predispone al hombre y al pueblo para reflexionar sobre el modo de enfrentar los problemas e intentar superarlos.
Es verdad también que en muchos lugares y en diversos tiempos, la fe y sus manifestaciones, son reprimidas y agredidas, de modos diversos, algunos extremos. El camino de la humanidad en la fe está liderado por mártires.
Lo recuerda el Papa : “Hablar de fe comporta a menudo hablar también de pruebas dolorosas” (Lumen Fidei 56).
“En la hora de la prueba, la fe nos ilumina y precisamente en medio del sufrimiento y la debilidad, aparece claro que ´no nos predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor´ (2 Co 4,5)” (Lumen Fidei 56).
Pero la fe acompaña, con su luz, en este camino hacia el lugar eterno, a cada persona y a los pueblos.
De allí el valor que tiene rescatar que la fe, como todas las virtudes teologales, no es algo alejado del orden social, pues lo natural se explica en definitiva por lo sobrenatural y es esta dimensión la que predispone a aquella al fin último, individual y social.
La perspectiva teológica explica y da sustento esencial a las dimensiones metafísica y antropológica y, por ende, a la social, pues el hombre no ha sido creado sino para vivir con otros (”La sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana”, Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1886).
Queda expuesta en Lumen Fidei, en forma clara y precisa, la dimensión social de la fe, facultad propia de un hombre que no es un ser aislado sino un ser con vocación de trascendencia a partir de la convivencia.
Julio Conte-Grand© El Derecho, (publicado ED, [257] - 08/04/2014, nro 13.460)]
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