No puedo pensar en una prisión,
no puedo ver mi libertad
encerrada,
malherida,
ahogada por estos señores.
Estoy entre paredes ajenas e ideas mías. Me siento a esperar
el día en que vuele y me pierda
en un oasis.
Pero grito, porque aún estoy aquí.
Preso, junto a mil o dos mil
cuerpos vivos.
Cinco, diez o veinte mil cuerpos
cerrados a la vida.
Grito, y no me puedo aislar
de la soledad,
del rencor hacia estas manos enemigas que eme encerraron,
grito y veo sangrar las gargantas de las golondrinas.
Porque el tiempo está seco.
Porque el sol está blanco.
Y la pena desenterrada.
Y nuestra vida desolada.
Porque mi gente nunca se rinde
porque no duermen tranquilos los que nos quieren enterrar.
Y sus piernas tiemblan.
Y nuestra vida, igual canta, derribando muros.
No podemos, no debemos pensar en una prisión,
o las golondrinas se ofenderían,
y no nos fundiríamos en libres infinitos, en deseos vibrantes,
desoyendo silencios,
muertos ellos.
GB
3 DE ENERO DE 1980.
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