viernes, 5 de julio de 2013
Hegemonismo norteamericano y americanismo soberano Por Juan Carlos Junio
La detención de Evo en Europa es una violación a los más básicos principios de inmunidad presidencial. En la semana fuimos testigos de una contundente muestra de incumplimiento del derecho internacional, sufrida por el Presidente Evo Morales, cuando la ruta de su vuelo se aprestaba a atravesar el espacio aéreo de Francia, España, Italia y Portugal. Las sospechas infundadas de que el avión presidencial estaría transportando al prófugo estadounidense, y ex empleado de la CIA, Edward Snowden, resultaron falsas y grotescas. La detención de Evo en territorio europeo, sin posibilidad de regresar a su país, constituye una violación flagrante a los más básicos principios de inmunidad presidencial.
En la semana fuimos testigos de una contundente muestra de incumplimiento del derecho internacional, sufrida por el Presidente Evo Morales, cuando la ruta de su vuelo se aprestaba a atravesar el espacio aéreo de Francia, España, Italia y Portugal. Las sospechas infundadas de que el avión presidencial estaría transportando al prófugo estadounidense, y ex empleado de la CIA, Edward Snowden, resultaron falsas y grotescas. La detención de Evo en territorio europeo, sin posibilidad de regresar a su país, constituye una violación flagrante a los más básicos principios de inmunidad presidencial. En este sentido resultó contundente la declaración de “indignación y profundo rechazo” de la UNASUR, por “hechos que constituyen actos inamistosos e injustificables que, además han puesto en serio riesgo la seguridad del Jefe de Estado boliviano y la de su comitiva”. Una vez más, los gobiernos y pueblos del continente unidos enfrentaron con firmeza y determinación, este acto imperial de las potencias capitalistas.
Lo ocurrido también representa una muestra de la profunda subordinación de los países europeos a los designios de los grandes poderes mundiales de la época, a pesar de las contundentes evidencias de que la inteligencia norteamericana habría estado espiando a los propios países de la vieja Europa. En el fondo, se trata de la misma subordinación a las grandes corporaciones capitalistas, que con Estados Unidos como epicentro estratégico y excluyente del poder mundial; conforma una lógica bajo la cual los otros países centrales acatan y obedecen como si fueran accionistas minoritarios de un grupo empresario.
El trasfondo de la situación expresa un profundo desprecio y una discriminación abierta hacia las naciones que no comulgan con el núcleo duro de poder global, y que han decidido adoptar una postura independiente.
Por su parte, y tal como ocurre con cada aparición controversial de Estados Unidos en el ámbito de la diplomacia internacional, algunos medios de comunicación y analistas locales dieron gala, una vez más, de una clarísima actitud seguidista y de sumisión, que los muestra de cuerpo entero consustanciados con la línea de pensamiento y los intereses del “hegemón”. De hecho, en la edición impresa del último miércoles del diario La Nación aparece una nota titulada “Los riesgos de provocar a Estados Unidos”.
Un título amenazante que intenta poner de relieve supuestos costos asociados a la búsqueda de cualquier camino soberano.
Estas manifestaciones de la prensa de derecha no deben extrañar, teniendo en cuenta que en esta puja de intereses resulta natural que estos sectores busquen retornar, aunque no lo confiesen, a las “relaciones carnales” del menemismo.
En este sentido, la denominada “vuelta a los mercados financieros”, constituye uno de los caballos de batalla de algunos medios y conocidos “expertos” neoliberales, que se animan a hablar de un supuesto “fin de ciclo”, debido a que “la deuda pública total subió por primera vez desde 2002”. Para ello utilizan intencionadamente la medida de la deuda pública total como porcentaje del PIB, que creció del 41.8% en 2011 al 44.9% en 2012. No es la idea ingresar en el frío terreno de las estadísticas, aunque resulta imprescindible señalar que el número verdaderamente importante no es el de la deuda pública total, sino el de la deuda que está en manos privadas, ya que en la deuda total hay tenencias en poder de instituciones del sector público (ANSES, BCRA, etc.), y que, si hiciera falta, el Estado puede refinanciar. Hecha esta salvedad, registramos que la deuda pública, o sea la exigible, con acreedores privados, organismos internacionales y países extranjeros cayó del 19.7% al 18.8%, lo cual deja saldada la discusión en torno a lo numérico.
No obstante, en este crucial tema de la deuda vale la pena poner sobre la mesa otras cuestiones que suelen ser pasadas por alto, deliberadamente, para evitar exponer las virtudes asociadas a la senda del desendeudamiento que viene llevando a cabo con éxito el gobierno nacional. Una de ellas relacionada directamente al reparto de la riqueza, se vincula al hecho de que la reducción de la deuda ha permitido destinar menos recursos del presupuesto para pagar intereses y muchos más para hacer frente a una amplia variedad de necesidades sociales, como ocurre por ejemplo con las asignaciones por hijo y embarazo, incrementos jubilatorios, crecimiento de los recursos a la educación, la ciencia y la tecnología. Por otro lado, eventos como la cancelación de la deuda con el FMI son un contundente ejemplo de recuperación de autonomía nacional, desde una perspectiva favorable a nuestro pueblo, y sin estar sujetos a las escandalosas presiones de las corporaciones financieras, como ocurría en otros tiempos, situación que ahora sufren los pueblos de Europa.
El episodio con el avión de Evo y los cantos de sirena de aquellos que anhelan retornar a la senda del endeudamiento y las devaluaciones constituyen dos caras de la misma moneda y muestran las brutales presiones con las que los gobiernos de la región se seguirán topando, en este sinuoso pero necesario camino de construcción de soberanía política y económica, en dirección a seguir mejorando la realidad de los pueblos de “Nuestra América” y la vida de sus ciudadanos.
Nuestro hermano y querido Presidente de Bolivia ha sido víctima de una burda operación política de la gran potencia hegemónica, por ello vale la pena recurrir una vez a las enseñanzas de la historia.
Desde esa perspectiva, aprendemos que cuando los imperios potencian y desnudan sus rasgos y conductas más inmorales, oscurantistas y violentas, lo que emerge tras las brumas es su decadente senilidad. En cambio, la América de Evo Morales simboliza lo joven, preñado de futuro.
Tiempo Argentino
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