martes, 30 de julio de 2013
"Considero que la Gaby permanece oculta en nuestra historia"
Entrevista con Gabriela Saidón, autora de La montonera, biografía de Norma Arrostito.
APU: ¿Qué concepción de mujer y de militancia encontramos en Norma Arrostito?
Gabriela Saidón: Norma Arrostito es una militante dura, convencida, pero, parafraseando al Che, no pierde la ternura. No es feminista, porque el feminismo en los ´70 en la Argentina es todavía muy débil, y las militantes que eligen participar de la lucha armada consideran que esa es la forma correcta de hacer política. Norma Arrostito entre ellas. No hay que olvidar que ella es mayor que el resto del grupo fundador de Montoneros, empieza a militar en los 60, y tiene una base marxista sólida, por sus lecturas y por sus convicciones. Y le pasó lo que pasó con la gran mayoría de la izquierda argentina en esos años: creer que había que pelearla desde adentro del peronismo, porque el pueblo argentino era peronista. Lo del PC, para ellos, era pura diletancia. Y el toskismo y el maoísmo, utopía inútil. Estuvo sumergida en su tiempo y tal vez no pudo, entonces, tomar distancia, reflexionar sobre si sus decisiones eran las correctas. Lo habrá hecho después, en cautiverio.
APU: ¿Cómo pensar su rol en la historia de Montoneros, y de las organizaciones armadas?
GS: Su rol en Montoneros fue importante en los comienzos, básicamente en el hecho que sirvió de carta de presentación (hoy diríamos un hecho mediático) a la organización que recién entonces se daba a conocer: el secuestro de Aramburu, el 29 de mayo de 1970. Participó en el secuestro como campana, y previamente, en los preparativos. Pero no escapó a las generales de la ley en la Argentina: fue la mujer del jefe (Fernando Abal Medina) y por eso estuvo, muy al comienzo, en la cúpula. De hecho, fue, como figura en el subtítulo de La montonera, el libro, en su edición definitiva, la “primera jefa de la guerrilla peronista”. Después de que lo matan a Abal, ella va cayendo jerárquicamente en una organización cada vez más militarizada y machista. Pero sigue militando y no se va del país. Y cuando la capturan en el 76 y la llevan a la ESMA, para el afuera aparece como una figura realmente demoníaca. Para el interior (de la ESMA), aquel bronce. Todavía, creo, Norma Arrostito no encontró su lugar justo en la historia argentina.
APU: ¿Cuál era el lugar que ocupaban las mujeres en la militancia política setentista?
GS: Es una pregunta compleja. Hubo mujeres que ocuparon cargos altos, por decirlo de alguna manera. Una de ellas, pionera, fue Amanda Peralta, una de las jefas de las FAP (Fueras Armadas Peronistas), aunque también ella era mujer del jefe. Después, a lo largo de la década, hubo mujeres en puestos clave, pero nunca en el núcleo más duro de las organizaciones armadas. Sí fueron militantes convencidas y entregadas. Creo que de alguna manera sentían que ese era el lugar que había ocupar: en la batalla, junto a sus compañeros. Pusieron caños, tomaron los fierros. Muchas de ellas terminaron en la ESMA o en otros centros clandestinos de detención. Muchas perdieron a sus hijos en cautiverio. O se tuvieron que exilar. Fue, el de las militantes de los ´70, un destino trágico. Muchas, por suerte, sobrevivieron. Puede sonar políticamente incorrecto, pero creo que había algo romántico en la figura de la militante setentista, incluso algo pop. Minifaltda y metralleta, como lo muestra una publicidad de Citröen de la época.
APU: ¿Consideras que “La Gaby” permanece aun ocultada en nuestra historia? ¿Por qué?
GS: Sí, considero que la Gaby permanece oculta. Porque creo que analizar su figura más a fondo, debatir sobre sus errores, sus convicciones, es llevar las cosas a lugares de la historia argentina a los que no se las quiere llevar todavía. Quiero decir: parece que cuando se hicieran críticas a la militancia de los ´70, esas críticas solo pueden venir de la derecha. Hay una mística difícil de contrastar. Por supuesto, hay excepciones nobles, como Pilar Calveiro, o algunos libros que adoptan una postura crítica sin ser fachos, como los de Daniel Gutman y otros, o algunos militantes de izquierda que son verdaderamente críticos del peronismo. Y de Perón.
APU: ¿ Cómo podemos pensar su herencia política y humana?
GS: Yo no creo que Norma Arrostito haya dejado una herencia política. Si no la hubieran matado, posiblemente hubiera seguido haciendo política. Pero, ¿es posible pensar en que a la única mujer que estuvo en el secuestro de Aramburu iban a perdonarle la vida? Creo que más bien, se conserva como el bronce que construyeron los Montoneros para ella desde aquel 29 de mayo del 70. Inalterable. ¿Herencia humana? No sé. Para los amigos que tuvo, que fueron pocos y la quisieron mucho. Una vez hice una nota con un grupo de música. El guitarrista había sido montonero, y cuando salió el tema de la Gaby, le pregunté por ella, levantó los brazos, los bajó, inclinó la cabeza como haciendo una reverencia, como en actitud religiosa, y dijo: “Jefa”.
APU: ¿Cómo se transformó ese lugar de la mujer militante, de los ´70 a hoy?
GS: Hoy hay que hablar de militancias en plural. Porque hay mujeres militando en la política, pero también en el feminismo, en el movimiento gay-lésbico-trans, en la ecología, contra la trata. En los partidos tradicionales, no escapan del desprestigio que tiene la clase política en general. Pero fuera de las estructuras de poder, hay muchas chicas que, igual que muchos chicos, siguen hoy, en 2013, queriendo cambiar el mundo, y participan de marchas, se organizan, se conectan con otros de otros países que también quieren un verdadero cambio, se acercan a los que quedaron verdaderamente al margen de la sociedad y los defienden. Creen que puede haber un futuro mejor para todos, y que hay que buscarlo. Como la Gaby en los 70.
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