miércoles, 31 de julio de 2013
El trabajo de los psicólogos Por Mariana Carbajal
“El primer año para todo el equipo que atiende a Lulú y a su familia fue muy angustiante porque no hay referencias sobre casos similares”, confiesa la psicóloga Valeria Pavan, coordinadora del Area de Salud de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y asesora técnica del Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand. El equipo se completa con el psiquiatra Alfredo Grande y la psicóloga infantil Gabriela Gamboa, ambos de la Cooperativa de Trabajo en Salud Mental Atico.
En EE.UU. se conocen dos o tres casos de niñas trans (ver aparte). Lohana Berkins, dirigente de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti, comentó a Página/12 que acaba de regresar de Lima, Perú, de un encuentro organizado por la Asociación de Padres, Amigos y Familiares de Gays y Lesbianas (Pflag, por sus siglas en inglés), en la que participaron dos nenas trans mexicanas, de 5 y 10 años, y sus papás. A la mayor, Berkins la conoció cuando tenía apenas tres años.
En la CHA tienen un programa de acompañamiento de chicos trans en escuelas, pero siempre habían sido casos de adolescentes, que iban a secundarias o habían abandonado la escolaridad por sufrir burlas y hostigamiento. Nunca una historia como la de Lulú. “Nosotros nos manejamos con las necesidades que manifiesta Lulú. No sabemos qué va a pasar con ella en el futuro. No sabemos si le va a molestar el pene. Más adelante ella podrá elegir si quiere recibir terapia de hormonas y si se quiere operar. Ella tiene un registro claro de su esquema corporal. Sabe que es un varón biológico y aun así se siente niña”, señaló Pavan.
“Muchos adolescentes trans dicen que a los tres años, o cuando eran niños, empezaron a sentir el registro de ser otro. Muchos incluso intentaron manifestarlo pero las respuestas de sus padres fueron diversas”, dice la especialista de la CHA.
“Se trata de comprender”
Por Mariana Carbajal
El psiquiatra y psicoanalista Alfredo Grande es uno de los terapeutas que siguen la historia de Lulú. Se preocupa por aclarar que el marco que le dan al abordaje que recibe es “sostener el deseo de Lulú” y que no se trata de patologizar su cuadro, sino de comprender que una historia de vida así resulta conflictiva en sí misma. Para ayudarla, destaca, se le debe dar un nuevo DNI acorde con su identidad de género femenina. “La identidad de género tiene que ver con la identidad por mandato y por deseo. En el marco actual, la única que se manifiesta en una cultura represora como la nuestra es la identidad del mandato, que es biológica y cultural. Lulú contradice los dos mandatos. Al ser una interpelación al doble mandato, se convierte en analizador. La identidad se construye desde los más profundos deseos. Son muy pocas las personas que han podido enfrentar esos dos fuertes mandatos. Una persona heterosexual no se lo cuestiona porque encaja en el mandato cultural y biológico. Lo que el espejo de Lulú refleja, no se refleja en ningún espejo. Un nuevo DNI es importante porque funciona como espejo. Hoy ella no se reconoce en ese espejo. Cuando uno tiene una imagen en la que se reconoce, encuentra armonía, coherencia. Si usted se ve en el espejo y ve a Lita de Lázzari, por ejemplo, enloquece. No tener ese espejo, para Lulú es terrible. Es una niña que está en riesgo”, explica Grande a este diario. “El tema de Lulú es que no ve nenas con pene. En toda su escolaridad primaria Lulú va a necesitar muchísima ayuda. Si no es reconocida desde el DNI, no existe. Es terrible. No sé si un funcionario entiende este nivel de análisis”, se pregunta el psiquiatra. “A esta nena contrariada en su deseo se la pone en un lugar de altísimo conflicto”, afirmó.
La carta de Sadie a Barack Obama
En enero de este año, una niña trans estadounidense, de 10 años, le escribió una carta al presidente Barack Obama, después de que diera su discurso con el que inauguró su segundo mandato en el gobierno y que marcó un hito histórico al hablar por primera vez en esa instancia de la necesidad de garantizar los derechos de las comunidades homosexuales. La pequeña sintió que el mandatario discriminaba a las personas trans, como ella. Y decidió poner en palabras su angustia.
La chica se llama Sadie. Nació con genitales masculinos y durante el jardín de infantes asumió su identidad femenina. Desde entonces, se supo, se vio apartada del sistema escolar, hasta que finalmente logró ingresar a 5º grado en una escuela pública. En la carta escribió: “El mundo sería un mejor lugar si todos tuviéramos derecho a ser nosotros mismos, incluyendo las personas que tienen una identidad sexual y expresiones creativas. Las personas transgénero no tienen la libertad de hacer lo que hacen los demás, como ir al médico, a la escuela, obtener un trabajo o incluso de hacer amigos. A los niños transgénero como a mí no nos permiten asistir a la mayoría de las escuelas porque los profesores piensan que somos diferentes. Las escuelas tienen miedo de lo que dirán los padres de los otros niños, así que los niños transgénero son mantenidos en secreto o no se les permite asistir. A los niños se les advierte que no deben ser amigos de los niños transgénero, lo que nos hace muy tristes y solitarios. Este sería un mundo mejor si todos comprendieran que las personas transgénero tenemos los mismos sueños y esperanzas que los demás. Nos gusta hacer amigos y nos gusta ir a la escuela. En realidad, no es difícil simpatizar con las personas transgénero porque somos como todos los demás”.
Un caso en Colorado
“Su futuro va a ser mejor si llegamos a un punto en que no haya nada de qué avergonzarse”, dijo Kathryn Mathis, la mamá de la niña transgénero estadounidense de 6 años, que pudo volver unas semanas atrás a la escuela en Colorado, en la que cursaba sus estudios, después de que los tribunales fallaron que tiene el derecho de usar el baño de mujeres.
La demanda la inició el Fondo de Educación y Defensa Legal Transgénero, con sede en Nueva York en nombre de los padres de Coy Mathis. Denunciaron que la niña, que iba al primer grado, había sido discriminada en la Escuela Primaria Eagleside en Fountain, cerca de Colorado Springs. Los padres contaron que desde el distrito escolar les habían avisado que Coy tendría que comenzar a usar el baño de la sala de profesores o uno en la oficina de la enfermera.
La familia Mathis dijo que Coy, una trilliza, mostró preferencia desde un principio por cosas relacionada con niñas. Cuando tenía cinco meses tomó una manta rosada que era para su hermana Lily. Después mostró poco interés en los autos de juguete y la ropa de varón. Se negaba a salir de la casa si se la vestía con ropa de niños y se deprimió y se aisló. En un momento les dijo a sus padres que deseaba que un médico la “reparara”. Después se enteraron de qué le pasaba. Y decidieron ayudarla.
28/07/13 Página|12
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