sábado, 27 de julio de 2013
Lo no positivo Por Mariana Moyano
Ellos eran un grupo reducido y compacto de legisladores de su confianza. Varios han dejado de ser legisladores pero mantienen intacta la lealtad con Néstor Kirchner. Pese a la tensión reinante en aquellos días, le sugirieron negociar tres puntos en las retenciones para ganar la votación en el Senado y –cuando fuera el turno de aprobar las modificaciones- lograr un margen más amplio en Diputados. Era un diagnóstico que les sonaba racional y que, si bien proponía un momento menos épico, esfumaban los fantasmas que dominaban esas jornadas.
“Néstor nos sacó cagando. No estaba enojado con nosotros por la idea que le llevamos, pero estaba furioso porque decía que ya habíamos cedido demasiado”, cuenta hoy uno los protagonistas de aquella conversación con una sonrisa entre pícara y nostálgica, tanto por las vueltas de la historia como por la nostalgia por el líder al que extrañan.
Es que ya todos habían tenido comprensión cabal de cómo esa normativa de menor rango se había vuelto tormenta y punta de lanza para quienes estaban a un tris de cavar la fosa profunda para un proyecto que ya se olía intransigente. “Una decisión política aislada que se transformó en el eje de discusión de todo el modelo”, lo definió ella.
“Exageran”, dicen algunos cuando aún hoy se marcan aquellos intentos de destitución y cómo los medios se habían puesto a la cabeza de la desestabilización.
Sí, claro.
“Estamos preparados para resistir con escopetas, carabinas, de todo”, advertía con su impunidad típica el entonces mellizo desdentado y ahora tuneado candidato a senador.
“El gobierno de los Kirchner es un obstáculo”, “el problema es la Presidenta”, sostenía un líder agrario sin ponerse colorado al pegarle a esas frases el gestito de indignación republicana.
De los 129 días que duró el golpismo agrocomunicacional, 112 se ganaron las tapas de Clarín y La Nación y allí, el lockout fue sólo paro, los empresarios rurales fueron o chacareros o campesinos, si el relato lo construía Joaquín Morales Solá, y los cortes de ruta, tractorazos.
¿Que con esto no alcanza, que esto no demuestra?
Ahá. Los invito. Pasen y vean.
Diario Clarín del 30 de marzo: “Cristina, De la Rúa y el paralelo ¿imposible? entre dos cacerolazos”, se preguntaba desde el título jugando al inocente un Julio Blanck completamente desatado cuya chaveta pierde al inicio, nomás, de su nota: “Para seguro disgusto de la Señora Presidenta, aunque no sea la intención, flota en el aire una inevitable tentación a comparar las dimensiones, características y efectos del cacerolazo que le zamparon esta semana con aquel que le dio pasaporte de salida a Fernando de la Rúa”. Eso escribió. Así, sin grises. Análisis, dicen ellos. Propuesta, les digo yo.
Y votó la Cámara Baja.
Y “Por sólo siete votos…”, dijo La Nación.
Y votaba el Senado. Y cobró vida la primera gran traición.
Y en un instante la derrota fue el abismo y el fracaso, la ocasión
Porque ese señor que pensó que aniquilaba una medida y le torcía el brazo a un proceso, vivió el más efímero de los altares mediáticos y más que un asesinato cometió un suicidio.
Porque nadie previó que en ese preciso momento del voto no positivo, un número, una cifra, el nombre burocrático de un registro administrativo iba a transformarse en grito de guerra y en el nombre más corto que puede tener una definición de época.
Porque ninguno aventuró que aquella fatídica madrugada del 17 de julio de 2008, ese mendocino al que la Historia le guarda apenas un rincón de actor de reparto iba a anclarle para siempre el ismo y a convertir en lugar de pertenencia al apellido de un ex Presidente.
Porque varios, muchos, celebraron que la cosa ahí mismito se terminaba, sin conocer lo que implicó una frase tan casera y llena de cotidianeidad que ella diría esa misma noche: “vamos, a descansar, que hoy mismo tenemos que empezar a remontar esto”.
Porque tampoco nadie comprendió lo que aquellos hombres que lo acompañaban hoy explican con cabal conocimiento de lo ocurrido: “Esa noche, con ese voto, Néstor se liberó”.
De allí para acá hay cinco años. Y entre lo no positivo y hoy se encuentra la media década más movilizante de la historia inmediata de la Argentina. Con fondos de AFJP, con matrimonios, con identidades, con fertilizaciones, con Aerolíneas, con YPF, con Bicentenarios. Y sin él.
Y pasó que por primera vez en 1957 días, desde aquel 11 de marzo y hoy, hubo una tapa, hubo un día, hubo un titular, en el cual Clarín no mintió, ni tergiversó, ni le esquivó el bulto a los hechos que no le gustan. Fue el 16 de agosto de 2011 cuando a cinco columnas dieron el brazo a torcer: “El voto a Cristina cruzó todas las clases sociales”, publicaron. “Obtuvo cifras récord en tierras bonaerenses”, reconocieron. De San Isidro a Isidro Casanova, es el paisaje que pinta la imaginación.
Y, como era esperable no lo soportaron mucho: el 24 de octubre hablaron de “votación contundente”, de “una multitud en Plaza de Mayo”.
Y rotularon un “por cuatro años más”, al que sólo le evitaron el “UFA” por una cuestión mínima de formas.
Y en aquella primavera, la perla no presentó en público la letra de molde, sino un dirigente remachado a imagen y semejanza no de su padre sino de estos medios constructores de sentido común: “Cristina gana porque a la gente le va bien”, dijo el radical y aún hoy intentan comprender los expertos en comunicación política dónde está lo negativo de que algo de semejantes características ocurra.
Desde ahí para acá pasó mucho, pero los intentos de reedición de aquellos chacareros y desestabilizadores ratos estuvieron siempre a la orden del día, con el objetivo firme de volver decisiones aisladas, el eje de discusión de todo un modelo. Trajeron bóvedas, escrituras, pusieron índices de inflación, usaron crímenes y delitos, se entusiasmaron con humo, inundaciones, con casos corrupción, con trenes y con alertas climatológicas, inventaron romances, colaron testigos truchos en causas de extrema repercusión y hasta jugaron con delirantes versiones acerca de que la muerte de Kirchner no había sido natural. Y ahora, han llegado a la insólita situación de poner en tela de juicio, cual si ellos hubieran sido los promotores de la memoria, la verdad y la justicia, al jefe del Ejército recién nombrado y de criticar con textos más parecidos a los panfletos de Quebracho que a la escritura de la derecha que ellos son, el acuerdo con Chevron.
Sospecha, la cuota necesaria de mirada conspirativa y el tantito de conocimiento que hace falta de los bueyes con que se ara, nos llevan a pensar que hay menos intención de patriada y de castigo a los culpables, que ganas de que vuelen por los aires dos de las banderas más poderosas de este proyecto político: la defensa de lo nacional y la pelea contra la impunidad de los involucrados en el genocidio.
Porque los que aún tienen mucho por esconder sobre adopciones y apropiaciones de fábricas; los que editorializan sobre el “revanchismo montonero” y los que a estatizar le dicen “amenaza”, no pueden -sin que se les note la impostura- levantar el dedito y gatillar con el cuento de la preocupación genuina por lo propio y el pasado.
Por estos días, el titubeante y temeroso gesto de ese titubeante y temerario señor cumplió 5 años. “No positivo”, lo bautizó, porque ni a afirmarse se atrevió.
Por estos hay una Corte, que aunque esté de vacaciones y se haga la distraída, sabe que tiene una de las llaves.
Por estos hay un comicio al que los lobos asisten algunos de cordero y otros de caperucita.
Por estos días hay en juego mucho más medidas aisladas.
Por estos días se define un modelo.
Por estos días va siendo hora de asumir la obligación de ponerle nombre a lo evidente: lo no positivo es siempre, sin fallas, sin grietas y sin fisuras, negativo.
23/07/13 Diario Registrado
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario