martes, 14 de octubre de 2014

Momentos de transformación y movilización: los sesenta y setenta

Superada la Segunda Guerra Mundial y en plena “Edad de oro del capitalismo” (Hobsbawm, E. Historia del Siglo XX) se desarrollaron una serie de dinámicas modernizadoras que transformaron social, cultural y políticamente las sociedades en numerosas regiones del mundo. En este marco, se dio un proceso de radicalización política y creciente movilización, sobre todo, entre las y los jóvenes, identificados por el periodismo y también las Ciencias Sociales como miembros de una “generación” diferente a las anteriores.
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Por Guadalupe Andrea Seia
Nos interesa destacar que en relación a nuestro objeto de estudio –el movimiento estudiantil-, durante las décadas de 1950 y 1960, tanto a nivel internacional como nacional, en la educación superior se dio la expansión demográfica. Se destaca que esta multiplicación de la población estudiantil no supuso la renovación de las estructuras universitarias tradicionales ni el aumento de las partidas presupuestarias destinadas a dicho sector . En este marco, se dio el auge mundial de las luchas estudiantiles, tanto en el bloque capitalista como en el soviético (Feuer, Los movimientos estudiantiles. Las revoluciones nacionales y sociales en Europa y el Tercer Mundo).
En estos años también la producción acerca de la juventud creció considerablemente. Los desarrollos teóricos también vincularon estrechamente a la noción de generación con la de juventud. Cabe destacar que los textos de esta etapa –y de la anterior también- se caracterizan por formular explicaciones globales de los fenómenos generales de las sociedades, en este caso la movilización estudiantil y juvenil en sus sociedades. Durante esos años, como parte de las propias dinámicas modernizadoras del período, la producción de la sociología fue sumamente prolífica, de modo que encontramos importantes aportes acerca de la temática que analizamos.
En 1969, es publicado en español La juventud en el mundo moderno (Erikson) que compila una serie de artículos de autores con diversas especialidades como T. Parsons, E. Erikson, S. Eisenstadt, B. Bettelheim, etc. Souto Kustrín señala que desde el estructural-funcionalismo, en boga en ese momento, se enfatizaron las funciones positivas de la juventud a la integración social, inclusive cuando esta era considerada un período de inestabilidad y tensión. Sus teóricos consideraban que las culturas juveniles podían facilitar la transición al mundo adulto. En este marco, las movilizaciones juveniles sólo podían ser interpretadas como productos de situaciones de anomia.
En este sentido, para Parsons ("La juventud en el contexto de la sociedad norteamericana” en Erikson, et. Al. La juventud en el mundo moderno), las transformaciones sociales modernizantes propiciaban la aparición de grupos juveniles, a la vez que dichos colectivos formaban parte de la estructura social cumpliendo la función de innovación y complejización, mientras que a nivel individual permitían la socialización y transición a la vida adulta. Esta mirada tiene puntos en común con el enfoque de Eisenstadt (“Pautas arquetípicas de la juventud” en Erikson et. al. La juventud en el mundo moderno) que también estudiaba a la juventud y sus mutaciones durante los procesos de modernización social. El autor sostuvo que las sociedades que habían atravesado dichos trances serían los escenarios privilegiados para la movilización de los grupos juveniles, ya que en las mismas la familia no constituía la unidad básica de la división del trabajo social.
Cabe destacar los puntos de contacto con las afirmaciones de Mannheim. Como el alemán, los sociólogos sostienen que es en las sociedades dinámicas que se transforman donde los jóvenes comienzan a tener mayor protagonismo y participación. El punto de contraste está en que para el primero los cambios sociales fundamentales estaban dados por los factores del espíritu y la cultura, mientras que para los segundos las transformaciones centrales tenían que ver con las transformaciones en la división social del trabajo y las estructuras sociales elementales.
Para Feuer , en relación a los planteos de Mannheim, los procesos de movilización juvenil y estudiantil se debieron fundamentalmente a los cambios en la cultura juvenil de las últimas décadas producto de un salto generacional. De este modo, se trataba de un conflicto generacional que enfrentó a jóvenes y adultos en una serie de temáticas universales. La juventud, que compartía una conciencia generacional producto de experiencias comunes y problemas históricos similares, se adjudicó una misión histórica que trascendía los límites de las reivindicaciones estrictamente estudiantiles, buscaba transformar la sociedad en la que la vieja generación había fracasado en el ejercicio del poder económico y político.
La sociedad de posguerra fue denominada por Touraine como sociedad post-industrial. En la misma, a partir de mayo de 1968, el movimiento estudiantil pasó a ocupar un lugar similar al del movimiento obrero en los años previos. Para ello, construyó un paralelo entre el antiguo rol de la fábrica en la sociedad y el nuevo papel de la universidad en la misma. Al reflexionar sobre estos fenómenos, el sociólogo francés señalaba que la actividad de la juventud debe comprenderse entre dos grandes polos excluyentes: la formación de culturas juveniles y la politización juvenil. La forma de ejercicio del poder era la clave para analizar la actividad juvenil. Así, cuando las clases dominantes llevaban adelante su predominio de “modo dirigista” con la intención de promover reformas sistémicas y modelos de instituciones juveniles con autoridades rígidas, no habría lugar para otro tipo de práctica juvenil que la rebelión política contra los centros de la planificación económico–sociales. Los postulados de Touraine fueron cuestionados por Stedman Jones que si bien destacó la importancia de las luchas estudiantiles, no dejó de lado la actuación central del movimiento obrero en las grandes transformaciones sociales.
Como señala Manzano (“Una edad global: juventud y modernidad en el siglo XX”), en el campo de la historia, en particular social y cultural, la emergencia de un campo de estudios de la juventud también estuvo dinamizada por el creciente protagonismo de los y las jóvenes en el escenario político y cultural a escala global de la década de 1960. Luego de las sucesos de 1968, John Gillis y Paula Fass dieron los primeros pasos en esta área de investigación. Ambos coincidieron en ubicar la emergencia de un sujeto experiencia juvenil en el marco de transformaciones demográficas, educativas y socioeconómicas ligadas a la modernización durante los siglos XIX y XX. Los historiadores afirman que el desarrollo del capitalismo y de las culturas del consumo, tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos, posibilitaron el surgimiento de las condiciones para la diferenciación de un grupo de edad que empezaba a permanecer por más tiempo dentro de los sistemas educativos en expansión, a posponer la creación de sus propias familias y a tener acceso a ciertos consumos culturales . En Youth and History, Gillis se propone devolver a la juventud a través de la investigación histórica, la capacidad de hacer su propia historia, su rol en la creación de formas sociales y culturales, en relación a estructuras sociales más amplias que influyen en los productos elaborados por los jóvenes. De allí, que la modernización entendida como procesos de transformación demográficos y económicos resulten elementos claves para la comprensión de las características que la juventud va adquiriendo a lo largo de la historia.
Tal vez el texto de Gillis sea uno de los máximos exponentes de la labor historiográfica del período. En su prólogo realiza un llamado de atención al procurar que la historia de las instituciones sociales no oculte las tradiciones autónomas dadas por la clase, la etnia y lo local. Su trabajo aborda los últimos 200 años de historia a partir de la consideración de lo local, trabajando sobre dos ciudades universitarias de Inglaterra y Alemania y sobre lo nacional, tomando los procesos generales de ambos países. A lo largo de su trabajo construye una periodización a partir de la cual delimita etapas diferenciadas en la situación de los jóvenes en Europa. De este modo da cuenta de las transformaciones y continuidades en lo que se entendía por juventud y los jóvenes , lo que se esperaba de ellos y lo que los mismos hacían. De este modo, el historiador busca aportar elementos para que las ciencias sociales den cuenta de las múltiples “capas” que lo que hoy por hoy se entiende por juventud supone, para dar cuenta del proceso de construcción de dichas tradiciones, instituciones y valores hoy socialmente naturalizados . Es decir, nos brinda conocimiento fundamental para lo que podríamos denominar como una genealogía de la juventud.

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