(Sì el cabo Mañeto es uno, y el colimba Rubin es otro)
Como toda buena novela, tuvo sorpresas y un final inesperado. Aunque, en cierta forma, fue un final abierto porque quedan varias incógnitas por responder.
Así es la historia de la famosa “carta” del Papa a Cristina Kirchner
para saludarla con motivo de la inminente fecha patria y augurar
diálogo, pacificación, concordia, solidaridad y justicia.
Una
historia que arrancó con el anuncio de la carta por parte de la
presidencia de la Nación, el posterior sorprendente desmentido del gran
protagonista de esta historia, el argentino monseñor Guillermo Karcher,
de ceremonial del Vaticano, y -al día siguiente- la todavía más
sorpresiva confirmación por parte del mismo Karcher de que el texto
papal existió, pero que “no fue una carta, sino un telegrama”.
El
Gobierno seguramente respiró aliviado. No quedó como el autor de un
gran papelón. Obviamente, todas las miradas se posaron en Karcher.
La
explicación de que fue un telegrama y no una carta no despeja la
esencia de la cuestión: el texto papal existió. Y menos aún que
inicialmente haya dicho que el Papa estaba muy enfadado por la presunta
carta apócrifa, que supuestamente tenía defectos de forma que la hacían
inverosímil.
Al día siguiente, también el embajador ante la Santa
Sede, Juan Pablo Cafiero, reveló que el Papa lo había llamado a primera
hora para decirle que también estaba enojado, pero por todo lo
contrario: porque se haya dudado de la autenticidad del texto, que
ratificó en un todo, según dijo el diplomático.
Dicho sea de paso: no
faltaron quienes desde el oficialismo aprovecharán la ratificación de
la autenticidad del texto papal para acusar a los medios independientes
de querer dejar mal parado al Gobierno, al hacer eje en el papelón que implicaba difundir una carta que inicialmente surgía como apócrifa.
Como si los periodistas hubieran sido los que cuestionaron su autenticidad y no un funcionario del Vaticano.
Es una obviedad, pero hay que decirlo: los análisis de los periodistas
que publicaron ayer los diarios independientes se basaron en ese
desmentido y no en presunciones. En todo caso, lo objetable es que el
Gobierno se agarre de cualquier cosa, aunque no sea cierta, para cargar
contra la prensa crítica. Nada nuevo bajo el sol.
Las
especulaciones que disparó el episodio sobre los motivos de las marchas y
contramarchas del caso son para todos los gustos. E incluso el lector,
con su imaginación, podrá agregar nuevas hipótesis.
Pero lo cierto es que fue un hecho lamentable que fastidió al Papa, en el mejor de los casos, una confusión lastimosa (algunos dicen que Karcher interpretó mal un comentario que escuchó en el Vaticano sobre la carta).
Acaso
el paso de los días permitirá completar un rompecabezas al que
claramente le faltan todavía algunas piezas. O quizá sea uno de esos
enigmas que nunca se aclaran totalmente. Y que, a tono con el ámbito
vaticano, evocan las imaginarias intrigas que le hicieron ganar millones
al escritor de best sellers Dan Brown. Mientras tanto, lo conveniente
parece ser no sumar más confusión.
Vaticano. Enviado especial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario