El
propio papa Francisco tuvo que expresarse ayer para ratificar la
autenticidad de su propia carta, a través de una llamada al embajador
argentino en el Vaticano, Juan Pablo Cafiero. El Papa, en diálogo con el
representante argentino, dio por tierra con todas las especulaciones
que el jueves tejieron periodistas y medios de comunicación para acusar
al Gobierno de falsificar una carta del Papa. Todo ello a pesar de la
explicación que, oportuna y precisamente, ofrecieron el secretario
general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el secretario de Culto,
Guillermo Oliveri.
Si bien la palabra de Francisco resulta la más significativa para
quitar toda duda, desde el Vaticano, el propio sacerdote Guillermo
Karcher, el cerimoniere convertido insólitamente en vocero, asumió el
“error”, pidió disculpas y hasta se excusó por el “exabrupto” utilizado
al decir que la presunta falsificación de la carta había sido una jugada
de “mala leche”. También en Roma, el director de la sala de prensa del
Vaticano, el sacerdote jesuita Federico Lombardi, confirmó sin mayores
comentarios la autenticidad de la carta, mientras en Buenos Aires varios
medios y periodistas seguían poniendo en tela de juicio la validez del
documento.En Buenos Aires, el nuncio apostólico (embajador de la Santa Sede en Argentina), el obispo suizo Emil Paul Tscherrig, dijo también en declaraciones improvisadas en la puerta de su representación diplomática que en la Nunciatura “nunca” se había dado por falsa la carta. Para el nuncio “es una carta normal, un mensaje normal que se envía de un gobierno a otro gobierno”. De paso, arremetió sin mencionarlo contra Karcher, al señalar que hubo “una confusión, que no viene de esta casa, de esta Nunciatura”. Y en un mensaje dirigido a quienes especularon con enfrentamientos entre el Gobierno argentino y el Vaticano, pidió a los periodistas que “no aumentemos la pelea, porque no hay pelea”.
En su diálogo con el embajador Cafiero, el papa Francisco le aseguró que “es auténtica” y se mostró “molesto” con algunos medios de comunicación que “quisieron sacar agua de la tierra árida para generar conflictos sin tener el rigor de informar con la verdad a la sociedad”. El Papa autorizó a Cafiero a hacer pública la conversación y luego, en Buenos Aires, fue Oscar Parrilli el encargado de darla a conocer públicamente. El secretario general de la Presidencia dijo también que el embajador argentino agradeció a Francisco el “gesto de honestidad y respeto que une a la Santa Sede con la Argentina y que Francisco honra con la verdad”. Frente a estos hechos, dijo Parrilli, “el gobierno argentino no tiene ningún comentario más que realizar”.
Se supo también que el jueves ya avanzada la noche, cuando el nuncio Tscherrig fue contactado por los funcionarios argentinos, no sólo manifestó su sorpresa frente a las afirmaciones de falsedad de la carta, sino que, además de ratificar la autenticidad del documento, no ocultó su indignación por el uso que se hizo de la misiva, coincidiendo en esto con lo que horas después diría el propio Papa.
Tal como lo habían adelantado Parrilli y Oliveri el jueves en conferencia de prensa en la Casa Rosada, la carta transitó por todos los caminos diplomáticos habituales hasta llegar a la Presidenta. Como es costumbre, el mensaje fue transmitido por “cable” desde la oficina del Sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, a cargo del arzobispo Angelo Be-cciu, encargado de las relaciones internacionales de la Santa Sede. Una vez llegada a Buenos Aires por esa vía, la nota fue transcripta en la Nunciatura –por ese motivo está en papel con membrete de esa representación diplomática– y enviada al Gobierno a través de la Secretaría de Culto, tal como se consignó desde las fuentes oficiales.
Es costumbre del Vaticano enviar mensajes papales a todos los países con los cuales mantiene relaciones diplomáticas cada vez que celebran fiestas nacionales. En el caso particular de Argentina, esto que es habitual y protocolar supera la formalidad dado que el papa Bergoglio le imprime a ese mensaje su estilo propio, que habla también de la relación personal que lo une con la Presidenta.
Al margen de la falta de rigurosidad mostrada por medios y periodistas en el manejo de la información, quedan todavía interrogantes acerca de la actitud asumida por el sacerdote Guillermo Karcher, poniendo en duda la autenticidad de la nota papal. Sobre todo teniendo en cuenta que no es atribución del cerimoniere pontificio, una especie de jefe de protocolo del Papa, ratificar o desmentir lo dicho por Francisco. Y que tampoco lo habilita para ello su condición de argentino.
Si bien en Buenos Aires, por lo menos entre el Gobierno y el Vaticano, la situación quedó totalmente esclarecida, habrá que esperar novedades respecto de las decisiones que se puedan tomar en Roma como consecuencia de los dichos de Karcher que en medios eclesiásticos locales dieron lugar a muchas calificaciones, siendo “imprudencia” la más tenue de las apreciaciones. Mientras tanto, la Iglesia y la jerarquía local se mantuvieron totalmente al margen del episodio y la preocupación que atravesó los pasillos eclesiásticos sólo se limitó a los comentarios –entre enojados y risueños– que siguieron a la sorpresa y al estupor inicial.
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