La central Atucha II comenzó a construirse entre 1980 y 1982, avanzando muy lentamente con el retorno de la democracia producto de la volátil situación económica que vivía el país y la falta de decisión y visión estratégica de Jorge Lapeña en el área energética durante gran parte del gobierno de Alfonsín, que concluyó con los recordados cortes programados de electricidad.
Con el auge de las políticas neoliberales en la década del '90, la desindustrialización del país y la convicción casi general de que no se necesitaba más energía, en 1994 se paralizó definitivamente la construcción de Atucha II, dejando en la calle a más de 3 mil personas, muchas de ellas técnicos e ingenieros nucleares de primera línea, que debieron optar entre dejar el país o conseguir otro oficio para subsistir mientras parecía morir definitivamente el sueño de soberanía, tecnología y desarrollo con el que Perón había creado la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en 1950.
Al igual que Perón, Néstor Kirchner supo desde el inicio de su gestión y por eso lo incluyó en el Plan Energético Nacional de 2004, que la Argentina debía retomar el desarrollo nuclear con fines pacíficos. Es por ello que en 2006 anunció el Plan de Reactivación que tenía entre otros objetivos terminar la central Atucha II, desafío nada sencillo teniendo en cuenta que el constructor –Siemens– había abandonado el sector nuclear por disposición de las leyes alemanas.
Para que se entienda este punto, que es central para comprender la magnitud de lo que se ha logrado: teníamos la obra civil de Atucha II con un gran avance por un lado y por el otro todos los componentes nucleares desarmados en carpas. Sólo contábamos con los planos y con los pocos técnicos que quedaban de la época en que estaban en marcha las obras. Si entre 1994 y 2006 el material de la central, que esperaba acopiado en carpas climatizadas en Lima un destino de chatarra inevitable, pudo conservarse en condiciones fue por el esfuerzo, compromiso y dedicación de los trabajadores.
Desde 2006, el Estado Nacional invirtió 14 mil millones de pesos para concluir la central, de los cuales el 88% corresponde a componentes fabricados en nuestro país. Se ejecutaron 42 millones de horas hombre con una dotación de 6 mil personas en promedio, con un pico de 7200 en agosto de 2010. Debieron reconvocarse a la actividad a 800 especialistas que se habían alejado producto del desmantelamiento del sector y se formaron 187 jóvenes profesionales, 242 técnicos y 1300 soldadores nucleares, además se certificaron 30 empresas nacionales como proveedoras del área nuclear. Tanto el agua pesada como los elementos combustibles son producidos en nuestro país.
En 2011 se anunció la conclusión de las obras de montaje y se iniciaron las pruebas de los 566 subsistemas de la central, para luego verificar el funcionamiento de cada sector. Este proceso culminó con el inicio de la carga de agua pesada para poner en funcionamiento el reactor, producir vapor y generar energía eléctrica.
Para terminar Atucha II debimos atravesar tiempos complejos y nos transformamos en diseñadores, arquitectos y operadores gracias al conocimiento argentino, de nuestros técnicos que hoy con orgullo podemos decir que superaron ampliamente el desafío lanzado por el ex presidente Néstor Kirchner y seguramente serán ellos quienes reclamen a los sucesivos gobiernos que mantengan y profundicen el desarrollo nuclear argentino.
La decisión del Congreso Nacional de denominar Juan Domingo Perón a Atucha I y Néstor Kirchner a Atucha II no podría haber sido más acertada, dado que ambos tomaron decisiones fundamentales en el desarrollo nuclear argentino y del sector energético.
Perón creó la CNEA en 1950 con una visión de estadista que no deja de sorprender en el contexto de lo incipiente que era esta actividad en el mundo, con la convicción de que "el progreso de la energía atómica no puede ser desconocido por el Estado, en razón de las múltiples derivaciones de orden público que sus aplicaciones prácticas determinan". Kirchner tomó la decisión estratégica de reactivarlo con la certeza de que no existe un destino de soberanía posible si no se cuenta con tecnología propia en los ámbitos fundamentales.
Pero no sólo fueron las decisiones, tanto Perón como Kirchner fueron clave en los hitos fundamentales del sector nuclear: el primero inauguró Atucha I en 1974 mientras que la presidenta de la Nación, en la continuidad de las políticas iniciadas por Kirchner está poniendo en marcha Atucha II, lo mismo que la central Embalse cuyo contrato fue rubricado por Perón en 1974 y hoy estamos encarando su extensión de vida por 30 años más. Por primera vez, las obras llevan el nombre de quienes las hicieron posibles.
De la misma manera, Perón creó también en 1950 Aerolíneas Argentinas, que fue recuperada en 2008 por la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, que continúa y profundiza las políticas iniciadas por Kirchner en 2003, al igual que Yacyretá, cuyo tratado fue firmado por Perón en 1973 y su finalización en la cota definitiva fue lograda por la presidenta en 2011.
Sin lugar a dudas el sector nuclear está de pie y tiene futuro: la cuarta central nuclear argentina, próxima a iniciarse también en el Complejo Nuclear Atucha con fuerte participación de la tecnología nacional o el Reactor de Potencia CAREM, el primero diseñado íntegramente en nuestro país que ya empezó a construirse, son dos pruebas cabales de su vitalidad. Por eso es fundamental que ante la alternancia constitucional que se producirá el año que viene los trabajadores, empresarios, técnicos del sector nuclear y todos los argentinos convencidos que para desarrollarse nuestro país debe profundizar este proceso de reindustrialización, exijan a todos los candidatos definiciones claras sobre qué piensan hacer en la materia porque los jóvenes que se formaron para estar al servicio de un proyecto de país con energía nuclear van a defender el sector porque saben que están defendiendo el futuro de la Argentina en la que quieren vivir.
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