El flamante primer ministro francés, Manuel Valls, designado por François Hollande luego del duro revés electoral que sufrió el socialismo en las elecciones municipales en marzo, está decidido a intentar modificar el escenario europeo con el riesgo de producir un nuevo vendaval en la denominada "guerra de monedas" a escala internacional.
Es que, luego de imponer un fuerte ajuste sobre los sectores populares de 50 mil millones de euros para financiar exenciones impositivas a las patronales por 30 mil millones, propuso abiertamente la necesidad de proceder a una devaluación de la moneda común de un 20 por ciento. Según prometió, la medida permitiría crear 300 mil empleos y reducir un 30% el déficit que sufren las cuentas públicas.
El presidente François Hollande hace pocos días había declarado públicamente en una entrevista radial que "Francia estuvo al borde de la quiebra". El mandatario aseguró que luego de las elecciones generales del Parlamento europeo a realizarse el 25 de mayo buscará en Bruselas combatir la fortaleza del euro reclamando un cambio en la política monetaria. El 56% de los franceses, según una encuesta realizada por la consultora Opinion Way, se opone a la salida del euro.
El objetivo de fondo es el de recuperar la competitividad de la industria europea y promover las exportaciones a partir de una desvalorización de la moneda que se encuentra en uno de sus picos históricos con relación al dólar (llegó a 1,40 hace pocas semanas) y con relación a las principales monedas del mundo, como por ejemplo el yen (se devaluó un 30%). La medida, sin embargo, cuenta con la oposición de Angela Merkel y, por ahora, del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.
El rechazo solapado a esta propuesta llegó también a la cúpula del FMI. Su compatriota Christine Lagarde explicó que si bien "la recuperación está en marcha (porque) algunos países han conseguido concluir con éxito los programas de ayuda, eso no significa que la crisis haya pasado y que hayamos cumplido con nuestra misión", la sugerencia de la directora del FMI en una entrevista del diario económico Handelsblatt, pasa también por "mejorar la competitividad de los países" pero "a través de reformas estructurales en los mercados laborales".
Por su parte, Mario Draghi aseguró que "el Consejo se siente cómodo para actuar en junio". Sin embargo, el margen con el que cuenta el BCE para provocar una devaluación a través de la baja de la tasa de interés es muy reducido, en la medida en que sigue situada en su piso histórico del 0,25% (por debajo de los índices de inflación) y que, a los sumo, podría reducirse hasta una tasa del 0% que, en rigor, sería de signo negativo.
Por el contrario, la crisis en Ucrania ha producido una fuga de capitales de Rusia hacia la UE de unos 160 mil millones de euros que, precisamente, tienden a revalorizar la moneda europea.
El recurso con el que contarían es el de intervenir, como BCE, en el mercado mundial de cambios, ofreciendo euros a cambio de una canastas de divisas.
A diferencia del reclamo francés, Draghi esperaba que el euro consiga competitividad a partir de la esperada recuperación de la economía norteamericana y la persistencia en el retiro del plan de estímulos de la FED, que ha provocado la paulatina devaluación de la moneda norteamericana. Pero los datos conocidos el jueves indican que la industria estadounidense tuvo su mayor caída productiva en más de un año y medio.
Este nuevo escenario fortalece la posición francesa, que deberá sortear la resistencia alemana a una devaluación del euro y resistir el vendaval en el G-20, donde la "guerra de monedas" volvería a ser el tema descollante de la cumbre en lo que se refiere a la crisis económica mundial.
Es que a pesar de que en Alemania las exportaciones cayeron un 1,8% en el mes de marzo respecto al mes anterior, según datos de la Oficina de Estadística de Alemania, el país exportó por 96.000 millones de euros y a nivel interanual la tendencia exportadora alemana sigue siendo positiva. Alemania exportó un 1,9% más que en marzo de 2013 aunque importó un 5,6% más. Este aumento se debió, sobre todo, al gran incremento de las ventas de empresas alemanas a países de la Unión Europea fuera de la zona euro. La balanza comercial alemana cerró marzo de 2014 con un superávit de 16.400 millones de euros, frente a los 18.900 millones de euros registrados en marzo de 2013.
Pero para los otros países de europa la situación no es tan holgada. Por el contrario, España registró un déficit comercial de casi 5 mil millones de euros en los dos primeros meses del año. Con todo, las exportaciones del país ibérico por fuera de la Comunidad Europea representan un 35% del total, lo que indica, también, aunque no toda la comunidad comparte la moneda común, y los límites del impacto que una devaluación del euro provocaría sobre los países periféricos de la UE, en contraste con los costos que tendría esta política sobre los ingresos de los asalariados. Con todo es precisamente en Italia y España donde Hollande deposita su confianza para lograr aliados en su cruzada devaluacionista.
Otro de los hipotéticos riesgos de una devaluación del euro sobre los países más débiles de la región surge, como en toda medida de estas características, del impacto sobre la capacidad de afrontar el pago de deuda externa que en promedio, llega a alrededor del 90% del PBI.
En este caso, el impacto es relativo, puesto que el endeudamiento de los países está nominado mayormente en euros por haber sido contraído con el sector bancario de la región, esencialmente el alemán.
La crisis financiera internacional no ha terminado ni mucho menos. El rumbo que le propone Francia a Europa para estimular el débil crecimiento que, según los pronósticos, se estaría produciendo, reavivaría el conflicto cambiario y comercial entre las diferentes naciones a nivel mundial, esencialmente los Estados Unidos, Japón y China pero con fuerte impacto en todas las economías incluyendo las de América Latina.
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