Una carta papal negada toscamente. El nuncio y el Papa desmintieron una desmentida desbocada. Reacciones mediáticas, consejos sin fundamento. La respuesta del Gobierno, ninguneada por la prensa dominante. Un papelón que cambió de titular. Precedentes, enseñanzas. Tevez, un caso máximo de kirchnercentrismo. Y algo más.
Por Mario Wainfeld
“Este es el único de los relatos cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja extraordinaria. Sólo que en esta ocasión sé cuál es: somos lo que aparentamos ser, así que debemos tener cuidado con lo que aparentamos ser.”
“Madre Noche”, Kurt Vonnegut jr.
“Ni siquiera somos hijos de las circunstancias, sino de las apariencias.” “De criaturas triviales y antiguas guerras”,
Miguel Brascó
“Si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.”
“Coplas por la muerte de mi padre”,
Jorge Manrique
“Quemá esas cartas
donde yo he grabado
Solo y enfermo,
mi desgracia atroz”
“Quemá esas cartas” (vals),
letra de Juan Pedro López
El decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo echa humo. Está furioso con su discípulo, el politólogo sueco que escribe una interminable tesis de posgrado sobre la Argentina. “Le pedí como gauchada una reseña sobre las repercusiones del aniversario del asesinato del cura Carlos Mugica. Y me envió un copy paste de disquisiciones sobre el kirchnerismo. El crimen, le recuerdo, ocurrió hace cuarenta años, en otro contexto. Usted me engatusa. ¿Todo debate en ese país tiene terminal en el kirchnerismo? Y culmina, sarcástico y futbolero: ¿Me va a decir que la ausencia de Tevez en la Selección es también un problema de Estado? Respóndame con rigor. Y envíeme un informe serio sobre el papelón de ‘su gobierno’ con la carta apócrifa atribuida al papa Francisco. No me macanee más o haré tronar el escarmiento.”
El politólogo atraviesa varias crisis simultáneas, no quiere añadir otra. Así que se dispone a responder con cierto detalle, sin faltar a la verdad. Empieza por lo obvio: “Acá todo se remite al kirchnerismo, es el folklore local: hasta lo de Carlos Tevez”. Y luego se sume en un largo paper, que nutre esta columna.
- - -
Manipulaciones eran las de antes: Nuestro amigo sueco acude a un recuerdo borroso de la escuela secundaria, aquella en que robó el primer beso a una compañera rubia, cuyos ojos celestes reflejaban la gloria del día. Es el famoso telegrama de Ems, un caso de manipulación de un texto escrito que habría detonado la llamada guerra franco-prusiana. La relación entre Francia y Prusia-Alemania venía pésimo, agitada por varias tensiones. Una de ellas era la presunta ambición de la corona prusiana a poner un rey en España. El embajador de Francia le pidió explicaciones al rey Guillermo de Prusia, éste la rechazó de modo destemplado. Se lo comunicó a su canciller, el ascendente Otto von Bismarck, por telegrama. Bismarck, que anhelaba la guerra, reeditó el texto haciéndolo (aún) más brusco y confrontativo. Una provocación nacionalista, con todas las letras. Lo divulgó, los franceses declararon la guerra. Años después Bismarck diría que “el telegrama de Ems tuvo el efecto deseado de mover una capa roja en la cara del toro galo”.
La prospectiva ulterior permite entender que Francia y Alemania tenían una tendencia irrefrenable a guerrear entre sí, en aquel 1870, luego en 1914 y 1939. Sólo en la segunda posguerra optaron por la inteligencia y la integración, que tendrá sus bemoles pero no genera lluvias de sangre.
Como fuera, la manipulación mediática tiene larga historia, con aciertos tremendos. En nuestro ejemplo, acaso fue eficaz porque aró en suelo fértil: tanto el emisor como el receptor querían creer lo que decía. Y el asunto debatido era importantísimo, estratégico para los planes del tan taimado como hábil Bismarck.
No es posible decir nada similar de la carta que entretuvo a la prensa argentina, a la vaticana, a la Curia y a los gobiernos de los dos países. Un ejemplo de banalidad del bien, apenas. Pero de ella hablaremos, con auxilio de nuestro amigo el politólogo, tan versado él.
- - -
Qué boquita, monseñor: Usted, quien lee esta columna, conoce seguramente los hechos, de todas formas se los reseñamos y repensamos a vuelo veloz. El Papa envió a la Presidenta un saludo por el 25 de mayo. Esos textos burocráticos y mayormente desabridos son moneda corriente para los gobiernos y las Cancillerías. Estas alardean de su capacidad para manejar material soso.
La carta llegó vía la Nunciatura, el Gobierno entendió que le venía bien difundirla. Un funcionario vaticano, monseñor Guillermo Karcher, desmintió la autenticidad de la carta. Hacerlo no es asunto de su competencia, lo que no le importó a él ni a quienes le otorgaron pleno crédito. Su lenguaje fue grosero, muy poco ecuménico. Denunció “mala leche”. Qué boquita, monseñor. Todo era chocante: la misión ejercida por quien no tenía facultades, la verba inflamada.
La prensa hegemónica se lanzó en cardumen sobre el Gobierno. Lo acusó de haber hecho un “papelón”, no faltó quien coqueteara con la idea de falsificación. Nadie se privó de explicarle a la Casa Rosada cómo se chequea la autenticidad de una nota de la Santa Sede, lo que implica que ellos lo conocen al dedillo. Lástima que no lo demostraron, ni ahí.
Los medios on line abundaron en análisis sesudos, que se diseccionan en la edición de ayer de Página/12, disponible on line, bajo el título “Una clase de periodismo” (ver más abajo).
Antes de las nueve de la noche del jueves, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, refutaron la desmentida, en conferencia de prensa. Detallaron que la Nunciatura envió la carta, que lo había avisado previamente, que el empleado que la llevó es quien siempre lo hace, que la secretaria del nuncio ratificó la validez. Era una versión congruente. Se debía corroborar pero jamás ignorar. Eso último decidieron editores y columnistas de Clarín y La Nación que no habían podido dar con el nuncio. Anunciar las dos versiones contrastantes y dejar abierto el tema hasta que la corroborara algún funcionario vaticano con competencia. Prefirieron cargar la romana contra el Ejecutivo, dar por cierto lo dudoso.
Al día siguiente, el propio Papa los desmintió, con dureza.
Clarín miente y luego calla o vocifera sobre la libertad de prensa. Eso hizo, de nuevo.
La Nación mostró algo más de profesionalismo, ayer sábado. El diario reconoció su falla en un lacónico recuadro. El columnista Fernando Laborda, que se había solazado con el papelón oficial, asumió el “error” y pidió disculpas “a los lectores y los funcionarios”. Es parte importante de lo correcto pero falta algo.
Lo que nadie hizo es aceptar que elegir uno de los relatos enfrentados fue una decisión editorial, que se tomó con entusiasmo cuando faltaba data.
- - -
Vox Dei, “guardar silencio”: La Nación es el diario de cabecera de la jerarquía de la Iglesia Católica argentina. Seguramente compartieron, mayoritariamente, su postura de instigar, ser cómplice y luego encubridora de los crímenes de la dictadura militar aunque los lazos abarcan otras variables. Por todo eso, debe subrayarse una columna publicada ayer por Guillermo Marcó, titulada “Lo único importante es la información oficial”. Marcó, quien fue vocero del cardenal Jorge Bergoglio, se explaya “Anteayer por la noche recibí una llamada de teléfono de C5N para pedirme mi opinión sobre ‘la carta’. Sencillamente hice lo que había que hacer: guardar silencio hasta que la Nunciatura Apostólica se expidiera”.
“No tenía por qué dudar de la veracidad de un excelente funcionario como el secretario de Culto, Guillermo Oliveri. El texto fue redactado por la Secretaría de Estado, se envió a la Nunciatura por telegrama, allí lo transcribieron a papel membretado y –la misma persona que lo hace siempre– lo llevó a la Cancillería y se lo entregó a la Secretaría de Culto. Su nombre quedó consignado en el registro de ingreso. El nuncio estaba afuera. Cuando la prensa lo consultó, se confirmó que el texto salió de allí y era verdadero.” Un mensaje al diario preferido, al gran compañero de ruta.
Marcó confidencia que, cuando asumió como vocero, le propuso a Bergoglio que nunca diera entrevistas, “ya que empezarían preguntando por cosas piadosas y terminarían hablando de política y es eso lo único que saldría en los diarios al día siguiente”. O sea, lo catequizó sobre las manipulaciones de los medios. Los amigos, se entiende.
Un diario, corriendo contra el cierre, no tiene la opción de “guardar silencio”. Pero nada, sino su voluntad, lo compele a dar por cerrado un debate abierto entre fuentes distintas y contradictorias.
- - -
Reacciones, humor e interpretaciones: La prensa hegemónica, tan expeditiva para dictaminar sobre las movidas del Gobierno, no encontró modo para explicar el desaguisado de la diplomacia vaticana. Se la supone perfecta, sabia, añejada por los siglos. Sus gentes son varones probos y sabios, casi santos. Esta vez metió la pata hasta el cuadril y queda por desentrañarse el motivo.
Para el Gobierno (y para varios laicos católicos que conocen el paño) se trata de un coletazo de la interna eclesiástica, de otra movida del ala ultraconservadora que combate las posturas de Francisco. Un palito para que lo pisara algún funcionario o hasta la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Una tentativa de empiojar el Tedéum de hoy. El oficialismo cree en un New Deal con Francisco.
La reacción fue sensata, práctica y baja en verborragia. Olivieri y Parrilli desmintieron con información verosímil, sin adjetivar mucho. El nuncio Emil Paul Tshecrrig fue inhallable para cronistas y funcionarios hasta bien entrada la noche del jueves. Su confirmación entonó al Gobierno. Pocas horas después Juan Pablo Cafiero le comunicó a la presidenta Cristina la desmentida del Papa.
Con humor más sutil del que suele ser su promedio, el oficialismo propagó anteayer otras salutaciones de mandatarios extranjeros, un modo de resaltar su habitualidad. Sus textos rezuman lugares comunes menores y edificantes, que sus firmantes no escriben y sus destinatarios (acaso) ojean apenas salvo en ocasiones particulares.
- - -
La otra primera vez: No es la primera vez que La Nación trata de colar en sus tapas cuñas entre Francisco y Cristina. La más llamativa fue una que careció de fuente vaticana, de pura urdimbre del medio. Se va olvidando, fue hace pocos meses.
El hecho real es que este año la Asamblea General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sería presidida por un argentino, el dirigente empresario Daniel Funes de Rioja. Este mismo, el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y el sindicalista Gerardo Martínez (representantes argentinos ante la OIT) acordaron invitar al papa Francisco a viajar a Ginebra para ser de la partida. Solicitaron entregarle la respectiva petición en El Vaticano.
La Nación tergiversó el hecho, lo dio vuelta. Lo presentó como una suerte de convocatoria papal a una miniConcertación entre representantes sindicales, empresarios y Tomada. El convite colectivo se transformó por arte de magia mediática en un seudo Consejo económico social.
La hipótesis hacía agua por todos lados. Hubiera sido una intromisión absurda en la política local, para arrancar.
La nómina de participantes, clavada para el cónclave de la OIT, era muy incompleta o sesgada para un encuentro sectorial: faltaban la CGT opositora, las dos vertientes de la CTA y la CGT oficial no estaba representada por su secretario general.
La jugada nunca existió, aunque entretuvo en una tapa y un par de artículos más.
El pedido verdadero se concretó. Tomada, Funes de Rioja, Martínez y el empresario Héctor Méndez estuvieron con el Papa en un sitio destacado de sus audiencias públicas de los miércoles. Asistieron al clásico “besamanos” y departieron pocos minutos, como parte de la multitud. No hubo Consejo Social paralelo, ni nada semejante.
La info trucha se diluyó sin dejar trazas, como el agua en el agua... pero es un precedente interesante.
- - -
Bajo presión: La pelirroja progre, que cada día está más cristinista, le calzó un ultimátum al politólogo sueco. Basta de noviazgo, con permisos tácitos mutuos incluidos: quiere casarse y tener un hijo. El cientista social cavila, ama a este país, viene madurando lo de pedir la nacionalidad, acaso sea hora de sentar cabeza, le gustan los pibes... Pero nada es sencillo y menos que nada parar la olla.
Para colmo, el Boca de sus amores le da dolores de cabeza. River salió campeón, molestia que había olvidado durante más de un lustro. La pelirroja le toma un poco el pelo: se le ha hecho gallina, herencia familiar, dice ella.
El politólogo irá sustanciando la demanda, con cariño y pidiendo prórrogas. Para estar sustentable y hasta casadero necesita mantener conectado el euroducto con la Universidad, así que le mete pata al informe. Hoy tiene que ir a la Plaza con su compañera, que acaso le permita dulces indefiniciones amorosas pero no falta de compañía en la movilización.
Va por Tevez, pues (ver más abajo).
- - -
Espera y agradecimiento: El advenimiento del primer papa argentino es un tremendo cambio de escenario, lo que fuerza a ser prudente con las predicciones.
Es claro que la Presidenta y Francisco han cambiado su relación, que es pródiga en gestos de convivencia y buena onda. La propensión al diálogo y al buen trato son saludables, siempre.
Hay quien piensa, de cualquier modo, que el Papa es la vanguardia de la oposición que “envuelve” a Cristina con movidas de guante blanco.
En el Gobierno se tiende a pensar que se ha conseguido un aliado de primer nivel, sensato y peronista por añadidura.
Ajeno a esos optimismos cruzados, el cronista supone que es forzoso esperar al largo plazo, territorio vaticano por excelencia, y no apurar conclusiones. El Tedéum de hoy será un mojón de un camino muuuy largo.
Es ostensible que los medios dominantes y una franja importante de dirigentes opositores confían en que Francisco será un ariete contra el kirchnerismo. En ese sentido, honran al viejo proverbio: a Dios rogando y con el mazo dando. Cualquier bondi les viene bien.
El cronista confiesa no saber si Karcher metió la pata, llevado por su inconsciente. O si urdió una picardía de vuelo y duración muy corta, por pura torpeza. Lo más factible es que nunca se conozca la verdad. En cualquier caso, ante un episodio derivado de una misiva formal y poco significativa dan ganas de darle las gracias. No por su lenguaje desaforado, ni por la mentira que propaló, sí por lo mucho que develó, sin querer queriendo.
mwainfeld@pagina12.com.ar
Tevez no es la excepción
Por Mario Wainfeld
Con auxilio de su amigo, el periodista independiente de los poderes fácticos, el politólogo sueco hace memoria. Diego Maradona debutó en la Selección mayor a principios de 1977, contra Hungría en la cancha de Boca. No fue titular, entró luego. La cancha bullía, Argentina goleó y gustó, el pibe ilusionaba a la hinchada. El técnico César Luis Menotti no lo incluyó en la lista definitiva, hubo polémica algo acolchonada por el clima dictatorial.
Se discutieron otras ausencias, en ese Mundial y en todos: Riquelme, Fillol, Passarella, Valdano, Bianchi, Ramón Díaz quedaron afuera en otras ocasiones y entre tantos. Lionel Messi quedó en el banco en el empate contra Alemania en 2006, también se censuró al técnico José Pekerman. Pasa en todas las comarcas, es comidilla premundialista.
Hay varios motivos, tácticos y grupales, que pueden explicar la ausencia de Tevez. Los periodistas especializados los desmenuzan desde hace tiempo. En los últimos días, desde las tiendas clarinistas brota un análisis sintomático. La lista la armó el Gobierno, como postulado general, excitado porque el técnico Alejandro Sabella “confesó” haber militado en la JP de los ’70.
La imaginería llega al extremo cuando un periodista de Radio Mitre emite que “Máximo Kirchner le dio la orden a Sabella. Odia a Tevez”. El hombre se dedica a la economía, se supone. No tiene fuentes en el disco duro del Gobierno. La afirmación es inverosímil. Esas minucias no importan porque son funcionales a una nueva táctica de Clarín.
Antes de la ley de medios ese diario era el que mejor sintonizaba con el hincha que lo leía, acompañaba sus esperanzas, gritaba con él los goles, trajinaba las ilusiones. Acompañaba las tendencias, se mimetizaba con el “argentino medio”. Si llegaba la derrota, habría tiempo de encontrar culpables: entre los árbitros, los arqueros propios, el DT...
Ahora Clarín combina malamente lo que fue su blasón con su odio inalterable al kirchnerismo. Con el Mundial juega casi un plan B. Si se pierde, hay que derivarle la mala onda al Gobierno, culparlo. Suena delirante, es lo que hay.
25/05/14 Página|12
Por Mario Wainfeld
“Este es el único de los relatos cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja extraordinaria. Sólo que en esta ocasión sé cuál es: somos lo que aparentamos ser, así que debemos tener cuidado con lo que aparentamos ser.”
“Madre Noche”, Kurt Vonnegut jr.
“Ni siquiera somos hijos de las circunstancias, sino de las apariencias.” “De criaturas triviales y antiguas guerras”,
Miguel Brascó
“Si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.”
“Coplas por la muerte de mi padre”,
Jorge Manrique
“Quemá esas cartas
donde yo he grabado
Solo y enfermo,
mi desgracia atroz”
“Quemá esas cartas” (vals),
letra de Juan Pedro López
El decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo echa humo. Está furioso con su discípulo, el politólogo sueco que escribe una interminable tesis de posgrado sobre la Argentina. “Le pedí como gauchada una reseña sobre las repercusiones del aniversario del asesinato del cura Carlos Mugica. Y me envió un copy paste de disquisiciones sobre el kirchnerismo. El crimen, le recuerdo, ocurrió hace cuarenta años, en otro contexto. Usted me engatusa. ¿Todo debate en ese país tiene terminal en el kirchnerismo? Y culmina, sarcástico y futbolero: ¿Me va a decir que la ausencia de Tevez en la Selección es también un problema de Estado? Respóndame con rigor. Y envíeme un informe serio sobre el papelón de ‘su gobierno’ con la carta apócrifa atribuida al papa Francisco. No me macanee más o haré tronar el escarmiento.”
El politólogo atraviesa varias crisis simultáneas, no quiere añadir otra. Así que se dispone a responder con cierto detalle, sin faltar a la verdad. Empieza por lo obvio: “Acá todo se remite al kirchnerismo, es el folklore local: hasta lo de Carlos Tevez”. Y luego se sume en un largo paper, que nutre esta columna.
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Manipulaciones eran las de antes: Nuestro amigo sueco acude a un recuerdo borroso de la escuela secundaria, aquella en que robó el primer beso a una compañera rubia, cuyos ojos celestes reflejaban la gloria del día. Es el famoso telegrama de Ems, un caso de manipulación de un texto escrito que habría detonado la llamada guerra franco-prusiana. La relación entre Francia y Prusia-Alemania venía pésimo, agitada por varias tensiones. Una de ellas era la presunta ambición de la corona prusiana a poner un rey en España. El embajador de Francia le pidió explicaciones al rey Guillermo de Prusia, éste la rechazó de modo destemplado. Se lo comunicó a su canciller, el ascendente Otto von Bismarck, por telegrama. Bismarck, que anhelaba la guerra, reeditó el texto haciéndolo (aún) más brusco y confrontativo. Una provocación nacionalista, con todas las letras. Lo divulgó, los franceses declararon la guerra. Años después Bismarck diría que “el telegrama de Ems tuvo el efecto deseado de mover una capa roja en la cara del toro galo”.
La prospectiva ulterior permite entender que Francia y Alemania tenían una tendencia irrefrenable a guerrear entre sí, en aquel 1870, luego en 1914 y 1939. Sólo en la segunda posguerra optaron por la inteligencia y la integración, que tendrá sus bemoles pero no genera lluvias de sangre.
Como fuera, la manipulación mediática tiene larga historia, con aciertos tremendos. En nuestro ejemplo, acaso fue eficaz porque aró en suelo fértil: tanto el emisor como el receptor querían creer lo que decía. Y el asunto debatido era importantísimo, estratégico para los planes del tan taimado como hábil Bismarck.
No es posible decir nada similar de la carta que entretuvo a la prensa argentina, a la vaticana, a la Curia y a los gobiernos de los dos países. Un ejemplo de banalidad del bien, apenas. Pero de ella hablaremos, con auxilio de nuestro amigo el politólogo, tan versado él.
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Qué boquita, monseñor: Usted, quien lee esta columna, conoce seguramente los hechos, de todas formas se los reseñamos y repensamos a vuelo veloz. El Papa envió a la Presidenta un saludo por el 25 de mayo. Esos textos burocráticos y mayormente desabridos son moneda corriente para los gobiernos y las Cancillerías. Estas alardean de su capacidad para manejar material soso.
La carta llegó vía la Nunciatura, el Gobierno entendió que le venía bien difundirla. Un funcionario vaticano, monseñor Guillermo Karcher, desmintió la autenticidad de la carta. Hacerlo no es asunto de su competencia, lo que no le importó a él ni a quienes le otorgaron pleno crédito. Su lenguaje fue grosero, muy poco ecuménico. Denunció “mala leche”. Qué boquita, monseñor. Todo era chocante: la misión ejercida por quien no tenía facultades, la verba inflamada.
La prensa hegemónica se lanzó en cardumen sobre el Gobierno. Lo acusó de haber hecho un “papelón”, no faltó quien coqueteara con la idea de falsificación. Nadie se privó de explicarle a la Casa Rosada cómo se chequea la autenticidad de una nota de la Santa Sede, lo que implica que ellos lo conocen al dedillo. Lástima que no lo demostraron, ni ahí.
Los medios on line abundaron en análisis sesudos, que se diseccionan en la edición de ayer de Página/12, disponible on line, bajo el título “Una clase de periodismo” (ver más abajo).
Antes de las nueve de la noche del jueves, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, refutaron la desmentida, en conferencia de prensa. Detallaron que la Nunciatura envió la carta, que lo había avisado previamente, que el empleado que la llevó es quien siempre lo hace, que la secretaria del nuncio ratificó la validez. Era una versión congruente. Se debía corroborar pero jamás ignorar. Eso último decidieron editores y columnistas de Clarín y La Nación que no habían podido dar con el nuncio. Anunciar las dos versiones contrastantes y dejar abierto el tema hasta que la corroborara algún funcionario vaticano con competencia. Prefirieron cargar la romana contra el Ejecutivo, dar por cierto lo dudoso.
Al día siguiente, el propio Papa los desmintió, con dureza.
Clarín miente y luego calla o vocifera sobre la libertad de prensa. Eso hizo, de nuevo.
La Nación mostró algo más de profesionalismo, ayer sábado. El diario reconoció su falla en un lacónico recuadro. El columnista Fernando Laborda, que se había solazado con el papelón oficial, asumió el “error” y pidió disculpas “a los lectores y los funcionarios”. Es parte importante de lo correcto pero falta algo.
Lo que nadie hizo es aceptar que elegir uno de los relatos enfrentados fue una decisión editorial, que se tomó con entusiasmo cuando faltaba data.
- - -
Vox Dei, “guardar silencio”: La Nación es el diario de cabecera de la jerarquía de la Iglesia Católica argentina. Seguramente compartieron, mayoritariamente, su postura de instigar, ser cómplice y luego encubridora de los crímenes de la dictadura militar aunque los lazos abarcan otras variables. Por todo eso, debe subrayarse una columna publicada ayer por Guillermo Marcó, titulada “Lo único importante es la información oficial”. Marcó, quien fue vocero del cardenal Jorge Bergoglio, se explaya “Anteayer por la noche recibí una llamada de teléfono de C5N para pedirme mi opinión sobre ‘la carta’. Sencillamente hice lo que había que hacer: guardar silencio hasta que la Nunciatura Apostólica se expidiera”.
“No tenía por qué dudar de la veracidad de un excelente funcionario como el secretario de Culto, Guillermo Oliveri. El texto fue redactado por la Secretaría de Estado, se envió a la Nunciatura por telegrama, allí lo transcribieron a papel membretado y –la misma persona que lo hace siempre– lo llevó a la Cancillería y se lo entregó a la Secretaría de Culto. Su nombre quedó consignado en el registro de ingreso. El nuncio estaba afuera. Cuando la prensa lo consultó, se confirmó que el texto salió de allí y era verdadero.” Un mensaje al diario preferido, al gran compañero de ruta.
Marcó confidencia que, cuando asumió como vocero, le propuso a Bergoglio que nunca diera entrevistas, “ya que empezarían preguntando por cosas piadosas y terminarían hablando de política y es eso lo único que saldría en los diarios al día siguiente”. O sea, lo catequizó sobre las manipulaciones de los medios. Los amigos, se entiende.
Un diario, corriendo contra el cierre, no tiene la opción de “guardar silencio”. Pero nada, sino su voluntad, lo compele a dar por cerrado un debate abierto entre fuentes distintas y contradictorias.
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Reacciones, humor e interpretaciones: La prensa hegemónica, tan expeditiva para dictaminar sobre las movidas del Gobierno, no encontró modo para explicar el desaguisado de la diplomacia vaticana. Se la supone perfecta, sabia, añejada por los siglos. Sus gentes son varones probos y sabios, casi santos. Esta vez metió la pata hasta el cuadril y queda por desentrañarse el motivo.
Para el Gobierno (y para varios laicos católicos que conocen el paño) se trata de un coletazo de la interna eclesiástica, de otra movida del ala ultraconservadora que combate las posturas de Francisco. Un palito para que lo pisara algún funcionario o hasta la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Una tentativa de empiojar el Tedéum de hoy. El oficialismo cree en un New Deal con Francisco.
La reacción fue sensata, práctica y baja en verborragia. Olivieri y Parrilli desmintieron con información verosímil, sin adjetivar mucho. El nuncio Emil Paul Tshecrrig fue inhallable para cronistas y funcionarios hasta bien entrada la noche del jueves. Su confirmación entonó al Gobierno. Pocas horas después Juan Pablo Cafiero le comunicó a la presidenta Cristina la desmentida del Papa.
Con humor más sutil del que suele ser su promedio, el oficialismo propagó anteayer otras salutaciones de mandatarios extranjeros, un modo de resaltar su habitualidad. Sus textos rezuman lugares comunes menores y edificantes, que sus firmantes no escriben y sus destinatarios (acaso) ojean apenas salvo en ocasiones particulares.
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La otra primera vez: No es la primera vez que La Nación trata de colar en sus tapas cuñas entre Francisco y Cristina. La más llamativa fue una que careció de fuente vaticana, de pura urdimbre del medio. Se va olvidando, fue hace pocos meses.
El hecho real es que este año la Asamblea General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sería presidida por un argentino, el dirigente empresario Daniel Funes de Rioja. Este mismo, el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, y el sindicalista Gerardo Martínez (representantes argentinos ante la OIT) acordaron invitar al papa Francisco a viajar a Ginebra para ser de la partida. Solicitaron entregarle la respectiva petición en El Vaticano.
La Nación tergiversó el hecho, lo dio vuelta. Lo presentó como una suerte de convocatoria papal a una miniConcertación entre representantes sindicales, empresarios y Tomada. El convite colectivo se transformó por arte de magia mediática en un seudo Consejo económico social.
La hipótesis hacía agua por todos lados. Hubiera sido una intromisión absurda en la política local, para arrancar.
La nómina de participantes, clavada para el cónclave de la OIT, era muy incompleta o sesgada para un encuentro sectorial: faltaban la CGT opositora, las dos vertientes de la CTA y la CGT oficial no estaba representada por su secretario general.
La jugada nunca existió, aunque entretuvo en una tapa y un par de artículos más.
El pedido verdadero se concretó. Tomada, Funes de Rioja, Martínez y el empresario Héctor Méndez estuvieron con el Papa en un sitio destacado de sus audiencias públicas de los miércoles. Asistieron al clásico “besamanos” y departieron pocos minutos, como parte de la multitud. No hubo Consejo Social paralelo, ni nada semejante.
La info trucha se diluyó sin dejar trazas, como el agua en el agua... pero es un precedente interesante.
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Bajo presión: La pelirroja progre, que cada día está más cristinista, le calzó un ultimátum al politólogo sueco. Basta de noviazgo, con permisos tácitos mutuos incluidos: quiere casarse y tener un hijo. El cientista social cavila, ama a este país, viene madurando lo de pedir la nacionalidad, acaso sea hora de sentar cabeza, le gustan los pibes... Pero nada es sencillo y menos que nada parar la olla.
Para colmo, el Boca de sus amores le da dolores de cabeza. River salió campeón, molestia que había olvidado durante más de un lustro. La pelirroja le toma un poco el pelo: se le ha hecho gallina, herencia familiar, dice ella.
El politólogo irá sustanciando la demanda, con cariño y pidiendo prórrogas. Para estar sustentable y hasta casadero necesita mantener conectado el euroducto con la Universidad, así que le mete pata al informe. Hoy tiene que ir a la Plaza con su compañera, que acaso le permita dulces indefiniciones amorosas pero no falta de compañía en la movilización.
Va por Tevez, pues (ver más abajo).
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Espera y agradecimiento: El advenimiento del primer papa argentino es un tremendo cambio de escenario, lo que fuerza a ser prudente con las predicciones.
Es claro que la Presidenta y Francisco han cambiado su relación, que es pródiga en gestos de convivencia y buena onda. La propensión al diálogo y al buen trato son saludables, siempre.
Hay quien piensa, de cualquier modo, que el Papa es la vanguardia de la oposición que “envuelve” a Cristina con movidas de guante blanco.
En el Gobierno se tiende a pensar que se ha conseguido un aliado de primer nivel, sensato y peronista por añadidura.
Ajeno a esos optimismos cruzados, el cronista supone que es forzoso esperar al largo plazo, territorio vaticano por excelencia, y no apurar conclusiones. El Tedéum de hoy será un mojón de un camino muuuy largo.
Es ostensible que los medios dominantes y una franja importante de dirigentes opositores confían en que Francisco será un ariete contra el kirchnerismo. En ese sentido, honran al viejo proverbio: a Dios rogando y con el mazo dando. Cualquier bondi les viene bien.
El cronista confiesa no saber si Karcher metió la pata, llevado por su inconsciente. O si urdió una picardía de vuelo y duración muy corta, por pura torpeza. Lo más factible es que nunca se conozca la verdad. En cualquier caso, ante un episodio derivado de una misiva formal y poco significativa dan ganas de darle las gracias. No por su lenguaje desaforado, ni por la mentira que propaló, sí por lo mucho que develó, sin querer queriendo.
mwainfeld@pagina12.com.ar
Tevez no es la excepción
Por Mario Wainfeld
Con auxilio de su amigo, el periodista independiente de los poderes fácticos, el politólogo sueco hace memoria. Diego Maradona debutó en la Selección mayor a principios de 1977, contra Hungría en la cancha de Boca. No fue titular, entró luego. La cancha bullía, Argentina goleó y gustó, el pibe ilusionaba a la hinchada. El técnico César Luis Menotti no lo incluyó en la lista definitiva, hubo polémica algo acolchonada por el clima dictatorial.
Se discutieron otras ausencias, en ese Mundial y en todos: Riquelme, Fillol, Passarella, Valdano, Bianchi, Ramón Díaz quedaron afuera en otras ocasiones y entre tantos. Lionel Messi quedó en el banco en el empate contra Alemania en 2006, también se censuró al técnico José Pekerman. Pasa en todas las comarcas, es comidilla premundialista.
Hay varios motivos, tácticos y grupales, que pueden explicar la ausencia de Tevez. Los periodistas especializados los desmenuzan desde hace tiempo. En los últimos días, desde las tiendas clarinistas brota un análisis sintomático. La lista la armó el Gobierno, como postulado general, excitado porque el técnico Alejandro Sabella “confesó” haber militado en la JP de los ’70.
La imaginería llega al extremo cuando un periodista de Radio Mitre emite que “Máximo Kirchner le dio la orden a Sabella. Odia a Tevez”. El hombre se dedica a la economía, se supone. No tiene fuentes en el disco duro del Gobierno. La afirmación es inverosímil. Esas minucias no importan porque son funcionales a una nueva táctica de Clarín.
Antes de la ley de medios ese diario era el que mejor sintonizaba con el hincha que lo leía, acompañaba sus esperanzas, gritaba con él los goles, trajinaba las ilusiones. Acompañaba las tendencias, se mimetizaba con el “argentino medio”. Si llegaba la derrota, habría tiempo de encontrar culpables: entre los árbitros, los arqueros propios, el DT...
Ahora Clarín combina malamente lo que fue su blasón con su odio inalterable al kirchnerismo. Con el Mundial juega casi un plan B. Si se pierde, hay que derivarle la mala onda al Gobierno, culparlo. Suena delirante, es lo que hay.
25/05/14 Página|12
Una clase de periodismo
Ya habían pasado varias horas desde que el Papa confirmara telefónicamente con el embajador argentino ante el Vaticano que su saludo por el 25 de Mayo era auténtico. También desde que el nuncio dijera lo mismo. También desde que el vocero oficial del Vaticano lo repitiera. Pero si uno abría a las 11 de la mañana de ayer la edición web del diario La Nación no podía enterarse de ello, a pesar de que los cinco principales títulos estaban dedicados al tema.
El más importante afirmaba: “Habló el nuncio Tschering de la carta de Francisco a Cristina: Fue una confusión”. El segundo ya entraba en detalles: “‘Hablar de mala lecha fue un exabrupto’, admitió monseñor Guillermo Karcher”. El tercero estaba destinado a abundar sobre la personalidad de Karcher: “El perfil del ceremoniero pontificio que quedó en medio del escándalo”. El cuarto encabezaba una columna de opinión: “Misterios e interrogantes detrás del papelón”, y el quinto simplemente informaba: “Qué dice la carta que generó la polémica”.
En toda la página de apertura la única referencia directa a la noticia del día estaba en letra menor detrás del segundo título, donde se aclaraba que el sacerdote “rectificó su desmentida”.
En ninguna de las notas se informaba sobre la conferencia de prensa donde el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, había leído la carta del embajador argentino Juan Pablo Cafiero, donde el propio Papa se encargaba de ratificar su carta. Una solitaria mención al tema ya no estaba accesible, pero si uno buscaba especialmente todo lo publicado por La Nación bajo el lema de “Francisco y la Argentina” aparecía una notita que reconocía que el vocero vaticano le había desmentido la desmentida a la corresponsal del diario en Roma. Sin embargo, no se mencionaba allí la participación personal de Francisco en el cúmulo de confirmaciones y desmentidas.
Justamente esa intervención del Papa motivó un llamativo título en la edición web de Clarín: “El Gobierno difundió una conversación con el Papa y cargó contra los medios”. En el link correspondiente se podía ver y escuchar toda la conferencia de prensa en la cual Parrilli lee la carta y después sólo agrega: “El gobierno argentino, frente a esta confusión, no tiene ningún comentario más que realizar”. La única mención a los comunicadores estaba en la carta de Cafiero que sostenía que “el Papa se manifestó molesto con algunos medios sin rigor para informar a la sociedad”. El Papa, no el Gobierno.
Los que habían leído las ediciones impresas de esos dos diarios no podían sorprenderse demasiado de lo reflejado en sus respectivas páginas web. Clarín tituló en letras catástrofe: “Escándalo por una supuesta carta del Papa a la Presidenta”, y enseguida acusaba al Gobierno: “Presidencia la difundió ayer y era un saludo por el 25 de Mayo. Pero más tarde, desde el Vaticano dijeron que la carta era ‘trucha’ y con ‘mala leche’. Entonces el Gobierno salió a explicar que la había recibido de la Nunciatura y por los carriles normales”. Un recuadro se indignaba: “Hubo perplejidad en el Vaticano”. Era el anuncio en tapa de la nota del enviado especial del diario al Vaticano, Sergio Rubin, donde se asegura que Karcher le transmitió a Francisco la “noticia” y “que éste le pidió que saliera a desmentirla”. Eso lo dice Rubin, no Karcher. También dice que la Casa Rosada cometió “un papelón de trascendencia internacional”, a pesar de las aclaraciones realizadas por el gobierno argentino, publicadas ayer por Página/12, que mostraban con documentación que si existía alguna irregularidad, ésta se había cometido en el área de la Nunciatura o el Vaticano. Para él, el único resultado de la comunicación oficial fue “hacer crecer la confusión”. Atento a su experiencia, Rubin asegura que “cualquier persona conocedora de la Iglesia se hubiera percatado que una carta del Papa no podría llevar el membrete de la Nunciatura, sino del Vaticano”, “más allá del tuteo a la Presidenta y los errores ortográficos”. Tanta perspicacia le habían faltado más temprano al propio Rubin que en el canal de cable TN, del Grupo Clarín, antes de la inusual desmentida de Karcher, explicaba minuciosamente los alcances de la carta del Papa a CFK y decodificaba para el común de los mortales las significativas aunque disimuladas críticas al Gobierno que implicaba.
El título interior de la noticia en Clarín es “Papelón diplomático: El Gobierno difundió una carta del Papa que resultó ser trucha”. Para los legos, compara en gran tamaño la carta “trucha” con otra anterior y resalta en colores fuertes las “diferencias”. El punto principal es el membrete (de la Nunciatura en la nueva y del Vaticano en la anterior), aunque se descartó para ello la felicitación enviada por el 25 de Mayo del año pasado, que llegó al Gobierno con el membrete de la Nunciatura. En otros recuadros, que completan la cobertura, se burla de la afirmación del secretario Parrilli de que “no sabemos por qué el Vaticano dijo que esta carta era falsa”.
La nota de Rubin termina con una conclusión tajante: “Alguien le debe una disculpa al Papa”. ¿Se referiría a Clarín o al propio Rubin?
La edición impresa de La Nación no se quedó atrás. La nota principal de tapa, firmada por Mariano Obarrio, empieza diciendo “La relación entre el Gobierno y el Vaticano quedó envuelta ayer en un inédito escándalo por la difusión de una falsa carta del papa Francisco a la presidenta Cristina Kirchner”. Al igual que en la edición web, la culpa de todo la tiene el Gobierno, aunque éste para entonces ya había dejado en claro que era ajeno a la confusión. El destacado principal de la nota afirma: “Del anuncio a la aclaración, un papelón en cuatro actos. La divulgación de la carta falsa de Francisco dejó en evidencia las fallas en la comunicación oficial”. El columnista Fernando Laborde tituló su nota “El más misterioso de los papelones presidenciales” y en su texto pasa por alto todos los datos conocidos hasta ese momento que demostraban que si había existido un papelón, correspondía buscarlo en los dominios de la Iglesia. El misterio, en todo caso, quedó reducido a los cambios que sufrió la nota en la edición web después de que se conociera la confirmación papal sobre la autenticidad de la carta. Se eliminaron todos los párrafos con insólitos argumentos sobre la incompetencia oficial, se acomodaron los otros y sin ninguna mención a los propios errores se pasó a explicar lo que el artículo en su versión original negaba. Para completar la edición, el diario no tuvo mejor idea que reproducir en forma destacada parte de los descalificadores mensajes que atraviesan las redes sociales del tono de “Mañana a la Nunciatura le cae la AFIP” o “Que aparezca con vida Marcela, la secretaria de la Nunciatura” y las opiniones muy calificadas de gente como el diputado del Frente Renovador Alberto Asseff, que asegura que “es imposible que la carta haya salido de la Nunciatura”. También La Nación recurre a la comparación gráfica de dos cartas bajo el educativo título de “Las diferencias entre un texto falso y otro verdadero”. Seguramente hoy aparecerá la errata correspondiente bajo el título “Las diferencias entre un texto verdadero y otro verdadero”.
24/05/14 Página|12
Ya habían pasado varias horas desde que el Papa confirmara telefónicamente con el embajador argentino ante el Vaticano que su saludo por el 25 de Mayo era auténtico. También desde que el nuncio dijera lo mismo. También desde que el vocero oficial del Vaticano lo repitiera. Pero si uno abría a las 11 de la mañana de ayer la edición web del diario La Nación no podía enterarse de ello, a pesar de que los cinco principales títulos estaban dedicados al tema.
El más importante afirmaba: “Habló el nuncio Tschering de la carta de Francisco a Cristina: Fue una confusión”. El segundo ya entraba en detalles: “‘Hablar de mala lecha fue un exabrupto’, admitió monseñor Guillermo Karcher”. El tercero estaba destinado a abundar sobre la personalidad de Karcher: “El perfil del ceremoniero pontificio que quedó en medio del escándalo”. El cuarto encabezaba una columna de opinión: “Misterios e interrogantes detrás del papelón”, y el quinto simplemente informaba: “Qué dice la carta que generó la polémica”.
En toda la página de apertura la única referencia directa a la noticia del día estaba en letra menor detrás del segundo título, donde se aclaraba que el sacerdote “rectificó su desmentida”.
En ninguna de las notas se informaba sobre la conferencia de prensa donde el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, había leído la carta del embajador argentino Juan Pablo Cafiero, donde el propio Papa se encargaba de ratificar su carta. Una solitaria mención al tema ya no estaba accesible, pero si uno buscaba especialmente todo lo publicado por La Nación bajo el lema de “Francisco y la Argentina” aparecía una notita que reconocía que el vocero vaticano le había desmentido la desmentida a la corresponsal del diario en Roma. Sin embargo, no se mencionaba allí la participación personal de Francisco en el cúmulo de confirmaciones y desmentidas.
Justamente esa intervención del Papa motivó un llamativo título en la edición web de Clarín: “El Gobierno difundió una conversación con el Papa y cargó contra los medios”. En el link correspondiente se podía ver y escuchar toda la conferencia de prensa en la cual Parrilli lee la carta y después sólo agrega: “El gobierno argentino, frente a esta confusión, no tiene ningún comentario más que realizar”. La única mención a los comunicadores estaba en la carta de Cafiero que sostenía que “el Papa se manifestó molesto con algunos medios sin rigor para informar a la sociedad”. El Papa, no el Gobierno.
Los que habían leído las ediciones impresas de esos dos diarios no podían sorprenderse demasiado de lo reflejado en sus respectivas páginas web. Clarín tituló en letras catástrofe: “Escándalo por una supuesta carta del Papa a la Presidenta”, y enseguida acusaba al Gobierno: “Presidencia la difundió ayer y era un saludo por el 25 de Mayo. Pero más tarde, desde el Vaticano dijeron que la carta era ‘trucha’ y con ‘mala leche’. Entonces el Gobierno salió a explicar que la había recibido de la Nunciatura y por los carriles normales”. Un recuadro se indignaba: “Hubo perplejidad en el Vaticano”. Era el anuncio en tapa de la nota del enviado especial del diario al Vaticano, Sergio Rubin, donde se asegura que Karcher le transmitió a Francisco la “noticia” y “que éste le pidió que saliera a desmentirla”. Eso lo dice Rubin, no Karcher. También dice que la Casa Rosada cometió “un papelón de trascendencia internacional”, a pesar de las aclaraciones realizadas por el gobierno argentino, publicadas ayer por Página/12, que mostraban con documentación que si existía alguna irregularidad, ésta se había cometido en el área de la Nunciatura o el Vaticano. Para él, el único resultado de la comunicación oficial fue “hacer crecer la confusión”. Atento a su experiencia, Rubin asegura que “cualquier persona conocedora de la Iglesia se hubiera percatado que una carta del Papa no podría llevar el membrete de la Nunciatura, sino del Vaticano”, “más allá del tuteo a la Presidenta y los errores ortográficos”. Tanta perspicacia le habían faltado más temprano al propio Rubin que en el canal de cable TN, del Grupo Clarín, antes de la inusual desmentida de Karcher, explicaba minuciosamente los alcances de la carta del Papa a CFK y decodificaba para el común de los mortales las significativas aunque disimuladas críticas al Gobierno que implicaba.
El título interior de la noticia en Clarín es “Papelón diplomático: El Gobierno difundió una carta del Papa que resultó ser trucha”. Para los legos, compara en gran tamaño la carta “trucha” con otra anterior y resalta en colores fuertes las “diferencias”. El punto principal es el membrete (de la Nunciatura en la nueva y del Vaticano en la anterior), aunque se descartó para ello la felicitación enviada por el 25 de Mayo del año pasado, que llegó al Gobierno con el membrete de la Nunciatura. En otros recuadros, que completan la cobertura, se burla de la afirmación del secretario Parrilli de que “no sabemos por qué el Vaticano dijo que esta carta era falsa”.
La nota de Rubin termina con una conclusión tajante: “Alguien le debe una disculpa al Papa”. ¿Se referiría a Clarín o al propio Rubin?
La edición impresa de La Nación no se quedó atrás. La nota principal de tapa, firmada por Mariano Obarrio, empieza diciendo “La relación entre el Gobierno y el Vaticano quedó envuelta ayer en un inédito escándalo por la difusión de una falsa carta del papa Francisco a la presidenta Cristina Kirchner”. Al igual que en la edición web, la culpa de todo la tiene el Gobierno, aunque éste para entonces ya había dejado en claro que era ajeno a la confusión. El destacado principal de la nota afirma: “Del anuncio a la aclaración, un papelón en cuatro actos. La divulgación de la carta falsa de Francisco dejó en evidencia las fallas en la comunicación oficial”. El columnista Fernando Laborde tituló su nota “El más misterioso de los papelones presidenciales” y en su texto pasa por alto todos los datos conocidos hasta ese momento que demostraban que si había existido un papelón, correspondía buscarlo en los dominios de la Iglesia. El misterio, en todo caso, quedó reducido a los cambios que sufrió la nota en la edición web después de que se conociera la confirmación papal sobre la autenticidad de la carta. Se eliminaron todos los párrafos con insólitos argumentos sobre la incompetencia oficial, se acomodaron los otros y sin ninguna mención a los propios errores se pasó a explicar lo que el artículo en su versión original negaba. Para completar la edición, el diario no tuvo mejor idea que reproducir en forma destacada parte de los descalificadores mensajes que atraviesan las redes sociales del tono de “Mañana a la Nunciatura le cae la AFIP” o “Que aparezca con vida Marcela, la secretaria de la Nunciatura” y las opiniones muy calificadas de gente como el diputado del Frente Renovador Alberto Asseff, que asegura que “es imposible que la carta haya salido de la Nunciatura”. También La Nación recurre a la comparación gráfica de dos cartas bajo el educativo título de “Las diferencias entre un texto falso y otro verdadero”. Seguramente hoy aparecerá la errata correspondiente bajo el título “Las diferencias entre un texto verdadero y otro verdadero”.
24/05/14 Página|12
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