Por Marcelo Gullo. Miembro de Número del Instituto Nacional Manuel Dorrego
sociedad@miradasalsur.com
Al cumplirse un nuevo aniversario de la muerte de Don Arturo Jauretche, creemos conveniente recordar su compromiso con el revisionismo histórico. Sin el conocimiento de una historia auténtica, repetía sin cesar Don Arturo, es imposible el conocimiento del presente y el desconocimiento de presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro. Lo de “ahora” –nunca se cansó de repetir Jauretche– no se puede resolver sin entender, previamente, “lo de antes”. Importa destacar que fue el rescate de la figura histórica de Juan Manuel de Rosas –quien fuera el objetivo táctico principal del primer revisionismo histórico– el elemento que le permitió a Jauretche articular, definitiva y sistemáticamente, su pensamiento: “De mí, puedo decir que sólo he integrado mi pensamiento nacional a través del revisionismo, al que llegué tarde. Sólo el conocimiento de la historia verdadera me ha permitido articular piezas que andaban dispersas y no formaban un todo.”
Desde su conversión al revisionismo histórico, Jauretche se convirtió en uno de los más agudos y perseverantes predicadores de ese “revisionismo histórico” y de la reivindicación de la figura del brigadier Juan Manuel de Rosas. Fruto directo de esa incansable prédica, fue su libro Política Nacional y Revisionismo Histórico, un texto que Jauretche construyó con los apuntes de dos conferencias que pronunciara en la sede central del Instituto Juan Manuel de Rosas y en la filial Fuerte Federación de la ciudad de Junín, en la provincia de Buenos Aires. En dicho libro, Jauretche afirma: “El revisionismo histórico se ha particularizado en un momento de la historia argentina: el que va del año 20 a Caseros, aunque cada vez se extienda más, hacia atrás y hacia adelante. Su pivote ha sido la discusión de la figura de don Juan Manuel de Rosas y su momento. Explicaremos que no podía ser de otra manera porque es figura clave; tan clave, que la falsificación de la historia hubo de hacerse tomándolo como pivote a la inversa. Nada se puede entender sobre esa época ni lo que ocurrió más adelante, si no se trata de entender lo que significó Rosas.”
En su libro Ejército y Política –escrito poco después del derrocamiento del general Juan Domingo Perón el 16 de septiembre de 1955–, Arturo Jauretche, tratando de explicar el significado histórico de Rosas, afirma: “La PATRIA GRANDE resurge por la aparición, en Buenos Aires, de una tendencia opuesta a los directoriales y unitarios, cuya expresión política es Rosas. Esta tendencia, que no se divorcia del pasado hispanoamericano, tiene la concepción política de la PATRIA GRANDE, es celosa del mantenimiento de la extensión, y si bien representa las tendencias predominantes del puerto, comprende la necesidad de una conciliación con los intereses del interior y representa los primeros pasos industrializados del país, en la economía precapitalista del saladero, que es propia.”
Más adelante en el tiempo, en su libro Política Nacional y Revisionismo histórico –al que ya hemos hecho referencia–, Jauretche les contesta a aquellos historiadores que, para negar la figura de Rosas, argumentan que el Restaurador mantuvo tercamente en sus manos el control de la Aduana tal como habían hecho antes los unitarios y que la verdadera figura que expresó el federalismo, por aquellos días , fue el gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, que: “La necesidad de mantener la aduana para conservar el poder unificador que exigía la permanente guerra internacional, como garantía del orden en peligro es cosa que se olvida, se le impuso cualesquiera fueran sus puntos de vista teóricos. Anótese en cambio la ley de aduanas que significó la defensa de la industria del interior, que reverdeció bajo su influencia restableciendo el trabajo estable y organizado en las provincias. Se pretende reeditar un viejo argumento falsificador, presentando a Rosas como a un unitario vestido de colorado, para lo que es necesario aceptar que los cándidos federales se engañaban. Por el contrario, éstos eran políticos realistas; tal vez para ellos Rosas no fuera lo más federal pero era lo más aproximado a un federal que podía dar Buenos Aires, pues la opción eran los rivadavianos y sus continuadores. Es cierto que un antirrosista, Don Pedro Ferré, intelectualmente era el federal más profundo, pero éste, en los hechos, actuó siempre a favor de los unitarios, y en política son los hechos y no las ideas abstractas los que valen.”
Evaluando la figura política de Rosas y la política económica aplicada durante sus gobiernos, Arturo Jauretche afirma: “…con la Ley de Aduanas, de 1835, intentó realizar el mismo proceso que realizaban los Estados Unidos: frenó la importación y colocó al artesanado nacional del litoral y del interior en condiciones de afirmarse frente a la competencia extranjera de la importación, abriéndoles las posibilidades que la incorporación de la técnica hubiera representado, con la existencia de un Estado defensor y promovedor, para pasar del artesanado a la industria.” Esto y no otra cosa es lo que han intentado realizar, en esencia, una y otra vez todos los gobiernos nacionales y populares desde Rosas a nuestros días. Se comprende, entonces, por qué Don Arturo nunca se cansó de repetir que, sin el conocimiento de una historia auténtica, era imposible el conocimiento del presente y que el desconocimiento del presente lleva implícita la imposibilidad de construir el futuro.
Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego
www: institutonacionalmanueldorrego.com - Dirección: Rodríguez Peña 356. CP : 1220 CABA Argentina - Teléfono: 54 11 4371 6226
Las opiniones vertidas en este suplemento corren por cuenta de sus autores y están abiertas al debate. Mail: contacto@institutodorrego.gob.ar
El recuerdo de aquel gigante admirable
Por Julio Fernández Baraibar. Miembro de Número del Instituto Nacional Manuel Dorrego
sociedad@miradasalsur.com
Era el año 1971. Era una mañana de invierno, fría y estimulante. Sentado a una mesa frente a la puerta de El Galeón, en la esquina de Córdoba y Esmeralda, tomaba un café, mientras hojeaba el diario, seguramente La Opinión. El brillo de la mañana iluminaba la acogedora y cálida penumbra de la confitería. Distraído en la lectura estaba ajeno al movimiento de gente del lugar. De pronto una sombra oscureció la página del diario. Levanté la vista y me encontré con la alta y voluminosa figura de don Arturo Jauretche, quien se había acercado a mi mesa. Me puse de pie para saludarlo y, obviamente, lo invité a sentarse y compartir un café.
–Cómo no, gracias. Pero quiero pedirle un favor.
–A sus órdenes, don Arturo.
–Permítame sentarme de ese lado de la mesa. Nunca me siento de espaldas a la puerta.
Don Arturo tenía entonces setenta y un años –había nacido junto con el siglo–, pero el revolucionario de Paso de los Libres, el político yrigoyenista de Forja, el exiliado en Montevideo por la persecución gorila no había olvidado sus hábitos formados en décadas de conspiración contra el Régimen. Y quería ver de frente a la Muerte y desafiarla, si ésta venía bajo la forma de un atentado, de un disparo artero.
La anécdota surgió en mi memoria al tratar de explicar en estas breves líneas, para las generaciones que no lo conocieron, quién fue este luchador incansable, este lúcido intelectual, este patriota ejemplar y una de las mejores plumas políticas del siglo XX.
Sus obras principales fueron escritas para que sirvieran de herramienta de lucha por la independencia nacional y la justicia social. Puso al servicio de esta causa una inteligencia prodigiosa, que le permitía encontrar en hechos aparentemente intrascendentes de la vida cotidiana, en lugares comunes del habla popular o en conductas inconscientes de sectores sociales, el rastro incontrovertible de un sistema de pensamiento dominante, de un modo de sumisión económica o, por el contrario, de un rasgo de grandeza irreductible capaz de cambiar el destino de la Patria o “de mis paisanos”, como gustaba llamar a nuestros compatriotas. Pero puso también, junto a esta inteligencia, una acerada voluntad dispuesta a no dejarse comprar con las promesas de reconocimiento, status social y prestigio con que el sistema premia la docilidad o la rebeldía acotada, de sus cuadros intelectuales. Se expuso así a una cierta forma de marginación que sólo fue interrumpida cuando el pueblo, como desde hace once años, logró gobernarse a sí mismo e iniciar el camino de la soberanía.
Y como si esto no alcanzara, Jauretche escribía extraordinariamente bien. Tenía el don de convertir lo complejo en sencillo, lo oculto en evidente, lo pretencioso en ridículo, lo solemne en patético. El primer libro de sus nunca terminadas memorias, De pantalones cortos, es una precisa muestra de este genial contador de historias. El país de su infancia, la vida cotidiana en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, en donde no hacía mucho habían pasado los hirsutos malones, su tío “el Cautivo”, la llegada del primer aeroplano, la paulatina incorporación de los inmigrantes, son contados por Jauretche con la amenidad de las charlas de fogón, sabiendo que ayudaba a construir una memoria en un pueblo al que sabía olvidadizo.
Pero fue, sin duda, en la literatura política donde su genio brilló hasta convertirlo en el profeta del destino nacional. Derrocado el general Perón, por la sangrienta “Libertadora”, Jauretche se enfrentó con sus libros a la omnipotente estructura ideológica y política del liberalismo. El Plan Prebisch. Retorno al Coloniaje, Los Profetas del Odio, El Medio Pelo en la Sociedad Argentina, entre otros, fueron los textos que enseñaron a mi generación, y todavía siguen enseñando a los nuevos militantes nacionales, cómo era el país real que no aparecía en las cátedras universitarias ni en los grandes diarios. Y son todavía esos textos los que, a cuarenta años de su muerte, denuncian desde el pasado, con voz profética, el presente miserable de un país que no supo o no pudo forjarse el porvenir que sus hombres y mujeres merecían.
“Mientras tanto nos iremos hipotecando con el fin de permitir que falsos inversores de capital puedan remitir sus beneficios al exterior. Y como nuestra balanza de pagos será deficitaria, en razón de la caída de nuestros precios y de la carga de las remesas al exterior, no habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles, la flota o las usinas” (Arturo Jauretche. El Plan Prebisch. Retorno al Coloniaje, 1955).
Desde hace once años venimos saliendo de ese infierno, en el que caímos pese a sus advertencias. Vaya, entonces, esta cita premonitoria de aquel gigante admirable para no volver a caer tantas veces con la misma piedra.
Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego
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18/05/14 Miradas al Sur
Claves de la Historia
Por Miradas al Sur
sociedad@miradasalsur.com
Seminarios: actividades de mayo
Lunes 19. Hist. Política Arg. + El Peronismo de los Años Felices a la Juventud Maravillosa.
Martes 20. Luchas de Ideas y Partidos en la Argentina del s. XIX
Miércoles 21. Historia de la Corte Suprema de Justicia.
Jueves 22. Café Dorrego.
Viernes 23. Mujeres e Historia.
Lunes 26. Hist. Política Arg. + El Peronismo de los Años Felices a la Juventud Maravillosa.
Martes 27. Luchas de Ideas y Partidos en la Argentina del s. XIX.
Miércoles 28. Historia de la Corte Suprema de Justicia.
Jueves 29. Café Dorrego.
Viernes 30. Mujeres e Historia.
Los seminarios se desarrollarán en el horario de 19.00 a 21.00 hs. en la sede del Instituto. La inscripción es libre y gratuita y pueden registrarse personalmente en Rodríguez Peña 356 (CABA) entre las 14.00 y 19.00 hs. Via telefónica al 43716226, y por correo electrónico a seminariodorrego@gmail.com
18/05/14 Miradas al Sur
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