lunes, 19 de mayo de 2014

LA CONDENA A UNA MUJER POR MATAR AL MARIDO AL DEFENDERSE DE SUS GOLPES Una Justicia que se resiste a la perspectiva de género

Teresa Seco era golpeada habitualmente por su marido. En uno de los ataques, ella le dio un puntazo que derivó en su muerte. El tribunal no tuvo en cuenta la historia de violencia y le aplicó una pena durísima. La Corte tucumana revirtió el fallo y criticó a los jueces.

Por Mariana Carbajal

Un fallo de un tribunal tucumano dejó en evidencia, otra vez, marcados prejuicios machistas de los jueces, su desconocimiento de las características de la violencia doméstica y la resistencia a analizar los hechos y las pruebas a la luz de un enfoque de género. La sentencia en cuestión fue dictada por la Sala I de la Cámara Penal del Centro Judicial de Concepción, al sur de la provincia, y condenó a 12 años de prisión a una mujer de 32 años que, para defenderse de las agresiones de su esposo y proteger también a su hijo de 13 años de los golpes, le dio un puntazo con un cuchillo de cocina, que derivó en la muerte del hombre. Los jueces no tuvieron en cuenta que se trataba de una víctima de violencia doméstica, que había querido denunciar a su marido varias veces en la comisaría local pero la policía la había persuadido de que no lo hiciera y que esa madrugada fatídica del 25 de diciembre de 2010 –cuando ocurrió el hecho– él había entrado violentamente a la casa, después de que ella lo había echado. En el fallo, además, se cuestiona la credibilidad de la mujer por no haberse mostrado como una “esposa atribulada”, preocupada por la salud de quien había atentado contra su vida y la de su hijo. La Corte tucumana acaba de revocar la sentencia y absolvió a la mujer, al interpretar –como sostuvo su defensa en el juicio– que actuó en legítima defensa.

El fallo cuestionado fue firmado por los jueces José Alfredo Garzia, María Raquel Asís y Elena del Tránsito Grellet. Asís integra el Consejo Asesor de la Magistratura de Tucumán, elegida por el voto de la mayoría de los magistrados del Centro Judicial de Concepción.

La condena recayó sobre Teresa Malvina Seco, quien llegó a juicio privada de su libertad y alejada de sus hijos. Estuvo detenida tres años y cuatro meses. Tiene tres hijos, el mayor ahora de 16 años, una niña de 7 y un nene de 4. Los dos más pequeños son hijos de la relación de Seco con Cristian Eduardo Olivera, por cuya muerte fue condenada por el delito de homicidio agravado por el vínculo, atenuado por circunstancias extraordinarias. Hacía cuatro años que convivían, en la localidad de Medinas, departamento de Chicligasta, 85 kilómetros al sur de la capital provincial. Estaban casados legalmente. El ejercía violencia psicológica, física y económica contra ella. Seco se dedicaba a arreglar celulares. El no trabajaba y muchas veces le quitaba el dinero que ella ganaba y que era para alimentar a sus hijos y se lo gastaba en comprar bebidas alcohólicas, según contó la defensora oficial de la mujer, Carola Ballesteros.

“Lamentablemente pasó lo que pasó, que yo no lo esperaba. Yo no creía cuando me dijeron que había muerto”, contó Seco a este diario. El 4 de mayo recuperó su libertad. “Me siento frustrada por cómo me trataron los jueces. Estoy tratando de rearmar mi vida desde cero. Es como que tengo un rompecabezas y no sé cómo van las piezas”, agregó (ver aparte).

La sentencia en su contra fue dictada por la Cámara Penal el 8 de octubre de 2013. Y apelada por Ballesteros, defensora oficial penal de la IIª Nominación del Centro Judicial Concepción. En el recurso de Casación, Ballesteros –quien acompañó a la mujer en todo el proceso judicial– detalló uno a uno los sesgos machistas que atraviesan el análisis del caso. Así llegó la causa a la Corte tucumana. En su fallo del 28 de abril, el alto tribunal cuestionó en duros términos a los magistrados que condenaron a Seco y se explayó en forma extensa y pedagógica sobre cómo deben ser abordados los casos de violencia de género. Puntualmente, los jueces Antonio Gandur, Daniel Estofan y Daniel Oscar Posse advirtieron que debe aplicarse la perspectiva de género, tal como lo establecen la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (conocida por su sigla en inglés, Cedaw), ratificada por la Argentina; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém do Pará) incorporada al bloque constitucional mediante la sanción de la ley Nº 24.632, y la Ley 26.485, de protección integral contra la violencia hacia las mujeres, sancionada en 2009.

“Atento a los argumentos desarrollados, la contundencia de las pruebas valoradas a la luz de una perspectiva que contempla integralmente el fenómeno de la violencia de género y doméstica”, se impone sostener que la imputada “actuó en legítima defensa”, concluye la Corte provincial. En ese sentido, advirtió que el puntazo que le dio a su esposo fue el único modo que tuvo de evitar que él la matara a ella y a su hijo de 13 años.

El caso muestra una vez más la imperiosa necesidad de que la incorporación del enfoque de género sea una estándar de calidad a la hora de impartir justicia y que no dependa de la decisión personal de cada magistrado de capacitarse en ese sentido. También refleja cómo el machismo en los tribunales afecta la vida de las mujeres que llegan a juicio –como víctimas o victimarias– y de sus hijos. Y cómo son tratadas de forma diferencial las mujeres que actúan en situaciones de legítima defensa en relación con los hombres, cuya credibilidad no se suele poner en duda (ver aparte).

El episodio por el cual Seco llegó a juicio ocurrió el 25 de diciembre de 2010, a las cinco y media, luego de la Nochebuena. La pareja había discutido. Ella lo había echado de la casa, según contó, y él irrumpió violentamente y pretendía pegarles a ella y al hijo de 13 años. Habitualmente los maltrataba a ambos. Varios testigos ratificaron esas circunstancias. Esa madrugada, el niño buscó un cuchillo para defenderse y la mujer se lo sacó. “Yo le agarro el cuchillo a mi hijo y le digo que se vaya. Le va a pegar a mi esposo por la espalda, pero yo le quito el cuchillo. Yo quedé en posesión del cuchillo. Yo y mi hijo salimos corriendo hacia afuera, nos alcanza, me da vuelta y se me vino encima, y lo empujé con el cuchillo en la mano”, relató la mujer durante el juicio. Su versión, destacó el fallo de la Corte tucumana, fue confirmada por el relato del niño en el debate oral. “Yo quise separar y me pegó a mí. Ante ello me fui a un cajón y saqué un cuchillo para pegarle a él y mi mamá me lo quitó. El se lastima con un cuchillo que lo tenía mi mamá. Yo lo saqué desde un cajón donde estaban los cubiertos dentro de la casa. Era blanco y celeste. Yo lo saqué porque quería separarlo. Ella me quitó el cuchillo. Salimos para el patio corriendo y vino queriendo pegarnos a los dos, y mi mamá lo empujó con el cuchillo en la mano”. Una perito psicóloga que actuó en el caso, Patricia Estela Ricaud, dio cuenta del “sentimiento de culpa que pesaba sobre el menor por haberle alcanzado a su madre el cuchillo”.


LOS ARGUMENTOS DE LA SENTENCIA

Condena machista

Durante el juicio, la imputada Teresa Malvina Seco dio cuenta del maltrato y la violencia que su esposo, Cristian Olivera, ejercía sobre ella y su hijo mayor. Varios testigos ratificaron ese contexto de violencia doméstica. La mujer declaró: “Yo conviví con él cuatro años y medio, lo único malo que tenía es que cuando se machaba me pegaba, o a veces me pegaba cuando se encontraba sano, porque era una persona violenta”. En otro tramo de su declaración, afirmó: “En algunas otras ocasiones me golpeaba y últimamente las golpizas eran más seguidas. Mi hijo siempre me defendía. Yo hice la denuncia, pero nunca me las tomaron por distintos motivos. Generalmente en la comisaría había una sola policía. Agresiones que sufría fueron vistas por mi padre y la familia de él también sabía. Una vez me partió la cabeza con un palo y el padre de él me vio la cabeza ensangrentada. Cuando me golpeaba, a veces estaba alcoholizado, a veces no”.

A pesar de la contundencia del relato, los miembros de la Sala I de la Cámara Penal de Concepción ignoraron el contexto de violencia doméstica, a la hora de analizar el hecho juzgado. Llamativamente, uno de los jueces, José Alfredo Garzia, directamente descartó la existencia de una situación acreditada de violencia de género. Otra de las magistradas, Elena del Tránsito Grellet, al contrario, reconoció que la imputada fue “una víctima de una evidente violencia intrafamiliar y de género”. Pero minimizó esa situación. Sin embargo, lo más insólito fue que la tercera integrante del tribunal, María Raquel Asís, adhirió a ambos votos, contradictorios entre sí. De todas formas, los tres rechazaron que se hubiera tratado de una situación de legítima defensa, como planteaba la defensa de la imputada. Y votaron por unanimidad por la condena a 12 años de cárcel.

Otra de las perlitas del fallo está en la foja 965, último párrafo, y es en definitiva la razón por la cual no le creen a la mujer su versión de los hechos. Se ve claramente cómo se le reprocha, más bien se le exige que, luego de una situación de extrema violencia con la presencia de altos riesgos para la vida y la integridad física suya y de su hijo, asuma un rol de “esposa atribulada” frente a aquel que atentó contra la vida de ambos, al no haber estado a su lado cuando fue hospitalizado. En ese sentido, la Sala I consideró que esa actitud “no se compadece con una esposa atribulada cuya intención no era agredir a su esposo, entendiendo que esta circunstancia singulariza el caso en estudio dejando al desnudo el desinterés por el occiso y demostrando ello frialdad de ánimo en la encartada”.

El hombre falleció en el hospital de Concepción, donde recién fue intervenido quirúrgicamente unas 16 horas después de haber resultado herido, según indicó a este diario la defensora oficial Carola Ballesteros, quien advirtió que si hubiera sido atendido antes posiblemente podría haberse salvado su vida, dado que un perito forense evaluó que no tenía una lesión letal y podría haberse recuperado. Su muerte se produjo dos horas después de entrar al quirófano, dijo Ballesteros. Primero había sido trasladado al hospital de Medina y desde allí se hizo la derivación a Concepción.


POR QUE LA CORTE ENTENDIO QUE HUBO LEGITIMA DEFENSA

“Influyó el contexto de violencia”

El fallo de la Corte tucumana que revoca la condena a Teresa Seco contiene abundante jurisprudencia e incluso citas de libros especializados en la problemática de la violencia de género y en los casos puntuales de mujeres que matan a sus esposos en legítima defensa, en contextos de maltrato en el hogar. En ese sentido, señala que es “determinante tener en cuenta” que Sylvie Frigon, en su trabajo Mujeres que matan: tratamiento judicial del homicidio conyugal en Canadá de los ’90, concluye que “estas mujeres sufrían mucho, vivían una pesadilla con los ojos abiertos. Resultado del terror cotidiano y el acto tiene por objetivo terminar con el terror y no necesariamente busca eliminar al otro... el día del homicidio hay algo de particular, anormal. Según las mujeres, hay una suerte de disparador. La mujer puede predecir una violencia desusada. Se percibe muy a menudo que algo ocurrió en esas mujeres que hizo que no pudieran continuar soportando. Han sobrepasado una frontera y, a veces, cuando además los niños están involucrados, algo se dispara. El umbral de lo tolerable es superado y lo insoportable es alcanzado. Dos parámetros importantes son puestos en escena aquí: la acumulación de frustraciones, de sufrimientos y de miedo, en el tiempo y la relación de pareja alcanzando un crescendo... Es como si hubiera una frontera, un lugar donde es cuestión de vida o muerte y donde no se discute más. El gesto homicida es en verdad una suerte de consecuencia, es la acumulación de todo un tramo de la vida: la vida de pareja difícil, marcada por el abuso. Finalmente no aguantan más sufrir, quieren detener el sufrimiento, quieren vivir. Quieren preservar su integridad” (Cfr. Frigon Sylvie, Mujeres que matan: tratamiento judicial del homicidio conyugal en Canadá de los ‘90, en Capítulo III, Travesías 9, Temas del debate feminista contemporáneo, Mujer, Cuerpo y Encierro, Documento del Cecym, Editora: Silvia Chejter, Buenos Aires, Diciembre 2000, pág. 76).”

Los jueces del alto tribunal encuentran esas características en la historia de Teresa Seco: por un lado, “niños involucrados”; por el otro, “acumulación de frustraciones y sufrimientos”. En ese sentido, destaca parte de la declaración de la mujer cuando dijo que “entonces yo me fui para el comedor de la casa, reclamándole que yo estaba cansada de todo, que trabajaba, atendía mis hijos, atendía los clientes ya que trabajaba en telefonía celular, o sea yo me partía en diez mil para cumplir todas mis obligaciones, que yo le reclamaba que ya no podía seguir viviendo así”. El tercer eje es “acumulación de todo un tramo de la vida... marcado por el abuso”. Seco contó en el juicio: “Una vez me partió la cabeza con un palo y el padre de él me vio la cabeza ensangrentada”. Su hijo describió: “A mi mamá le pegaba con las manos y con un palo. Nos trataba mal. Usaba palabras groseras, pero no recuerdo qué palabras. Le pegaba mucho. Yo varias veces me metía cuando le pegaba a ella. Una vez le vi pegarle. Fue con un palo en la cabeza...”

Así, la Corte tucumana concluye que “todo ello habla de un contexto de violencia que necesariamente influyó en el trágico día en que la imputada hirió a su marido, pero que –sin embargo– no fue tenido en cuenta por la Cámara Penal a la hora de analizar la causal de justificación aducida por la defensa”.


EL DRAMA QUE VIVIO TERESA MALVINA SECO

Volver a empezar

Teresa Malvina Seco recuperó su libertad el 4 de mayo, luego de que un fallo de la Corte de Tucumán revocara la sentencia que la había condenado por el homicidio de su esposo y la absolviera al interpretar que actuó en legítima defensa. La mujer, de 32 años y madre de tres hijos, estuvo privada de su libertad desde la noche del 25 de diciembre de 2010: tres años y cuatro meses. “Estoy tratando de rearmar mi vida desde cero. Es como tener un rompecabezas y no saber cómo van las piezas”, contó a este diario. Vive en una casita humilde, en la localidad de Medinas, al sur de la provincia de Tucumán. Arregla celulares. Enorme sorpresa y congoja sintió, dijo, cuando esa noche se enteró de que su marido se había muerto, como consecuencia del puntazo que ella le había dado, sin intención, al defenderse de los golpes que pretendía propinarle –como tantas veces– a ella y a su hijo mayor, entonces de 13 años. No había querido matarlo. Sólo protegerse ella y al niño. Pero los jueces de la Cámara Penal de Concepción no le creyeron. Esa actitud de la Justicia le generó “frustración”, contó a este diario.

Estuvo los primeros seis meses detenida en la Unidad Penitenciaria Nº 4 de Mujeres, en Banda de Río Salí, a unos 120 kilómetros de su domicilio, en la provincia de Tucumán. Hasta que el 5 de julio de 2011 le otorgaron la prisión domiciliaria, por sus dos hijos pequeños: en ese momento el más chiquito tenía 1 año y 6 meses y la nena, 3 años. Pero con el menor no pudo reencontrarse hasta 16 meses después. La familia de su esposo le había pedido el bebé para cuidarlo el día que ocurrió la muerte del hombre y nunca más se lo quiso devolver. Recién pudo recuperarlo a fines de noviembre de 2012, por intervención de un Juzgado de Familia. “El chiquito no me reconocía. Fuimos recuperando el vínculo a través de mi hija, que a ella sí la conocía. Sufrió mucho: él me decía que se quería ir a su casa, por la de su abuela. He tenido mucha paciencia, mucho amor y hemos podido recuperar el vínculo. No sólo yo sufrí en estos años, mis tres hijos también, muchísimo. El mayor se sentía culpable por toda la situación, porque él había agarrado el cuchillo que yo le quité. Y lamentablemente pasó lo que pasó, y yo no me lo esperaba. Yo no creía cuando esa noche me vinieron a contar que mi esposo había muerto”, contó Seco.

El mismo tribunal que la condenó a 12 años de prisión, sin contemplar el contexto de violencia de género que ella sufría y en el que se dio el hecho, le revocó la prisión domiciliaria en diciembre. Fue un día que ella tuvo un accidente en su casa y se lastimó una pierna. La defensora oficial, Carola Ballesteros, contó que Seco llamó a la comisaría de Medinas, para que la fueran a buscar con un patrullero, pero que le dijeron que no tenían ninguno. Entonces, la joven se dirigió a la seccional y dejó constancia de que iba a ir al hospital. Pero la familia de su esposo denunció que había violado la domiciliaria y la Sala I de la Cámara Penal de Concepción la volvió a alejar de sus hijos y la mandó nuevamente a la cárcel de mujeres, a pesar de que la fiscal de Cámara sostuvo que la salida había sido justificada y no había riesgo procesal. Su defensora reclamó que le permitieran visitar a los chicos, dado que el penal está ubicado a más de cien kilómetros de su domicilio y la mamá de Seco, de condición humilde, no tenía medios para llevarlos a ver a su mamá. La Sala I, señaló Ballesteros, le autorizó una salida cada dos meses, de seis horas, de las cuales tres horas se le iban de viaje, entre la ida y la vuelta. “Los chicos lloraban y lloraban por no poder verla”, contó Ballesteros.

–¿Qué les diría a otras mujeres que sufren violencia de género de parte de su pareja? –le preguntó Página/12.

–Que se separen, que salgan, averigüen, hablen con psicólogos, con abogados. No es fácil salir. Muchas mujeres se quedan por miedo. Con el tiempo me he dado cuenta de que no me separé por el miedo que le tenía. Pero no es imposible salir: con ayuda se puede. Mi esposo me amenazaba con quitarme a los hijos. Me decía: “Si te vas, los chicos se quedan”. El maltrato no es sólo físico. Es psicológico y económico también. Me interesa ayudar a otras mujeres. La sufrí mucho en estos años. La peleé mucho. Pero la vida continúa. Me gustaría que mi historia fuera ejemplo para que no le vuelva a pasar a otra lo que me pasó a mí.


“A una mujer no se le cree”

Es interesante analizar la credibilidad de las mujeres que matan a sus maridos en una situación de violencia frente a la credibilidad que les merecen los hombres, por parte de los tribunales, cuando matan a otras personas también en situaciones de violencia, advirtió la defensora oficial de Teresa Seco, Carola Ballesteros. “Al varón se le cree. El hombre es beneficiado por la excarcelación. El caso se cierra desde etapas tempranas y, en caso de algún resquicio de responsabilidad penal, son encuadrados en el exceso de la legítima defensa. A una mujer, como le pasó a Teresa, no se le cree y llega a juicio privada de su libertad. Los jueces suelen ser mucho más rigurosos en el análisis de las distintas categorías dogmáticas y casi siempre se presume en la mujer la ausencia del elemento subjetivo de la justificación. Las situaciones de violencia de género y violencia doméstica son minimizadas y a lo sumo son valoradas como atenuantes, encuadrándolas en ‘circunstancias extraordinarias de atenuación’”, señaló Ballesteros a Página/12.

19/05/14 Página|12

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