Hay variadas maneras de sumarse a proyectos colectivos, pero quizás la única
duradera es la de anteponer fidelidad a uno mismo. De esa madera estaba tallado
Raùl Scalabrini Ortiz, por eso fue feroz cuando
correspondía y supo callarse cuando convenía. Por eso también es un rara avis de
nuestra cultura, que molesta y aguijonea cuando la historia llama.
Por Hugo Biondi
Pedro Scalabrini nació en Italia un 21 de diciembre de 1848. Llegó a la
Argentina a los 19 años, junto a gran cantidad de compatriotas que veían en
nuestro país una especie de paraíso futuro.
Pedro pertenecía a una familia de vieja estirpe europea, con cultura burguesa,
pero prefirió instalarse en la mítica Pampa Húmeda, más bien lejos de la
ambiciosa Buenos Aires. Le gustó la provincia de Entre Ríos donde, entre 1868 y
1870, se desempeñó como profesor de Historia en el colegio Paraná.
Buscando datos de la historiografía de Entre Ríos para incluir en su cátedra,
conoció a la familia Ortiz, de gran raigambre lugareña. El Profesor italiano se
enamoró perdidamente de una joven de esa familia, Ernestina, quien colaboraba
intensamente en su búsqueda de material entrerriano. Pronto se casaron en la
propia ciudad de Paraná, y pronto también se mudaron a la provincia de
Corrientes, donde Pedro emprendería trabajos de investigación paleontológica,
quizás su verdadero sueño. Tiempo más tarde, el sabio Lujanenese Florentino
Ameghino le publicó en 1883 un Estudio suyo titulado “Mamíferos fósiles del piso
Mesopotámico”, y lo llenó de elogios. Pero el hombre seguía en la búsqueda y se
recibió de Profesor de Filosofía. Entre tantas formaciones forjó un espíritu
riguroso, disciplinado, severo cuando era preciso. Y siempre atento a la verdad,
mas allá de si respondía o no a sus valores o valoraciones previas.
Allí, en Corrientes, el 14 de febrero de 1898 nació su primer hijo, Raúl, sin
dudas un continuador de sus inquietudes. Su primogénito, sería un alumno
ejemplar. Raúl agregaría a aquellos valores heredados fuertes compromisos
polìtico-ideològicos, gran interés por la Literatura y aptitud para los
deportes, particularmente por el boxeo, actividad que llegó a practicar de
manera semiprofesional representado a la Universidad de Ciencias Exactas, donde
estudiaba la carrera de Ingeniero Agrónomo desde 1919. La Literatura era su
norte, por eso en 1923 se vinculó al Grupo Florida (que por entonces rivalizaba
en estilo y objetivos con el Grupo Boedo) donde conoció a Jorge Luis Borges,
Eduardo Mallea y a Macedonio Fernández, su mentor y guía. Aquel viejo Maestro de
una generación inquieta y decidida a cortar lazos e influencias del pasado, fue
quien lo inicito a escribir su libro más emblemático, donde el hombre de
Corrientes y Esmeralda resume y absorbe el “espíritu de una tierra” que está
buscando su identidad.
En 1919 publicó una serie de cuentos breves al que tituló “La Manga”, que si
bien no constituyen textos de trascendencia, se observan varios de los tópicos
que serán un sino en su vida posterior.
En el año 1924 visitó París, ciudad a la que admiraba como todos los
intelectuales latinoamericanos de la época, pero que también le permitirá in
situ observar que las diferencias en la calidad de vida de uno y otro país son
necesariamente interdependientes, que para que a uno le sobre al otro le debe
faltar. A su regreso, cargado de una especie de pesimismo militante emprendió
una serie de viajes por el interior del país, y corroboró su percepción al ver
en directo la explotación del trabajador por parte de las oligarquías lugareñas,
sector funcional a aquellos suprapoderes.
Por eso tomó inmediato contacto con una agrupación nacionalista que publicaba La
Nueva República, cuyos referentes eran Ernesto Palacio y a los hermanos Irazusta.
El vínculo duró poco, pues consideró que allí se anidaba una perspectiva
elitista y sectaria. Y esto también lo consideraba funcional.
Raúl Scalabrini Ortiz no lograba identificarse con ningún grupo ideológico, y
mucho menos con algún Partido Político. Se sentía más o menos cerca del
Radicalismo, pero no tenía sin embargo demasiada simpatía por su caudillo
popular, Don Hipólito Yrigoyen, a quien criticaba severamente en varios de sus
artículos periodísticos. Luego del golpe de estado del 6 de septiembre de 1930
revisó su posición (un ejercicio que nada le costaba, porque su búsqueda era la
Verdad, no la comodidad), se percató de inmediato sobre el carácter reaccionario
de las fuerzas que se habían confabulado contra el líder radical. Su actitud fue
la de renunciar a la redacción del diario La Nación, medio al que observaba como
difusor estructural de la asonada y viró sus dardos críticos hacia la dictadura
desde Noticias Gráficas. Ganaría la mitad del sueldo y lo leerían la mitad de
personas, pero sentiría el doble de satisfacción y mantendría su coherencia,
principio innegociable.
Implacable, original y siempre muy documentado, sus notas pronto le traerían
exilio y persecución.
Una fracción de si mismo
Estamos en los albores de la Década Infame, período en el que Scalabrini será un
protagonista insoslayable. En 1932 comenzó el estudio de los problemas
económicos del país, y cuando más los conoció más se le hizo evidente la mentira
de la oligarquía, instaurada a través del control del aparato educacional y
cultural, es decir, la quintaesencia de FORJA, futura y emblemática agrupación
que ayudó a fundar.Luego de denunciar en un estudio detallado el pacto Roca –
Runciman, participó en el levantamiento radical de 1933 que le valió su
detención. Fue conducido detenido a la Isla Martín García, y debió optar entre
el exilio o la prisión de Ushuaia. Él analizaba templadamente la cruel
disyuntiva, pero su compañera Mercedes Comaleras, presentada por su hermano Juan
dos años antes, fue contundente: Nos vamos, le dijo.
Se casaron el 23 de enero de 1934, y como aún era prisionero de la Dictadura,
debió concurrir al Registro Civil esposado y en compañía de la policía.
El diario Crítica, cuyo particular dueño acababa de romper relaciones con los
golpistas luego de haber sido su brazo comunicacional, reflejó este curioso
hecho como “un acto de dignidad, y hasta heroico”, pero para Scalabrini fue una
simple anécdota personal, a lo sumo un símbolo de época.
El primer destino de su exilio fue Italia donde permaneció por corto tiempo,
para luego dirigirse a Alemania. En este país publicó una serie de artículos,
que luego aparecieron en Argentina en La Gaceta del Sur y conformaron el libro
“Política británica en el Río de la Plata”. Pero también escribió notas que eran
elogiosamente comentadas, y que se publicaron en Múnich, Paris, Roma y Madrid,
bajo la denominación general de “La tragedia argentina”. Su libro “El Hombre que
está solo y espera” que ya tenía cierta repercusión en los ámbitos académicos de
Europa, cobró a partir de esos artículos una proyección extraordinaria...
A su regreso, fines de 1934, fue colaborador permanente de la revista El Hogar,
donde había comenzado a desarrollar ese costado metafísico que campea en “El
Hombre….., y en 1935 comenzó a colaborar con el semanario Señales, desde donde
cuestionó con mas énfasis y con un extraordinario rigor documental el sistema
entreguista que dominaba el país y empobrecía a la mayoría del pueblo argentino.
En la escueta redacción de Señales conoció a Arturo Jauretche, con quien no solo
compartió ideas políticas sino, quizás fundamentalmente, turbaciones
espirituales. Solían mantener extensas charlas más o menos recurrentes sobre la
angustia existencial, la trascendencia anímica o el inevitable escepticismo
filosófico que los invadía. No existen testimonios escritos al respecto, pero si
un recuerdo claro de sus herederos. Una de esas noches Scalabrini sorprendió a
su interlocutor: Voy a fundar un diario, le dijo. ¿Y quien lo va a financiar?
preguntó lógico y algo inquieto Don Arturo. Yo. Voy a sacar un crédito
hipotecario.
El diario, su diario, Reconquista duró apenas 41 días, pero dejó dos huellas
indelebles: A) Un nuevo modo de concebir al periodismo, porque desacralizó la
mentada objetividad y documentó con minuciosidad cada información, y B) Dejó a
la familia Scalabrini Ortiz, ya con dos hijos, en ruinas y sin hogar.
Para la historia de la comunicación argentina, aquella premonitoria y lúcida
Editorial del primer número de Reconquista aparecido el 15 de noviembre de 1939,
también deberá significar una huella indeleble. La leemos en su párrafo inicial:
“La prensa argentina es actualmente el arma más eficaz de la dominación
británica. Es un arma traidora como el estilete, que hiere sin dejar huella. Un
libro permanece, está en su anaquel para que lo confrontemos y ratifiquemos o
denunciemos sus afirmaciones. El diario pasa. Tienen una vida efímera. Pronto se
transforma en mantel o en envoltorio, pero en el espíritu desprevenido del
lector va dejando un sedimento cotidiano en que se asientan, forzosamente las
opiniones. Las creencias que el diario difunde son irrebatibles, porque el
testimonio desparece”.
75 años han transcurrido desde entoncs...
Estoy de acuerdo….pero me opongo
Se había quedado sin casa, sin dinero y sin diario. Se apuró a terminar su libro
Política británica en el Río de la Plata, con la esperanza de que le generara
algún ingreso. Ningún diario realizó crítica alguna, y la venta se circunscribió
al círculo de amigos y un par de Instituciones donde había disertado. Ante
situaciones como estas Scalabrini recordaba a su padre; recordaba el ejemplo de
su propia vida, porque no se atuvo a los dictados del destino sino que supo
forjárselo. Y en tierras lejanas.
Al poco tiempo apareció el primer tomo de su Historia de los ferrocarriles
argentinos, un impresionante recorrido desde los orígenes hasta aquel presente,
subrayando lo estratégico de su trazado y con el bonus de una propuesta:
Nacionalizarlos.
Si el contexto internacional confluía a tal efecto (Europa estaba en guerra) la
coyuntura argentina no le era aún favorable ya que desde 1938 la presidencia de
la Nación estaba a cargo del doctor Roberto Ortiz, abogado de las compañías
inglesas.
Historia de los ferrocarriles argentinos pasó con más penas que gloria. Transitó
tres años colaborando en algunas revistas y elaborando nuevos proyectos e
investigaciones siempre relacionados con la recuperación de nuestro patrimonio.
Pero faltaba plata……los ingresos eran escasos cuando no nulos. Es entonces
cuando luego de charlarlo (como siempre, como casi todo) con Mercedes decide
ofrecer su fuerza de trabajo a través de un recurso reciente, el aviso
clasificado. Le costó menos redactarlo que llevarlo a que lo publiquen; vaya a
saber qué vicisitudes, qué imágenes mentales se asomarían por la cabeza de ese
hombre acorralado. La cuestión es que el 13 de enero de 1942 podía leerse en el
diario La Prensa:
"Caballero argentino, casado, de 44 años, con amplias relaciones, estudios
universitarios, técnicos, una vasta cultura general, científica, literaria y
filosófica, con experiencia general y profunda de nuestro ambiente económico y
político, ex redactor de los principales diarios, autor de varios libros
premiados y de investigaciones, aceptaría dirección, administración o consulta
de empresa argentina, en planta o en proyecto, en los órdenes industria,
comercial o agrario. Dirigirse a Raúl Scalabrini Ortiz, Calle Vergara 1355,
Vicente López".
Esta iniciativa le generó algún trabajo, sobre todo en el interior del país,
aunque su espíritu militante seguía con atención los cambios que se estaban
produciendo a nivel político.
El grupo FORJA recibió con expectativas favorables el golpe del 4 de junio de
1943, no así Scalabrini Ortiz, quien desconfiaba de las etiquetas militares.
Pero fiel a su mandato interno, estaba dispuesto a modificar su posición, el
prejuicio era un desvalor. El 10 de junio de 1944 concurrió a una conferencia
del Coronel Perón, entonces Secretario de Trabajo y Previsión, en La Plata,
quien condenó al capital extranjero y defendió el desarrollo de la industria
nacional.
Luego de la exposición, Scalabrini le comentó a Perón sobre la necesidad de
nacionalizar los ferrocarriles, y sintió (porque a pesar de que su formación era
estructuralmente racional le daba un lugar central a la intuición) que ése
hombre no mentía.
En su recorrida por el interior del país, en los años 1944 y 1945, pudo apreciar
el cambio social que se puso en marcha con la política desarrollada por Perón,
las leyes laborales se comenzaron a cumplir y los siempre olvidados comenzaron a
ser escuchados. “Me parece que algo está cambiando Mecha”, le dijo a su leal
compañera.
Presenció maravillado el 17 de octubre de 1945 al que definió como el subsuelo
de la patria sublevado. En efecto, algo estaba cambiando.
Con la asunción de Perón, Scalabrini Ortiz bregó incansablemente por la
nacionalización de los ferrocarriles hasta que el 13 de febrero de 1947, el
gobierno nacional implementó esa histórica medida.
La política del gobierno peronista además de recuperar la soberanía sobre la
riqueza nacional también provocó una notoria mejoría de la situación de los más
necesitados, por lo que Raúl Scalabrini Ortiz apoyó al gobierno popular sin
medias tintas.Transcurrido un tiempo (para él prudencial) comenzó a alertar que
aún importantes sectores económicos continuaban en manos extranjeras y que la
oligarquía ganadera se encontraba agazapada esperando el momento para
reaccionar.
La relación con el gobierno, y con Perón, se fue enfriando, y tanto él como
Arturo Jauretche no encontraron un lugar adecuado para insertarse y colaborar.
En el fatídico septiembre del ’55, estaban ambos virtualmente retirados de la
actividad política, porque preferían no realizar ninguna crítica que pudiera
perjudicar al gobierno. La idiotez utilitaria es solo para egocéntricos o
fabuladores.
Atravesó este período escribiendo algunos artículos periodísticos, investigando
sobre temas que siempre lo inquietaban y delimitando superficies, midiendo áreas
y rectificando límites. No le sobraba nada, pero veía a sus cinco hijos crecer
con lo necesario. Y en un país que se acercaba bastante a su sueño.
Final de partida
Tras el golpe de estado que derrocó al gobierno popular, los amigos principistas
volvieron al barro del debate y el señalamiento. Scalabrini se encontró en una
esquina del centro con su amigo Leopoldo Marechal, luego del golpe y le dijo:
“Hay que empezar a hacer todo de nuevo. Todo otra vez...”.
Se sumó al staff de la revista “El Líder”, editada soterradamente por la CGT, y
cofundò otra, “El Federalista”, desde donde lanzó dardos contra el gobierno
golpista y sus esbirros con el mismo rigor y la misma fuerza de siempre.
En 1956 se entrevistó con Rogelio Frigerio quien le ofreció las páginas de la
revista “Que” para difundir su ideal. Desde esa tribuna siguió cuestionando la
política colonial.A principios de 1958 el Juan Domingo Perón le envió un
ejemplar de su nuevo libro Los Vendepatrias, donde transcribe algunos artículos
de Scalabrini publicados en la revista Qué. El libro iba acompañado por una
carta que decía:
“A usted le cabe el honor de ser el precursor, el formador de una promoción que
alimentó la Revolución Nacional (...) Pienso que nadie como usted sería más
eficaz, para propiciar y encabezar un movimiento que tienda a aunar las
inquietudes de liberación de los intelectuales que no desertan del hombre y de
la tierra argentina”.
Participó en las elecciones a convencionales constituyentes cuando se debatía
sobre votar a la UCRI (tal su postura) o en Blanco (como en principio mandaba
Perón). Luego apoyó, con sus matices claro, al gobierno del Doctor Frondizi,
pero las diferencias estallaron cuando se conocieron las cláusulas de los
Contratos Petroleros con participación del capital extranjero.
Su último aporte público será en ese sentido. En un artículo en la revista Que
propuso aplicar al petróleo las mismas políticas que la desarrollada por Perón
con los ferrocarriles.
Era así nomás…..había que empezar todo de nuevo.Pero el hombre ya estaba
jaqueado por un tumor, y Frondizi no era Perón. Otra vez decide retirarse en
silencio, porque vuelve a observar que la crítica desatendida de la realidad
inmediata solo le hace el juego a los poderosos de siempre.El postrero escenario
político y económico que se presenta acompañando el avance atroz del cáncer que
padece, es desalentador. Frondizi anuncia la adhesión de la Argentina al FMI, le
tiende una alfombra financiera a los especuladores de Wall Street y decreta el
Plan Conintes.
Lo imaginamos por eso derruido en su cama final, en aquella casona de la calle
Alberdi al 1100 de Olivos. De la mano de Mecha, su devota compañera, su cable a
tierra, su amada. Y bajo la atenta mirada de sus cinco hijos, jurándose
continuidad, sin renunciamientos.
El 30 de mayo de 1959 Raúl Scalabrini Ortiz dejó este mundo, que tanto le dolió.
*Periodista, Escritor y Docente. Autor del libro “Sin Renunciamientos” - El cine
según Leonardo Favio-
hugobiondi@hotmail.com.ar
Revista La Tecl@ Eñe
http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene
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