lunes, 1 de julio de 2013
Elección nacional o puja de punteros La sobreactuación de las corporaciones y el intento de rebajar los comicios a una disputa de figuras locales.
Elección nacional o puja de punteros
La sobreactuación de las corporaciones y el intento de rebajar los comicios a una disputa de figuras locales.
Por Gustavo Cirelli
Qué se pone en juego, este año, en las urnas?
La respuesta es simple: la renovación parcial de los miembros de uno de los poderes del Estado, el Legislativo. Es así: los ciudadanos tendrán en sus manos la posibilidad de elegir la dirección en la que quieren que se sancionen las leyes.
De eso se tratan las elecciones legislativas nacionales. Y no es un tema menor, por cierto, es otra expresión vital de una democracia en pleno funcionamiento, con instituciones fuertes, en este caso el Parlamento, ya que las leyes son la base jurídica de cualquier proyecto político. De ahí la importancia de la elección.
Todo proyecto político con objetivos económicos, sociales y culturales, necesita de una andamiaje jurídico que le dé sustentabilidad en el tiempo. La democracia argentina es, sigue siendo, una democracia joven, y como tal el camino hacia la madurez debe evitar golpes abruptos de timón que la hagan crujir, como ya ha pasado a lo largo de estas tres décadas.
Por eso, la importancia de algo que la sociedad argentina fue naturalizando: el recambio parcial, gradual, de los parlamentarios. No modifica todo el Congreso. Hay cambio y continuidad. Y ese es el camino a la madurez democrática: los ciudadanos definiendo en las urnas quiénes serán aquellos que orienten el marco jurídico del país mediante la sanción de leyes. Entonces, ante este cuadro de análisis, es válido repasar cuestiones que deben ser tenidas en cuenta.
Desde 2003, el Frente para la Victoria viene llevando adelante la construcción de un modelo de democracia inclusiva, con ampliación de derechos sociales y civiles, en el marco de una economía de matriz productiva con ciertas capacidades competitivas hacia el resto del mundo.
Ese modelo, que se inició en 2003 durante la presidencia de Néstor Kirchner, continúa y se sostiene en la gestión del Poder Ejecutivo a cargo de Cristina Fernández de Kirchner, y con el firme respaldo en las leyes que sanciona el Parlamento nacional.
En estas elecciones, el Frente para la Victoria como proyecto nacional pone en juego 45 bancas en Diputados. En la misma Cámara, los distintos sectores de la oposición recambian 82 bancas.
En la Cámara Alta, el FPV renueva 17 senadores. La oposición, siete. Lo que demuestra a las claras que no es sólo una internita de punteros en territorio bonaerense, a lo que a veces pretende reducirse los comicios de este año. Durante la campaña, y por sobre todo en las urnas, se confrontarán ideas, y será a nivel nacional. Se discutirá qué proyecto de país es el que quedará modelado a partir de las leyes que debata y apruebe el Parlamento de la Nación.
Lo llamativo es que los mismos sectores que acusan al gobierno kirchnerista de avasallar o ignorar el federalismo son los que intentan transformar una elección nacional donde se dirimen cuestiones que van desde la democratización de la justicia, el futuro de la pluralidad de voces en los medios, la continuidad de una política activa hacia los jubilados, la recuperación del rol del Estado como organizador de la economía, la asignación de recursos a los sectores más postergados, hasta la posición frente al reclamo soberano por las Islas Malvinas, decíamos, pretenden reducir una elección nacional a una interna de punteros oportunistas que en una u otra provincia pueden constituir frentes coyunturales, efímeros.
Primero en las PASO de agosto, luego en las elecciones de octubre, el ciudadano se enfrenta a un ejercicio democrático fundamental: analizar antes de su propio sufragio cómo cada uno de los candidatos de su provincia en el Congreso Nacional votaría las leyes que allí se traten. A modo de ejemplo, van algunos interrogantes:
l Cómo hubiese sido el voto de Julio Cleto Cobos, por Mendoza, ante el proyecto de ley del Matrimonio Igualitario. ¿No positivo? ¿Y el de Juan Manuel Urtubey, por Salta?
l Domingo Cavallo, por Córdoba, y Fernando "Pino" Solanas, por la Ciudad de Buenos Aires, ¿qué hubieran votado a la hora de la estatización de las AFJP? ¿Lo mismo?
l El bonaerense Martín Insaurralde o el santafesino Hermes Binner, ¿qué decisión hubiesen tomado ante los proyectos de la nacionalización de YPF, Aerolíneas Argentinas, AySA o el Correo Argentino?
l ¿Los porteños Alfonso Prat-Gay o Carlos Heller qué votarían a la hora de gravar la renta financiera?
l ¿Sergio Massa por Buenos Aires y Norberto Yauhar por Chubut cómo hubiesen votado la Ley de Medios de Democracia o la movilidad jubilatoria?
l Juan Cabandié y Ricardo Gil Lavedra, por Ciudad de Buenos Aires, Francisco De Narváez por la provincia de Buenos Aires, y Oscar Aguad por Córdoba, qué posición hubieran adoptado ante la determinación de declarar inconstitucional la Obediencia Debida y el Punto Final?
l El bonaerense Gerónimo "Momo" Venegas y la fueguina Roxana Bertone, ¿qué votarán si se trata un proyecto para reducir el trabajo en negro?
l Mirta Tundis y Calos Kunkel por Buenos Aires y Jorge Yoma por La Rioja, ¿qué postura tomarán en el Congreso frente a las posiciones dominantes del Grupo Clarín?
Si bien los resultados en las elecciones legislativas se validan por la cantidad de bancas que la ciudadanía le asigna a cada proyecto a partir de las que pone en juego la democracia, es mucho más que una ecuación aritmética.
Si el Frente para la Victoria y sus aliados, como indican algunos analistas políticos, obtienen más que los 45 diputados y los 17 senadores que renuevan en el Parlamento, tendrán más capacidad de maniobra para convertir en sostén jurídico las ideas del proyecto nacional que conduce Cristina. Un escenario que abrirá nuevos interrogantes a las corporaciones.
De ahí, también, su desesperada sobreactuación de los últimos días y de los días que vendrán antes de cada una de las elecciones. Lo que obliga a estar atentos. Son demasiado obvios. Pero no dejan de ser nocivos.
Su reduccionismo, la desnaturalización de la importancia del acto comicial en proyección a lo que viene, el blindaje, el ocultamiento, la necesidad de distracción de los medios dominantes como estrategia previsible de las mismas corporaciones a las que pertenecen, obligan a los votantes, al pueblo en definitiva, a analizar el trámite electoral en perspectiva de futuro. De cuidar sus propios intereses. De empoderamiento.
Además, la manera en que la ciudadanía distribuya las bancas en los bloques opositores a nivel nacional dará una idea de cómo se compone ese arco político, que es heterogéneo y diverso. Y confuso.
Repasemos: basta pensar cómo votarían el ex JP Morgan Prat-Gay y Solanas, que integran UNEN, en un debate sobre la deuda externa. Cómo actuarían –a partir de su propia historia– Darío Giustozzi y Jesús Cariglino ante un debate sobre la política de Memoria, Verdad y Justicia, una política central la de los Derechos Humanos durante la última década.
Cómo actuarían –a partir de su propia historia– Omar Plaini y De Narváez frente a un debate sobre el Grupo Clarín. ¿Y Tundis y Adrián Pérez si lo que entra en debate es lo que fue la recuperación para el Estado de las AFJP?
Es por eso que ese intento distractivo de los medios tradicionales, el desplazamiento mediático por transformar una elección nacional y trascedente para el conjunto de la sociedad en una mera puja de punteros y partidos provinciales que sólo cuentan porotos como en el truco, tiene por finalidad que los candidatos –o sus candidatos– no se definan sobre los temas de fondo.
Que no estén obligados a enfrentar a la sociedad y decirle qué piensan sobre los cambios de la última década en que se recuperó la política como herramienta de transformación, y la representación de la voluntad popular como única forma posible de ejercer la democracia. Parece una verdad de perogrullo, pero en la Argentina no lo es. Hace falta destacarlo: en las elecciones legislativas nacionales se traza el futuro. Por lo que es fundamental distinguir entre representantes de la voluntad popular que saben que legislar es llevar la voz del pueblo al Parlamento, o gerentes temerosos que asumen como propio el ensordecedor desafino del clarín de las corporaciones.
La puja no es entre punteros. Es la de siempre.
30/06/13 Tiempo Argentino
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