Edición número 295. Domingo 12 de enero de 2014
La política de Washington fue un fracaso.
En la edición del 12 de diciembre pasado, bajo el título “Liftthe Cuban Embargo” (Levantar el embargo a Cuba), la página de Opinión de la versión digital del influyente The New York Times publicaba un nuevo editorial sobre la criminal política que por más de 50 años aplica el gobierno de Washington contra nuestro país. El hecho pasó prácticamente desapercibido para la prensa nacional e internacional.
No es esta la primera vez que ese medio, uno de los de mayor difusión en Estados Unidos y en todo el mundo, se pronuncia al respecto sin repercutir favorablemente hasta hoy en el desempeño político de la administración norteamericana en relación a Cuba.
Como siempre, utilizan el término “embargo” para identificar una política de bloqueo cruel e inhumana que ha provocado incontables penurias y dificultades a nuestro pueblo; la más prolongada y férrea que imperio alguno haya aplicado jamás a otra nación en toda la historia de la humanidad.
Critica a algunos miembros del Partido Republicano y legisladores cubano-americanos por su postura respecto al breve saludo del presidente Obama a Raúl Castro en la ceremonia de homenaje a Nelson Mandela en Sudáfrica: “Su reacción ante un gesto de cortesía común no debería ser una sorpresa dado el compromiso sin sentido de Washington a una política fracasada de 50 años hacia Cuba.” El hecho provocó toda una alharaca en los medios, redes sociales de internet y la extrema derecha con sede en Miami.
Refiere las supuestas tentativas del presidente Obama “para aliviar el embargo en 2009, al permitir a los cubanoamericanos visitar y enviar remesas a la isla. También allanó el camino para que las empresas de telecomunicaciones establezcan acuerdos de licencia en Cuba.” Sin embargo, en esta etapa presidencial, las acciones de persecución de las transacciones financieras cubanas han sido más férreas que nunca, limitando incluso el normal desarrollo de sus actividades a la Sección de Intereses Cubanos en Washington y a nuestra propia representación ante las Naciones Unidas.
Muy reciente, precisamente el día en que se conmemoraba el aniversario de la carta de los Derechos Humanos, medios de prensa daban a conocer la decisión de ese gobierno, a través de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro (OFAC), de imponer una nueva multa a la entidad bancaria Royal Bank of Scotland, esta vez ascendente a 100 millones de dólares, por negociar con países objeto de sus sanciones, entre ellos Cuba. Debido a tal situación, durante el último año, los costos de financiamiento por la percepción de riesgo para el país se incrementaron en un 76 % con relación al 2012.
The New York Times acusa al gobierno cubano de no haber “ayudado” al no impulsar “públicamente cambios significativos desde entonces.” Tales condicionamientos, por supuesto, no pudieran ser otros que el retorno de Cuba al capitalismo; otra fórmula para la administración norteamericana resulta inadmisible.
El artículo se refiere, además, a uno de los temas del momento: el del contratista del Departamento de Estado norteamericano Alan Gross, detenido, enjuiciado y condenado en nuestro país por acciones en contra de la seguridad del Estado cubano; delito, por demás, sancionado por la legislación de cualquier nación, incluyendo la propia norteamericana. Presentan sus actos como una mera “distribución de los equipos de telefonía por satélite para las organizaciones judías en Cuba”, cuando quedó perfectamente demostrado en la vista oral realizada hace 4 años que los verdaderos destinatarios de dicha tecnología eran los mercenarios cubanos al servicio de una potencia extranjera para ser utilizada en la subversión del orden interno del país.
Ciertamente, Alan Gross constituye una víctima más de esa política absurda y fracasada, pues como él mismo ha apuntado, nunca fue esclarecido por sus contratantes de las implicaciones que tal proceder podía ocasionarle.
El gobierno cubano ha expresado recientemente, una vez más, su disposición al diálogo con el Gobierno de Estados Unidos para encontrar una solución al caso sobre bases recíprocas, que contemplen las preocupaciones humanitarias de Cuba vinculadas a la situación de nuestros cuatro hermanos, luchadores antiterroristas presos injustamente cárceles de Estados Unidos. Tal pronunciamiento, al menos que tengamos conocimiento, ha recibido oídos sordos de las autoridades norteamericanas.
No es esta la primera vez que ese medio, uno de los de mayor difusión en Estados Unidos y en todo el mundo, se pronuncia al respecto sin repercutir favorablemente hasta hoy en el desempeño político de la administración norteamericana en relación a Cuba.
Como siempre, utilizan el término “embargo” para identificar una política de bloqueo cruel e inhumana que ha provocado incontables penurias y dificultades a nuestro pueblo; la más prolongada y férrea que imperio alguno haya aplicado jamás a otra nación en toda la historia de la humanidad.
Critica a algunos miembros del Partido Republicano y legisladores cubano-americanos por su postura respecto al breve saludo del presidente Obama a Raúl Castro en la ceremonia de homenaje a Nelson Mandela en Sudáfrica: “Su reacción ante un gesto de cortesía común no debería ser una sorpresa dado el compromiso sin sentido de Washington a una política fracasada de 50 años hacia Cuba.” El hecho provocó toda una alharaca en los medios, redes sociales de internet y la extrema derecha con sede en Miami.
Refiere las supuestas tentativas del presidente Obama “para aliviar el embargo en 2009, al permitir a los cubanoamericanos visitar y enviar remesas a la isla. También allanó el camino para que las empresas de telecomunicaciones establezcan acuerdos de licencia en Cuba.” Sin embargo, en esta etapa presidencial, las acciones de persecución de las transacciones financieras cubanas han sido más férreas que nunca, limitando incluso el normal desarrollo de sus actividades a la Sección de Intereses Cubanos en Washington y a nuestra propia representación ante las Naciones Unidas.
Muy reciente, precisamente el día en que se conmemoraba el aniversario de la carta de los Derechos Humanos, medios de prensa daban a conocer la decisión de ese gobierno, a través de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro (OFAC), de imponer una nueva multa a la entidad bancaria Royal Bank of Scotland, esta vez ascendente a 100 millones de dólares, por negociar con países objeto de sus sanciones, entre ellos Cuba. Debido a tal situación, durante el último año, los costos de financiamiento por la percepción de riesgo para el país se incrementaron en un 76 % con relación al 2012.
The New York Times acusa al gobierno cubano de no haber “ayudado” al no impulsar “públicamente cambios significativos desde entonces.” Tales condicionamientos, por supuesto, no pudieran ser otros que el retorno de Cuba al capitalismo; otra fórmula para la administración norteamericana resulta inadmisible.
El artículo se refiere, además, a uno de los temas del momento: el del contratista del Departamento de Estado norteamericano Alan Gross, detenido, enjuiciado y condenado en nuestro país por acciones en contra de la seguridad del Estado cubano; delito, por demás, sancionado por la legislación de cualquier nación, incluyendo la propia norteamericana. Presentan sus actos como una mera “distribución de los equipos de telefonía por satélite para las organizaciones judías en Cuba”, cuando quedó perfectamente demostrado en la vista oral realizada hace 4 años que los verdaderos destinatarios de dicha tecnología eran los mercenarios cubanos al servicio de una potencia extranjera para ser utilizada en la subversión del orden interno del país.
Ciertamente, Alan Gross constituye una víctima más de esa política absurda y fracasada, pues como él mismo ha apuntado, nunca fue esclarecido por sus contratantes de las implicaciones que tal proceder podía ocasionarle.
El gobierno cubano ha expresado recientemente, una vez más, su disposición al diálogo con el Gobierno de Estados Unidos para encontrar una solución al caso sobre bases recíprocas, que contemplen las preocupaciones humanitarias de Cuba vinculadas a la situación de nuestros cuatro hermanos, luchadores antiterroristas presos injustamente cárceles de Estados Unidos. Tal pronunciamiento, al menos que tengamos conocimiento, ha recibido oídos sordos de las autoridades norteamericanas.
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