Quedó en la épica futbolera como El Maracanazo y es de las historias más conocidas para graficar cómo el débil puede hacerse fuerte ante la adversidad. El Negro Obdulio Varela juntó a los jugadores y les dijo “los de afuera son de palo”. Una consigna sencilla de entender pero nada fácil de hacer carne: era la final de la copa del ’50 y la “torzida” brasileña sumaba 70.000 gargantas de aliento. El capitán uruguayo lideró a un equipo que debía evitar decaer. Tenían que sacar la fuerza de adentro y no perder la calma. El Maracanazo pasó a la historia porque es la excepción y no la regla. Pero es la prueba de que, cuando hay trabajo previo y convicción, se puede. Por supuesto, están los contrarios y los factores aleatorios. Además, conviene recordar, el referí.
Hace muchos años, el gran Aldo Ferrer publicó Vivir con lo nuestro - Nosotros y la globalización. La primera edición fue en 1983, cuando la dictadura dejaba tierra arrasada y la democracia tenía el desafío de levantar el país. Cuentan que cuando Enrique García Vázquez llegó al Banco Central lo llamó a Raúl Alfonsín para contarle que las reservas líquidas que tenía eran mucho menores que las obligaciones exigibles por parte de los acreedores. Era una virtual cesación de pagos. Arrancaba un proceso constitucional que, al mismo tiempo, era un laboratorio de los organismos internacionales de crédito y de los bancos privados asociados a los cócteles de endeudamiento de naciones. Ferrer volvió a editar Vivir con lo nuestro y le agregó al título Nosotros y la globalización. Fue en 2002, tras la crisis de diciembre de 2001. La Argentina había entrado en la mayor cesación de pagos de deuda soberana de la historia. Las claves del libro de Ferrer siguen siendo un desafío para cualquier gobierno. En este momento de zozobras y preocupaciones no se trata de sacar recetas en el aire. Sí, en cambio, es necesario escuchar atentamente las voces que ayuden a sortear las dificultades del actual escenario sin caer en la desesperación o creer, como muchos creen, “que la pelota está en el campo del juez Thomas Griesa” o de los tenedores de títulos que no entraron el los canjes de 2005 y 2010. Acá no hubo una desgracia o una conspiración del capitalismo internacional sino que llegó a un punto culminante un largo juicio que ya había tenido sentencias firmes y que ahora esas sentencias entran en etapa de ejecución. Griesa abrió un pequeño espacio para que los ganadores del juicio –los holdouts– negocien con los perdedores –la Argentina–. Ni la política ni la economía de la Argentina pueden reducirse a las alternativas de los eventuales acuerdos, que serían positivos, ni de los eventuales desacuerdos, que por supuesto generan nuevas dificultades. El vértigo periodístico de las alternativas judiciales no debe hacer perder el eje de que los recursos y posibilidades de la Argentina no se reducen, ni por asomo, a este asunto. Seguro que el Gobierno deberá hacer autocríticas acerca de cómo piloteó estos años el juicio del siglo, como lo llamaron The New York Times o The Financial Times. Y muchos de los políticos que hoy hablan deberían recordar qué hicieron en otros momentos de crisis de deuda. Lo que pasa es que ahora no parece muy productivo querer sacar partido de los errores ajenos. Un marco más amplio de la situación actual debe considerar que el país está en riesgo de recesión, que la inflación sigue siendo alta, que las restricciones internas se deben a la matriz industrial, altamente dependiente de insumos externos. Es decir, lo que hay por delante no es sólo cómo se comportarán los títulos públicos o las limitaciones para acceder al crédito externo. Así como la política económica de los primeros años de Néstor Kirchner tenía un fuerte anclaje en la creación de empleo, hoy la Argentina necesita un manejo integral de la macroeconomía como tema político central.
Hace muchos años, el gran Aldo Ferrer publicó Vivir con lo nuestro - Nosotros y la globalización. La primera edición fue en 1983, cuando la dictadura dejaba tierra arrasada y la democracia tenía el desafío de levantar el país. Cuentan que cuando Enrique García Vázquez llegó al Banco Central lo llamó a Raúl Alfonsín para contarle que las reservas líquidas que tenía eran mucho menores que las obligaciones exigibles por parte de los acreedores. Era una virtual cesación de pagos. Arrancaba un proceso constitucional que, al mismo tiempo, era un laboratorio de los organismos internacionales de crédito y de los bancos privados asociados a los cócteles de endeudamiento de naciones. Ferrer volvió a editar Vivir con lo nuestro y le agregó al título Nosotros y la globalización. Fue en 2002, tras la crisis de diciembre de 2001. La Argentina había entrado en la mayor cesación de pagos de deuda soberana de la historia. Las claves del libro de Ferrer siguen siendo un desafío para cualquier gobierno. En este momento de zozobras y preocupaciones no se trata de sacar recetas en el aire. Sí, en cambio, es necesario escuchar atentamente las voces que ayuden a sortear las dificultades del actual escenario sin caer en la desesperación o creer, como muchos creen, “que la pelota está en el campo del juez Thomas Griesa” o de los tenedores de títulos que no entraron el los canjes de 2005 y 2010. Acá no hubo una desgracia o una conspiración del capitalismo internacional sino que llegó a un punto culminante un largo juicio que ya había tenido sentencias firmes y que ahora esas sentencias entran en etapa de ejecución. Griesa abrió un pequeño espacio para que los ganadores del juicio –los holdouts– negocien con los perdedores –la Argentina–. Ni la política ni la economía de la Argentina pueden reducirse a las alternativas de los eventuales acuerdos, que serían positivos, ni de los eventuales desacuerdos, que por supuesto generan nuevas dificultades. El vértigo periodístico de las alternativas judiciales no debe hacer perder el eje de que los recursos y posibilidades de la Argentina no se reducen, ni por asomo, a este asunto. Seguro que el Gobierno deberá hacer autocríticas acerca de cómo piloteó estos años el juicio del siglo, como lo llamaron The New York Times o The Financial Times. Y muchos de los políticos que hoy hablan deberían recordar qué hicieron en otros momentos de crisis de deuda. Lo que pasa es que ahora no parece muy productivo querer sacar partido de los errores ajenos. Un marco más amplio de la situación actual debe considerar que el país está en riesgo de recesión, que la inflación sigue siendo alta, que las restricciones internas se deben a la matriz industrial, altamente dependiente de insumos externos. Es decir, lo que hay por delante no es sólo cómo se comportarán los títulos públicos o las limitaciones para acceder al crédito externo. Así como la política económica de los primeros años de Néstor Kirchner tenía un fuerte anclaje en la creación de empleo, hoy la Argentina necesita un manejo integral de la macroeconomía como tema político central.
Griesa. En un plano más reducido, es importante saber que las negociaciones abiertas por Griesa a través del mediador Daniel Pollack tienen 30 días más hasta el temido default técnico. Es decir, la Argentina juega dos partidos simultáneos con los bonistas. Uno es a través de los pagos a los que entraron en los canjes y precisamente por el vencimiento del cupón de los títulos llamados Discount es que el Gobierno depositó el pago en las cuentas del Bank of New York –en Buenos Aires–. Axel Kicillof leyó un documento de tres páginas donde explicaba esta decisión, consensuada con el estudio de abogados norteamericanos que asisten al Gobierno desde Wall Street. Fue el foco de atención porque el pago se hizo en vigencia de una resolución de Griesa que permitiría embargar total o parcialmente ese pago a favor de quienes ganaron este juicio. Conviene subrayarlo: la cesación de pagos puede llegar pese a la voluntad de seguir pagando a los que reestructuraron la deuda y también de acordar maneras de pago a quienes ganaron el juicio. El gran problema es que las consecuencias son muy distintas si el mediador Daniel Pollack y los abogados de los fondos buitre no toman en cuenta la capacidad real de pago de la Argentina. Y tampoco el Gobierno puede aceptar pagar a cualquier precio. Si hubiera que graficarlo: si el default llega, que sea por la voracidad de los buitres y no por falta de serenidad de la Argentina.
Es preciso tomar dimensión de que ya no hay soluciones milagrosas. Los 1.300 millones de dólares que habrá que pagar a los fondos NML Capital y Aurelius –que podrán aumentarse hasta 1.600– no son los únicos compromisos que deberá tener la Argentina con el 7,6% de los bonistas que no entraron a los canjes. Ya hay un trámite avanzado de Nicola Stock, un lobbista italiano que representa a miles de tenedores de títulos defaulteados, con una demanda ante el Ciadi por 2.000 millones de euros. Los cálculos de cuántas más demandas habría que pagar van desde 7.000 millones hasta 15.000 millones de dólares.
En los últimos meses, el Gobierno hizo frente a otras situaciones que suman pagos. En octubre de 2013, los 500 millones de dólares por juicios en el Ciadi (tribunal arbitral del Banco Mundial), más la emisión de títulos por los 5.000 millones a Repsol, más los títulos para los 10.000 millones al Club de París. Desde ya, la expectativa del Gobierno y de muchos actores políticos era que esos pagos iban a contribuir a que la Corte Suprema de los Estados Unidos tomara el caso argentino, o que buscara medidas que estiraran los plazos, al menos hasta enero de 2015, cuando vence la cláusula RUFO. Se trata de otro elemento más de tensión: si la Argentina ofreciera una mejor negociación a los tenedores de títulos defaulteados, quienes ya reestructuraron deuda podrían reclamar iguales condiciones. Si eventualmente la Argentina pagara a los buitres el 100%, tiene a su favor el argumento de que no fue una oferta voluntaria como establece la RUFO sino una imposición judicial. Sin embargo, en los pleitos judiciales todo es materia de interpretación.
Y este juicio, más allá de que sea del siglo o no, está plagado de arbitrariedades e injusticias. En ese sentido, vivir con lo nuestro también es buscar nuevos socios y nuevas alternativas en la integración internacional. La reunión del BRICS (los mandatarios de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que se llevará a cabo en Fortaleza, Brasil, el próximo 15 de julio, tiene como invitados a la Argentina, a México y a Tailandia; es decir, países emergentes de mediano porte. El BRICS va buscando formas de integración comercial y financiera que, de algún modo, se convierten en alternativas al modelo hegemónico de Estados Unidos y el capitalismo financiero con centro en Wall Street. Los presidentes de China, Xi Jinping, y de Rusia, Vladimir Putin, vendrán a la Argentina antes de esa reunión. La agenda es vasta: desde petróleo hasta inversiones.
Es preciso tomar dimensión de que ya no hay soluciones milagrosas. Los 1.300 millones de dólares que habrá que pagar a los fondos NML Capital y Aurelius –que podrán aumentarse hasta 1.600– no son los únicos compromisos que deberá tener la Argentina con el 7,6% de los bonistas que no entraron a los canjes. Ya hay un trámite avanzado de Nicola Stock, un lobbista italiano que representa a miles de tenedores de títulos defaulteados, con una demanda ante el Ciadi por 2.000 millones de euros. Los cálculos de cuántas más demandas habría que pagar van desde 7.000 millones hasta 15.000 millones de dólares.
En los últimos meses, el Gobierno hizo frente a otras situaciones que suman pagos. En octubre de 2013, los 500 millones de dólares por juicios en el Ciadi (tribunal arbitral del Banco Mundial), más la emisión de títulos por los 5.000 millones a Repsol, más los títulos para los 10.000 millones al Club de París. Desde ya, la expectativa del Gobierno y de muchos actores políticos era que esos pagos iban a contribuir a que la Corte Suprema de los Estados Unidos tomara el caso argentino, o que buscara medidas que estiraran los plazos, al menos hasta enero de 2015, cuando vence la cláusula RUFO. Se trata de otro elemento más de tensión: si la Argentina ofreciera una mejor negociación a los tenedores de títulos defaulteados, quienes ya reestructuraron deuda podrían reclamar iguales condiciones. Si eventualmente la Argentina pagara a los buitres el 100%, tiene a su favor el argumento de que no fue una oferta voluntaria como establece la RUFO sino una imposición judicial. Sin embargo, en los pleitos judiciales todo es materia de interpretación.
Y este juicio, más allá de que sea del siglo o no, está plagado de arbitrariedades e injusticias. En ese sentido, vivir con lo nuestro también es buscar nuevos socios y nuevas alternativas en la integración internacional. La reunión del BRICS (los mandatarios de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que se llevará a cabo en Fortaleza, Brasil, el próximo 15 de julio, tiene como invitados a la Argentina, a México y a Tailandia; es decir, países emergentes de mediano porte. El BRICS va buscando formas de integración comercial y financiera que, de algún modo, se convierten en alternativas al modelo hegemónico de Estados Unidos y el capitalismo financiero con centro en Wall Street. Los presidentes de China, Xi Jinping, y de Rusia, Vladimir Putin, vendrán a la Argentina antes de esa reunión. La agenda es vasta: desde petróleo hasta inversiones.
La economía real y las restricciones externas. En 2010, el Banco Central sumó reservas por más de 4.000 millones de dólares y se llegaba a tener más de 50.000 millones. Desde entonces, tal como señalan Martin Schorr y Andrés Wainer, se inicia una nueva etapa caracterizada por la restricción externa (2011-2013), con caída de reservas de la cuenta corriente. Y ello se debe a factores estructurales. Después de la caída de 2011, en 2012 se logró el equilibrio gracias a las restricciones a las importaciones y a la remisión de utilidades, pero ello no detuvo la caída de reservas en la medida en que hubo que afrontar importantes vencimientos de deuda. Por otro lado, la imposición de restricciones severas a la compra de moneda extranjera a partir del último trimestre de 2011 permitió contener la fuga de capitales y evitar un déficit mayor en la cuenta capital; sin embargo, dichas medidas desincentivaron el ingreso de divisas frente a la aparición de un mercado cambiario paralelo con una cotización sustancialmente mayor al oficial. Esto no hizo más que restringir las liquidaciones en el circuito oficial e incrementar las expectativas de devaluación. Finalmente, en 2013 se registró un déficit de cuenta corriente sumamente elevado que, en conjunción con otros factores, desembocó en una reducción considerable de las reservas existentes.
Las restricciones externas están vinculadas claramente a la economía real y no sólo al manejo de la deuda. Déficit de la balanza comercial energética, alto coeficiente de importaciones en la industria automotriz y en los enclaves de armado de Tierra del Fuego. Estos problemas estructurales, de larga data, pueden encararse con una base de financiamiento que sea un mix de mejorar las condiciones de la inversión privada interna y de acceso a los mercados de capitales externos una vez que pase el terremoto Griesa. Por supuesto, queda un debate de fondo que permita preguntar ¿qué pasó con el Banco del Sur y la identidad latinoamericana? Hasta ahora, hablando del tiempo apremiante, Evo Morales dio una señal: cambió radicalmente la manera de medir la hora al menos en el reloj que está al frente de la Asamblea Legislativa de Bolivia. “Por siglos –dijo Evo– las cosas han sido vistas con la mentalidad del norte, el cambio en el reloj ayuda a mostrar de una manera diferente, abriendo la mente, y la medida puede ser asumida desde ángulos astronómicos y filosóficos.” Claro, Evo tomó deuda al 8% tras haber decidido niveles de nacionalización de los hidrocarburos que ponen nervioso a cualquier neoliberal vernáculo. Además, para hacer la reunión del G77 en el complejo distrito de Santa Cruz, ingresó en un proceso de pacificación con la derecha boliviana
Las restricciones externas están vinculadas claramente a la economía real y no sólo al manejo de la deuda. Déficit de la balanza comercial energética, alto coeficiente de importaciones en la industria automotriz y en los enclaves de armado de Tierra del Fuego. Estos problemas estructurales, de larga data, pueden encararse con una base de financiamiento que sea un mix de mejorar las condiciones de la inversión privada interna y de acceso a los mercados de capitales externos una vez que pase el terremoto Griesa. Por supuesto, queda un debate de fondo que permita preguntar ¿qué pasó con el Banco del Sur y la identidad latinoamericana? Hasta ahora, hablando del tiempo apremiante, Evo Morales dio una señal: cambió radicalmente la manera de medir la hora al menos en el reloj que está al frente de la Asamblea Legislativa de Bolivia. “Por siglos –dijo Evo– las cosas han sido vistas con la mentalidad del norte, el cambio en el reloj ayuda a mostrar de una manera diferente, abriendo la mente, y la medida puede ser asumida desde ángulos astronómicos y filosóficos.” Claro, Evo tomó deuda al 8% tras haber decidido niveles de nacionalización de los hidrocarburos que ponen nervioso a cualquier neoliberal vernáculo. Además, para hacer la reunión del G77 en el complejo distrito de Santa Cruz, ingresó en un proceso de pacificación con la derecha boliviana
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