Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard y especialista en política nacional e internacional, Atilio Boron estudió la situación de la Argentina desde un marco político internacional. Instó a apelar a la categoría de deuda odiosa para revisar la deuda externa y observó los puntos clave para mantener la firmeza de los reclamos.
Cómo analiza la decisión de la justicia norteamericana de poner en riesgo los intereses del 92,4% de los bonistas que ingresaron en los canjes de 2005 y 2010?
–Es importante comprender que éste es el desenlace natural de una situación que empieza con los inicios de nuestra transición democrática, cuando se cometieron errores fundamentales, como no realizar las auditorias de la deuda externa ni se derogó la cláusula que había sido establecida por José Alfredo Martínez de Hoz para los bonos argentinos según la cual, por cualquier litigio que surgiera en torno de ellos, corresponderían los tribunales de Nueva York. Desde ahí, y en una evidente cesión de soberanía que no pudo ser modificada ni en los primeros años de Alfonsín porque no contaba con el apoyo de su partido en estos temas –y mucho menos con el Justicialista–, se desencadenan iniciativas que se inscriben dentro de las limitaciones de esa norma. Y que luego se incrementa con las sucesivas renegociaciones que tuvo la Argentina; sobre todo en los años del menemismo, primero con el Plan Baker y fundamentalmente con el posterior Plan Brady, aquellos que tornaron prácticamente imposible desandar el camino. Luego, cuando en 2005 se logra imponer la iniciativa del presidente Néstor Kirchner y de su ministro Roberto Lavagna de quitarse los bonos de la deuda, la situación quedó prácticamente coagulada, sin posibilidades de marcha atrás. De manera que era sólo cuestión de tiempo que el aparato norteamericano accionara al servicio absoluto del capital financiero. Pensar que Thomas Griesa es un juez independiente es un cuento de niños, porque no tienen ningún grado de independencia respecto del capital financiero cuando todo el aparato legal y jurídico norteamericano está a su servicio. Existen algunas pequeñas grietas, excepciones, pero la generalidad es ésa.
–El escenario mundial de entonces era distinto del actual... caía el muro, se desarmaba la URSS y se desequilibraba el orden mundial a favor del imperio...
–Sí, por entonces el escenario era mucho más desfavorable para la Argentina. Pero cuando uno tiene que tomar grandes decisiones, difícilmente se hacen en un contexto y clima internacional propicios. Los procesos históricos se desenvuelven en contextos complicados, pero es lo que uno trata de cambiar tomando decisiones fuertes. Cuando el general Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo mexicano, en el año ’38, no era porque Estados Unidos fuera una potencia débil en decadencia... lo hizo asumiendo los riesgos y dando la batalla. Las grandes iniciativas de América latina se han tomado en situaciones muy difíciles, porque el imperialismo está siempre al acecho. Pero son decisiones que hay que tomar, y que no se tomaron entonces. Luego se dirá que se siguió el rodaje jurídico normal que termina en una decisión que difícilmente podría haber sido otra... pero si no fuera así, el capitalismo no sería capitalismo.
–¿Cómo interpreta que el fallo fuera duramente criticado por varios medios internacionales, tal el caso del Financial Times?
–Previsible, el fallo de Griesa trae consecuencias globales negativas, sobre las que publicaron el Financial Times y el New York Times como otros medios del mundo, porque se favorece al capital financiero y dentro de éste a su núcleo más predatorio, como es el de los fondos buitre, en detrimento de todos los demás y, por supuesto, del beneficio general de toda la población. Nos encontramos frente a una situación sumamente delicada con una génesis que va mucho más allá de las críticas locales sobre los “gestos inapropiados desde la Argentina hacia Griesa”, algo cierto pero que no deciden este veredicto, sino que el tema es el que te venía comentando.
–¿Coincide con el ministro de Economía, Axel Kicillof, cuando dice que es difícil revisar una deuda que fue reconfirmada en todos estos años de democracia?
–Yo no estoy 100% seguro. Aunque en principio lo afirmen muchos que han estudiado el tema en profundidad, no creo que no pueda replantearse. Tenemos el caso de Ecuador, donde el presidente Correa exigió una auditoria internacional de la deuda y consiguió una reducción importante. Entonces, si bien es cierto que 30 años sin poner en tela de juicio la legitimidad de esa deuda hacen más difícil cualquier cuestionamiento, no estoy tan seguro de que no haya que revisarla.
–¿Cree que el descubrimiento de Vaca Muerta impulsó la negativa de estos fondos buitre a aceptar el canje?
–Evidentemente, Vaca Muerta es un objetivo poderoso para los inversionistas extranjeros. La Argentina debería tener una postura más agresiva en este punto. Yo objetaría que fuera el juez Griesa quien indique dónde y con quién tenemos que pagar y que siga incrementando su nivel de imposición porque sería imposible calcular hasta dónde llegará. Argentina debe priorizar honrar la deuda que tiene con el 92%. Si no se puede pagar en Argentina, podríamos intentar abrir sucursales en aquellos países que han demostrado tener una fuerte independencia de los EE.UU. Podríamos intentar abrir sucursales del Banco Nación en Shanghai, en Moscú o en Teherán, sólo por poner ejemplos, y ver si EE.UU. se opone a que se pague allí a los acreedores. Respecto de los fondos buitre, creo que de ninguna manera la Argentina puede aceptar los condicionamientos de Griesa, porque invariablemente, el 92% restante reclamaría lo mismo. Entonces, en la hipótesis extrema de que haya que pagar, se paga estrictamente lo que se acordó: los 1.300 millones y ni un centavo más. Insisto igualmente en que habría que hacer el esfuerzo enorme de revisar la deuda, aunque genere un desbarajuste, se reciban amenazas de sanciones, etc.; pero al mismo tiempo –y usted mencionaba Vaca Muerta– en la medida en que vean que hay una posibilidad de hacer negocios reverán algunas de las medidas heterodoxas que podrían tomar contra la Argentina. Pero no se puede enajenar el futuro económico del país cediendo ante un arbitraje de este tipo. Recordemos que hubo países en los que después de las dos guerras mundiales cambiaron las reglas de juego. Hasta EE.UU. apeló a la categoría de “Deuda odiosa” para cancelar unilateralmente la deuda que tenía el Irak de Saddam Husseim porque había sido adquirida en dictadura. Y creo que la Argentina podría apelar algún razonamiento de ese tipo y eventualmente abrir una puerta para no tener que hacer un pago que podría ser nocivo para el desarrollo nacional.
–¿Cree que se confunden cuestiones de derecho privado e internacional?
–Cierto; en el derecho privado se puede exigir un pago compulsorio sin importar si esa persona se queda en la calle o no. Pero no se puede trasladar esa lógica egoísta propia del capitalismo al ámbito de las naciones. Si se pagara lo que dice Griesa, este país quedaría reducido, en términos de producto bruto, a una proporción dolorosamente más pequeña a la que tiene ahora con el consiguiente sufrimiento de la población y reducción en servicios sociales de todo tipo. Por eso insisto con un replanteo: necesitamos buenos abogados, buenos técnicos, hacer una revisión de fondo y una firmeza en la instrucción de esa política.
–Así y todo, están presionando al límite a países como Grecia...
–Es parte del juego. Sabemos que van a insistir pero podemos argumentar que ninguna presión puede hacernos ceder y someter a nuestro país a un juicio absolutamente inmoral; porque las leyes del capitalismo norteamericano pueden tener mucho de legal pero son tramposas y sin duda inmorales. Y a mí lo que me importa es la legitimidad y la justicia de un orden legal. Cuando un orden legal es profundamente injusto hay buenas razones para revelarse contra ese orden, y eso lo dicen teóricos del orden liberal de todos los tiempos.
29/06/14 Miradas al Sur
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