domingo, 22 de junio de 2014

La guerra contra la cárcel eterna

                     Año 7. Edición número 318. Domingo 22 de Junio de 2014
La cooperativa textil Kbrones nació en situación carcelaria y ayudó a formar 9 cooperativas en otras cárceles del país. La experiencia muestra la capacidad del sistema cooperativo para ofrecer una alternativa real ante a la reincidencia.
La Cooperativa textil Kbrones nació dentro de la Unidad Penitenciaria N° 12 en Joaquín Gorina, La Plata. Hoy tiene un lugar en Barracas y es gestionada por 22 trabajadores que producen 2.500 prendas de trabajo por mes.
Todo empezó en 2009, cuando Julio Fuque logró salir en libertad con permiso del juez para intentar vender los productos que hacía junto a sus compañeros. “La cabra es un animal que va para adelante, atropella, se tropieza y sigue adelante. Escala la montaña y llega al objetivo. Nuestra cima fue tener nuestra propia fuente de trabajo y contar con más compañeros”, nos cuenta. Los primeros pasos del grupo fueron difíciles, porque algunos quedaban en libertad o eran trasladados. Con el tiempo, después de muchos pedidos, el servicio penitenciario les otorgó un predio que estaba abandonado. “Era un galpón lleno de telarañas. Lo pintamos, lo arreglamos y lo hicimos nuestro lugar de trabajo”. Marcelo Vargas, el otro referente del grupo, recuerda que “empezamos a coser a mano todas las costuras. Teníamos una sola máquina de coser que había sido abandonada en un depósito del subsuelo, enterrada y vieja, del año ’60. Un profesor nos consiguió un motor y cuando la pudimos arreglar empezamos a aprender”. Y Julio agrega: “Teníamos las manos hinchadas de tanto coser con esa aguja gigante de cuero”.
Para ese entonces, la situación de trabajo dentro de la cárcel resultaba muy compleja. A veces no podían asistir porque no los dejaban salir del pabellón. Marcelo explica: “Físicamente es complicado armar un proyecto productivo dentro de un penal. No está contemplado que el trabajo sea una opción. El servicio tiene un área especial para eso, de acuerdo a ciertas pautas que son difíciles de entender. Tener un trabajo en la cárcel es un beneficio que te permite, junto con el estudio, acceder a una salida anticipada. Por eso se transforma también en un método de extorsión. El trabajo no está visto como un trabajo. Esa es la razón por la cual tuvo buena repercusión entre los compañeros nuestro planteo de trabajo real”.
Marcelo también recuperó su libertad en 2009. Sin embargo, esta vez no fue como otras, cuando debían enfrentarse a un mundo laboral amenazante: “En general, se sale a un lugar donde el mercado es caníbal y no les da oportunidades a los que tienen cualidades”. Apenas salieron, consiguieron que el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación les otorgara un subsidio de 56 mil pesos para adquirir cuatro máquinas de marroquinería e insumos, pero no tenían espacio donde ponerlas.
Julio recuerda ese momento de enorme preocupación: “El miedo era dónde íbamos a poder recibir a los compañeros que iban saliendo. Porque adentro decíamos que esta fuente de trabajo era para no tener que robar más. Para que a la salida no tengamos que preguntarnos, ¿ahora qué hago? Si vuelvo al delito, me matan o vuelvo a la cárcel”.
Con ayuda de la Federación de Cooperativas de Trabajo de la Argentina pudieron alquilar un galponcito en La Matanza. Se pusieron un horario fijo. Al principio, juntaban basura en la facultad y vendían los papeles para tener otro ingreso más y darle otro lugar de trabajo para los compañeros que iban recuperando su libertad. De a poco fueron obteniendo más ingresos hasta que se pudieron mudar a Barracas.
Con el entusiasmo a cuestas, llevaron su experiencia a otras penitenciarías y ayudaron a conformar 9 cooperativas más (varias textiles, una gráfica y una de construcción) en penales de Corrientes, Chaco y Córdoba.
Hoy, las ONG y organismos públicos que intentan generar proyectos similares dentro de las cárceles no pudieron alcanzar el éxito de esta experiencia. “No habían tenido los resultados que teníamos nosotros. Una de las herramientas que usamos fue conocer la situación carcelaria, el contexto, cosa que no todos saben a nivel productivo. Las fortalezas y las debilidades que tienen los grupos de compañeros adentro”.
Sin embargo, también hay otra explicación para el éxito. Julio entiende que el sistema cooperativo es una herramienta fundamental para abrir el camino, porque “cada compañero siente una pertenencia con el proyecto y le da posibilidad de desarrollarse. En cambio, en una empresa capitalista ya empezás llenando un currículum que desde el principio te deja afuera. Cuando te piden antecedentes y referencias ya quedás en rojo. Acá los compañeros ven que todo lo que piensan y dicen se va transformando en un proyecto. Todo depende de ellos. Hay algunos que empezaron desde abajo y hoy son costureros oficiales o encargados de producción. Hay uno que ya es capacitador los fines de semana y dentro de la Red Textil visita las cooperativas para nivelar la calidad”.
Marcelo también resalta el aporte que genera este sistema: “Un tipo que se come 7 años sólo aprende que a las 8 se come y a las 10 se cierra... a nosotros nos parece que tiene que salir con otro tipo de herramientas, enfocarlo al trabajo como situación de progreso en todo sentido. No se trata de trabajar por dos mangos y morir peón. No, el cooperativismo les brinda un sentido de superación, que les permite llevar a la empresa donde ellos quieran, de acuerdo al esfuerzo que le pongan”.
Por otra parte, por su naturaleza solidaria, el sistema cooperativo brinda una posibilidad de contención que a la hora del reencuentro con la sociedad resulta salvador. Julio recuerda que “en la puerta de casa tenía una chata que me estaba esperando para el delito, pero a la semana que salí en libertad ya tenía a los compañeros cooperativistas en la puerta para decirme que no haga nada, que tenía que trabajar. Estamos acá para darte una mano. Me dieron un número de teléfono e hicieron eso que hacemos nosotros ahora, lo aprendimos de ellos. Yo llamaba 40 mil veces por día, me desahogaba, les contaba lo que me estaba pasando. Pero tampoco me quedé quieto esperando que me ayudaran. Me iba a diferentes lugares a golpear la puerta donde muchos me daban una palmada en la espalda y me decían: ‘qué lindo proyecto pero no te podemos ayudar’”.
Marcelo insiste con la idea: “Siempre lo digo, el mundo cooperativo nos dio una identidad a nosotros, nos ha devuelto a la sociedad, a la cultura del trabajo. Y una educación, porque también nos ha educado. Esto es lo que les transmitimos a nuestros compañeros”.
Hoy, Julio y Marcelo son dirigentes clave del movimiento cooperativo, se fueron abriendo puertas en base al trabajo y la integración. Tienen una labor muy importante en la conformación de una Red de Cooperativas Textiles que utiliza el encadenamiento productivo (desde la cosecha de algodón en Chaco hasta la confección en Santa Fe y Buenos Aires) para producir ropa de trabajo a gran escala, con marca propia. Julio cuenta con satisfacción que “tuvimos mucha participación en la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo, donde nos reconocieron y nos dieron un espacio”.
El taller sigue funcionando dentro del penal. En la unidad N° 9 se formó la cooperativa El Ágora, que hace marroquinería. “Les llevamos cuero a los chicos para que puedan producir. Tres de ellos ya recuperaron la libertad y están trabajando con nosotros”, destaca Julio. La parte de cuero hoy la hacen con ellos. También fabrican morrales y portatermos, como el que le obsequiaron al Papa Francisco I hace unos meses.
La experiencia Kbrones se pudo desarrollar en una época de reconstrucción de lazos y muestra una luz de esperanza en la compleja trama de la descomposición social generada por la falta de empleo o precariedad laboral. En esta década, la autogestión (o gestión popular) se transformó en cauce de la recuperación de fragmentos sociales perdidos, sobre la base del trabajo. No podía ser de otra manera. En las cooperativas textiles confluyen experiencias de grupos trans, personas con HIV, inmigrantes que habían sido esclavizados por su situación ilegal, etc.
Julio trata de darle forma a sus sueños: “Nuestro proyecto es armar polos productivos en diferentes puntos de la Argentina, donde podamos tener trabajo todos los compañeros que estuvimos detenidos. Tratar de devolverle a la sociedad trabajadores. El trabajo te hace bajar los índices de violencia en el país. A eso apuntamos”.
El cooperativismo y la reconstrucción de la identidad

Elefante Negro es una cooperativa textil que surgió en las mismas condiciones que Kbrones, pero en la Unidad Penal N° 1 de Corrientes. Lucio Mauriño, su tesorero, entiende que “el que atravesó el sistema de prisión es un excluido social que va más allá de un sistema de esclavitud. Es una persona que ha perdido su identidad, su horizonte, el sentido por el cual vivir, lo esencial de la condición humana. Para romper esas estructuras hay que dar las batallas en todos los lugares y es necesario generar alianzas tanto adentro como afuera. Nosotros compartimos con Kbrones que las cárceles tienen que transformarse en grandes fábricas”.
Lucio también entiende que “el cooperativismo es una opción directa para romper la exclusión y para integrar generaciones de excluidos. Es una pieza fundamental. Hay que llevarlo a gran escala. Convertirlo en política pública, avanzar estratégicamente pensando sobre propuestas concretas. El cooperativismo cumple un rol de apéndice de aquellos residuos que el sistema formal no puede cubrir. Es un actor real, efectivo, con una visión propone un mundo determinado”.
La recuperación del individuo como sujeto social se vuelve entonces un desafío alcanzable: “Ese camino común es lo que va redefiniendo la cuestión identitaria, es lo que le va dando sentido a ese hombre que estuvo en prisión, que un día cumplió con su pena y que ahora está transitando espacios y alternativas donde efectivamente hay una democracia directa. Los años que estuvo preso la cárcel le ha quitado casi todo, en términos afectivos y también filiales. Básicamente salen sin nada. Entonces, las soluciones no solamente tienen que ver con el trabajo en sí, sino que también hay que permitir un proceso de educación, de concientización. Es una necesidad de los compañeros para seguir integrándose a la sociedad”.

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