domingo, 4 de mayo de 2014

Una bomba electoral en Siria

Edición número 311. Domingo 04 de Mayo de 2014


El inesperado llamado a las urnas del presidente Al Assad coincide con un recrudecimiento del conflicto armado interno.
El gobierno de Bashar Al Assad entiende como lo afirmó, en su momento, el semiólogo francés Michael Foucault –invirtiendo la máxima del general prusiano Karl Von Clausewitz– que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Por ese motivo, el gobierno sirio decidió que el 3 de junio habrá elecciones presidenciales. El conflicto armado –su inició coincidió con el brote de la denominada primavera árabe– con los movimientos rebeldes perdura y, si bien la relación de fuerzas hoy favorece a las tropas regulares, la imposibilidad de ver capitular a sus enemigos moviliza a Damasco a jerarquizar la opción electoral por sobre el tablero castrense para elevar su voz de mando a nivel doméstico y, paralelamente, poder dar una imagen de gobernabilidad en el plano internacional.
Bashar confía en su triunfo. Es lógico, la familia Al Assad gobierna Siria desde 1971. Desde entonces, en los comicios y plebiscitos, sistemáticamente denunciados como irregulares por la oposición, el oficialismo consiguió siempre resultados extrañadamente cercanos a la perfección. Cuenta un rumor periodístico que, en una oportunidad, los asesores del presidente Hafez Al Assad –padre de Bashar– comunicaron al jefe de Estado que el partido Baath acumulaba el 95% de los votos en una compulsa. Lejos de festejar el triunfo, Hafez habría ordenado a su círculo íntimo averiguar por qué el restante 5% no había apoyado al régimen. Pero, evidentemente, la coyuntura del 2014 difiere con el contexto iniciático de la hegemonía de los Assad. La guerra ya suma 150 mil muertos, ocho millones de desplazados y, fundamentalmente, el peso de las identidades étnicas volvió a cicatrizar regionalmente al país. Ese cuadro, y la continuidad de los enfrentamientos –el último martes, dos coches bombas sacudieron la, hasta ahora, inexpugnable capital nacional–, hace difícil anticipar un final feliz electoral para el presidente en los comicios de junio.
El conflicto sirio es un ovillo sumamente anudado donde están entrecruzados intereses regionales e internacionales difíciles de describir sintéticamente. Durante los últimos tres años, como si fuese una representación real del clásico juego de guerra TEG, el ejército de Al Assad y las milicias insurgentes fueron auxiliados, a su vez, por jugadores más importantes que, desde posiciones vecinas, permanentemente hicieron llegar tropas, dinero o equipos médicos y sanitarios a sus aliados para ganar la pieza siria. En conversación vía Skype con Miradas al Sur, Ilya Topper, corresponsal del portal Mediterráneo Sur en Estambul, confirma la inocultable internacionalización del conflicto militar sirio. “Sin ninguna duda, Siria se ha convertido en una especie de pelota disputada en un campo de juego dominado por los actores regionales más importantes. De un lado, el régimen de Assad esta apoyado por Irán junto con la guerrilla del Hezbollah en Líbano y con Rusia como primer respaldo en la ONU. Del otro lado, Turquía pero, principalmente, Arabia Saudita y los países del Golfo como Qatar sostienen a las milicias rebeldes”.
Además, Illya Topper recordó a Miradas al Sur que: “El primer levantamiento contra el gobierno de Al Assad, que coincidió con la llamada primavera árabe, y el posterior alzamiento en armas de civiles o de desertores del ejército, no tuvo un componente islamista. Pero, como una guerra necesita dinero y armas, ahí apareció el auxilio de los yihadistas radicales, que reivindican la versión wahabí del Islam, o sea su interpretación más fundamentalista. En Siria, la marca Al Qaeda, que puede presentarse como el grupo EIIL (Estado Islámico en Irak y en el Levante), agrupó a sicarios y mercenarios de otros países donde tienen peso, como Libia, y logró conquistar posiciones militares importantes. Por ejemplo, en la primera ciudad capital de provincias donde ha capitulado totalmente el gobierno nacional, la voz de mando ahora pertenece al grupo islámico EIIL”. La fuerte presencia de los herederos políticos de Bin Laden en Siria también fue confirmada por el periodista de TeleSur William Parra, uno de los pocos cronistas latinoamericanos que lograron transmitir el conflicto armado árabe desde la propia Damasco. “En una ocasión visitamos una de sus bases. Me impresionó ver una bandera de Al Qaeda en una de las salas. Para ellos, Al Assad es un infiel. En su discurso no dejaban de pedir el apoyo de Estados Unidos y de Europa. Entrevistamos a algunos civiles que estuvieron en zonas controladas por los rebeldes. Decían que lo primero que les hacían era cortarles la luz y luego les cerraban la panadería del barrio, su principal alimento, si no colaboraban. El discurso de los rebeldes siempre era islámico y predominaban los libios, tunecinos y qataríes. Se trata de grupos muy fraccionados, ellos aspiran a que la OTAN bombardee algo y entonces ellos puedan entrar y repartirse el poder en esa zona”, especificó Parra en una entrevista otorgada a Pascual Serrano, fundador del sitio informativo electrónico Rebelión.
Por último, los últimos chispazos del conflicto sirio van a contramano de la tregua bilateral firmada el año pasado en Ginebra cuando la diplomacia rusa frenó una inminente invasión del Pentágono, que pretendía realizar una “incursión humanitaria” luego de haberse producido un ataque con armas químicas en la periferia de la capital siria. La oposición culpó a Al Assad por el crimen de guerra. Naturalmente, Damasco trasladó la culpa al “bando terrorista” de ser el autor intelectual de haber arrojado gas sarín sobre la población civil y, automáticamente, comprometió su palabra ante la ONU sobre desmantelar en el corto plazo todo su arsenal de guerra químico. Igualmente, la guerra continúa. El movimiento rebelde –fuertemente tutelado por las potencias de Occidente y por las corrientes más fundamentalistas del islamismo– no tiene el poder de fuego de unos años atrás pero, aún, sigue dañando al régimen. Si no podemos a los tiros, probemos con los votos, parece ser la estratagema de Bashar Al Assad. Eso sí, el reglamento electoral es draconiano para los opositores. En un país donde los principales rivales de Al Assad viven exiliados desde hace décadas, el gobierno impuso como condición ineludible para ser candidato presidencial haber vivido en el país durante los últimos diez años.

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