El 1 de mayo de 1933, en Londres, el vicepresidente argentino Julio A. Roca (hijo del ex presidente Julio A. Roca) firma el tristemente conocido “Pacto Roca-Runciman”, por el cual nuestro país pidió a Inglaterra un préstamo de más de 13 millones de libras, entre cuyas cláusulas secretas estaba la creación del Banco Central.
El año anterior se habían reunido en Ottawa los representantes de los dominios del Commonwealth y en la reunión, el imperio británico firmó acuerdos con Australia y Canadá con el fin de otorgar preferencia a la compra de carnes. Si bien se habló de dificultades financieras del imperio británico, consistió más bien en una “apretada” a los productores y gobierno argentino, como una estrategia para obtener mejores precios y otras concesiones.
A partir de entonces la exportación de carnes argentinas a Inglaterra comenzó a decaer, y la oligarquía presionó al entonces presidente del fraude patriótico Agustín P. Justo para enviar una misión a Londres y arribar a un acuerdo.
Edmundo Rivero, en su “Milonga del consorcio” (de Rivero, Serrano y Godino), dice que “se forma una comisión / pa broncar en portería” . Pues bien, la comisión que iría a Londres en este caso, no era precisamente “pa broncar en portería”, sino todo lo contrario.
La “comisión” estaba presidida por el vicepresidente argentino Julio A. Roca (h), “Julito” para sus amigos paquetes del Jockey Club, y formada entre otros por Miguel Angel Cárcano, diputado conservador casado con la hija de Bemberg, Raúl Prebisch, ex gerente de la Sociedad Rural, Torbio Ayersa y Guillermo Leguizamón, catamarqueño director de una empresa ferroviaria inglesa en argentina. Este último luego seria nombrado Sir de la Corte de St. James, siendo el primer noble que hablaba ingles con tonada catamarqueña. La opinión pública, en vez de “el Cata Leguizamón”, pasaría a llamarlo respetuosamente “Sir Williman”.
La mentalidad entreguista de nuestros “representantes” fue tan alevosa, que previo al acuerdo, en banquetes y reuniones prácticamente pidieron “formar parte de las colonias británicas”, como para presentarse a “negociar” ya derrotados.
En un banquete ofrecido a la delegación argentina el 10 de febrero de 1933, el Príncipe de Gales dice, como para empezar a romper el hielo:“Es exacto decir que el provenir de la Nación Argentina depende de la carne. Ahora bien: el porvenir de la carne argentina depende quizás enteramente de los mercados del Reino Unido”. (1)
El propio Roca, ya con el hielo completamente roto, le contesta que “Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperio británico”, (2) y Por su parte Sir “el cata” William Leguizamón agrega: “La Argentina es una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa Majestad”.
También formaba parte de la delegación, Federico Pinedo, debidamente asesorado por el economista inglés Otto Niemeyer en las medidas adoptadas en el sistema de transporte con la fundación de ferrocarriles y tranvías de Buenos Aires, en la fundación del Banco Central y en la creación de la Junta Nacional de Granos.
En el diario “The Spectator” de Londres, en 1931 William Barton manifiesta que “Argentina hace tiempo que es prácticamente una colonia británica”, y por su parte Sir Arthur M. Samuel afirma en el parlamento británico: “La mejor solución de los problemas…es que la Argentina se convierta en declarado miembro del Imperio Británico”. (3)
Es evidente que el hielo ya estaba completamente roto.
Poco después se firmaba el Pacto Roca-Runciman, por el cual, “se permitió” a nuestro país enviar al mercado inglés una cantidad de su mejor producción de chilled beef (carne enfriada), libre de gravámenes, y a cambio la Argentina aseguró, en condiciones de claro privilegio, la importación de carbón británico para abastecer a las locomotoras a vapor (británicas) y de toda una serie de productos manufacturados de ese origen. Se eliminaron medidas “proteccionistas” contra las importaciones inglesas, favorecidas además por regulaciones cambiarias. Al mismo tiempo, el gobierno argentino se comprometió a alentar la inserción de las empresas del Reino Unido en el terreno de las obras públicas.
Los frigoríficos angloyanquis se reservan para si el 85 % de la exportación de carnes y les dejan a la Argentina el 15 % restante, pero solo para frigoríficos que no persigan “fines de beneficio privado”.
El empréstito inglés fue un “empréstito de desbloqueo” de 13 millones de libras esterlinas, y el 70 % de esa cifra fue destinado para pagar a la metrópoli utilidades de los ferrocarriles y empresas británicas. De esta manera, en una especie de “pase mágico”, la argentina cedía todos sus derechos, se endeudaba en 13 millones de libras esterlinas, pero a cambio recibe solo 3,5 millones.
Scalabrini Ortiz escribe: “Debe destacarse la similitud del empréstito Baring Brothers con este último empréstito de desbloqueo que contrajo nuestro país. Es decir, en ambos casos fueron ganancias internas que se transformaron en deuda externa, presentada a los ojos del gran público como una ayuda financiera prestada por Inglaterra para contribuir a nuestro progreso”. (4)
Felipe Pigna contó la impresión que le había causado tener en sus manos el documento del Pacto Roca-Rucinman. "En el papel mismo - decía Pigna - uno podía leer que la lista de cosas que entregaba la Argentina a Inglaterra era una lista muy larga, enorme; mientras que lo que entregaba Inglaterra a la Argentina - simplemente seguir comprando carne - eran dos líneas".
(1) Julio y Rodolfo Irazusta. “la Argentina y el imperialismo británico. Buenos Aires. 1934. p. 34
(2) J. A. Roca (h). Discursos, escritos, homenajes. Buenos Aires. 1943.p.55
(3) The Buenos Aires Herald. 12 de febrero de 1933
(4) R. S. Ortiz. Borradores de archivo RSO
Fuente: www.lagazeta.com.ar
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