Distintas experiencias artísticas y comunicacionales surgen y crecen en estos barrios humildes donde se busca enfrentar la estigmatización y recuperar espacios perdidos. Murgas, revistas, un canal de televisión y orquestas de chicos son sólo algunos ejemplos.
Orquestas infantiles. Los chicos de la Villa 11-14, orgullosos de su escuela de música.
Una escalera caracol que parece conducir al infinito desemboca en una terraza. De un lado se ve la autopista, el edificio Kavanagh, la Torre de los Ingleses y el Sheraton. Del otro, la Villa 31. Y en el medio una antena que conecta a todo el barrio con un canal: Urbana Tevé, que transmite por aire y por un sistema de cable local, que recibió el permiso de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), convirtiéndose en uno de los siete canales comunitarios y sin fines de lucro que funcionan en la ciudad de Buenos Aires. El estudio es una habitación de 3 por 5 metros, situada en el tercer piso de la casa de Juan Cruz Guevara y Nelly Aguirre, en la manzana 15 de este mítico barrio popular de Retiro. Viven hace treinta años en la Villa 31 que ya tiene 50 mil habitantes. Hace cuatro, cuando comenzó el debate por la Ley de Medios, se plantearon hacer su propio canal de televisión. “A los amigos de Urbana Tevé gracias por lo que hacen. Sigan el ejemplo de Carlos Mugica, adelante”, es el saludo del papa Francisco que se repite sin cesar en el canal comunitario. Celso, un paraguayo de veinte años que llegó a la Argentina hace cinco sin hablar una palabra en castellano, hoy es el conductor estrella del programa más popular del canal, Cultura 31, donde participan los vecinos con sus músicas, bailes, comidas y necesidades. En la operación técnica está Marcelo Neira, que hace siete años vive en la villa.
En los ’70, la dictadura quiso destruir las villas con topadoras. En los ’90 se los invisibilizó. Ahora crecieron en conciencia y tomaron el arma de la cultura en sus manos. Las prácticas se multiplicaron y en parte se institucionalizaron, difundiendo una realidad distinta al lugar común que los estigmatiza.
En la ciudad de Buenos Aires existen 18 villas y las que más crecieron son la 1-11-14 en el Bajo Flores, la 21-24 en Barracas, la 20 de Lugano y la 31 y 31 bis, en Retiro. En el conurbano son alrededor de 800 los asentamientos. Una realidad que se extiende a la periferia de todas las ciudades grandes o medianas del país.
El último septiembre fue inaugurada la Casa de la Cultura de la Villa 21: un espacio que los propios habitantes presentaron en el marco de los proyectos del Bicentenario. La Casa no sólo mejoró la vida de muchos de los vecinos sino que cambió la fisonomía del barrio que aún tiene gravísimos problemas habitacionales y de infraestructura. Casi 800 jóvenes y 300 adolescentes se anotaron para los talleres del 2014. Nidia Zarza, la directora del lugar que nació en el barrio, explicó a Veintitrés que las expectativas fueron superadas: “La comunidad la siente como propia. Abre la posibilidad del acceso a una parte de la cultura que para nuestro sector era imposible. Hay una participación enorme de jóvenes. El 90 por ciento de los que trabajan allí son del barrio, muchos estuvieron privados de la libertad y hoy tienen esta posibilidad”. En la Casa de la Cultura no sólo se dan talleres y cursos, sino que funciona como teatro en donde presentaron sus obras Federico Luppi y Norma Aleandro. El epicentro cultural permite que vecinos cercanos a la villa, que nunca cruzaban la línea por prejuicios, se acerquen a participar de las actividades.
Contradiciendo los prejuicios, la zona más humilde de Barracas es pródiga en movidas culturales. Al lado de la 21-24 se encuentra el barrio de Zavaleta. Allí nació una experiencia sin precedentes. Con 37 números en la calle, La Garganta Poderosa surgió al calor del trabajo social, deportivo y cultural que realiza la organización La Poderosa. Se expandieron por territorios humildes de todo el país y lograron salir a conocer el mundo. La publicación es realizada por jóvenes de las villas que lograron que se escuche su voz, apelando a referentes de derechos humanos, deportistas, artistas e incluso importantes dirigentes mundiales que fueron reporteados y fotografiados para la tapa, siempre gritando. “Esta es la primera revista villera. Queremos alzar la voz y que se escuchen los gritos que en su momento fueron acallados”, ilustra Germán Gómez, sentado en una mesa donde despliegan todos los ejemplares de la revista.
A sus 19 años, Gómez ya entrevistó al presidente uruguayo José Mujica y tuvo la oportunidad de dialogar y contarle su experiencia al ex presidente Lula da Silva. “Los gritos son las voces de los que seguimos sufriendo con cada inundación porque no urbanizan el barrio o cada vez que un policía nos arranca a un hijo”, agrega Alejandra Díaz, que tiene 49 años y vive en Zavaleta desde los 5. Es madre de un chico muerto por el gatillo fácil, Luis García, asesinado en 2010 a manos de una policía. “Nunca imaginé que sería periodista”, se enorgullece la mujer que sabe lo que es luchar por justicia. A su lado está Daniela Medina, que tiene 22 años y es de Fátima, un humilde barrio ubicado en Villa Soldati. Sus padres vinieron de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Díaz y Medina, al igual que su compañero, también tuvieron chance de codearse con figuras de primerísimo orden internacional. Lograron entrevistar al presidente Evo Morales. Y van por más: los tres están acreditados para el próximo Mundial de Fútbol. Medina comenta que en Fátima, La Poderosa también realiza una intensa actividad: “Al igual que en todos los barrios donde estamos, hacemos talleres de redacción, de música, de computación, de arte y de teatro”.
En La Poderosa están organizados en cooperativas textiles, gastronómicas, y de distribución de la revista, lo que permite a los integrantes de este colectivo generar un ingreso económico. En la austera casa que funciona como redacción, los integrantes de la revista se apasionan contando el nacimiento de la revista. “No recibimos ayuda de nadie”, aclara Gómez al ser consultado por el financiamiento estatal. Su apuesta pasa por la autogestión sin condiciones. La redacción de la revista está frente a la plaza que ellos mismos levantaron y que se llama Kevin Molina en homenaje al niño de 9 años asesinado en noviembre pasado por narcos que se tirotearon frente a prefectos y gendarmes que no intervinieron. En la plaza funciona una casilla donde se implementa un programa de control popular a las fuerzas de seguridad, una respuesta vecinal a la violencia generada por mafias con connivencia policial.
La Poderosa comenzó a organizarse hace casi una década, en los potreros de Zavaleta, de la mano de la mixtura entre fútbol solidario y el periodismo comprometido. Cuando Gómez tenía 9 años se sumó junto a su hermano a los talleres de fútbol de la naciente organización que daban dos periodistas especializados en deportes. “Empezamos con los talleres de fútbol. Pero apareció una banda de problemáticas, como pibes que no tenían zapatillas. Vimos que hay un trasfondo de pobreza que muchos ocultan”, recuerda Gómez. La revista nació ante un hecho que afectó a los vecinos: un informe televisivo hecho por América TV donde abundaba en la estigmatización: “En el informe parecía que en nuestro barrio sólo viven los que roban y se drogan. A muchos vecinos los echaron de su trabajo por ser de Zavaleta”, se lamenta el joven.
Otra experiencia es encarada por el Movimiento Popular La Dignidad, que adquirió visibilidad de la mano de la Corriente Villera Independiente, protagonistas del acampe con huelga de hambre en pleno Obelisco porteño (ver recuadro). Según comenta Antonella Álvarez, militante del movimiento, consideran que “el arte es una herramienta más de lucha”. Y enumera todo lo que hacen, tanto con vecinos de villas y asentamientos como de inquilinatos o en situación de calle: “Construimos el teatro popular La Otra Cosa en Bonpland 1660, Palermo, espacio recuperado desde el 2001 donde también funciona un comedor comunitario. El teatro es autogestionado, la entrada es libre”. A su vez, cuentan con otros espacios culturales. En Laferrere funciona La Periferia, donde se realizan talleres abiertos a la comunidad. Y en Lanús Este, está el centro cultural Entre Todxs, donde también funcionan talleres. También organizan Centros de Día en las villas de Barracas y Lugano. “Ahí se aborda el consumo problemático de las drogas. Las propuestas culturales y recreativas son fundamentales, con talleres tanto para el barrio como para quienes visitan a diario los centros”, puntualiza Álvarez. Las temáticas son variadas: entre otras propuestas hay plástica, teatro del oprimido, teatro comunitario, fotografía, coro, murga, mosaiquismo y hip hop. “A partir del desarrollo de estos talleres, se crearon tres coros de niños y niñas y varias murgas, que constituyen espacios de recreación colectiva. Esto fortalece la identidad barrial y la solidaridad entre vecinos”, plantea Antonella Álvarez. Otro aspecto es la comunicación. Dos ejemplos son la FM La Caterva, que funciona en Barracas. Y un canal de televisión comunitario en Villa Soldati, el Barrio TV, que produce contenidos a propuesta de los vecinos.
En Rosario los barrios populares son los que más sufren los embates de la violencia narcopolicial, y también es desde estos territorios de donde surgen experiencias sociales y culturales ejemplares. Es el caso del Movimiento Giros que está en la periferia extrema al noroeste de Rosario, en el barrio Nueva Alberdi, escenario de la lucha contra la especulación inmobiliaria, en defensa de la tierra y el trabajo. Junto al tambo y la fábrica de quesos, levantaron un bachillerato popular. “En el plan de estudios el arte tiene una gran preponderancia, los resultados son maravillosos. Sufrimos a la narcopolicía. A los pibes les ofrecen éxito rápido, armas. Nosotros apostamos por una identidad popular, desde el territorio”, explica el referente Juan Monteverde. Desde esta fuerza barrial avanzaron sobre la zona céntrica. Cerca de la terminal de micros está el Distrito 7. Fue el primer cine de Rosario, el Gardel. Ahora funciona un centro cultural autogestionado. El viernes pasado en este lugar brindó un recital de poesía un artista emblemático, César González, alias Camilo Blajaquis. Además de talleres y charlas, se realizan recitales, por fuera del esquema comercial que predomina en el circuito musical. “No recibimos ningún apoyo estatal. Acá traemos la lógica de construcción de la periferia. Cuando viene la gente de los barrios no se sienten visitantes”, grafica Monteverde.
Las distintas iniciativas artísticas y comunicacionales se reproducen a lo largo y a lo ancho del país. Y pese a sus diferencias todas coinciden en un punto: una revolución cultural que enfrente la estigmatización y el ninguneo histórico.
Acampe
Una novedad que irrumpió en el espacio público porteño es el acampe con huelga de hambre que realizan frente al Obelisco porteño los integrantes de la Corriente Villera Independiente desde el 21 de abril pasado. Este agrupamiento es impulsado por el Movimiento Popular La Dignidad: “Luego de innumerables trabajos y planes de lucha en el camino de la urbanización con radicación: trabajos voluntarios, colocación de cloacas, reconstrucción de casas, blanqueados de fachadas, colocación de luminarias, pavimentación de calles, mejoras de plazas en nuestras villas además de muchas marchas, piquetes, escarches, no obtuvimos respuestas a nuestros reclamos”, cuenta Antonella Álvarez. “Decidimos iniciar la huelga de hambre y la instalación de la ‘Carpa Villera’ para ver si de esta forma los malos gobiernos definen empezar a trabajar seriamente para llevar a cabo la urbanización con radicación que implica no sólo una vivienda digna sino también accesibilidad a los servicios públicos, a educación y salud digna, a un ambiente sano y no contaminado, y a no ser discriminados por vivir en las periferias urbanas”, explica. La medida obtuvo una repercusión inusitada: “Estamos sorprendidos por la enorme aceptación que tiene el reclamo. Las solidaridades recibidas nos hacen saber que no estamos solos en la lucha y que la problemática de la vivienda no sólo afecta a las villas, sino que es algo que preocupa al resto de la comunidad. Es central poner en discusión el modelo de ciudad excluyente que se propone desde el Gobierno de la Ciudad, que no abarca sólo el derecho a la vivienda digna, salud, educación, cultura, sino también la criminalización de la pobreza”. Según prometen, no se irán hasta obtener respuesta.
Opinión
Pobreza: insólita guerra de cifrasPor Adrián Murano
A mediados de este mes el Indec debió presentar su estimación de pobreza e indigencia. Pero no lo hizo, alimentando con un nuevo derrape el lucrativo descrédito de las estadísticas oficiales que nutre a la tumultuosa coalición anti K. Abrumado por un nuevo aluvión de críticas, el organismo se inmoló –otra vez– con una explicación pírrica: “Fue por severas carencias metodológicas debido a la discontinuación del IPC-GBA (Índice de Precios al Consumidor del Gran Buenos Aires) y a la imposibilidad de empalme con el nuevo IPC-NU (Índice de Precios al Consumidor Nacional Urbano)”, indicó el instituto en un comunicado que, cuanto menos, confesaba cierta impericia en la aplicación de la nueva metodología de elaboración del IPC: ¿acaso no se previó que el cambio impactaría sobre una medición que se publicaba desde 1993?
Si esa evaluación efectivamente se hizo, la impericia entonces fue política: era obvio que la discontinuidad de la serie histórica iba a ser aprovechada por la oposición para inseminar la idea de que el Gobierno pretendía “esconder pobres, ocultando las estadísticas de pobreza como durante años hicieron con la inflación”. Esas palabras, más o menos, fueron utilizadas por distintos voceros anti K para darles aire a estadísticas “privadas”. En tiempos de “Papamanía”, la fuente más mentada es el Observatorio Social de la UCA, que dice haber relevado un 25 por ciento de pobreza en el país. Sin mayores precisiones técnicas sobre su capacidad metodológica, sí se sabe que el Observatorio fue creado hace diez años, justo cuando despuntaban las primeras diferencias políticas entre el Episcopado y el Gobierno K. Y se sabe, también, que hace un par de semanas en el auditorio Santa Cecilia de la UCA se dio a luz al primer think tank de Sergio Massa, la Fundación Concordia, presidida por Joaquín de la Torre e integrada por varios numerarios del Opus Dei.
Las cifras de la UCA son replicadas, como palabra santa, por dirigentes y medios que ven en ese porcentaje la demostración del “relato K”, que afirma haber bajado la pobreza cuando, al decir del economista estrella del flamante FAUNEN, Martín Lousteau, “el kirchnerismo dejará algo más de pobreza que la convertibilidad”. Con palabras similares, abundan los periodistas que aprovechan el vacío y la baja credibilidad del Indec para establecer que, con esos números, la “década ganada” es una fantasía que millones de argentinos creen por el solo hecho de que la presidenta Cristina Fernández y sus funcionarios se lo dicen por tevé. Muchos de esos comunicadores, está claro, se arrogan licencia para manipular la ilusión óptica de sus audiencias, pero los dirigentes opositores con aspiraciones electorales deberían cuidarse de menospreciar la percepción de vastos sectores vulnerables que se sienten beneficiarios del boom de consumo, el impacto inclusivo de programas sociales como la AUH y el plan Procrear, un desempleo en términos históricos, y la mayor inversión en salud y educación. Desconocer esos méritos sería una mezquindad que, a la hora de la verdad, podrían pagar en las urnas.
Eso no implica, claro, omitir que la inflación y la injusta distribución de ingresos amenazan con deshilachar los avances en materia de inclusión, que puesto en términos estadísticos quedó plasmado en una brusca caída de 21,9 por ciento de hogares con Necesidades Básicas Insatisfechas. Para decirlo en almas, que de eso se trata: en la década K casi un millón y medio de personas protagonizaron la mayor movilidad social ascendente desde el regreso de la democracia. Pero aún así quedan unos cinco millones de ciudadanos viviendo en condiciones de indignidad. Medido por ingresos, es probable que sean más. Pero manipular esas cifras por temor a las críticas, y criticar esa manipulación con datos manipulados, no parece ser el mejor modo de empezar a resolver esa lacerante y persistente realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario