domingo, 4 de mayo de 2014

Cristina, Germán y la vieja SIAM OPINION

Alguna vez Bertolt Brecht nos regaló esta frase inmensamente humana:
“Me parezco al que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo era su casa”.
Quizás llegó la hora de llevar colgada al cuello la foto de una heladera SIAM para mostrar al mundo cómo es el país que estamos construyendo.
Cristina, la presidenta de los argentinos, viene de inaugurar la reapertura de la histórica fábrica de estas heladeras que fueron una marca en el orillo de la nación que fuimos y la que seremos definitivamente, si así nos proponemos.
No es un dato menor. Así como decimos que nosotros somos aquellos que pudimos transformar nuestros viejos dolores y ausencias en un proyecto de vida esperanzador, diremos también que la Argentina convierte el frío que nos tiran desde afuera y desde adentro, en abrigos, en viviendas, calefacción y hornos para calentar el pan de cada día y dar cobijo a cada vez más compatriotas. Y con el frio que resta, hacemos heladeras tan fuertes y eternas como la blanca SIAM que heredamos de la abuela.
Que los necios y cobardes sigan batiendo los tambores de la guerra; este pueblo que somos seguirá cantando y cuidando sus victorias.
Hablando de estas mismas cosas, el 18 de mayo de 1990 Germán Abdala brindó una charla en la sede de ATE en la ciudad de Posadas, provincia de Misiones, que hoy es útil y necesario volver a repasarla.
Corrían años de traición y neoliberalismo. El menemismo promocionaba la modernidad como sustrato y fundamento del olvido. Aquí pasaba lo que hoy está pasando en Europa. Empezábamos a ser reconocidos como “el mejor alumno del FMI”. La desmemoria era funcional al papel que el capitalismo salvaje le tenía reservado a la Argentina. Hablar de Estado de bienestar, entonces, era como evocar la época de los dinosaurios. Lo moderno era hablar de “tecnología de punta” para ocultar los niveles de desnutrición infantil y los ferrocarriles y los puertos y las fábricas que cerraban.
Y la voz de Germán era un faro para muchos de nosotros. En un momento de aquel discurso, dijo Germán, con esa picardía y talento de muchacho peronista que lo distinguía:
“¿Qué es la tecnología adecuada? Es lo que significó el peronismo en los años 45… A este hecho de que “los males de este país los tiene el peronismo” yo digo que sí, los tiene el peronismo, ¿saben por qué? Porque inventó la heladera, la SIAM, porque cuando se empezó a hacer y vender más la SIAM, que era un cajón, un armatoste, a querosén al principio, cuadrada, fea, pero los trabajadores que tuvimos acceso a esa heladera empezamos a comprender que la manteca duraba más tiempo, que la leche se conservaba más, que había que llenarla, que podríamos comer otro tipo de cosas, entonces ahí vienen los problemas, entonces ahí nosotros decimos no queremos la tecnología computarizada que nos dice en qué momento tiene el frío justo o para qué queremos el horno microondas, lo que queremos es tener una cocina que funcione con gas y que pueda hacer todas las cosas, que funcione, no lo de punta, lo lujoso, lo suntuoso, sino lo adecuado. Entonces lo que discutíamos con ellos era esto, lamentablemente ni ellos entendieron, ni nosotros pudimos implementar lo nuestro.”
El fragmento que siguió es ilustrativo del país de dónde venimos.
Búsquenlo y después me cuentan.
Una semana atrás, 20 mil militantes del movimiento nacional, popular y democrático se reunieron para debatir la marcha de las cosas cotidianas y el estado de salud del proyecto de país que lidera y conduce Cristina Fernández de Kirchner.
Si a la recuperación de YPF, de los ferrocarriles y de la heladera SIAM le sumamos este hecho político, permítannos afirmar que de este país ya no se vuelve fácilmente.
Es como para escribir un poema renacentista de nuevo cuño que podríamos titular: “20 mil almas y ningún choripán”.
Se discutió y debatió sobre Trabajo y producción; Educación, ciencia y tecnología; Gestión, desarrollo local y federalismo; Urbanización y vivienda; Comunicación y batalla cultural; Pensamiento nacional; Recursos estratégicos y recuperación del Estado; Política económica; Justicia, Seguridad y Derechos Humanos; Patria Grande y política internacional y Políticas de inclusión social.
20 mil militantes y no hablaron de candidaturas. Hablaron de proyecto de país. Hablaron de futuro.
“¡No te puedo creer!” diría el escéptico que no fue.
Habrá que difundir y replicar este hecho en cada rincón donde haya patria. Y donde no la haya, mucho más, para contagiar.
Pongamos en valor histórico este plenario de la militancia. Y hagámoslo desde la acidez de un supuesto contrafáctico: ¿qué hubiese pasado si en lugar de 20 mil hubiesen llegado hasta La Matanza ese día sólo 2 mil militantes?
¿Y qué hubiésemos dicho si el debate se hubiese teñido por la discordia, la crispación, la crítica interna feroz, las internas de grupos, la lucha sin cuartel entre candidatos?
¿O qué hubiésemos pensado si para evitar esto último se optaba por no hablar, no debatir, no brindar un mensaje como el que brindó Carlos Zannini sino apenas leer un documento presuntamente “consensuado”, como lo hace la oposición cuando se rejunta en un teatro o en una calle cualquiera?
Esa militancia kirchnerista es lo único nuevo que existe, dijo Zannini.
¿Y saben por qué? Porque es la única que expresa con la idea y con la acción la unidad latente y viviente en las bases de la sociedad.
La militancia nacional y popular estuvo fragmentada cuando la sociedad lo estuvo.
Este acople con la realidad estructural de la Argentina es lo que hace crecer a esa militancia. Y al revés: el desacople opositor con la realidad real lo torna gris, pesimista, fragmentado, desesperanzado y presa fácil de la agenda de los poderosos financieros y mediáticos.
En el 2015 el proyecto nacional revalidará sus mejores títulos. No es una expresión de deseos. Solamente. Es lo que demuestra la piel de la sociedad.
El pueblo y su militancia están. El Estado está. La historia está. El amor está. El proyecto político está. El liderazgo está.
Eso sí: hagámonos cargo de tanta alegría.

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