martes, 16 de julio de 2013

Los inventos pequeños de las corporaciones

Los procesos políticos, como el que vive la Argentina desde hace diez años, tienen momentos de crecimiento, amplitud y desarrollo que no implican necesariamente tranquilidad, quietud y ausencia de conflictos. Esos momentos coinciden, por lo general, con la ampliación de derechos y la conquistas de otros. Por Felipe Yapur Los procesos políticos, como el que vive la Argentina desde hace diez años, tienen momentos de crecimiento, amplitud y desarrollo que no implican necesariamente tranquilidad, quietud y ausencia de conflictos. Esos momentos coinciden, por lo general, con la ampliación de derechos y la conquistas de otros. Por lo tanto, los conflictos que se viven en estos días no son necesariamente sólo por las falencias y errores del gobierno sino también por la puja de aquellos sectores, históricamente privilegiados y dominantes, que buscan recuperar lo que consideran suyo. En esa búsqueda no recurren, como antaño, a golpes militares, ahora prefieren inventar y promover candidatos que puedan servir a sus necesidades. De allí el surgimiento de hombres como Mauricio Macri y, por estos meses, Sergio Massa. El primer invento de las corporaciones, por así decirlo, fue Macri. Con discursos plagados de llamados a la concordia y a la armonía como contraposición de lo que sería el ímpetu y la belicosidad permanente del kirchnerismo fue haciéndose un lugar en la Ciudad de Buenos Aires hasta llegar a gobernarla. Pero ese triunfo no fue sólo por el acierto de los asesores de Macri y por el porcentaje de conservadurismo que tiene la Capital Federal. También fue por los errores cometidos por los gobiernos de partidos progresistas anteriores al macrismo y, también, por el primer kirchnerismo porteño que pensaba que con el respaldo de Néstor Kirchner era suficiente para resolver el distrito. El resultado de ese invento dio algunas satisfacciones pero no las suficientes. El control del distrito con el ingreso per cápita más alto del país no es suficiente, no alcanza ni siquiera con el respaldo y control de los medios de comunicación hegemónicos. Tampoco fue suficiente el apostar al desarrollo de una fuerza política que, desde un supuesto posicionamiento a la izquierda del gobierno kirchnerista, podrían debilitar el proyecto político kirchnerista. Hoy, esa expresión política apenas si aparece en lo diarios comparado con un par de años atrás a pesar de que se esfuerzan en amasar pan para demostrar que el precio está en alza pero no para decir cuál es la razón de ese crecimiento y cuál es la responsabilidad de los productores, molineros y distribuidores. Si lo hacen corren riesgo de pisar los intereses de quienes los sostienen y promueven. Si bien Macri todavía tiene votos no son los suficientes como para propinar una derrota al kirchnerismo. Nada mejor entonces que generar un candidato que provenga de adentro del Frente para la Victoria. No consiguieron a alguien de las entrañas mismas del proyecto que condujo primero Kirchner y ahora CFK. Entonces apareció Massa que, si bien no es un hombre del riñón, supo acomodarse, camuflarse y aprovechar las oportunidades para llegar a ocupar la Jefatura de Gabinete. Con el intendente de Tigre se pretende haber mejorado la oferta electoral y provocar una que otra confusión en el kirchnerismo menos militante. No es mala la idea de ofrecer un candidato que tenga una pizca de continuidad pero mejorada. La oposición venezolana ya lo hizo con Henrique Capriles que nunca fue chavista pero que hizo campaña reconociendo los valores y aciertos de la revolución bolivariana. Le fue más que bien aunque el odio de clase y el golpismo que tiene en el interior de las fuerzas opositoras terminan siendo el motor del afianzamiento de la nueva etapa que vive el gobierno bolivariano ahora a manos de Nicolás Maduro. Los primeros pasos de la campaña de Massa tienen ese perfil. Con telepronter disimulado, el intendente buscó parecerse a CFK al pretender hablar sin papeles. Anunció generalidades, incluso cuando se refirió a los logros del gobierno al que alguna vez supo pertenecer, que pertenecen más a una campaña presidencial que a una elección parlamentaria. En Massa, como en el resto de la oposición, no se habla de proyectos sino de cómo frenar, detener e inhabilitar al FPV en lo que definen como el intento de perpetuarse en el poder. Ahora bien, y a pesar de que suene a una verdad de perogrullo, para alcanzar este objetivo es preciso que alguna de esas fuerzas políticas se haga del poder (es de esperar que sea a través de una elección popular) y desplazar al adversario kirchnerista. Pero de eso no se habla porque los obligaría (a los opositores) a transparentar para quién o qué intereses gobernarían. El kirchnerismo no le rehuye a esa lucha por el poder que incluye avances y retrocesos pero que es continua y permanente. Y ese poder pasa por el control del Estado como la única herramienta capaz de garantizar la universalidad de los derechos recuperados y conquistados. Esa garantía de cumplimiento no es gratuita porque implica resistir y anular los intentos por quebrar el proyecto político. Entonces, el control del Estado no es sólo saber administrar sino defender lo que se ha conseguido promoviendo la participación popular, el "empoderamiento" de esas conquistas como dice CFK, y una mayor democratización de todos los estamentos y poderes del Estado. Esto es lo que está en juego y que, como primer paso, repercutirá en la representación parlamentaria con los comicios que se avecinan. Tiempo Argentino

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