miércoles, 24 de julio de 2013

Las apuestas Por Diego Schurman

Sergio Massa se cansó de la discusión. –¡Apostemos!, me desafió, y su palabra hizo eco en el enorme despacho de la Jefatura de Gabinete. –No quiero apostar. Pero ... ¿estás seguro que no vas a ser candidato a diputado?, le pregunté por enésima vez. –Te repito: de acá me voy para la intendencia de Tigre, donde estoy de licencia. Escuchá bien: no voy a ser candidato a nada, abrió bien los ojos, levantando la voz, entre risueño y orondo. El día anterior, en ese desapacible mayo de 2009, Néstor Kirchner había confiado a un reducido grupo de periodistas la decisión de incluirlo en las listas testimoniales. Me embargó una tremenda duda. ¿Massa estaba guardando celosamente un secreto o el ex presidente todavía no le había informado nada? Me incliné por la segunda opción. En ese vínculo había recelo. Se medían. A Kirchner no le gustaba el juego propio del funcionario. Era joven, hiperactivo, ambicioso. Lo empezó a llamar Massita. No era en tono paternal sino despectivo. Cuando decidió incluirlo en las boletas bonaerenses entendí aquella frase, "Massita trabaja para Massita" que el ex presidente repetía entre los suyos: le estaba asignando una salida elegante del gobierno. –Olvidate. Ninguna candidatura. Escuchá bien: de acá me voy para Tigre, a ningún otro lado. ¿Cuánto querés apostar? ¿500 dólares?, siguió envalentonado el jefe de Gabinete, mientras iba y venía de un escritorio a otro, acomodando una carpetas con papeles para firmar que le había acercado el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. Massa emergía entonces como un encantador de serpientes. Tenía acuerdos con los periodistas y una excelente relación con los factores de poder. Un tipo afable y seguro de sí mismo. Kirchner le decía a Cristina que la autonomía de Massa era perjudicial para el gobierno. Sus sospechas fueron confirmadas en 2011, cuando se filtraron y descalificaron los cables secretos de la Embajada de los Estados Unidos. "Kirchner no es un genio perverso. Sólo es un perverso", fue una de las frases de Massa consignadas en Argenleaks, el libro del periodista Santiago O'Donnell que recopila el capítulo argentino de aquella documentación diplomática. El último párrafo de la página 213, recuerda que "Massa describió sus doce meses en la Jefatura de Gabiente como un parto, que pasó luchando para manejarse con un primer marido controlador y una presidenta 'sumisa y distante (...) que estaría mucho mejor sin Néstor que con él'". La descripción la hizo ante la entonces embajadora Vilma Socorro Martínez a cuatro meses de haber dejado su cargo. Pero la aversión al gobierno también había quedado en evidencia mientras estaba en funciones. Los despachos reservados cuentan cómo el empresario inmobiliario Jorge O'Reilly, numerario del Opus Dei y uno de los históricos asesores del intendente de Tigre, ensayó desde su propia oficina de la Casa Rosada una furibunda crítica a la política de los Kirchner. Lo escuchaban azorados una delegación de inversores extranjeros y un diplomático estadounidense. Frente a ese cuadro de situación, es verosímil la versión del enojo de Cristina y Máximo Kirchner, como también la del silencio estratégico que adoptaron con el propósito de no alentar el nacimiento de un competidor interno, que logró forjar la imagen de un buen administrador gracias a un aceitado trabajo de marketing. Massa se tomó así su pequeña revancha personal: si en 2009 el gobierno forzó su candidatura ahora es él quien se lanza a la arena electoral contrariando el interés del kirchnerismo, en una apuesta que tiene como destino final las presidenciales de 2015. Los asesores de campaña le recomendaron evitar una confrontación directa y en sus contadas apariciones públicas nadie le preguntó por los cables diplomáticos, como si estos fueran resultado de los arrebatos de Julian Assange en una noche de sopor y no la prosa que la Embajada de EEUU recogió de boca del propio intendente. "No quiero pelear. No soy K ni anti K", es el caballito de batalla del candidato en esta travesía, en la que viene apelando a consignas vagas o de sentido común, como, por ejemplo, la lucha contra la inflación. Ni aún cruzando el Rubicón, con aquel posterior compromiso de asentar en una escribanía su prédica anti re-reeleccionista, logró disipar en el electorado las dudas sobre su rol opositor, probablemente por su no tan lejano paso por la ANSES y la Jefatura de Gabinete. Los números de los recientes sondeos, todos ellos bondadosos para Massa, obligaron a la Casa Rosada a salir del letargo. La reacción para desarticular la ambigüedad del intendente comenzó con los gurkas y de manera errática. Primó la idea del "rejunte" por la amplitud política que ciñe la lista del Frente Renovador massista, con exponentes del mundo empresario, del espectáculo, del periodismo, de la CGT y la CTA oficialista y opositora, de todas las ramas del PJ, de la UCR y también del macrismo. "La política no es para Roberto Carlos, acá no podés tener un millón de amigos", lo corrió Amado Boudou. El vicepresidente, de pasado liberal igual que Massa, no fue ingenioso: semanas antes la diputada Diana Conti utilizó la misma frase para maltratar a Daniel Scioli. Pero los tiempos son vertiginosos y hoy el gobernador se muestra más kirchnerista que La Cámpora. El speech del "rejunte" resultó endeble, además, porque nadie como este gobierno se nutrió de la transversalidad. Por eso la Casa Rosada revisó la estrategia y lanzó como slogan de campaña "en la vida hay que elegir", acaso más apropiado para marcar sus diferencias con Massa. Hubo, en simultáneo, un despliegue de carteles amarillos, sin firma pero de indudable autoría oficial, que asociaban a Massa con Macri. El jefe de Gobierno porteño terminó haciéndole un favor al kirchnerismo al admitir finalmente la sociedad política con el tigrense. Macri despegó así a su socio de Martín Insaurralde, el candidato oficial cuyo discurso desideologizado muchas veces se confunde con el de su competidor. En trajín de marcar diferencias, el gobierno no escatimó en recordar el excelente vínculo de Massa con Clarín (además de Massita, Kirchner lo llamaba Rendito, por el gerente del grupo Jorge Rendo) ni en asegurar que en materia de cloacas los habitantes de Tigre están en peores condiciones que los de Lomas de Zamora, los pagos del postulante kirchnerista. Sobre el tema, Massa no discute. Le cansa –y dice que a la gente le cansa– la discusión. Prefiere apostar. La última vez que lo hizo fue en 2009 y no le salió bien. Infonews

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