martes, 2 de julio de 2013

Colombia le abre las puertas a la OTAN El neoliberalismo nunca duerme

Sin instrumentos financieros, los acuerdos regionales se van limitando a las muy buenas reuniones de mandatarios. Por Eduardo Anguita Nadie puede desconocer los grandes cambios que vivió Colombia con la llegada de Juan Manuel Santos al frente del Ejecutivo hace casi tres años. Con Santos, América Latina pudo integrar a ese esquivo país a varias de las iniciativas de integración regional, básicamente su integración a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y también a las políticas de terminar con el aislamiento de Cuba del sistema interamericano desde la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). El diálogo abierto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desde hace siete meses en La Habana comenzó ayer, 1 de julio, formalmente. La pacificación de Colombia es una ambición compartida por la mayoría de las naciones de la región, habida cuenta de que toda la política antidrogas del Departamento de Estado y el Pentágono de Estados Unidos desde 1999 apuntó a consolidar las bases de ese país en Colombia y, además, no dieron ningún resultado, salvo la feroz represión consolidada por el ex presidente Álvaro Uribe. En estos años, Santos logró vínculos asiduos y de cooperación con el extinto Hugo Chávez, también con Cristina Kirchner, con José Mujica o con Evo Morales sin perder su afinidad ideológica con Sebastián Piñera. Este juego abierto de Santos siempre estuvo atento a ganar consensos sin dejar de mirar a Washington. El diálogo con las FARC avanzó en lo referente a la entrega de tierras para que los campesinos que viven bajo la influencia de la guerrilla puedan tener tierras. Santos advirtió en estos días que sin la entrega de las armas por parte de los insurgentes, "el diálogo de paz carece de sentido". No fueron pocos los intentos de pacificación que sirvieron en Colombia para que el Estado obtenga más información sobre la guerrilla para luego ser más eficaz en su exterminio. Sin un sistema de garantías y un cronograma pausado, las FARC no parecen dispuestas a ceder con tanta rapidez. El escenario da para ser cauto: Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) firmaron ayer un acuerdo de cooperación e intercambio de información. Se trata de la primera vez que la OTAN pone un pie legalmente sobre América Latina. Cabe recordar que las bases británicas en las Islas Malvinas son un claro antecedente de intrusión colonial en la región y no sólo en territorio argentino. El anuncio no podría ser más inquietante. Cuando las autoridades de la OTAN y las de Colombia firmaron el protocolo en Bruselas advirtieron que esto "no otorga rango de socio a Colombia, pero constituye un primer paso hacia una futura cooperación en el área de seguridad". Si hacía falta una confirmación de la ideología de este acuerdo, vale la pena destacar un párrafo del comunicado de Colombia, que remite a una fraseología propia de las doctrinas de seguridad nacional: "Lo que buscamos es aprender de la OTAN, pero también compartir con ellos nuestra experiencia de la lucha contra el narcotráfico, contra grupos terroristas y otros delitos que cometen las organizaciones del crimen organizado transnacional." Nada indica que las políticas de la OTAN vayan en otra dirección que no sea continuar en Afganistán o en Pakistán, territorios que estratégicamente colocan a ese poderoso conglomerado de poder político y militar a las puertas de China y cerca de Rusia. Las principales empresas multinacionales y los bancos más poderosos tienen una lógica de inversiones completamente relacionada con el respaldo que le puede brindar la OTAN. En ese sentido, Colombia juega a seguir con el diálogo en La Habana y, al mismo tiempo, ser una cabeza de playa para la OTAN. No es preciso ser un gran estratega para saber cuál de esas dos políticas tiene más peso. Ni bien conocido este acuerdo, se levantó polvareda en la región: Brasil, Ecuador, Nicaragua, Venezuela y Bolivia rechazaron este paso hacia la intromisión de la OTAN en América Latina. La Unasur tiene al peruano Ollanta Humala como presidente pro témpore. Su mandato expira justamente en estos días y todavía no hizo ninguna declaración. Tampoco se supo qué posición tendrá su Consejo de Defensa. No es fácil: Humala tiene, al igual que Colombia y Chile, una clara concepción favorable a los tratados de libre comercio impulsados tanto por Estados Unidos como por la Comunidad Económica Europea. Y el Consejo de Defensa de la Unasur no podrá tomar una posición única frente a esto porque, desde ya, se partiría de inmediato. La Unasur se prepara para un debate significativo para poner a prueba su fuerza: el 15 de agosto asume la presidencia de Paraguay el electo Horacio Cartés y ese país había sido suspendido del organismo regional hace exactamente un año cuando un golpe de Estado derrocaba a Fernando Lugo. No cabe duda de que la voz de Cartés acompañará al bloque de conservadores y neoliberales. EL FMI Y LA ALIANZA DEL PACÍFICO. Casi al unísono con el pacto con la OTAN, la semana pasada, el Fondo Monetario Internacional (FMI) firmó una línea de crédito "flexible" de 5840 millones de dólares al gobierno de Santos. "Colombia cuenta con marcos de política muy sólidos –dice el comunicado del FMI–, que comprenden un régimen de inflación objetivo, un tipo de cambio flexible, una eficaz supervisión y regulación del sector financiero y una política fiscal basada en una regla del balance estructural para el gobierno central." A su vez, las autoridades colombianas aclararon que estos fondos tienen carácter "precautorio". Es decir, no tienen objetivo fijo. Son una clara señal de volver a tomar deuda atada a las recetas del FMI. Estos anuncios del FMI se conocieron exactamente un mes después de la realización en Cali, Colombia, de la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico, un bloque que tiene como protagonistas a los mandatarios de Colombia, Chile y Perú al que se suma Enrique Peña Nieto, el presidente de México que asumió hace seis meses. Cabe recordar que ese país forma parte del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica –junto a Estados Unidos y Canadá– desde 1994. El presidente estadounidense Barack Obama estuvo hace dos meses en México precisamente para estimular los vínculos binacionales. Cabe recordar que Colombia fue anfitriona de la reunión de la CELAC en abril de 2012 y en pocas semanas, Santos firmaba con Estados Unidos una serie de convenios –con acuerdo parlamentario– destinados a formalizar tratados de libre comercio. La reciente reunión de Cali indica que los integrantes de la Alianza del Pacífico constituyen un bloque poderoso y que va en la dirección opuesta de las políticas de soberanía e integración para el desarrollo autónomo impulsadas en los últimos años por Hugo Chávez, Lula, Néstor Kirchner, Evo Morales y Rafael Correa. En paralelo a la reunión de Cali, se reunió el consejo de ministros del Banco del Sur en Caracas, dando un primer paso, muy tímido, después de siete años de anuncios sobre su creación. La idea del organismo es lograr aportes por 20 mil millones de dólares para financiar obras de infraestructura en el continente. Brasil, el socio económico más poderoso de la región, todavía no dio acuerdo parlamentario a la inclusión de ese país al Banco del Sur. Es evidente que sin instrumentos financieros, los acuerdos regionales se van limitando a las muy buenas reuniones de mandatarios. Sin instrumentación de proyectos, a lo sumo, se pueden lograr algunas medidas comerciales y arancelarias, pero que no permiten juntar fuerzas para quebrar la pavorosa desigualdad social que vive América Latina. ELECCIONES EN LA REGIÓN. En noviembre próximo habrá comicios presidenciales en Chile y Michelle Bachelet podrá ratificar su importante triunfo de las primarias del domingo 30 de junio. La salida de Piñera y la llegada de Bachelet es una buena noticia en varios sentidos, sobre todo en la confirmación de que las derechas latinoamericanas no tienen ninguna posibilidad de lograr adhesión electoral a sus planes de ajuste y exclusión. Sin embargo, cualquiera que conozca la política exterior de los socialistas chilenos y sus aliados, deberá reconocer que el librecambismo –o neoliberalismo– es parte sustantiva de sus concepciones. El saldo comercial favorable de Chile no sólo es por los buenos precios de los minerales sino también por el impulso a la exportación de vinos, frutas, pescado y mariscos y otros productos que están libres de aranceles y cuentan con líneas de financiamiento además de un dólar que los neoliberales llaman "competitivo". Uruguay tendrá recambio presidencial en octubre de 2014 y todo indica que Tabaré Vázquez tendrá la posibilidad de volver al gobierno. Vázquez, al igual que el actual vicepresidente Danilo Astori, representan el ala liberal del Frente Amplio. Brasil tendrá elecciones también en octubre de 2014 y esta situación de turbulencias pone una dura prueba al Partido de los Trabajadores, que logró grandes avances en una década, pero que se topa con un Estado diseñado para el afianzamiento de una poderosa burguesía industrial aliada aún a las tradicionales oligarquías rurales. ARGENTINA. Es difícil saber cuánto tienen presente este escenario los laboratorios de los diferentes sectores políticos argentinos de cara a las legislativas de octubre próximo. Aunque la situación regional no forme parte de los debates de campaña, podría decirse que las principales espadas opositoras de cara a las presidenciales de 2015 no tienen la convicción de fortalecer una América Latina integrada y determinada a defender políticas soberanas para profundizar el desarrollo y luchar por una distribución justa de la renta. Pese a los grandes esfuerzos por mejorar la distribución de la renta y fortalecer políticas universales como la Asignación Universal por Hijo, es indudable que la Argentina es muy dependiente de las divisas de la soja, tanto por mantener un saldo comercial favorable cuanto por la posibilidad de financiar la educación y los planes sociales. Cristina Fernández de Kirchner es una de las líderes latinoamericanas que está en la primera línea de avanzar en una integración al margen de los grandes poderosos del comercio y las finanzas a nivel global. Sin una integración regional que profundice esas políticas y que concrete herramientas operativas, habrá que considerar la posibilidad de escenarios donde las políticas neoliberales avancen, al menos por un tiempo. Pasaron siete años y medio del No al ALCA de Mar del Plata. El neoliberalismo pretende que eso quede como una noche en la historia. Los pueblos de la región, que vivieron la regresiva década del noventa, necesitan de una dirigencia que no ceda principios frente a este desafío y que haga todos los esfuerzos para avanzar en términos prácticos para mejorar la integración y avanzar contra la exclusión y la mala distribución del ingreso. Infonews

No hay comentarios:

Publicar un comentario