jueves, 13 de junio de 2013
Malvinas, Antártida y Atlántico Sur
Por Alejandro María Larriera (Universidad Nacional del Sur)
Es un lugar común en el estudio de la política internacional argentina respecto a las Islas Malvinas comenzar la historia contemporánea con el debate en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, y la Resolución 1514 de 1960, más conocida como el “Estatuto de la Descolonización”. De inmediato se llega a la hoy famosa Resolución 2065 de la Asamblea General de Naciones Unidas, claramente favorable a la Argentina y, en consecuencia, a América del Sur. Pero simultáneamente se silencian y ocultan en los ámbitos académicos los fundamentos de dichas resoluciones. En primer lugar, la actuación argentina en la última centuria y en especial la decisiva y terminante política argentina iniciada ni bien concluyó la II Gran Guerra del siglo pasado. En segundo lugar, la primera visión y propuesta geopolítica contemporánea argentina, que incluyó Malvinas, Antártida y Atlántico Sur y su vigoroso despliegue en innumerables acciones de la más diversa naturaleza.
La política argentina sobre el Atlántico Sur y el continente antártico comienza en el año 1946. Sus consecuencias sobre Malvinas
Antes de 1946, Argentina no tuvo una política internacional que considerara nuestras perspectivas, derechos y responsabilidades en relación a los gigantescos espacios del Atlántico Sur y la Antártida, abarcando a nuestras Islas Malvinas. Con toda claridad lo recordaba el Gral. J. D. Perón en su ya famosa conferencia del 11 de noviembre de 1953 en la Escuela Nacional de Guerra: “…En 1946, cuando yo me hice cargo del gobierno, la política internacional argentina no tenía ninguna definición. No encontramos allí ningún plan de acción, como no existía tampoco en los ministerios militares ni siquiera una remota hipótesis sobre la cual los militares pudieran basar sus planes de operaciones. Tampoco en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la política internacional que seguía la República Argentina, ni siquiera sobre la orientación, por lo menos, que regía, sus decisiones o designios. Vale decir que nosotros habíamos vivido, en política internacional, respondiendo a las medidas que tomaban los otros con referencia a nosotros, pero sin tener jamás una idea propia que nos pudiese conducir, por lo menos a los largo de los tiempos, con una dirección conforme y congruente. Nos dedicamos a tapar los agujeros que nos hacían las distintas medidas que tomasen los demás países. Nosotros no teníamos iniciativa”.
Lo que expresaba Perón significaba llanamente que no había en la Argentina una visión y comprensión global de su situación y por lo tanto de sus necesidades. No había perspectiva geopolítica y por lo tanto no podía haber política internacional propia. No existe ni ha existido en las relaciones internacionales un vacío geopolítico o una ausencia de propuesta geopolítica. Cuando una comunidad o estado no la ha tenido, es simplemente porque se ha adherido o cobijado en el avance geopolítico de una potencia o actor internacional mayor. Y esto que denuncia Perón reflejaba nada más y nada menos que la incorporación de la Argentina a los designios geopolíticos de Gran Bretaña, desde mucho tiempo atrás. Esta incorporación se realizó con tal vehemencia que vació completamente cualquier política de defensa y de proyección hacia los espacios vacíos de nuestro país.
Todo cambia en 1946.
El 28 de septiembre de 1945 el presidente estadounidense Harry Truman, un mes después de lanzar las bombas atómicas sobre Japón y obtener la rendición de este país, anuncia la Declaración Truman donde establece la soberanía sobre los recursos existentes en la plataforma continental de su país, en una manifestación de soberanía marítima sin precedentes para la época. Era la gran potencia mundial, única nuclear, que ampliaba fuertemente sus recursos marinos.
En consonancia con esa posición y rescatando la doctrina Storni de 1916, el presidente Perón dicta el Decreto Nacional 14.708 del 11 de octubre de 1946 donde declara “perteneciente a la soberanía de la Nación el mar epicontinental y el zócalo continental argentino“, siendo el segundo país del hemisferio en proclamarlo. Se evidenció ya aquí, siguiendo la mejor tradición doctrinaria marítima argentina, la importancia que se le comenzó a dar a la proyección hacia los espacios marinos del sur, las Malvinas y la Antártida. Fue una sorpresiva afirmación de poder marítimo, evidenciando una clara visión geopolítica de los inmensos espacios marítimos del sur. Tomando ese decreto nacional como símbolo de una gigantesca tarea de múltiples aspectos que se desarrollará en la década siguiente, dividiremos por razones metodológicas y de estudio, su estudio en cinco aspectos: 1) Elaboración de una concepción geopolítica global y regional; 2) Decisiones de tipo orgánico - normativas; 3) Decisiones operativas sobre el espacio geográfico; 4) Declaraciones y presencia internacional y 5) El indispensable componente emotivo y actitudinal.
1) Elaboración de una concepción geopolítica global y regional
Solía comentar Luis Alberto Herrera, líder del Partido Nacional Blanco de Uruguay, que Perón cuarenta y ocho horas después del éxito electoral del 24 de febrero de 1946 que lo llevó a la primera Presidencia, le envió un telegrama que finalizaba con esta frase “Hay que realizar el sueño de Bolívar. Hay que formar los Estados Unidos de Sudamérica”. Nada de lo que ocurrió después fue producto del azar. Perón llegó a la Presidencia con una visión de la situación mundial y del papel de la Argentina y de América del Sur en el mundo muy clara.
La conformación de un núcleo duro de aglutinación que pivoteara sobre el triángulo isósceles invertido de Argentina, Brasil y Chile impulsando una política de integración, apoyo y defensa común fue el eje de la primera política internacional explicitada y desarrollada por la Argentina en la época moderna. Todo ello enmarcado en un mundo polarizado por dos sistemas mundiales de dominación, que avanzaba aceleradamente hacia la superpoblación y superindustrialización. Anticipó con meridiana claridad, que las guerras del futuro serían económicas y despiadadas, por el control de los recursos naturales. Se desplegó entonces no solamente una activa política de integración regional, sobre la base del histórico ABC de 1910, que incluyó un sistema de Tratados de Complementación Económica e Industrialización de América del Sur, sino además una Doctrina de Defensa Nacional (DDN) inédita en nuestro país y en todo el continente con excepción de la gran potencia del norte. En conjunto significó, por primera vez en el espacio americano, la elaboración y puesta en marcha de una estrategia continental para el Atlántico Sur.
2) Decisiones de tipo orgánico - normativas
Ya en julio de 1946 la Cámara de Diputados de la Nación abordó por primera vez la cuestión Malvinas y aprobó por unanimidad un pedido al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que resolviera la cuestión de la soberanía sobre las Islas. Ese mismo año Gran Bretaña presenta a la ONU a las Malvinas como “territorio bajo administración británica”. La Argentina respondió presentando una reserva que se repetirá en años posteriores. Entre 1947 y 1963 la Argentina presentó 28 reservas. Desde el comienzo de la gestión presidencial hubo un cambio enérgico y sin precedentes con respecto a los reclamos argentinos sobre Malvinas y los restantes archipiélagos, como así también con la Antártida y espacios circundantes. El Congreso Nacional mantuvo activa la cuestión durante toda la gestión, generándose numerosos organismos gubernamentales, especializados en las nuevas perspectivas geopolíticas.
Por Decreto Nacional 17.040 del 9 de junio de 1948 fue creada la División Antártida y Malvinas bajo dependencia del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Su función era entender en todo lo relacionado con la defensa de los derechos jurídicos argentinos sobre la Antártida Argentina, las Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. El año anterior se había creado la Subcomisión Islas Malvinas e Islas Georgias del Sur. En abril de 1951, con fondos del Ministerio de Defensa recientemente creado, se inauguró el Instituto Antártico, fundamental en la futura acción científica, logística y formativa sobre el continente blanco.
Posteriormente, en septiembre de 1948 se dictó la ley nacional 12.234 que fue la primera ley de Defensa Nacional del país y que constituyó la pieza jurídica central del primer sistema institucional integrado de Defensa Nacional. Esta ley, increíblemente avanzada para la época, creó el CODENA (Consejo de Defensa Nacional) presidido por el Presidente de la Nación. El CODENA se componía de todos los ministros del Poder Ejecutivo nacional, lo que evidenciaba claramente la concepción global de la defensa nacional que involucraba todo el cuerpo social. Se le reservó entonces al CODENA la responsabilidad institucional máxima en la preparación y coordinación del esfuerzo nacional defensivo, en asistencia al Presidente de la Nación. Como afirma Marcelo F. Sain “todo ello convirtió a la ley 13.234 en una norma precursora en la materia tanto a nivel nacional como regional” (”La construcción de la Nación Argentina” Ministerio de Defensa, 2010, Buenos Aires) Esto se completó el 15 de julio de 1949 con la creación del Ministerio de Defensa mediante la ley 13.529, estableciendo la conducción político - institucional de las fuerzas armadas.
3) Decisiones operativas sobre el espacio geográfico
No resulta sencillo relatar la “avalancha” de acciones sobre el inmenso espacio geográfico del Atlántico Sur que comenzaron a realizarse a partir de 1946 y 1947. Fueron importantísimas las fundaciones de bases permanentes y no permanentes, por su tamaño, calidad y cantidad, como así también el crecimiento y modernización de la flota de mar, la adquisición de embarcaciones modernísimas para la época y de gran significación operativa. Esto resulta mas elocuente, teniendo en cuenta las dificultades técnicas de todo tipo para operar sobre la región hace más de 60 años y la competencia con el Reino Unido y E.E.U.U. sobre dichos espacios, potencias absolutamente dominantes para la época.
Durante muchísimo tiempo era normal en cualquier manual o texto de las Fuerzas Armadas Argentinas o del Ministerio de Defensa leer la importancia de la fundación del Destacamento Islas Orcadas en el año 1904, ejemplificado como el hito fundamental del avance hacia la inmensidad helada y a continuación un liviano relato atemporal sobre operaciones posteriores. En realidad, primeramente debemos aclarar que en marzo de 1903, la expedición escocesa de William S. Bruce construyó un refugio invernal denominado Ormond House. Al año siguiente fue transferido o donado a la Argentina como Observatorio de las Islas Orcadas, dependiente del Ministerio de Agricultura. De allí que el primer esfuerzo fundacional de nuestro país de instalaciones antárticas y de los espacios circundantes se realizó el 31 de marzo de 1947 con la creación de la Base Melchior, como destacamento naval en la Antártida y Decepción el 25 de enero de 1948, también de la Armada Argentina.
El Ejército Argentino se sumó a la campaña, creando la Base de Ejército General Belgrano el 18 de enero de 1950 con el objetivo de asegurar la presencia argentina en el Mar de Wedell y como punto de apoyo para una proyectada expedición al Polo Sur, consagrándose con la más austral del mundo, hasta la fundación poco después de la base estadounidense Amundsen- Scott. Poro después, la misma fuerza, estableció la muy importante Base Gral. San Martin el 21 de marzo de 1951. Esto significó además la creación del Comando Antártico en la misma fuerza, por el entonces Cnel. Hernán Pujato, uno de los grandes emprendedores en los dominios australes. El entonces Presidente Perón no dejó pasar la oportunidad para demostrar claramente la importancia que le adjudicaba a la primera expedición del ejército argentino y la dimensión de la base a crear, despidiendo personalmente con todo su gabinete en el puerto de Buenos Aires, el 12 de febrero de 1951 al grupo fundador. Poco después fue la Armada Argentina la que creó su propio grupo especializado, el Grupo Naval Antártico, comandado en su inicio por el Capitán de Fragata Rodolfo N. Panzarini y la Base Almirante Brown pocos días después, el 8 de abril de 1951. La Armada Argentina estableció la Base Esperanza el 31 de marzo de 1952 y el Ejército, otra con el mismo nombre, el 17 de diciembre de 1952. Esta operación implicó la construcción del Faro Esperanza y establecer en forma permanente la única población civil de la Antártida, aún en el presente, junto a la vecina chilena Las Estrellas.
Seguidamente se continuó con la Base Tte. Cámara el 1 de abril de 1953, el Destacamento Jubany el 21 de noviembre de ese año y la nueva Base Gral. Belgrano el 18 de enero de 1955. La mayoría de ellas no se encuentran en actividad hoy, por lo menos en forma permanente.
Entre 1950 y 1955 la Argentina batió varias veces sus propias marcas en la exploración y ocupación del territorio nacional antártico: por primera vez se atravesó en tierra el Círculo Polar Antártico, estableciendo además la base de experimentación científica más austral del mundo (8 de marzo de 1951). Por primera vez se atravesó íntegramente el Mar de Wedell, estableciendo una base, que por muchos años fue la más austral del mundo.
Por esta época se adquirió el primer rompehielos con el que contara la Patria, el Gral. San Martin, construido en Bremerhaven, Alemania en un plazo record de 9 meses y que resultó excelente, prestando servicios durante 25 años. A fines de 1947 una escuadra de la Armada Argentina inició maniobras en las aguas próximas a Malvinas, que incluyeron desembarcos de personal y equipamientos en varias islas del Atlántico Sur. Esta escuadra en enero de 1948 se constituyó en una verdadera flota, con más de 2.000 hombres embarcados, siendo el encuadramiento naval más importante que ha navegado las aguas al sur de Malvinas, hasta la expedición británica en la Guerra de Malvinas.
Estos desembarcos y actos de soberanía, significaron serios enfrentamientos con Gran Bretaña, llegando intercambio de fuego en la zona de Bahía Esperanza. Fue el 1ro. de febrero de 1952, cuando la guarnición argentina del Destacamento Naval Esperanza, a las órdenes del teniente de corbeta Isidoro Paradelo obligó a retirarse con fuego de ametralladora al personal británico del buque inglés John Biscoe.
La aviación naval cruzó por primera vez en diciembre de 1947 el Círculo Polar Antártico, hazaña que cumplió el almirante Gregorio Portillo y fue el Ejército Argentino en 1951 el que inició su presencia activa en la Antártida, con la expedición del entonces coronel Hernán Pujato, que abrió en Bahía Margarita, la primera base al sur del Círculo Polar Antártico.
En los años 1952 y 1953 se incorporó a la actividad antártica la Fuerza Aérea Argentina, que se había desarrollado fuertemente en los años anteriores, adquiriendo su plena autonomía como arma. En febrero de 1944 se había creado la Escuela Superior de Guerra Aérea, en 1945 la Fuerza Aérea Argentina y la Secretaria de Aeronáutica. Para 1949 la Fuerza Aérea Argentina era la más importante de Latinoamérica.
La odisea del Crucero ARA Gral. Belgrano
En el año 1951 el gobierno argentino adquirió dos cruceros modernos, botados a fines de 1938 y entrados en servicio en 1939, a los Estados Unidos: el Phoenix y el Boise.
El Phoenix, veterano sobreviviente del ataque japonés a Pearl Harbour en diciembre de 1941, rebautizado crucero “17 de octubre” junto con su gemelo rebautizado “9 de julio” fueron parte importante de la flota argentina, para esa época la más importante de Sudamérica.
Producido el golpe militar de septiembre de 1955, que derrocó al gobierno justicialista, 6 días después el crucero “Phoenix” fue nuevamente bautizado, ahora con el nombre de “ARA Gral. Belgrano”. Con ese nombre y casi 30 años después llegó a la Guerra de Malvinas.
4) Declaraciones y presencia internacional
El 3 de noviembre de 1947 la Argentina introdujo por primera vez en las Naciones Unidas, el debate sobre sus reclamos sobre las Islas Malvinas y sobre cual debería ser su verdadero nombre. En un párrafo de la presentación se afirmaba textualmente: “…La República Argentina no ha reconocido nunca la ocupación de referencia y ha protestado por el acto originario que la determinó (1833), cada vez que las circunstancias así lo permitieron. Tampoco reconoce los actos que cualquier otra potencia pueda realizar en otras islas antárticas, tales como Georgias del Sur, Sandwich del Sur, Orcadas del Sur, Shetlands del Sur, y en otras tierras polares continentales situadas dentro del Sector Antártico Argentino, pues esas islas y tierras pertenecen a la República Argentina por incuestionables derechos históricos, jurídicos y geográficos y por el ejercicio continuado de su soberanía, establecida por intermedio de la primera ocupación efectiva y constantemente”.
La creación del TIAR. Malvinas y la posición argentina
En el año 1947 se reunió en Petrópolis, Brasil, la conferencia americana para discutir y aprobar un tratado de defensa hemisférico que EE UU impulsaba fuertemente.
La delegación argentina estaba presidida por su ministro de RR EE Atilio Bramuglia, ministro muy respetado en su época y la estadounidense por el general George C. Marshall, el mismo que le dio el nombre al plan de asistencia en Europa. O sea, cada uno llevó lo mejor que tenia. La conferencia finalmente aprobó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
Como una réplica de la Primera Conferencia Panamericana en Washington de 1899, esta fue acaparada por el fuerte enfrentamiento entre Argentina y EE UU, funcionando muchas veces el resto de los países participantes como simples espectadores.
Argentina logró éxito en dos cuestiones muy importantes: las bases militares y la zona de seguridad. En el primer tema, EE UU pretendía que el mecanismo de defensa continental se activará ante cualquier ataque a territorio “americano” en cualquier parte del mundo. Considerando territorio americano, a todas sus bases diseminadas por el mundo, más las que pudiera construir en el futuro, el continente quedaría comprometido en una respuesta armada conjunta, ante cualquier conflicto en todo el orbe. En realidad, no le costó mucho a Argentina contar con el apoyo de la gran mayoría de países latinoamericanos ante la gravedad del compromiso que solicitaba EE UU.
El otro punto importante en cuestión, consistía en delimitar la extensión de la zona de seguridad o sea definir porque se entendía como continente americano a los fines de definir el espacio geográfico protegido. EE UU abogada por la masa continental contenida entre el estrecho de Behring en Alaska hasta el Cabo de Hornos. Argentina insistía en considerar parte de la zona de seguridad y por lo tanto del continente americano a las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur. Finalmente, luego de mucha discusión, Argentina logró el apoyo para esta postura, de allí que pudo invocar el funcionamiento del TIAR en 1982 ante el desembarco británico en Malvinas. Y allí también, este tratado mostró sus límites y murió.
Poco tiempo después, el 4 de marzo de 1948, e intentando tomar la iniciativa estratégica Perón impulsó y concretó un acuerdo con Chile de protección y defensa jurídica sobre la Antártida y espacios marinos australes, declarando ambas naciones que “en cuyos territorios se reconocen Chile y la República Argentina indiscutibles derechos de soberanía”. Ya estaba planteado y mostrado además como un pensamiento en marcha un acuerdo estratégico con el hermano país para desplegar un bloque de defensa de los espacios y recursos estratégicos del extremo sur. Esto ocurrió hace más de 60 años !! Como diría Luis H. Vignolo mucho después (Revista Nexo, nro. 3, 1984), se plasmaba la “geopolítica de la solidaridad”. ¡A qué distancia sideral se encuentra esta visión, de la esquizofrenia geopolítica de las juntas militares de los años 70 y 80!
5) El indispensable componente emotivo y actitudinal
Si bien es un lugar común afirmar que en la política internacional, lo emocional no debe primar sobre la razón, y el análisis inteligente y el cálculo prudente debe guiar cada acción, eso no significa que el estilo de una política exterior deba ser necesariamente frio. Una cuota interesante de emoción y sentimiento, y por qué no también de pasión, vigoriza la posición internacional de un país y le otorga un importante respaldo dentro de su propio pueblo. En este entendimiento en el año 1953 a su regreso de Santiago de Chile luego de un histórico acuerdo de integración con el hermano país hizo público un “Decálogo de Hermandad” obligatorio para todo argentino bien nacido. Allí compromete el “honor nacional” determinando en el artículo 10 que “los pueblos de Argentina y Chile son depositarios absolutos de esta alianza puesta bajo la protección de Dios…” reafirmando que en realidad no hay política internacional sustentable si no la asumen los pueblos como propia. Y en forma conmovedora le pide al pueblo argentino que “cada argentino debe saber que los pueblos de Chile y Argentina, son real y efectivamente pueblos hermanos” (art. 1)..” desde hoy los chilenos serán considerados compatriotas por todos los argentinos, y ésta debe ser una consigna de honor nacional” (art. 2) “cada argentino debe comprometerse a trabajar en su puesto por el acercamiento espiritual y material de los pueblos de Argentina y Chile” (art. 3), finalizando con una exhortación, que es además una rotunda definición geopolítica: “Cada argentino debe estar persuadido de que la vigencia y el desarrollo de esta unión asegurarán la grandeza de América y la felicidad de nuestros pueblos”.
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GB
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