domingo, 30 de junio de 2013
La política del diván Por Hernán Dearriba
El cierre de listas que el fin de semana pasado marcó el inicio del proceso electoral disparó la que podría ser una de las campañas más extrañas desde el regreso de la democracia. La conformación de las boletas de las distintas fuerzas amenaza con provocar un aluvión de consultas psiquiátricas de los electores, que tendrán serios problemas a la hora de encontrar un piso mínimo de coherencia entre los aspirantes de la oposición.
Por donde se mire en las listas opositoras hay una seria carencia de identidad. Es por eso que los candidatos acuñaron por estas horas la frase sobre la diversidad y el diálogo, como argumento para explicar saltos mortales de una fuerza a otra, verónicas inexplicables desde la derecha al progresismo y volteretas esquizofrénicas de la izquierda al liberalismo.
El intendente de Tigre, Sergio Massa, viró de buenas a primeras en la estrella de la elección para muchos sectores que no encontraban un candidato presentable desde la centroderecha. Mauricio Macri, que hasta hace pocas semanas era la esperanza blanca de la derecha, volvió a mostrar su perfil adolescente en la construcción de un espacio político, decidió no presentar listas en la provincia de Buenos Aires y confirmó así el carácter vecinalista del PRO. No tendría que sorprender esa decisión del alcalde viajero que ya bajó en 2011 su candidatura presidencial luego de enterarse que la distancia que lo separaba en intención de voto de Cristina Fernández se medía en leguas.
La confirmación de ese fracaso le dio un efímero aire a José Manuel de la Sota, en su enésimo intento por nacionalizar su imagen que no hace pie más allá de los límites territoriales cordobeses. Por eso, luego de la ratificación de que el gobernador Daniel Scioli se mantendría dentro del espacio oficialista, todas las miradas se posaron en el Frente Renovador.
El más afectado, al menos a juzgar por la virulencia de las críticas, fue Francisco de Narváez que teme perder a manos del alcalde tigrense, una parte sustantiva de sus votantes. Pero Massa enfrenta un problema fundacional: unificar el discurso político de una lista de candidatos que tiene la heterogeneidad de la legión extranjera.
Bajo el mismo techo conviven la periodista Mirta Tundis, que esta semana dio a conocer su pertenencia socialista, pero celebró la incorporación del PRO al Frente Renovador; y el vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio de Mendiguren, que justificó su presencia en la fuerza de Massa argumentando que era el único espacio que le había ofrecido la oportunidad de llegar al Congreso con un mensaje industrial. También aparece el actor Fabián Gianola que enfrentó serias dificultades a la hora de conjugar un discurso político; y las candidaturas testimoniales de un puñado de intendentes de la provincia. Hay en esa nómina un tinte noventista, que puede encontrarse también en el frustrado armado del PRO con Miguel del Sel en Santa Fe o la aventura de Alfredo de Angeli en Entre Ríos.
Massa arranca desde un piso de consideración alto, y los primeros sondeos lo dan liderando la intención de voto en el distrito. Pero habrá de recorrer un largo trecho. El intendente de Tigre se propone como una alternativa crítica al kirchnerismo, pero lejos de la oposición cerrada del resto de las fuerzas políticas y por eso esquiva las definiciones sobre los temas centrales, lo que profundiza la crisis de identidad de Frente Renovador. ¿Es una lista del oficialismo, de la oposición? El segundo en la nómina de candidatos, Darío Giustozzi, se había inscripto apenas unas horas antes del cierre de las listas para competir dentro del Frente para la Victoria. Con el plazo vencido mostró sus críticas al gobierno.
La lista de Massa no es la única desconcertante. Elisa Carrió disputará las internas en la Ciudad de Buenos Aires dentro de UNEN, la agrupación que reúne a la UCR, la Coalición Cívica, Proyecto Sur y el GEN. Lilita fue uno de los referentes de la oposición en aquellas jornadas de máxima tensión política por la Resolución 125 en 2009. Ahora enfrentará en las primarias dentro de la misma fuerza política a Martín Lousteau, el ex ministro de Economía que diseñó el programa de las retenciones móviles. La campaña de las PASO tal vez sirva como terreno fértil para debatir aquellas viejas diferencias.
El líder de Camioneros, Hugo Moyano, se transformó el domingo pasado en candidato testimonial a diputado por la lista de Francisco de Narváez. El "Colorado" pronosticó en varias oportunidades que Moyano terminaría tras las rejas, mientras que el camionero no ahorraba críticas a la figura del diputado. El mismo esquema se replica en la lista que comparten Victoria Donda y Alfonso Prat-Gay. Y para qué reparar en la sucesión ininterrumpida de loops que practica en cada elección Patricia Bullrich, que ahora integrará la boleta del PRO en la Ciudad. Toca a la ciencia definir si hay allí un caso de trastorno de personalidades múltiples.
En el fondo, esas mutaciones de los políticos profesionales –que cada vez más se parecen a jugadores de fútbol que cambian de equipo a la búsqueda del mejor contrato– marcan la profunda destrucción del sistema de partidos políticos que dejó la crisis de 2001. Las listas se construyen a partir de una acumulación de figuras, la mayoría de ellas que busca renovar sus bancas, sin sustento de militancia en el territorio y presentadas en los estudios de televisión.
El proyecto coincidente pasa por evitar una reforma de la Constitución que podría abrir la puerta a un tercer mandato de Cristina Fernández. No deja de sorprender que la presidenta afirme en público, y en cada oportunidad que tiene, que no pretende modificar el texto constitucional para conseguir cuatro años más en la Rosada, mientras la oposición construya su plataforma electoral sobre la base del rechazo a ese proyecto.
La contracara a ese panorama se ve en las listas del Frente para la Victoria. La presidenta diseñó las nóminas de postulantes sobre la base del respaldo irrestricto a su proyecto político y también la coherencia ideológica. Hubo espacio para los intendentes y no se cumplieron los vaticinios que anticipaban listas plagadas de jóvenes camporistas desplazando a los referentes del peronismo. Ayer, la presidenta fue clara en su mensaje en La Paternal cuando afirmó que los integrantes del Frente para la Victoria nunca tuvieron que disfrazarse de nada para ganar una elección. El mensaje también puede interpretarse como una comparación entre las volteretas de los candidatos actuales con aquella promesa del salariazo y la revolución productiva que depositó a Carlos Menem en la Rosada. Varios años después el riojano reconoció entre risas que si daba a conocer sus intenciones en la campaña jamás ganaría la elección.
El mismo gesto de coherencia debe ponderarse en la figura del gobernador Daniel Scioli que decidió no sacar los pies del plato. Para algunos, el mandatario bonaerense tomó la decisión desde el convencimiento de que romper con el oficialismo hoy no le deparaba ningún rédito político con dos años y medio de gestión en el desierto por delante, pero otros argumentan que nunca estuvo en sus planes saltar el cerco, por lo que lo único novedoso en su decisión es que no hubo ninguna novedad. Después de aquel paso, Scioli volvió ayer a recibir señales de respaldo de parte de Cristina en el microestario de Argentinos Juniors.
El acto fue compacto, mostró un amplio respaldo de los gobernadores y sectores sindicales a los candidatos de la presidenta y fue además la confirmación de que Cristina Fernández será la cara del oficialismo en la campaña para conseguir el objetivo político de prolongar por otros diez años ese modelo político. La presidenta ratificó el rumbo de su gobierno para los dos años de mandato que le quedan y señaló que la fuerza que conduce estará siempre del lado de los trabajadores. Podrá ganar o perder pero el mensaje es bastante claro. Para ver qué pasa en la oposición hará falta un viajecito al diván.
30/06/13 Tiempo Argentino
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