viernes, 28 de junio de 2013
Costos de no pertenecer a la familia judicial Por Demetrio Iramain
El sindicato de trabajadores judiciales cumplió un triste papel mientras el Congreso de la Nación debatía las leyes de democratización.
La corporación judicial ganó por puntos de dudosa legitimidad. Su triunfo por penales tiene un costo elevadísimo. No tanto para el juez Recondo y Cía., quienes se anotaron un poroto con el fallo cortesano y sobrevivirán políticamente hasta el segundo tiempo, sino mucho más para la hegemonía disimulada de "progre" que Lorenzetti construyó trabajosamente en el Máximo Tribunal.
El fallo a lo Lorenzetti tiene menos suspenso y carga dramática que el voto no positivo de Julio Cobos. La resolución es igualmente reñida con la democracia, pero menos flagrante. No se trata de un mérito de la Corte, sino del tiempo político y sociohistórico que vivimos los argentinos desde aquel voto no positivo: cuando las cosas se ponen claras, un dictamen semejante sorprende menos. La sentencia de la Corte, como cabeza del Poder Judicial, dándose razón a sí misma, es tan forzada como salir campeón en un escritorio de la AFA.
Lorenzetti volvió a mostrarse enérgico ante el pueblo, y prescindente ante el escenario más dramático de la democracia: las corporaciones que insisten en querer cogobernar. Si algún día la cosa se pusiera paraguaya u hondureña, ya todos sabemos de qué lado ha de situarse la Corte. A partir de ahora serán muchos más quienes desconfíen del cuidado interés del juez de Rafaela por los jubilados y el pueblo qom.
El Tribunal renovado en 2003 expresa así su techo, lo estrecho de sus límites y lo férreos que terminaron siendo los compromisos que la atan con pernos oxidados a lo más rancio de la juricatura argentina. Con la honrosa excepción de Raúl Eugenio Zaffaroni, el fallo corrió al Poder Judicial un paso más afuera de la historia. El pueblo sigue.
La Corte no demostró tener razón, sino, apenas, tener poder. Por ahora a la derecha le alcanza. Pero sabe que con el tiempo será insuficiente. La grieta abierta en la comunidad judicial es ostensible. Y tenderá a profundizarse. La resolución fue el último gesto de prepotencia, autoridad y autoprotección de una casta en retroceso, de un sistema en crisis terminal, y que como tal asume su rostro más peligroso cuanto más en retirada se encuentra. Ejemplo: la purga ordenada por Julio Piumato al interior del gremio que todavía conduce, la UEJN.
Se sabe: el sindicato de trabajadores judiciales cumplió un triste papel mientras el Congreso de la Nación debatía las leyes de democratización. Como los jueces no podían clausurar Tribunales, ni adelantar su opinión sobre lo que estaba en juego (precisamente, para poder hacerlo en las demandas sobre constitucionalidad de la reforma), fue Piumato quien puso a su disposición las facultades legales del gremio para llamar a "paro nacional" durante diez jornadas en menos de un mes y cerrar ad hoc la justicia. La carta de la Corte a Cristina reclamándole el manejo de los fondos del Poder Judicial para que la actividad no se vea paralizada en los juzgados, incluía un delicado apriete: el paro de Piumato.
Desde luego, el brutal giro ideológico de la UEJN trajo consecuencias en su interior. Un creciente número de trabajadores alzó fuerte la voz para denunciar que las huelgas en rechazo a la reforma eran en verdad un lock-out de los magistrados, sus empleadores.
Una vez concretado el fallo de la Corte, Piumato cumple su parte en el acuerdo tácito con la corporación: mientras se les suspenden contratos a los trabajadores que participaron de Justicia Legítima, como María Gabriela Ratti, del área de Notificaciones, la Comisión Directiva de la UEJN expulsa de su seno a los dos únicos miembros de la conducción nacional que hasta ahora se animaron a levantar la cabeza y cuestionar al secretario general, Carlos Minella y Víctor Hugo Dellarosa. Paradojas de un precandidato a diputado por el ala sindical de la derecha peronista: su primer acto de campaña es la expulsión de disidentes gremiales.
La parodia de "congreso extraordinario" que hoy viernes va a refrendar la decisión tomada por Piumato constituye un compendio de las manías de la vieja burocracia sindical. En vez de realizarse en las cómodas instalaciones del hotel propio del gremio, el Congreso se hará en el salón Felipe Vallese de la CGT. El escenario es el mensaje: qué difícil será para los congresales que no estén dispuestos a acompañar la maniobra alzar su mano y su voz para denunciarla ante la celosa mirada de los normales habitués del edificio de la calle Azopardo. Camioneros, por ejemplo.
Por supuesto, la irregular convocatoria no ahorró la delicadeza de exceptuar de la correspondiente notificación formal a los congresales que Piumato considera de riesgo. Nunca pasó que los representantes que deseen asistir a una asamblea extraordinaria –varios de los cuales se enterarán de su realización al leer esta nota– deban pasar previamente por las oficinas de la UEJN a obtener su acreditación. Como suele hacer cuando quiere que no todo el mundo se entere, Piumato no mandó a promocionar el "congreso" en las carteleras de los edificios de Tribunales. Como un heredero que quiere cobrar sin más trámite una sucesión, el único llamado público lo hizo a través de un aviso en el porteño diario La Prensa, tan centenario como desconocido entre la militancia judicial. Naturalmente, les será muy difícil enterarse y concurrir a los opositores que trabajen en dependencias judiciales del interior del país, alejadísimas de Buenos Aires. ¿Cómo harán los congresales de Resistencia o Tucumán para solicitarle al juez la licencia gremial tan sólo un día antes de la asamblea? ¿Cómo viajar a Buenos Aires el último día hábil del mes, antes de cobrar el sueldo, sin haber percibido todavía el aguinaldo, sin el pasaje y la estadía pagos por el gremio, como solía ocurrir en la UEJN?
Las disidencias en el gremio crecen, las desobediencias se multiplican; Piumato teme perder a manos de quienes hoy ningunea y/o expulsa la conducción de un gremio que dirige desde hace un cuarto de siglo. Sabe que la democratización de la justicia, y también de las organizaciones de trabajadores, son sólo cuestión de tiempo. Está visto: contra el viento de la historia no alcanzan las polleras de una corporación a la que entró tarde y por la puerta que sale al patio.
28/06/13 Infonews
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