viernes, 21 de junio de 2013

II. LAS ÁREAS MALDITAS

El año pasado, en Barcelona, en un bello y dolorido discurso, dijo Tomás Borge: 'Colón adivinó América, pero Europa no la ha descubierto todavía'. Tomás Borge, fundador del Frente Sandinista y dirigente de la revolución nicaragüense, había llegado a España pocos días antes. Habla llegado para denunciar al gigante matón que acosa a su pequeño país, pero desde que llegó no pudo hacer más que defenderse. No bien salió del avión, la tormenta se le vino encima: los diarios, radios y canales de España hablan amanecido pregonando que Nicaragua tenla la culpa del terrorismo en el País Vasco. Nadie habla exhibido, ni exhibirla jamás, ninguna prueba; pero las fuentes bien informadas sabían que Nicaragua entrenaba y amparaba a los terroristas de la ETA. ¿Tema para Freud? No era sorprendente que se hubiera fabricado el mamarrachesco cuento de la ETA para consumo español, ni que los medios de comunicación más reaccionarios lo hubieran difundido con entusiasmo. Pero, en cambio, resultaba asombrosamente revelador y doloroso que muchos medios democráticos y progresistas hubieran prestado amplio eco a semejante cochinada. ¿Por qué la Madre Patria no es la más solidaria a la hora de celebrar la transformación de sus hijas más desdichadas? Llama la atención la actitud voluble, y a veces intolerante y arbitraría, de muchos políticos e intelectuales democráticos de España, y de Europa en general, en relación con los procesos revolucionarios latinoamericanos. El caso de España es el que más duele, por razones que la razón conoce y que mejor conocen las entrañas; y porque la historia común implica, al fin y al cabo, una responsabilidad compartida. Por no dar más que un ejemplo, podríamos citar los problemas que tuvieron los homosexuales en Cuba, tema predilecto de la prensa española. La homosexualidad era libre, en tiempos precolombinos, en toda la región del,.mar Caribe; y no es una locura suponer que los prejuicios de los cubanos ante la homosexualidad no provienen de los asesores soviéticos, sino de los conquistadores que en los albores del siglo XVI arrojaban indios homosexuales a los perros carniceros. Del mismo modo se podría subrayar el hecho obvio de que la pobreza y la violencia de muchos paises hispanoamericanos no forman parte de su naturaleza exótica, sino que ]hunden sus raíces en la historia: se remontan a los tiempos en que la América colonial fue puesta al servicio de la acumulación de capitales en Europa. El respeto a la diferencia Tampoco contribuye al necesario descubrimiento de América la aplicación facilonga de etiquetas europeas a procesos que se desarrollan en realidades diferentes. La realidad latinoamericana es otra realidad. España es una de sus madres históricas y culturales, fundamental para quienes hablamos la lengua castellana, pero no es la única madre; y desde España, desde Europa, no siempre resulta posible hacerse una idea cabal de las trágicas urgencias que nuestras tierras están viviendo. ¿Solamente copias, solamente ecos genera América Latina? Eso parecen creer quienes reducen al peronismo a un fascismo con ritmo de tango y quienes descalifican a la revolución cubana como mero estalinismo con palmeras. Y ya los espectadores de la historia, siempre dispuestos a sentirse por ella traicionados, hablan de Nicaragua como si Nicaragua fuera no más que la última bailarina incorporada al vasto elenco del Bolshoi. Nicaragua, pobrísimo país, quiere nacer. Y un imperio mucho más poderoso que aquel de Carlos V quiere impedir, a sangre y fuego, que Nicaragua nazca. Y quiere obligarla a convertirse en un cuartel, un cuartel de hambrientos, para que el mundo confirme que los paises pobres sólo son capaces de cambiar una dictadura por otra. En ese pedacito de la vasta comunidad de habla española se está dilucidando, pues, una cuestión esencial: ¿Es la democracia un lujo solamente posible para los paises ricos? ¿Es la democracia una parte del botín que esos paises ricos arrancan a través de la estructura internacional de la piratería? ¿Come miseria la democracia? Los paises latinoamericanos, que integran los suburbios del sistema capitalista, están en el área maldita. El veto de los poderosos de adentro y de afuera actúa para impedir los muy hondos cambios imprescindibles para que la democracia no sea una frágil máscara sino un rostro de verdad. En cambio España, que es parte de Europa, demorada Europa pero Europa al fin, y que ha alcanzado un nivel bastante alto de desarrollo capitalista, no está estrangulada por el mercado internacional ni está sitiada por los banqueros acreedores. En estas últimos años se ha consolidado en España un proceso democrático de amplio consenso nacional, y que ya parece a salvo de cuartelazos, dentro de una economía capitalista de mercado. libre. Mucho nos estimula este proceso. Pero, aunque quisiéramos copiarlo, no podríamos.

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