El presidente ucraniano acusó a Rusia de mantener 9000 soldados dentro del territorio ucraniano y de impulsar la ofensiva rebelde en el este del país. Pero el canciller ruso dijo que la culpa es de la intransigencia del gobierno ucraniano.
Los tanques vuelven a rodar por la volátil zona de Donbás, en el este de Ucrania. Decenas de personas murieron en las últimas horas cerca de la ciudad de Marinka, al oeste de Donetsk. Los enfrentamientos, de cuyo inicio se acusan ambas partes, son los más sangrientos desde el arranque de la tregua acordada hace cuatro meses en Minsk, Bielorrusia. “Estuvimos en el sótano todo el día de ayer”, dijo Svetlana Mokraya, de 49 años, vecina de Marinka, que pudo refugiarse en la localidad vecina de Gueoguivka con la ayuda de una ambulancia. Los rebeldes trataron de “encontrar puntos débiles pero repelimos el ataque. Regresaron a Donetsk”, dijo Serguei, un soldado ucraniano de 30 años.
Mientras Kiev responsabilizó a los rebeldes de interrumpir el alto el fuego, Moscú responsabilizó al gobierno ucraniano. “Los terroristas dañaron brutalmente el acuerdo de Minsk”, afirmó el ministro ucraniano de Exteriores, Pavel Klimkin, según el cual los soldados ucranianos “no cedieron ni un centímetro de terreno”. La réplica de Serguei Lavrov, el ministro de Exteriores ruso, no se hizo esperar: “Los acuerdos de Minsk se encuentran bajo una amenaza constante de ruptura por la actuación de las autoridades de Kiev, que intentan obviar su obligación para establecer un diálogo directo con Donbás”. Por su parte el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, confirmó la gravedad de la situación. “Lo que hemos observado estas últimas 24 horas en Ucrania es un recordatorio que muestra que la tregua es muy frágil”, declaró .
El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, justificó ayer la mayor ofensiva militar desde hace meses como acto de defensa frente a los separatistas prorrusos. “Existe la amenaza colosal de que se reanuden las acciones militares a gran escala por parte de los grupos terroristas rusos”, dijo. “El ejército ucraniano debe estar preparado para una nueva ofensiva por parte del enemigo. Catorce batallones tácticos rusos, integrados por más de 9000 efectivos, permanecen en territorio de Ucrania”, denunció. Los rebeldes amenazaron una y otra vez con ampliar su zona de influencia en Donbás, pero ese intento fue derrotado, anunció el gobierno de Kiev, orgulloso. Con el telón de fondo de esta escalada de violencia, Poroshenko anunció ayer un nuevo aumento del presupuesto militar del país. “El peligro de fuertes combates en Donbás persiste”, afirmó el presidente en su discurso sobre el Estado de la Nación. Ahora hay 50.000 soldados desplegados en la zona y Poroshenko quiere aumentar el número de efectivos de las fuerzas armadas hasta 250.000 antes de finales de año. Poroshenko preparó a la población de su país para tiempos difíciles y advirtió que persiste la amenaza de un ataque por parte de Rusia en cualquier momento.
Con miras a los enfrentamientos armados en el este, el Parlamento de Ucrania aprobó ayer una ley que autoriza el despliegue de tropas internacionales en el país. Sin embargo, tal misión requiere de un mandato de la Unión Europea (UE) o Naciones Unidas. El gobierno de Poroshenko ha solicitado varias veces a la UE y al Consejo de Seguridad de la ONU el envío de soldados para que sean desplegados, por ejemplo, a lo largo de la frontera con Rusia en la región separatista. Sin embargo, la comunidad internacional está dividida sobre las perspectivas de éxito de tal misión.
La UE y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) se mostraron ayer preocupadas por el recrudecimiento de los combates. Se trata de la violación más grave de la tregua registrada hasta el momento, aseguró la responsable de Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, que advirtió sobre una nueva espiral de violencia. La diplomática italiana responsabilizó de forma indirecta a los separatistas prorrusos de estos últimos combates, por haber trasladado grandes cantidades de armamento pesado hacia el frente. Los observadores de la OSCE constataron ayer que los separatistas prorrusos desplegaron artillería pesada hacia la denominada “línea de contacto”, en contra de lo acordado en el último alto el fuego, en el que las partes se comprometieron a retirar el armamento pesado al menos a 50 kilómetros de la línea del frente. La noche del martes se detectó el movimiento de una decena de tanques y otros vehículos armados desde la ciudad de Donetsk, antes de que se desataran fuertes combates en torno de la ciudad de Marinka, informó la OSCE.
A su vez, el asesor asistente de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Ben Rhodes, dijo que la prioridad de Washington para la cumbre del G-7 de principios de la semana que viene es el mantenimiento de las sanciones contra Rusia, país al que Estados Unidos acusa de apoyar a las fuerzas rebeldes. “Creo que lo más urgente es centrarse en el mantenimiento de la unidad sobre las sanciones, que tienen repercusiones significativas sobre la economía rusa”, dijo Rhodes. “El mensaje tiene que ser que la presión no cesará a menos que veamos” una solución diplomática, afirmó.
Por su parte, Poroshenko defendió el uso de artillería pesada y explicó que el ejército repelió “de forma adecuada” el ataque de los rebeldes en Marinka. Durante su discurso ante la Nación, Poroshenko responsabilizó a Rusia de la escalada de violencia. “La zona de Donbás habría olvidado la guerra como si de un mal sueño se tratase si Moscú quisiera la paz tanto como Kiev”, advirtió el presidente ucraniano. Según Poroshenko, en la zona luchan en la actualidad 14 grupos de combate rusos con más de 9000 soldados apoyando a los rebeldes.
Moscú lo niega y acusa a Kiev de poner en peligro el plan de paz. El Ministerio de Exteriores de Rusia y el Kremlin culparon a Kiev del repunte de la violencia. El gobierno ucraniano quiere presentar a Rusia como agresor ante la cumbre del G-7 y la que la UE celebrará a finales de mes, apuntan desde Moscú. Según el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, es el ejército ucraniano el que desestabiliza conscientemente y provoca tensiones. Rusia teme que ante estos nuevos enfrentamientos, Occidente prolongue o endurezca las sanciones impuestas a Moscú por el conflicto ucraniano.
El gobierno de Kiev afirma que en los combates por Marinka murieron 80 separatistas y fueron heridos un centenar. Pero el líder separatista Eduard Bassurin, dice que en los combates murieron 16 rebeldes y resultaron heridos otros 90. “La situación en la República Popular de Donetsk se agravó mucho”, afirmó. Según Bassurin, los rebeldes quieren mantener el alto el fuego y no hay planes para volver a desplegar armamento pesado en el frente.
En tanto, los analistas ucranianos creen que todavía está por verse si se trata sólo de un test militar o de un verdadero regreso de fuertes combates. En Kiev está muy extendida la opinión de que la zona controlada hasta ahora por los separatistas es demasiado pequeña como para poder sobrevivir como territorio independiente.
El politólogo Kost Bondarenko cree que el actual episodio de violencia es más bien una prueba de fuerza de las partes en conflicto, que quieren fortalecer sus posiciones en las negociaciones del proceso de paz. Este experto está convencido de que nadie iniciará un gran ataque. “Ninguna de las partes quiere ser culpable del fracaso de la tregua”, apunta.
Pero muchos analistas creen que el proceso de paz está desde hace tiempo en un callejón sin salida del que sólo puede salirse con nuevos combates.
“Existe el temor fundado en que vuelva a caerse en una escalada militar”, dijo Steinmeier, el canciller ucraniano, quien defiende la validez del documento firmado hace cuatro meses en Minsk, a pesar del evidente fracaso del alto el fuego. “Hoy por hoy no tenemos otro instrumento”, señaló.
05/06/15 Página|12
Los tanques vuelven a rodar por la volátil zona de Donbás, en el este de Ucrania. Decenas de personas murieron en las últimas horas cerca de la ciudad de Marinka, al oeste de Donetsk. Los enfrentamientos, de cuyo inicio se acusan ambas partes, son los más sangrientos desde el arranque de la tregua acordada hace cuatro meses en Minsk, Bielorrusia. “Estuvimos en el sótano todo el día de ayer”, dijo Svetlana Mokraya, de 49 años, vecina de Marinka, que pudo refugiarse en la localidad vecina de Gueoguivka con la ayuda de una ambulancia. Los rebeldes trataron de “encontrar puntos débiles pero repelimos el ataque. Regresaron a Donetsk”, dijo Serguei, un soldado ucraniano de 30 años.
Mientras Kiev responsabilizó a los rebeldes de interrumpir el alto el fuego, Moscú responsabilizó al gobierno ucraniano. “Los terroristas dañaron brutalmente el acuerdo de Minsk”, afirmó el ministro ucraniano de Exteriores, Pavel Klimkin, según el cual los soldados ucranianos “no cedieron ni un centímetro de terreno”. La réplica de Serguei Lavrov, el ministro de Exteriores ruso, no se hizo esperar: “Los acuerdos de Minsk se encuentran bajo una amenaza constante de ruptura por la actuación de las autoridades de Kiev, que intentan obviar su obligación para establecer un diálogo directo con Donbás”. Por su parte el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, confirmó la gravedad de la situación. “Lo que hemos observado estas últimas 24 horas en Ucrania es un recordatorio que muestra que la tregua es muy frágil”, declaró .
El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, justificó ayer la mayor ofensiva militar desde hace meses como acto de defensa frente a los separatistas prorrusos. “Existe la amenaza colosal de que se reanuden las acciones militares a gran escala por parte de los grupos terroristas rusos”, dijo. “El ejército ucraniano debe estar preparado para una nueva ofensiva por parte del enemigo. Catorce batallones tácticos rusos, integrados por más de 9000 efectivos, permanecen en territorio de Ucrania”, denunció. Los rebeldes amenazaron una y otra vez con ampliar su zona de influencia en Donbás, pero ese intento fue derrotado, anunció el gobierno de Kiev, orgulloso. Con el telón de fondo de esta escalada de violencia, Poroshenko anunció ayer un nuevo aumento del presupuesto militar del país. “El peligro de fuertes combates en Donbás persiste”, afirmó el presidente en su discurso sobre el Estado de la Nación. Ahora hay 50.000 soldados desplegados en la zona y Poroshenko quiere aumentar el número de efectivos de las fuerzas armadas hasta 250.000 antes de finales de año. Poroshenko preparó a la población de su país para tiempos difíciles y advirtió que persiste la amenaza de un ataque por parte de Rusia en cualquier momento.
Con miras a los enfrentamientos armados en el este, el Parlamento de Ucrania aprobó ayer una ley que autoriza el despliegue de tropas internacionales en el país. Sin embargo, tal misión requiere de un mandato de la Unión Europea (UE) o Naciones Unidas. El gobierno de Poroshenko ha solicitado varias veces a la UE y al Consejo de Seguridad de la ONU el envío de soldados para que sean desplegados, por ejemplo, a lo largo de la frontera con Rusia en la región separatista. Sin embargo, la comunidad internacional está dividida sobre las perspectivas de éxito de tal misión.
La UE y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) se mostraron ayer preocupadas por el recrudecimiento de los combates. Se trata de la violación más grave de la tregua registrada hasta el momento, aseguró la responsable de Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, que advirtió sobre una nueva espiral de violencia. La diplomática italiana responsabilizó de forma indirecta a los separatistas prorrusos de estos últimos combates, por haber trasladado grandes cantidades de armamento pesado hacia el frente. Los observadores de la OSCE constataron ayer que los separatistas prorrusos desplegaron artillería pesada hacia la denominada “línea de contacto”, en contra de lo acordado en el último alto el fuego, en el que las partes se comprometieron a retirar el armamento pesado al menos a 50 kilómetros de la línea del frente. La noche del martes se detectó el movimiento de una decena de tanques y otros vehículos armados desde la ciudad de Donetsk, antes de que se desataran fuertes combates en torno de la ciudad de Marinka, informó la OSCE.
A su vez, el asesor asistente de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Ben Rhodes, dijo que la prioridad de Washington para la cumbre del G-7 de principios de la semana que viene es el mantenimiento de las sanciones contra Rusia, país al que Estados Unidos acusa de apoyar a las fuerzas rebeldes. “Creo que lo más urgente es centrarse en el mantenimiento de la unidad sobre las sanciones, que tienen repercusiones significativas sobre la economía rusa”, dijo Rhodes. “El mensaje tiene que ser que la presión no cesará a menos que veamos” una solución diplomática, afirmó.
Por su parte, Poroshenko defendió el uso de artillería pesada y explicó que el ejército repelió “de forma adecuada” el ataque de los rebeldes en Marinka. Durante su discurso ante la Nación, Poroshenko responsabilizó a Rusia de la escalada de violencia. “La zona de Donbás habría olvidado la guerra como si de un mal sueño se tratase si Moscú quisiera la paz tanto como Kiev”, advirtió el presidente ucraniano. Según Poroshenko, en la zona luchan en la actualidad 14 grupos de combate rusos con más de 9000 soldados apoyando a los rebeldes.
Moscú lo niega y acusa a Kiev de poner en peligro el plan de paz. El Ministerio de Exteriores de Rusia y el Kremlin culparon a Kiev del repunte de la violencia. El gobierno ucraniano quiere presentar a Rusia como agresor ante la cumbre del G-7 y la que la UE celebrará a finales de mes, apuntan desde Moscú. Según el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, es el ejército ucraniano el que desestabiliza conscientemente y provoca tensiones. Rusia teme que ante estos nuevos enfrentamientos, Occidente prolongue o endurezca las sanciones impuestas a Moscú por el conflicto ucraniano.
El gobierno de Kiev afirma que en los combates por Marinka murieron 80 separatistas y fueron heridos un centenar. Pero el líder separatista Eduard Bassurin, dice que en los combates murieron 16 rebeldes y resultaron heridos otros 90. “La situación en la República Popular de Donetsk se agravó mucho”, afirmó. Según Bassurin, los rebeldes quieren mantener el alto el fuego y no hay planes para volver a desplegar armamento pesado en el frente.
En tanto, los analistas ucranianos creen que todavía está por verse si se trata sólo de un test militar o de un verdadero regreso de fuertes combates. En Kiev está muy extendida la opinión de que la zona controlada hasta ahora por los separatistas es demasiado pequeña como para poder sobrevivir como territorio independiente.
El politólogo Kost Bondarenko cree que el actual episodio de violencia es más bien una prueba de fuerza de las partes en conflicto, que quieren fortalecer sus posiciones en las negociaciones del proceso de paz. Este experto está convencido de que nadie iniciará un gran ataque. “Ninguna de las partes quiere ser culpable del fracaso de la tregua”, apunta.
Pero muchos analistas creen que el proceso de paz está desde hace tiempo en un callejón sin salida del que sólo puede salirse con nuevos combates.
“Existe el temor fundado en que vuelva a caerse en una escalada militar”, dijo Steinmeier, el canciller ucraniano, quien defiende la validez del documento firmado hace cuatro meses en Minsk, a pesar del evidente fracaso del alto el fuego. “Hoy por hoy no tenemos otro instrumento”, señaló.
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