Los melones se van acomodando. La decisión del Frente para la Victoria de llegar a las PASO en única lista con la fórmula Scioli – Zannini impactó en las fuerzas opositoras. Mauricio Macri logró su objetivo de larga data, y como respuesta logró llevar de compañera de fórmula a Gabriela Michetti quien, anteriormente, y como es sabido, se opuso en varias oportunidades a escoltar a Macri como su vice. De los dirigentes del PRO, Michetti es quien más le puede sumar a Macri, por poco que le guste a Durand Barba. La reconciliación fue empujada por el pragmatismo de ambos. Michetti, tras la derrota frente a Horacio Rodríguez Larreta en la interna del PRO quedó debilitada en el frente interno. Acompañar a Macri y lograr la fórmula más pura PRO es, a diferencia de pocos meses atrás, el mejor espacio que podía encontrar dentro del partido amarillo. Hasta que se oficializó el anuncio, algunos dirigentes de la Unión Cívica Radical evaluaron como posible que ante la fórmula Scioli-Zannini, Macri unificara una lista llevando a Sanz como vice. Poco duró la ilusión radical, tan poco como lo que le aportó el acuerdo con el PRO.
El resultado de las elecciones en la provincia de Santa Fe el domingo pasado resultó un duro golpe para las ambiciones presidenciales de Macri. Santa Fe, fuera de la capital porteña, era la única provincia en la que el PRO presentaba candidato propio y con posibilidades de obtener un triunfo sacando una ventaja que mostrara al PRO fortalecido. El mal resultado en Santa Fe acompaña otra realidad que choca contra un escenario que hasta pocas semanas atrás preveía el arco opositor: un año con variables económicas y sociales descontroladas, elevada inflación, paritarias a la baja, caída del consumo y de reservas. Las decisiones en materia política y económica adoptadas por el Gobierno, además de controlar los desbordes presagiados fueron llevadas adelante en rumbo contrario a lo dictado por las recetas de la ortodoxia liberal. Desalentados una vez más por no contar con una realidad siempre esquiva, aliado estratégico para sacar al kirchenrismo del Gobierno y cumplir el fin de ciclo, enfrentan sus propias limitaciones, las nulas herramientas políticas y el débil ordenamiento de alianzas que les permitieran obtener buenos resultados. Sólo les queda su fuerte alianza con el poder económico y mediático, potente, nada desdeñable pero una vez más insuficiente, afortunadamente para el sistema democrático. La pobre propuesta electoral del PRO y del Frente Renovador para disputar la estratégica y clave provincia de Buenos Aires revela lo anteriormente dicho. Los previsibles conflictos de Elisa Carrió con sus aliados del PRO y la Unión Cívica Radical en el cierre de listas de candidatos a diputados es otra muestra de la inconsistencia de sus armados y acuerdos.
El Frente para la Victoria continúa su camino hacia octubre sin tener por delante demasiados escollos. Los buenos resultados en las elecciones provinciales, de Santa Fe, Salta, Chaco, con la notable incidencia de la creciente imagen positiva de la Presidenta presentan un panorama más que alentador en los próximos resultados en provincias que se presuponían adversas al FpV. Tal vez habrá que considerar que, una vez más, las esperanzas opositoras se sostienen en los análisis y anhelos de los medios de comunicación opositores y el establishment económico, y cuando llega la hora de confrontar con los votos, la ecuación se estrella con esa maldita realidad que diariamente pretenden construir. Inconsistencias ajenas, análisis apresurados y méritos propios, dejan al Frente para la Victoria el camino abierto para el 10 de diciembre extender por cuatro años más al proyecto nacido el 25 de mayo de 2003.
Con la ley del orsay
Por Francisco Balázs
El kircherismo hace política jugando con la ley del orsai, y todos caen (quedan pagando). Pronosticadores, analistas serios y de los truchos, elucubradores y cirujanos de operetas de toda laya. El mérito, en un país con una tradición afiebrada de tener la posta, siempre, es enorme.
Logra descolocar y sorprender a ajenos y a propios también. Néstor Kirchner fue el primero que salió desplegando esta estrategia futbolística de dejar pagando a los adversarios. Así también fue ganando cada vez más propios. Sorprendió y provocó panzadas de amagues para luego salir jugando con pelota dominada, y hasta la ridiculización del adversario.
El precandidato a presidente de la Nación del Frente para la Victoria es, finalmente, Daniel Scioli. ¿Sorpresa?, no. ¿La dinámica de lo impensado al decir de Dante Panzeri? Tampoco. El camino de Scioli hasta llegar a esta instancia comenzó hace doce años. Su definición que sintetiza su pertenencia al FPV es “haber estado siempre”. Los números cuentan: Scioli pasó directo a la final, y sin PASO. El término competitividad que se aplica habitualmente en la economía se utiliza también por analistas y consultores de encuestas para designar las chances electorales de un candidato. Competitividad es hija de otra máxima de estos tiempos: ¿Mide o no mide? ¿Qué es lo hace que un candidato sea competitivo? Si billetera mata galán, ¿competitividad mata convicciones?
Puros y propios: Mauricio Macri apostó a la estrategia del purismo descontaminada de todo rastro de peronismo. La estrategia de conformar un núcleo duro republicano y liberal contra la ignominia populista del kirchnerismo se encuentra más dentro de los límites del romanticismo bobo que de la política real. Las lecciones del pasado parecen no ser tenidas en cuenta por los impolutos.
Dentro del kirchnerismo también se debatió durante los últimos largos meses acerca de quién entre sus candidatos representaba con mayor pertenencia y pergaminos la continuidad del proyecto nacional iniciado en el 2003. Mientras Scioli no lograba convencer, más bien lo contrario, quedaron en el camino Sergio Urribarri, Jorge Taiana, Agustín Rossi y, finalmente, Florencio Randazzo, quien, agigantado como la última esperanza de contraponerse a Scioli, cobró apresuradas adhesiones dentro del núcleo duro kirchnerista.
La decisión de nombrar a Carlos Zannini dejó en orsai a todos. Descolocó a propios y a ajenos. Entusiasmó al votante kirchnerista que vio la designación como una dosis de cuota K indispensable para atemperar la no del todo digerida figura de Scioli. Al día siguiente, el dilema interno a tramitar en la militancia kirchnerista ofreció múltiples interpretaciones. Surgieron apuestas a que Daniel Scioli puede sorprender a más de uno, y a que había que darle un voto de confianza. En ambos casos son propuestas complejas. Darle un voto de confianza deja a gusto de resignación. A Scioli no se le dará un voto de confianza sino millones de votos que lo consagrarán Presidente de la Nación.
Del otro lado, descolocada también, queda una oposición que se prevé licuada tras una nueva derrota. Despunta un futuro de refugio nuevamente en los brazos del poder económico y mediático, salvavidas que le garantiza sólo un mísero transcurrir en los titulares de diarios y noticieros.
21/06/15 Miradas al Sur
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