Dos hechos sacudieron la vida democrática argentina esta semana. El primer lugar a tomar en cuenta como un caso de gravedad institucional que afecta al régimen de gobierno y la misma existencia de la democracia, es que el viernes 5 de junio pasado se haya intimidado bajo amenaza de bomba al Espacio de la Memoria (predio de la Ex ESMA), ícono de la última dictadura militar corporativa concentrada. En pleno día donde se abordaba la continuidad de los juicios a represores y autores del terrorismo estatal llegó un llamado que señalaba “van a volar todos…”, situación que obligó a suspender las múltiples actividades que se realizan en este espacio recuperado para la vida democrática. Brutal ataque a la política de Memoria, Verdad y Justicia, que la historia postdictatorial con los diversos movimientos sociales, y en particular, en la última década este gobierno nacional y la sociedad organizada, han podido llevar adelante, y convertir así a la Argentina en faro internacional en la defensa y promoción de los derechos humanos. Asimismo, este lamentable suceso deviene un hecho más que refrenda el activo rol de una reacción conservadora de ciertos sectores contra el juzgamiento de actores protagónicos dictatoriales como los civiles y empresarios de grupos concentrados, protagonistas y beneficiarios de aquel régimen de terror (casos Blaquier por Ledesma-Jujuy; Vicente Massot por el diario La Nueva Provincia-Bahía Blanca; agentes de inteligencia con secuestros a financistas como Sánchez Reisse y varios más –que han sido liberados–, entre otros).
Por otro lado, el martes 9 de junio, desde una confluencia sindical variada, se llamó a un paro de transporte, ciertas actividades industriales y otros servicios con convocatoria de “paro general” y de alcance nacional, donde uno de los líderes convocantes esgrimió con absoluta crudeza una afirmación que sincera y sale a escena de la opinión pública la compleja trama de intereses y alianzas constituidas durante el último gobierno de facto y genocida en nuestro país. “Con los militares podíamos conversar y negociar” representa en boca del dirigente gastronómico Luis Barrionuevo (también un activo referente del sindicalismo empresario de los años noventa) una constatación fáctica de acuerdos y participaciones de los protagonistas cívico-militares que consolidaron la dictadura militar corporativa concentrada. Mientras gran parte de los delegados de sindicatos de base (comisiones gremiales internas en fábricas y empresas) eran eliminados y el conjunto de los trabajadores y la sociedad silenciada y disciplinada, la complicidad y autoría activa y protagónica de varios líderes de la “burocracia sindical” que “hablaban” y acordaban posiciones y privilegios negados a las mayorías del país. Alianzas de corporaciones empresariales (del agro y la industria concentradas), capitales transnacionales y cúpulas sindicales y eclesiásticas daban forma y contenido al gobierno dictatorial genocida que implementó la transformación estructural de la Argentina (imponiendo bajo pseudo leyes-decretos junto al uso de la fuerza y el terror, el cambio de modelo socioeconómico de la industrialización sustitutiva de importaciones –ISI– a uno de valorización y especulación financiera). El legado de este proceso reorganizador y desaparecedor de personas y estructuras sociales-económicas-culturales se continúa hasta hoy. No se trata del pasado sino del presente, donde aquel pasado y sus mutaciones posteriores actualizan en el juego de actores concentrados los mecanismos de presión-extorsión, marcada apropiación de márgenes de rentabilidad-ganancia, fuga de capitales y especulación, promotores de lógicas de desigualdad y empobrecimiento societal ampliados (que en los últimos años postcrisis 2001-2002 se intentaron revertir).
La disputa por la efectivización y realización de los derechos humanos (tanto civiles y políticos, como económicos, sociales y culturales) implica un camino de construcción colectiva permanente e inacabada. Los hechos mencionados de esta semana obran como analizador de la inmanencia de las fuerzas sociales en pugna y la necesidad política de seguir imaginando y haciendo otros mundos más justos, iguales, libres y plurales, una realidad conquistada y vivible por toda la sociedad.
21/06/15 Miradas al Sur
Por otro lado, el martes 9 de junio, desde una confluencia sindical variada, se llamó a un paro de transporte, ciertas actividades industriales y otros servicios con convocatoria de “paro general” y de alcance nacional, donde uno de los líderes convocantes esgrimió con absoluta crudeza una afirmación que sincera y sale a escena de la opinión pública la compleja trama de intereses y alianzas constituidas durante el último gobierno de facto y genocida en nuestro país. “Con los militares podíamos conversar y negociar” representa en boca del dirigente gastronómico Luis Barrionuevo (también un activo referente del sindicalismo empresario de los años noventa) una constatación fáctica de acuerdos y participaciones de los protagonistas cívico-militares que consolidaron la dictadura militar corporativa concentrada. Mientras gran parte de los delegados de sindicatos de base (comisiones gremiales internas en fábricas y empresas) eran eliminados y el conjunto de los trabajadores y la sociedad silenciada y disciplinada, la complicidad y autoría activa y protagónica de varios líderes de la “burocracia sindical” que “hablaban” y acordaban posiciones y privilegios negados a las mayorías del país. Alianzas de corporaciones empresariales (del agro y la industria concentradas), capitales transnacionales y cúpulas sindicales y eclesiásticas daban forma y contenido al gobierno dictatorial genocida que implementó la transformación estructural de la Argentina (imponiendo bajo pseudo leyes-decretos junto al uso de la fuerza y el terror, el cambio de modelo socioeconómico de la industrialización sustitutiva de importaciones –ISI– a uno de valorización y especulación financiera). El legado de este proceso reorganizador y desaparecedor de personas y estructuras sociales-económicas-culturales se continúa hasta hoy. No se trata del pasado sino del presente, donde aquel pasado y sus mutaciones posteriores actualizan en el juego de actores concentrados los mecanismos de presión-extorsión, marcada apropiación de márgenes de rentabilidad-ganancia, fuga de capitales y especulación, promotores de lógicas de desigualdad y empobrecimiento societal ampliados (que en los últimos años postcrisis 2001-2002 se intentaron revertir).
La disputa por la efectivización y realización de los derechos humanos (tanto civiles y políticos, como económicos, sociales y culturales) implica un camino de construcción colectiva permanente e inacabada. Los hechos mencionados de esta semana obran como analizador de la inmanencia de las fuerzas sociales en pugna y la necesidad política de seguir imaginando y haciendo otros mundos más justos, iguales, libres y plurales, una realidad conquistada y vivible por toda la sociedad.
21/06/15 Miradas al Sur
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