"La presidenta Cristina Fernández demostró ser impecable e implacable en el armado de las candidaturas."
Scioli junto a Néstor Kirchner y Cristina Fernández, una sociedad política que se forjó desde 2003 - Foto: prensa
“La ruptura de la disciplina es la ruptura de la obediencia; la ruptura de la obediencia es la ruptura de la unidad de acción, y la ruptura de la unidad de acción trae el caos y trae la disociación. Entonces, no puede haber conducción posible donde esos hombres encargados de la conducción quieran cada uno hacer las cosas por su cuenta.”
La definición de las candidaturas del Frente para la Victoria (FPV) evidenció una vez más la conducción y la centralidad de la presidenta Cristina Fernández en el movimiento que gobierna la Argentina desde hace 12 años.
La elección de Daniel Scioli como único precandidato a presidente resuelve, además, una de las tensiones permanentes del kirchnerismo, dándole un rol protagónico y troncal al justicialismo en el armado de poder del próximo gobierno como continuidad de lo que comenzara con Néstor Kirchner y el propio Scioli en el año 2003.
Esta decisión se apoya sobre dos de los valores fundamentales de la concepción política peronista. La conducción (centralizada, y orientada al trabajo por los demás y no por uno mismo), y la lealtad, valores íntimamente ligados entre sí.
Mucho se ha dicho ya sobre la lealtad de Scioli. Condenado de antemano por traidor potencial y atacado por medios opositores y oficialistas, Scioli ha demostrado permanentemente su compromiso con el proyecto político que ha recuperado las banderas históricas del peronismo.
Contra los deseos del “círculo rojo” y los prejuicios del progresismo adherente, no se movió un milímetro de su lugar histórico al lado de Néstor y Cristina, y se encamina a continuar ese proyecto de país. Un valor poco común en política, donde ambiciones personales o caprichos electorales dominan los objetivos del bien común. La lealtad del dos veces gobernador es uno de sus grandes valores, una disciplina política, como decía el General Perón, “una disciplina de corazón, basada en la comprensión y la persuasión”. Porque al hombre “(…) no hay que exigirle el cumplimiento de la disciplina; hay que exigirle la disciplina por el cumplimiento”.
Y eso es exactamente lo que comprendió Scioli en estos 12 años.
Scioli entendió las dificultades de conducir lo inorgánico y lo anárquico, y continuó comprometido bajo la conducción de Cristina, quien demostró ser impecable e implacable en el armado de las candidaturas.
Excluido Florencio Randazzo por propia voluntad (candidato que pasó de ser “el proyecto” a ser Randazzo®), la presidenta ha delineado con habilidad y coherencia la construcción de una plataforma de continuidad que involucra los aspectos centrales del FPV.
Flaco favor se han hecho los iluministas y garantes de la supuesta reserva moral del kirchnerismo al haber sobreinterpretado a una conducción clara y precisa.
Entendiendo y eligiendo a Scioli como el mejor candidato representativo del proyecto, la presidenta aseguró la representación de todas las expresiones internas del peronismo con el candidato a vicepresidente de DOS, su decisión en el armado de listas legislativas y la articulación con todos los actores. Fue una solución acordada donde la conducción expresa el mejor camino para alcanzar el éxito. Decisión de la que participaron todos a excepción de Randazzo.
Ser conducido no es tarea fácil ni simple. Requiere de compromisos y sacrificios. Aceptar la conducción de una figura política como Cristina no puede depender de la miseria de los lugares a ocupar, ni de los enojos y enconos entre dirigentes.
No existe abanderado puro de un “cristinismo iluminado” que pueda discernir mejor que ella cuál es el camino, sin sectarismos. Consolidando la unidad en función de que cada dirigente asuma el rol que merece (y debe) en pos de la felicidad del pueblo, de resolverle los problemas. Sin sectarismos ni vanidades, como bien decía Perón: “el sectarismo es la tumba de la conducción en el campo político”. Y a veces, es el camino al cementerio de los sectarios. «
La elección de Daniel Scioli como único precandidato a presidente resuelve, además, una de las tensiones permanentes del kirchnerismo, dándole un rol protagónico y troncal al justicialismo en el armado de poder del próximo gobierno como continuidad de lo que comenzara con Néstor Kirchner y el propio Scioli en el año 2003.
Esta decisión se apoya sobre dos de los valores fundamentales de la concepción política peronista. La conducción (centralizada, y orientada al trabajo por los demás y no por uno mismo), y la lealtad, valores íntimamente ligados entre sí.
Mucho se ha dicho ya sobre la lealtad de Scioli. Condenado de antemano por traidor potencial y atacado por medios opositores y oficialistas, Scioli ha demostrado permanentemente su compromiso con el proyecto político que ha recuperado las banderas históricas del peronismo.
Contra los deseos del “círculo rojo” y los prejuicios del progresismo adherente, no se movió un milímetro de su lugar histórico al lado de Néstor y Cristina, y se encamina a continuar ese proyecto de país. Un valor poco común en política, donde ambiciones personales o caprichos electorales dominan los objetivos del bien común. La lealtad del dos veces gobernador es uno de sus grandes valores, una disciplina política, como decía el General Perón, “una disciplina de corazón, basada en la comprensión y la persuasión”. Porque al hombre “(…) no hay que exigirle el cumplimiento de la disciplina; hay que exigirle la disciplina por el cumplimiento”.
Y eso es exactamente lo que comprendió Scioli en estos 12 años.
Scioli entendió las dificultades de conducir lo inorgánico y lo anárquico, y continuó comprometido bajo la conducción de Cristina, quien demostró ser impecable e implacable en el armado de las candidaturas.
Excluido Florencio Randazzo por propia voluntad (candidato que pasó de ser “el proyecto” a ser Randazzo®), la presidenta ha delineado con habilidad y coherencia la construcción de una plataforma de continuidad que involucra los aspectos centrales del FPV.
Flaco favor se han hecho los iluministas y garantes de la supuesta reserva moral del kirchnerismo al haber sobreinterpretado a una conducción clara y precisa.
Entendiendo y eligiendo a Scioli como el mejor candidato representativo del proyecto, la presidenta aseguró la representación de todas las expresiones internas del peronismo con el candidato a vicepresidente de DOS, su decisión en el armado de listas legislativas y la articulación con todos los actores. Fue una solución acordada donde la conducción expresa el mejor camino para alcanzar el éxito. Decisión de la que participaron todos a excepción de Randazzo.
Ser conducido no es tarea fácil ni simple. Requiere de compromisos y sacrificios. Aceptar la conducción de una figura política como Cristina no puede depender de la miseria de los lugares a ocupar, ni de los enojos y enconos entre dirigentes.
No existe abanderado puro de un “cristinismo iluminado” que pueda discernir mejor que ella cuál es el camino, sin sectarismos. Consolidando la unidad en función de que cada dirigente asuma el rol que merece (y debe) en pos de la felicidad del pueblo, de resolverle los problemas. Sin sectarismos ni vanidades, como bien decía Perón: “el sectarismo es la tumba de la conducción en el campo político”. Y a veces, es el camino al cementerio de los sectarios. «
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