La rentabilidad media de los laboratorios orilla el 900% y los valores al público cada día son más altos. El déficit del sector aumenta año a año. Crece la puja política por un cambio de paradigma.
Los laboratorios obtienen ingresos extraordinarios sin que ello traiga aparejado nuevas inversiones del sector en materia de innovación.
Pese a los esfuerzos que se han hecho en los últimos años por reducir el impacto económico y social de sus costos, los medicamentos no han dejado de ser un lastre para los bolsillo de los ciudadanos y las divisas del país.
De acuerdo a los últimos da tos oficiales correspondientes al 2014, la balanza local de remedios es deficitaria en U$S 1900 millones. El problema es que mientras en 2013 el rojo orilló los U$S 1700 millones, el año pasado se sumaron otros U$S 200 millones más, lo que evidencia que lejos de resolverse el problema se ha ido agravando.
Otro dato que refleja de forma elocuente el elevado costo de los medicamentos es que el nivel de inversión en salud del 2013 en su conjunto alcanzó los $ 158 mil millones, de los cuales el 32% corresponde a medicamentos.
Un porcentaje nada desdeñable si se recuerda que en el resto de los países del mundo el peso del gasto total en el rubro Salud de los medicamentos jamás supera el 17% y en promedio se ubica entre el 10 y el 16 por ciento.
La cadena de valor de la industria farmacéutica exhibe números llamativos, cimentado en base a la publicidad libre y el acuerdo y cooptación de los médicos que incluye desde viaje hasta dinero en efectivo para que los galenos recomienden un medicamento en lugar de otro genérico y más barato. Por ejemplo, las diez cápsulas de Lotrial, un medicamento de laboratorios Roemmers vital para controlar la presión después de los 40 años de vida, tiene un costo cada diez cápsulas de $ 6 pero en el mercado cuesta entre $ 120 y 140.
Pero este fenómeno afecta particularmente a aquellos segmentos críticos de la población.
Este es el caso de aquellos 1500 pacientes a nivel nacional que deben comprar la tobramicina en Aerosol por un precio promedio mensual de $ 30 mil con un costo anual para este colectivo que orilla los $ 540 millones.
La tobramicina es una antibiótico aminoglucósido de amplio espectro especialmente destinado para bacterias de tipo gran negativas del tracto genital de la mujer (Escherichia coli, Chlamydia trachomatis, Gonococos), que cobra importancia en la recepción neonatal. Sin embargo este remedio también es vital para los pacientes con fibrosis quística y enfermedades pulmonares crónicas con colonización o infección.
Lo cierto es que este medicamento que obliga a los pacientes argentinos a desembolsar $ 540 millones al año podría fabricarse en laboratorios estatales a un costo de $ 40 millones, menos de la décima parte del total por año.
La rentabilidad promedio de los remedios se encuentra en el orden del 900% de media y en muchos casos supera con creces este número.
Lo llamativo es que pese a la escandalosa rentabilidad del sector empiezan a percibirse algunos datos que muestran las dificultades que aún tiene el Estado argentino para fijar parámetros básicos a este poderoso sector.
Por ejemplo, explica Jorge Rachid, coordinador de Salud del Ministerio de Defensa, "hay laboratorios que están patentando medicamentos biológicos que no son producto de investigación, sino similares, es decir copiados de innovaciones, cambiando algunas moléculas y conservando las propiedades clínicas del original". En otras palabras, los laboratorios obtienen ingresos extraordinarios sin que ello traiga aparejado nuevas inversiones del sector en materia de innovación en remedios.
La alta rentabilidad que obtienen las grandes firmas farmacéuticas no sólo plantean un dilema para el usuario sino también al sistema de salud de la Argentina.
En este contexto, empiezan a profundizarse las consecuencias de la importación sin límites de remedios que podrían fabricarse tranquilamente en la Argentina a un precio menor y sin un costo en dólares para el Estado argentino.
En el medio de estas necesidades, los intentos de romper con esta cadena de la felicidad que favorece a las grandes compañías farmacéuticas locales y multinacionales, la Argentina se tropieza con el enorme poder de lobby de este oligopolio que ha saboteado todas las veces que pudo aquellas iniciativas tendientes a romper con su hegemonía. «
De acuerdo a los últimos da tos oficiales correspondientes al 2014, la balanza local de remedios es deficitaria en U$S 1900 millones. El problema es que mientras en 2013 el rojo orilló los U$S 1700 millones, el año pasado se sumaron otros U$S 200 millones más, lo que evidencia que lejos de resolverse el problema se ha ido agravando.
Otro dato que refleja de forma elocuente el elevado costo de los medicamentos es que el nivel de inversión en salud del 2013 en su conjunto alcanzó los $ 158 mil millones, de los cuales el 32% corresponde a medicamentos.
Un porcentaje nada desdeñable si se recuerda que en el resto de los países del mundo el peso del gasto total en el rubro Salud de los medicamentos jamás supera el 17% y en promedio se ubica entre el 10 y el 16 por ciento.
La cadena de valor de la industria farmacéutica exhibe números llamativos, cimentado en base a la publicidad libre y el acuerdo y cooptación de los médicos que incluye desde viaje hasta dinero en efectivo para que los galenos recomienden un medicamento en lugar de otro genérico y más barato. Por ejemplo, las diez cápsulas de Lotrial, un medicamento de laboratorios Roemmers vital para controlar la presión después de los 40 años de vida, tiene un costo cada diez cápsulas de $ 6 pero en el mercado cuesta entre $ 120 y 140.
Pero este fenómeno afecta particularmente a aquellos segmentos críticos de la población.
Este es el caso de aquellos 1500 pacientes a nivel nacional que deben comprar la tobramicina en Aerosol por un precio promedio mensual de $ 30 mil con un costo anual para este colectivo que orilla los $ 540 millones.
La tobramicina es una antibiótico aminoglucósido de amplio espectro especialmente destinado para bacterias de tipo gran negativas del tracto genital de la mujer (Escherichia coli, Chlamydia trachomatis, Gonococos), que cobra importancia en la recepción neonatal. Sin embargo este remedio también es vital para los pacientes con fibrosis quística y enfermedades pulmonares crónicas con colonización o infección.
Lo cierto es que este medicamento que obliga a los pacientes argentinos a desembolsar $ 540 millones al año podría fabricarse en laboratorios estatales a un costo de $ 40 millones, menos de la décima parte del total por año.
La rentabilidad promedio de los remedios se encuentra en el orden del 900% de media y en muchos casos supera con creces este número.
Lo llamativo es que pese a la escandalosa rentabilidad del sector empiezan a percibirse algunos datos que muestran las dificultades que aún tiene el Estado argentino para fijar parámetros básicos a este poderoso sector.
Por ejemplo, explica Jorge Rachid, coordinador de Salud del Ministerio de Defensa, "hay laboratorios que están patentando medicamentos biológicos que no son producto de investigación, sino similares, es decir copiados de innovaciones, cambiando algunas moléculas y conservando las propiedades clínicas del original". En otras palabras, los laboratorios obtienen ingresos extraordinarios sin que ello traiga aparejado nuevas inversiones del sector en materia de innovación en remedios.
La alta rentabilidad que obtienen las grandes firmas farmacéuticas no sólo plantean un dilema para el usuario sino también al sistema de salud de la Argentina.
En este contexto, empiezan a profundizarse las consecuencias de la importación sin límites de remedios que podrían fabricarse tranquilamente en la Argentina a un precio menor y sin un costo en dólares para el Estado argentino.
En el medio de estas necesidades, los intentos de romper con esta cadena de la felicidad que favorece a las grandes compañías farmacéuticas locales y multinacionales, la Argentina se tropieza con el enorme poder de lobby de este oligopolio que ha saboteado todas las veces que pudo aquellas iniciativas tendientes a romper con su hegemonía. «
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