El ajuste exigido implica una pronunciada baja de las pensiones y suba del IVA del 13% actual al 23%, entre otras medidas.
En un marco internacional signado por el dramatismo provocado por el Ejército Islámico con sus sangrientos actos terroristas en diversos países, que han dejado una cifra aún indeterminada de víctimas, se sigue desarrollando en Europa la confrontación (con visos superficiales de negociación) entre el gobierno de izquierda de Grecia y la denominada Troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Consejo Europeo), que defiende los intereses de los grandes grupos financieros, principalmente alemanes, franceses y estadounidenses.
El FMI, comandado por Christine Lagarde –autoproclamada jefa de los "criminales"– es la vocera más dura del grupo que, trascendiendo ya lo estrictamente económico, ha procurado hasta ahora desgastar al gobierno de Syriza que lidera Alexis Tsipras, rechazando una a una las propuestas alternativas que este ha ofrecido –con cierta dosis de dignidad– tanto para refinanciar su deuda como para evitar una salida ruinosa de la Eurozona. Sobre todo porque alejarse de Europa es una opción observada con temor por el pueblo griego. Hasta ahora.
Encerrado en un laberinto de paredes móviles, que aprietan y amenazan asfixiarlo, Tsipras acaba de tomar una decisión que abre el escenario a un nuevo actor, en busca de desequilibrar la situación. Ha anunciado la realización de un referéndum en Grecia el domingo 5 de julio, donde por sí o por no, su pueblo deberá adoptar una conducta de aprobación o rechazo al virtual ultimátum que el poder financiero concentrado le ha presentado.
El ajuste exigido implica una pronunciada baja de las pensiones y suba del IVA del 13% actual al 23%, entre otras medidas de recorte presupuestario y de cesión de soberanía o virtual salida de la Eurozona.
Tsipras declara que la aceptación de esas condiciones "intolerables" constituye una humillación nacional y el Ejecutivo gobernante se compromete a votar por el NO. Y da un paso forzado de la democracia representativa a una participativa convocando a la población a asumir protagónicamente una decisión. En un giro inesperado pero de profundas resonancias en su historia.
Ahora la troika deberá resolver, sobre esa base de participación popular en Grecia, qué camino adopta. De las reuniones de los Ministros de Finanzas de la Eurozona dependerá si finalmente Grecia emigra del euro o le dejan un respiro financiero que le permita adoptar un camino de salida de la crisis pero dentro de la Eurozona. Si la situación desemboca en el referéndum se pondrá en claro la posición política, ya no de Tsipras y su gente, sino de Grecia en su conjunto. Blanco sobre negro.
El destino aparece incierto, ya que aún no maduran las condiciones para que sus hermanos españoles, portugueses e italianos –también sacudidos por la crisis– acudan en ayuda del pueblo heleno. Mientras tanto Moscú y Pekín aguardan, con los brazos abiertos aunque aún con cierto disimulo, a un socio europeo que, aunque pequeño y con serios problemas, se pueda constituir en un símbolo probable de los nuevos rumbos de la situación europea.
El FMI, comandado por Christine Lagarde –autoproclamada jefa de los "criminales"– es la vocera más dura del grupo que, trascendiendo ya lo estrictamente económico, ha procurado hasta ahora desgastar al gobierno de Syriza que lidera Alexis Tsipras, rechazando una a una las propuestas alternativas que este ha ofrecido –con cierta dosis de dignidad– tanto para refinanciar su deuda como para evitar una salida ruinosa de la Eurozona. Sobre todo porque alejarse de Europa es una opción observada con temor por el pueblo griego. Hasta ahora.
Encerrado en un laberinto de paredes móviles, que aprietan y amenazan asfixiarlo, Tsipras acaba de tomar una decisión que abre el escenario a un nuevo actor, en busca de desequilibrar la situación. Ha anunciado la realización de un referéndum en Grecia el domingo 5 de julio, donde por sí o por no, su pueblo deberá adoptar una conducta de aprobación o rechazo al virtual ultimátum que el poder financiero concentrado le ha presentado.
El ajuste exigido implica una pronunciada baja de las pensiones y suba del IVA del 13% actual al 23%, entre otras medidas de recorte presupuestario y de cesión de soberanía o virtual salida de la Eurozona.
Tsipras declara que la aceptación de esas condiciones "intolerables" constituye una humillación nacional y el Ejecutivo gobernante se compromete a votar por el NO. Y da un paso forzado de la democracia representativa a una participativa convocando a la población a asumir protagónicamente una decisión. En un giro inesperado pero de profundas resonancias en su historia.
Ahora la troika deberá resolver, sobre esa base de participación popular en Grecia, qué camino adopta. De las reuniones de los Ministros de Finanzas de la Eurozona dependerá si finalmente Grecia emigra del euro o le dejan un respiro financiero que le permita adoptar un camino de salida de la crisis pero dentro de la Eurozona. Si la situación desemboca en el referéndum se pondrá en claro la posición política, ya no de Tsipras y su gente, sino de Grecia en su conjunto. Blanco sobre negro.
El destino aparece incierto, ya que aún no maduran las condiciones para que sus hermanos españoles, portugueses e italianos –también sacudidos por la crisis– acudan en ayuda del pueblo heleno. Mientras tanto Moscú y Pekín aguardan, con los brazos abiertos aunque aún con cierto disimulo, a un socio europeo que, aunque pequeño y con serios problemas, se pueda constituir en un símbolo probable de los nuevos rumbos de la situación europea.
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