viernes, 9 de mayo de 2014

Salida conservadora para la crisis global Por Alejandro Horowicz

El Día del Trabajador y la problemática del empleo. Los argentinos conocen de qué se trata: estar al servicio del pago a los acreedores financieros o satisfacer el consumo popular.

No hemos dejado atrás la crisis. Hay 24 millones de parados en Europa, de los que seis están en España", sostuvo Ignacio Fernández Toxo, dirigente de comisiones Obreras, rechazando de este modo la idea de una mejoría en la condiciones sociales reinantes en el continente. En estas difíciles circunstancias se desarrollaron los módicos actos del 1º de Mayo, que por cierto no alcanzaron ni la masividad ni el impacto político de otrora. A tal punto que en París, la ultraderecha pudo darse el lujo de movilizar bajo sus propias banderas contra la Unión Europea y los inmigrantes extranjeros; mientras tanto, los sindicatos ni siquiera fueron capaces de producir un acto unitario. 

Las huestes de Marie Le Pen marcharon con amplio despliegue de banderas francesas y cabezas rapadas. Los partidarios del Frente Nacional se sienten vencedores, ya que según anticipan varias encuestas alcanzarán la primera minoría en las próximas elecciones parlamentarias europeas. Entre 2008 y 2012 los trabajadores franceses marchaban juntos el 1º de Mayo contra el gobierno conservador, pero en esta oportunidad las organizaciones próximas al actual gobierno socialista convocaron por separado, y los sindicatos de trabajadores públicos –como es tradición– se conformaron con solicitar mejoras indefinidas sin marchar. 

Mientras tanto, la economía global produce indicios de un cambio de tendencia; tanto en la contrahecha economía española, como en la tecnológicamente renovada economía norteamericana muestran pequeños pero sostenidos síntomas de reactivación. Claro que una cosa son las tendencias generales de la crisis, que por cierto en muchos casos sólo son estadísticos, otra sus beneficiarios reales. No deja de llamar la atención que la presidenta de la Reserva Federal sostenga que la locomotora de la economía global avanza por la buena dirección. Para Janet Yellen, la estructura productiva de EE UU tiene suficiente solidez para crecer sin instrumentos anticíclicos. Yellen decidió cancelar los estímulos financieros, pese a que la recuperación se estancó en los EE UU, durante el primer trimestre de 2014. Apoyada en el dato del empleo de abril, y sin considerar que la demanda solvente de los asalariados ha retrocedido, basta a su juicio con la creación de nuevos puestos de trabajo y la reducción de la tasa de desempleo –cuatro décimas con respecto al mes anterior– para este ejercicio de optimismo bancario profesional. 

El nivel de desempleo del 6,3% (el más bajo desde septiembre de 2008, cuando quebrara Lehman Brothers) facilita las palmas. No obstante la baja de la tasa de desempleo está directamente relacionada con la abrupta caída de la población económicamente activa. Conviene distinguir dos fenómenos relativamente independientes. Es cierta la creación de nuevos puestos de trabajo, pero no lo es tanto que la reducción de la tasa de desocupación esté determinada por ese incremento. Buena parte del descenso es atribuible a la gran merma de la población activa. En abril, 806 mil personas salieron del mercado laboral de los EE UU. Esta reducción permite explicar por qué el número total de parados ha caído por debajo de los 10 millones. La merma del último mes viene a sumarse a la observada en los últimos 12, cuando la fuerza laboral sufrió una contracción de 1,9 millones de trabajadores. 

Dos motivos explican que 806 mil trabajadores abandonaran el mercado laboral en abril. Por un lado, se calcula que hay 2,2 millones de personas que no buscan empleo de forma activa, es que pese a la recuperación no creen hallar el empleo que necesitan, efecto desánimo dicen los economistas, o porque ya no están y difícilmente estarán en condiciones materiales de buscarlo. El motivo, decisivo: la ola de jubilaciones de la generación del baby boom. Todos los que pueden jubilarse lo hacen. 

Otro detalle afecta la recuperación. La muy baja calidad del nuevo mercado laboral: empleo de tiempo parcial. Unos 7,5 millones de trabajadores norteamericanos ya se encontraban en esa situación y nada cambio en abril, sea porque sus empresas les redujeron la jornada, sea porque no encuentran empleo de tiempo completo. Interesa entonces de sobremanera ver si la creación de nuevos puestos va acompañada o no por un alza de la masa salarial. La respuesta es no. 

El ingreso de los asalariados permanece numéricamente constante. Y si se tiene en cuenta el incremento del costo de la vida se comprende que la distribución del ingreso sigue, allí, la misma ruta regresiva que se iniciara en la crisis. Uno de los factores que explica una recuperación tan lenta y tan débil en los EE UU, que por cierto se verifica en Europa, es la reducción de la demanda solvente de los sectores populares. Los empleados temen que si piden aumento pierdan su puesto de trabajo. La presión de la masa de desempleados, el denominado ejército de reserva, empuja los salarios hacia la baja. En los últimos años el salario medio creció menos de un 2 por ciento. Si bien es cierto que la deflación operó a favor de los trabajadores ocupados, hace un rato que ya no opera. De modo que el repunte tiende a reducir la demanda popular. 

En Europa las condiciones políticas refuerzan la lógica económica. Para los dirigentes sindicales "la salida de la crisis no la están notando ni los trabajadores y trabajadoras en paro o en activo, porque nuestras condiciones laborales nos sitúan, a pesar de estar trabajando, en la pobreza". Aun así, el 1º de Mayo resultó un fiasco. En buena parte de España, que Sevilla ejemplifica acabadamente, la jornada se pareció más a un feriado de empleados públicos que a una jornada de lucha política. En Lisboa, por ejemplo, pasó completamente desapercibido, ya que ni volantes se distribuyeron. El grado de atonía política sólo se explica por una derrota histórica sin atenuantes. El constante retroceso de la izquierda, de sus instrumentos –sindicatos y partidos– de una apatía que no deja de expandirse, ya no es negada por nadie. 

Sólo los gobiernos habla de la mejoras. Y esa posibilidad solo llegaría, entienden los dirigentes sindicales, cuando se reduzca "sustancialmente" la tasa de desempleo. Cosa en la que nadie cree y que los números desmienten. Si el producto bruto ha vuelto a incrementarse y la tasa de desocupación apenas disminuyó, la conclusión resulta obvia: muchos menos producen mucho más, muchísimo más barato. El nivel de desocupación asciende en España al 25,9 por ciento. No asoma un final próximo para la crisis. Muy al contrario, los sindicatos descreen de los mensajes esperanzadores, esas "cantinelas" sobre el final del túnel, lo interpretan como "una inmensa operación de propaganda" que los partidos en el poder están empleando para "elevar sus maltrechas expectativas electorales". 

La decisión de dejar atrás el Estado de bienestar es compartida por la nueva élite europea y mundial. Sin amenaza soviética y sin trabajadores organizados, descargar la crisis sobre los más débiles sigue siendo la receta compartida. Basta mirar la política de recortes del gasto público para entender: el gasto social es el realmente afectado, es decir, no sólo se reduce el salario de bolsillo, sino las prestaciones públicas –sobre todo su calidad– sufren la lógica del ajuste permanente. Es cierto que los sindicatos demandan "reformas" en la dirección opuesta al FMI y los bancos, proponen "una nueva política fiscal, aumento de la inversión pública y privada"; y sobre todo que los salarios crezcan para dinamizar el marcado interno. Pero una cosa es argumentar y otra construir relaciones de fuerza que impongan esta nueva dirección. La capacidad de los sindicatos por incidir en el resultado electoral ha decrecido. Y su aptitud para el enfrentamiento directo no existe. Aun así, nadie ignora que sin "empleo de calidad no hay recuperación", pero ningún argumento sustituye la lucha victoriosa. 

El problema fundamental, que los argentinos conocen sobradamente, supone optar entre "estar al servicio del pago a los acreedores financieros" o satisfacer el consumo popular. Con esta relación de fuerzas nadie ignora cuál terminará siendo el camino con que se remontará la crisis.

Infonews

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