La cantilena vuelve con cada elección. En 2006 no resultaba tan necesaria –según cálculos opositores–, porque el ciclo sería cortado en seguida de iniciado si, según preveían, después de la campaña mediática contra el gobierno y el Partido de los Trabajadores (PT), continuado con el estrangulamiento de los recursos en el Congreso, se daban concertadamente.
No tomaban en cuenta la astucia del gobierno de Lula, el que ya contaba con los buenos resultados de las prioridades otorgadas en lo social, que había acertado con justicia en sus políticas y podía derrotar de nuevo a la oposición. En 2010, entonces, los que teorizaban que era el lulismo el que aseguraba la continuidad del gobierno, se entusiasmaban con la posibilidad de volver a gobernar, amparados en la "científica" opinión del director de la encuestadora Ibope y en la burla que afirmaba que Dilma era un tronco.
La elección de Dilma permitió demostrar cómo el esquema de gobierno iba más allá del lulismo, manteniendo e intensificando el modelo económico-social. En el presente, ante la falta mal disfrazada de entusiasmo, la oposición apela a un supuesto "fin de ciclo del PT", lo que alentaría a los desalentados candidatos de la oposición a asirse de alguna esperanza para encarar la más difícil campaña teniendo en cuenta sus postulados.
El coro neoliberal en los medios entona: se acabó el modelo de crecimiento económico inducido por el consumo, por la distribución de la renta. Suma cierto terrorismo para que las tasas de interés sigan subiendo, apelando al argumento de un supuesto descontrol inflacionario. Propone abandonar el modelo económico y la vuelta a la centralidad del ajuste fiscal que llevó a Brasil a la profunda y prolongada recesión que Fernando Henrique Cardoso dejó como herencia a Lula.
Sabemos perfectamente lo que es "fin de ciclo", con el ejemplo del fin del corto ciclo del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de Cardoso, pese a sus amenazas de que estarían actuando durante 20 años, destrozando Brasil. La política económica de estabilización monetaria y de ajuste fiscal se agotó: Cardoso consiguió esconder la crisis de enero de 1999 y la renovada cuan arrasadora negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) –que hizo elevar la tasa de interés a 49 por ciento–, lo que le alcanzó para relegirse. Pero, de inemdiato la economía naufragó en una profunda y prolongada recesión, debiendo ser rescatada por el gobierno de Lula.
El apoyo al gobierno de Cardoso descendió al mínimo, no consigió hacer elegir a su candidato presidencial y de allí en más sólo enfrentó derrotas electorales. Ahora nada tiene para proponer cuando muchos de los candidatos del PMDB reniegan de su gobierno, mientras quien lo reivindica, resucita a aquellos que llevaron el país al pantano: él y sus seguidores corren el riesgo de ni siquiera llegar en segundo lugar en las elecciones de este año. Eso es agotamiento, "fin de ciclo".
En tanto, Dilma mantiene el apoyo popular, es favorita para relegirse este año, los índices sociales son mejores aún que cuando la economía crecía más, Lula continúa siendo el mayor líder político de Brasil, el PT mantiene la proyección de obtener el mejor resultado de su historia en la elección de gobernadores y para el parlamento.
Los problemas que el gobierno enfrenta no pueden ser superados sólo apelando al abandono del modelo que permitió al país crecer y simultáneamente distribuir la renta, como nunca había acontecido en la historia. Para su profundización, para quebrar al capital especulativo, debe contarse con un papel todavía más activo del Estado en la economía, para extender y penetrar más con las políticas sociales. No será así de abandonarse la actual estrategia y retornar a los paquetes de ajuste prometidos por los políticos de la oposición, con las duras consecuencias que conocemos.
No hay "fin de ciclo del PT". Dilma y Lula tienen la popularidad que le falta a Cardoso. El país no entró en recesión, como con el PMDB y la exclusión social que caracterizó a su gobierno. La mayoría de la población claramente prefiere la continuidad del gobierno del PT a las propuestas regresivas de la oposición. Brasil se prepara para una segunda década de gobiernos posneoliberales.
*Filósofo y sociólogo, miembro del Consejo Académico de Flacso-Brasil
Traducción: Ruben Montedónico
La Jornada, México
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