Carta Abierta nació como consecuencia de un lockout patronal. En marzo de 2008, la llamada “Mesa de Enlace”, que reúne al sector empresario de la producción agroganadera, comenzó un paro agropecuario en protesta por la puesta en marcha de la Resolución 125, que incrementaba las retenciones a las exportaciones de soja y girasol. Los medios hegemónicos, en muchos casos socios de esos agroexportadores, se hicieron eco del paro y con el énfasis que los caracteriza sostuvieron que esa medida del Gobierno era una abierta agresión al noble campo argentino, a los nobles campesinos que cultivan esas tierras, a los nobles tamberos que nos dan la leche y a los no menos nobles ganaderos que pacientemente crían chanchos, ovejas y vacas. Ese mensaje bucólico hizo buenos frutos en el imaginario colectivo y por un momento hasta borró los versos de Yupanqui. “Todos somos el campo”, proclamaba el slogan, suscripto incluso por algunas organizaciones de izquierda que semanas antes bregaban por la reforma agraria. Durante una madrugada de triste memoria y como consecuencia de la traición del entonces vicepresidente del país, quedó sin efecto la Resolución 125.
A los ingenuos bien intencionados aún les cuesta aceptar que haya habido intenciones aviesas detrás de ese paro que a lo largo de cinco meses mantuvo en vilo al país, pero ciertamente las hubo. Los dueños de la tierra y sus entusiastas socios estaban hartos del programa que desde 2003 habían implementado los Kirchner; en otros tiempos, raudamente hubieran ido a golpear la puerta de los cuarteles, pero como los golpes de Estado ya no eran posibles, implementaron el golpe de mercado, que había tenido buena fortuna en un par de países de Latinoamérica. No la tuvo en nuestro país: la abultada cifra por medio de la cual Cristina Fernández de Kirchner obtuvo el segundo mandato exime de cualquier comentario.
Aquel intento desestabilizador hizo que un grupo de artistas e intelectuales expresara su opinión frente a lo que se estaba gestando en desmedro del país. Así nació Carta Abierta. Desde aquella Carta 1 se han repetido otras 14 entregas, en todos los casos planteando los conflictos vigentes en esos momentos, y, bajo una postura solidaria con el Gobierno, ofreciendo soluciones para esos conflictos, sin obviar, por supuesto, las críticas fundamentadas.
Los enjutos miembros de la Mesa de Enlace intentaron nuevas protestas, pero ante la escasa convocatoria que obtuvieron, decidieron ensayar otra estrategia y, creativos como son, inventaron las silobolsas, retuvieron sus cosechas y obligaron al Gobierno a modificar el valor de cambio del dólar. Sospecho que los bienintencionados ingenuos de 2008 también ahora sostienen que detrás de estas maniobras no se esconde un golpe de Estado, que hoy se ofrece con el nombre de golpe de mercado. Las mismas grandes empresas formadoras de precios, los mismos medios hegemónicos y los mismos grupos políticos que en 2008 los apoyaron y alentaron, también los apoyan y alientan en este momento. Aquel complot de 2008 originó la Carta 1; éste de 2014, la Carta 15. En la misma, como podrá leerse, se exponen las razones del conflicto y se proponen posibles soluciones; en todos los casos respetando las normas democráticas que rigen en nuestro país. Esas mismas normas que los pertinaces miembros de la Mesa de Enlace y sus entusiastas socios graciosamente suelen pasar por alto.
Carta Abierta está articulada bajo el régimen de asambleas libres. Lo que luego se plasma en cada carta es el resultado de lo previamente discutido y analizado durante esas asambleas. Para esta última carta, los acontecimientos político-económicos del momento, su evidente amenaza, exigieron un trabajo rápido, con los posibles errores que puede provocar la prisa, pero ante “La patria en peligro” no quedaba otro camino, ya habrá tiempo de enmendar posibles errores, ahora importa mostrar quiénes son los accionistas de ese peligro y, tal como propone la Carta, convocar a la unión de aquellos “que tuvieron clara vocación de autonomía y soberanía nacional y social, y asimismo de justicia emancipatoria en todos los ámbitos de la vida económica, pública y cotidiana, deben nuevamente realizar un examen de su vocación política. Nos esperanza que el resultado de ese examen, hecho por hombres y mujeres que apoyan al Gobierno, o que lo apoyaron y se sienten desencantados, o que se guían por trazados políticos que pueden ser secundarios si las cuestiones en juego son mayores (por eso, socialistas, autonomistas, liberales, nacionalistas, radicales, peronistas, izquierdistas, republicanos, son destinatarios de esta interpelación), los haga ser quienes piensen las grandes disyuntivas sociales, sin la neblinosa cortina de cenizas que imparten los magnos catecismos de la piqueta del demoledor o la pala del enterrador”.
Miradas al Sur
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