Por Mariana Carbajal
Más de 25 mil argentinos que habían emigrado a España corridos por la hiperinflación del ’89 y el corralito del 2001-2002 decidieron emprender la retirada de allí, corridos por la crisis que afecta a ese país, según revela una investigación encargada por la Comunidad de Madrid, a la que tuvo acceso Página/12. El estudio, inédito, indaga las motivaciones –múltiples y variadas– que los empujaron a tomar esa decisión y las estrategias que desarrollaron para reinsertarse. No todos vuelven a la Argentina: muchos optaron por buscar nuevos rumbos en otros destinos. Los testimonios en primera persona revelan las experiencias vividas en la tierra de sus ancestros y plantean el reclamo de una ley que ampare y ayude a los migrantes en el difícil camino de volver a casa.
“En tiempos de crisis en Argentina vivíamos mejor que en tiempos de crisis en España. Decidí comenzar una búsqueda laboral estando en Vigo, porque allí estuve los últimos meses en el paro. Mi hija, casi adolescente, nos veía en casa todos los días, como si la vida fuera eso: levantarse, hacer lo que se puede e irse a dormir; vivir con lo justo, cuando sabés que das para más”, cuenta una científica expatriada en 2002. “En lo personal, fue un período agónico: trabajar de lo que venga, cuando te has preparado toda tu vida para otra cosa”, sigue su relato. Finalmente, retornó al país en junio de 2012, con la ayuda del Plan Raíces promovido por el gobierno nacional, para favorecer el regreso de investigadores y científicos que residen en el exterior y desean volver a la Argentina. “Me seleccionaron, volví a la Argentina y pasé las tres entrevistas del proceso de selección laboral. Hoy ocupo un puesto como investigadora científica en una institución de prestigio internacional”, señaló.
La imposibilidad de acceder a un mejor status social o, incluso, al mismo nivel de vida que se disfrutaba en Argentina, es uno de los factores sociales que motivan el regreso de migrantes argentinos. Ese escenario les impuso a las familias “ciertas restricciones que no tenían previstas, como por ejemplo el acceso a diversos objetos o productos, o a cierto estándar de vida que tenían pensado”, apunta el estudio, realizado por la periodista e investigadora argentina Hebe Schmidt, docente de la Escuela de Profesionales de la Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid, donde reside desde 2002.
La publicación, titulada “Crónicas del retorno. Motivaciones y estrategias del colectivo argentino en España”, incluyó la entrevista a 33 argentinos que ya regresaron o tienen planes de retorno. Hay testimonios desgarradores, nostálgicos, desilusionados. Pero, llamativamente, muchos de los entrevistados preferirían permanecer en España antes que regresar, pero “no vislumbran una mejora de la situación coyuntural” que afecta a ese país y que “tiene directas implicancias en sus vidas y en las de sus familias”, señala Schmidt. Ese es otro de los hallazgos del relevamiento. Se trata de un regreso que “no está exento de complejidades, debido a que al proceso de migración de retorno le es
inherente otro proceso: el de reinserción en la sociedad de origen, en el que los migrantes denotan sentimientos de ambivalencia y, en algunos puntos, hasta contradictorios entre el regreso y el deseo de permanecer en España”, agrega la autora.
La movilización social descendente queda en primer plano en el testimonio de otros de los entrevistados. Como en el caso de una mujer de 38 años, originaria de la localidad de San Martín, en la provincia de Buenos Aires, de profesión analista de sistemas, madre de dos niños, uno de 8 y otra de 10, y con su madre de 70 años a cargo, que también llegó a Vigo en 2002 y volvió en 2012, por la modalidad de retorno social a través de la Cruz Roja Española: “Yo nunca conseguí de otra cosa más que de comercial o limpiando casas. Y eso que tenía permiso de trabajo y todos los papeles en orden. (...) No podía comprarle ni las zapatillas a mi hijo. Iba a jugar al fútbol con las zapatillas rotas. No tenía para comprarle una camiseta a la nena (...). Para pasar necesidades no quería estar allá. Ahí empecé a pensar en volver y conseguirme algo en lo que sé hacer: informática. Gradualmente, la situación se fue deteriorando. Tuve que recurrir a Cáritas para comer”.
Otro rasgo revelador es que entre los entrevistados se observa un porcentaje considerable de divorciados y de separados de hecho que siguen viviendo en España en la misma vivienda porque la economía de sus hogares no les permite contar con ingresos para mantener dos casas o no quieren desvincularse de sus hijos en el trato diario.
Razones
En el año 2010 había 971.698 argentinos viviendo en el exterior, de acuerdo con los datos recogidos para la investigación. Su distribución, según los principales destinos escogidos por la emigración, fueron: España (30 por ciento), Estados Unidos (23,25 por ciento), Chile (8,49 por ciento), Paraguay (6,08 por ciento) e Israel (4,97 por ciento). Schmidt señala que el patrón de la migración argentina desde 2001 hacia España muestra una marcada diferencia en relación con el resto de la migración sudamericana: el 89,2 por ciento de los argentinos logró llegar con su grupo familiar. Y el 61,2 por ciento lo hizo con hijos, por entonces menores de quince años, según datos de la Encuesta Nacional de Inmigrantes.
Las razones que los mueven a emprender la retirada son múltiples y variadas: ésa es otra de las conclusiones del estudio. No existe un único motor: “Hay una conjunción de motivos y factores”, señala la autora. Por falta de empleo, porque lo perdieron todo, porque no lograron insertarse al mercado laboral, por la imposibilidad de acceder a un mejor status social o incluso al mismo nivel de vida que tenían en Argentina, porque se están por jubilar y no consiguieron cotizar lo necesario para cobrar un haber en España, pero también por la nostalgia del hogar, para que sus hijos crezcan cerca de abuelos y tíos, porque sus hijos ya adolescentes decidieron regresar o por problemas de salud propios o de sus padres.
“Quedaron atrapados entre dos crisis”, destaca Schmidt. La que los impulsó a irse del país –la híper del ’89 que detonó la caída de Raúl Alfonsín, o el corralito del 2000-2001 que desencadenó la huida de Fernando de la Rúa de la presidencia–, y la que afecta a la Eurozona y particularmente a España, y que tuvo un impacto contundente en la caída del empleo entre inmigrantes, “debido al formato precario de inserción laboral que prevalece en ese colectivo”, describe la autora. En el último trimestre de 2012, los extranjeros residentes en España perdieron 39.400 puestos laborales, hasta sumar 1.221.800 desocupados, lo cual disparó la tasa de desempleo entre inmigrantes al 36,53 por ciento: 12 puntos más que entre los nativos españoles, cuyo índice se ubicaba en el 24,23 por ciento. La crisis española, agrega Schmidt, se contextualiza en Europa “con la consiguiente implementación de un modelo de austeridad y el endurecimiento de las políticas migratorias”.
Muchos de los argentinos que se fueron de España en los últimos cinco años no han vuelto a la Argentina sino que han emigrado hacia Brasil, EE.UU., Inglaterra, Australia, Alemania, Israel, Paraguay, Venezuela y Chile, revela el estudio, que fue presentado a principios de febrero por el director general de Inmigración de la Comunidad de Madrid, Pablo Gómez Tavira, en la Casa de América de la capital española.
El relevamiento contribuye a descubrir el perfil de los retornados: jóvenes –con y sin hijos– y personas en torno de los 65 años, ya en edad jubilatoria o bien jubilados, con núcleos familiares que suponen, en no pocos casos, miembros de distintas nacionalidades, al haberse casado o tenido hijos con integrantes de otras colectividades. Por otra parte, el regreso de algunos de los miembros de la familia –hijos adolescentes, por ejemplo– trae aparejado un fenómeno nuevo para los argentinos residentes en España: “las familias transnacionales”, un modelo de familia más característico de otros colectivos latinoamericanos, pero que ahora también se extiende a las familias argentinas.
Al 1° de enero de 2013 residían en España 270.419 argentinos, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadísticas de España reelaborados para la investigación. Esa cifra representa un 3,6 por ciento menos que un año antes. “A fines de 2008, había en España 295.401 argentinos, lo que implica al momento, al menos, un descenso de casi 25.000 argentinos, que seguramente a la fecha sean más, debido a que los datos del padrón demoran en depurarse”, precisa Schmidt. “La raíz intergeneracional de la migración argentina contribuyó a su rápida integración y arraigo en el país, del cual muchos se alejan no por propia voluntad sino debido a la crisis, cuya dureza y duración nos ha afectado a todos y ha socavado y desestabilizado fuertemente a la población inmigrante en general”, apunta la autora. Ella misma emigró a España en 2002.
Los argentinos no son los únicos migrantes latinoamericanos que han decidido irse de España: 60 mil ecuatorianos retornaron en la última década a su país y 67 mil peruanos desde 2009 a la fecha. “Si bien el retorno de la emigración latinoamericana se ha ralentizado, no obstante, aún quedan más de cuatro millones de personas de América latina en Europa, principalmente afincadas en España, Reino Unido, Holanda, Italia y Francia, mientras que los europeos residentes en América latina suman un 1.250.000, destaca Schmidt.
No hay comentarios:
Publicar un comentario