Por Nicolás Lantos
Miles de personas se manifestaron ayer frente al edificio en el que funciona la Unidad Fiscal AMIA en el marco de la marcha del silencio, convocada por un grupo de fiscales para conmemorar un mes de la muerte en circunstancias aún no esclarecidas de Alberto Nisman. Sin pancartas políticas ni banderas partidarias, pero con un notorio tono crítico hacia el gobierno nacional, la columna encabezada por familiares del fiscal homenajeado, funcionarios judiciales y políticos de las principales fuerzas de la oposición caminó bajo una lluvia constante y pesada entre el Congreso de la Nación y la Plaza de Mayo, donde se realizó un corto acto. El único, y breve, orador, fue el dirigente sindical Julio Piumato, que dio un acotado discurso desde el camión-escenario montado sobre Yrigoyen.
A pesar de su bautismo como “marcha del silencio”, hubo algunas consignas en carteles y pancartas de pequeño tamaño, que hacían énfasis en un pedido de justicia, también presente en algunos cantitos. También hubo carteles y cantos que apuntaban contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner mencionando una supuesta responsabilidad en la muerte de Nisman. Con todo, este tipo de pancartas eran mucho menos que durante los cacerolazos de 2012 y 2013. La asistencia también fue claramente menor a la de otras convocatorias opositoras masivas durante el kirchnerismo, pero su composición fue la misma: promedio de edad y de poder adquisitivo medio tirando a alto.
De acuerdo con los cálculos que se manejaban en el Gobierno nacional, basados en los de las fuerzas de seguridad, la concurrencia fue de alrededor de 60 mil personas. En cambio, según la Policía Matropolitana –que fue modificando sus números, siempre para arriba–, los asistentes llegaron a 400 mil.
La movilización en el centro de la ciudad de Buenos Aires tuvo sus réplicas en el interior del país y, en menor medida, en algunas ciudades del exterior donde residen argentinos. Córdoba, Rosario y Mar del Plata fueron sede de las principales y en casi todas las provincias hubo una convocatoria. A través de las redes sociales, la protesta excedió las fronteras del país y hubo argentinos en Estados Unidos, Europa y hasta en Africa que subieron sus fotos con banderas o carteles de apoyo al llamado #18F.
La vanguardia
Aunque la convocatoria estaba anunciada para las 18, más de una hora antes sus organizadores comenzaron a llegar a la plaza Lorea, donde los esperaban fotógrafos, cronistas y cámaras de televisión, además de algunos asistentes tempraneros a la marcha, que los recibieron con calidez. Los fiscales Guillermo Marijuan, Carlos Stornelli, Raúl Plee, Ricardo Sáenz y José María Campagnoli, junto a Piumato, posaron para la foto, pero se negaron a dialogar con la prensa, aduciendo que el silencio era parte de la consigna de la cita. Abundaron entre los colegas abrazos y sonrisas, al tiempo que comentaban las réplicas que su movida estaba teniendo en el interior y en el exterior.
Delante de ellos, solamente los familiares de Alberto Nisman, encabezados por su ex mujer, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado; sus hijas Iara y Kala Nisman y su madre, Sara Garfunkel, quienes llevaban una bandera negra y estuvieron protegidos por empleados del gremio de judiciales que montaron guardia alrededor de ellos hasta que subieron a un automóvil para recorrer el último tramo del camino. Arroyo Salgado, un día antes de la manifestación, había difundido un comunicado en el que aclaraban que la presencia de la familia del fiscal en la movilización “se orienta a rendir reconocimiento a la persona que fue y al funcionario” y que no adhería a “distintos motivos de reivindicación y reclamo” que le sumaron a la convocatoria “voces de otros sectores sociales, políticos y mediáticos”.
En un tercer lugar marchaban los referentes de la oposición que decidieron acompañar a Marijuan, Stornelli, Sáenz, Plee, Campagnoli y Piumato: había dirigentes de la Unión Cívica Radical, el PRO, el justicialismo disidente, el Frente Renovador y el Partido Socialista, todos los grandes partidos o espacios del arco político crítico del gobierno nacional. Los precandidatos presidenciales con aspiraciones en las elecciones de este año tuvieron asistencia perfecta: Julio Cobos, Mauricio Macri, Sergio Massa, Hermes Binner, Elisa Carrió y Ernesto Sanz fueron de la partida. Hubo, con ellos, otros representantes de la “familia judicial”, como el fiscal Germán Moldes, y los jueces Miguel Angel Caminos, Carlos Geminiani y Ezequiel Berón de Astrada.
También se mantuvieron cerca de la cabecera las autoridades de la DAIA y la AMIA, que se pusieron al frente de su propia columna, con un millar de asistentes. “No convocamos a la marcha, solamente adherimos”, aclaró el presidente de DAIA, Julio Schlosser. Su vicepresidente, Waldo Wolff, habló de “honrar la memoria del fiscal Nisman y reafirmar el pedido de justicia en la causa AMIA”. Fue un rara avis: el recuerdo del principal atentado terrorista en suelo argentino estuvo ausente en las pancartas, los cantitos y las consignas de la multitud y de los organizadores. A pesar de la nutrida concurrencia en la columna de AMIA y DAIA, no estuvieron representados los familiares de las víctimas del ataque del 18 de julio de 1994, quienes declinaron de forma casi unánime de participar.
En la Plaza
La mitad disponible (por las vallas que la dividen) de la Plaza de Mayo estaba llena –pero no repleta– de gente que soportaba estoica bajo la lluvia insistente aguardando la llegada de la columna principal. Los paraguas lisos y estampados, negros o coloridos, los pilotos de nylon azules, amarillos, rojos y verdes, los impermeables de marca y las protecciones improvisadas con bolsas de consorcio o de supermercado daban el mismo resultado: todos, en pocos minutos, acababan democráticamente empapados por igual. El agua no persuadía a los teléfonos celulares a mantenerse a salvo en bolsillos o carteras: abundaban los retratos del momento, las ubicuas selfies y las quejas porque “no hay señal para tuitear”.
Sobre Yrigoyen, frente al edificio donde funciona la fiscalía especial que Nisman encabezaba, estaba montado el pequeño escenario, en la parte de atrás de un camión. Desde allí se pedía por altoparlantes a la gente que hiciera espacio para dejar lugar a los que arribaban a la Plaza por avenida de Mayo, Yrigoyen, Diagonal Norte y Rivadavia. A pocos metros de allí, estratégicamente ubicado debajo de la galería techada de esa vereda, un miniestudio de televisión cobijaba a los presentadores de la señal TN, del Grupo Clarín, que le dedicó a la marcha una cobertura especial. Otros colegas suyos, menos afortunados, debían hacer malabares con el paraguas para trabajar y permanecer a salvo de la lluvia al mismo tiempo.
Los fiscales llegaron al punto cúlmine de la movilización y fueron recibidos como estrellas de rock por una multitud que los llenó de aplausos a medida que se ponían bajo los focos. La gente repetía el nombre de Nisman y la consigna “Nunca más”. El que tomó la palabra fue Piumato: “Este homenaje es mantener la transición del dolor que nos causó la muerte de un fiscal de la Nación, el doctor Alberto Nisman, acompañando el sentimiento de la familia”, dijo, brevemente, antes de pedir un minuto de silencio. Luego, se cantó el himno nacional y finalmente, mientras algunos comenzaban a desconcentrar, volvieron los cantitos, algo ambiguos.
–Señora, ¿está diciendo “Argentina Argentina” o “Asesina Asesina”?–le consultó este diario a una manifestante.
–No sé –respondió ella–, es lo mismo.
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