A la ofensiva gorila se le debe responder con más organización popular y más militancia.
Los acontecimientos políticos de nuestro país se suceden a ritmo de vértigo. Cada día hay una noticia de alto impacto, una novedad policial con pretendidos ribetes políticos, jueces y fiscales con palabras engoladas que se lanzan a la persecución penal de nuestros dirigentes políticos…
Detrás de la aparente novedad de cada día nosotros vemos el desarrollo de un proceso que justamente nada tiene de novedoso.
Los sectores oligárquicos siempre padecieron la dificultad extrema de hacerse con el poder político a través del libre juego democrático. Por eso sometieron a nuestro país, una y otra vez, a golpes, dictaduras, proscripciones, fusilamientos, cárceles y exilios forzados. Cada vez que emergía un proceso político de raigambre popular, mercadointernista, afirmado en los valores de autonomía y soberanía nacional, se producían cimbronazos políticos que desembocaban en nuevas frustraciones colectivas. Todos sabemos de qué estamos hablando.
Lo verdaderamente distintivo de estos últimos años ha sido la capacidad de nuestro gobierno de proyectarse temporalmente, superando las zancadillas e intentonas destituyentes protagonizadas por los grupos oligárquicos. Vimos de todo: incontables corridas bancarias, el paro de los sectores agropatronales con la 125, las sucesivas campañas de desinformación de las grandes corporaciones mediáticas, el grupo A en el Congreso, el desabastecimiento acompañado de injustificados aumentos de precios, la rapacidad de los fondos buitres… Se trataron de distintas maniobras dirigidas a horadar la popularidad de nuestra presidenta y a generar una situación de debilidad política que pusiera un corset al margen de maniobra del Estado y de la política.
Pero nada pudo con la fortaleza de un proyecto decididamente transformador. Nada pudo con la voluntad pétrea de nuestra presidenta de mantener el mismo rumbo y las mismas políticas de justicia social.
¿Qué sectores sociales se vieron favorecidos en términos materiales en la última década? La respuesta está a la vista: crecieron todos los sectores sociales. Los trabajadores porque recuperaron el trabajo, el salario, los convenios colectivos…. Los empresarios porque empezaron a vender como nunca en el mercado interno, a la vez que exportaban cada vez más y más. Las empresas se multiplicaron, las rentabilidades se fueron por el cielo y el ahorro y la inversión crecieron como nunca.
No obstante, las clases históricamente hegemónicas no toleraron la marea plebeya y popular de millones de argentinos con capacidad de compra en el bolsillo, que se va de vacaciones, que tiene su primer auto, que puede mandar a sus hijos a estudiar a alguna Universidad del Conurbano o que accede al crédito hipotecario como hacía décadas que no sucedía.
Esa marea popular es lo que no toleran, lo que no digieren, lo que les genera tanto odio y tanta incomprensión.
Este año tenemos elecciones presidenciales, y ese debiera ser el escenario de resolución de los antagonismos y disputas que atraviesan nuestra sociedad. Pero algunos sectores quieren algo más que ir libremente a la disputa electoral. Lo que pretenden es, lisa y llanamente, poner fin a la experiencia política que nos devolvió dignidad como Nación y como pueblo. Eluden el desafío de las urnas porque no pueden arrogarse la representatividad de las mayorías. Y no pueden alcanzar la mayoría simplemente porque representan un proyecto de minorías. Por eso apelan a la infamia y se suman alegremente a vergonzosas operaciones pergeñadas por agencias de inteligencia foráneas.
La presidenta nos lo dice una y otra vez: no nos sumemos irresponsablemente a debates que nada tienen que ver con nosotros. No traigamos a nuestra tierra conflictos que en nada nos incumben. No resignemos nuestra autonomía para convertirnos en peones de un ajedrez ajeno.
La muerte de Nisman fue utilizada groseramente y convertida en una maniobra neogolpista. Tenemos que padecer mentiras repetidas una y otra vez por periodistas que se arrogan la Verdad; tenemos que escuchar atónitos las falsas invocaciones a la república propaladas incluso por cómplices de la dictadura: tenemos que soportar las operaciones judiciales perpetradas por los mismos fiscales que nada hicieron por la causa AMIA cuando les tocó intervenir.
Decimos que nada de lo que estamos viviendo es novedoso porque se trata de un calco exacto de lo que el Movimiento Nacional ya ha padecido en otras circunstancias. La diatriba y la difamación, multiplicadas al infinito por la maquinaria propagandística liderada por Clarín, será moneda corriente en los próximos meses. Nosotros, mientras tanto, nos preparamos como lo hicimos siempre. Ante la ofensiva gorila responderemos con más organización popular, con más militancia, construyendo anclaje en cada territorio, en cada barrio, en cada manzana, en cada cuadra. Lo que tenemos por delante es un enorme desafío de esclarecimiento pedagógico ante nuestros propios compatriotas. La prensa canalla y la maquinaria de desinformación no pueden tapar el sol con la mano, no pueden acallar los logros de estos años, las conquistas recuperadas, los derechos conseguidos. Las campañas desinformativas apuntan a crear confusión, pero no mucho más. Cuando el gorilaje quiere pasar a la calle se lleva la desilusión del 18F, una marcha escuálida y patética que no movilizó ni la mitad de lo que soñaban. Cuando el gorilaje quiere pasar al terreno electoral, pasa lo que les pasa siempre: el peronismo les gana.
Cristina expresa con claridad que el verdadero trasfondo de la política argentina es el hecho irrevocable de tener una presidenta que no se deja gritar por los dueños del poder fáctico. El Pueblo organizado tiene una conducción política que desde el vértice de la conducción del Estado sigue avanzando en construir más inclusión y más justicia social, más autonomía y más independencia económica, más integración regional y más soberanía nacional. Este proceso debe ser defendido por el conjunto de nuestra fuerza política, entendiendo que ningún lugar de militancia es insignificante. En el trabajo, en la escuela, en la universidad o en el barrio debemos desplegar nuestra prédica y nuestro compromiso con el destino de la Patria. Al consenso neoliberal que viene desde las usinas del Norte debemos enhebrar otro consenso, el del Proyecto Nacional. Y eso se construye poniendo el oído no en ninguna embajada sino en nuestro propio Pueblo, no en los editoriales de la prensa canalla sino en los anhelos de los trabajadores.
Para finalizar queremos consignar una obviedad, pero que es necesario repetirla. La ofensiva gorila se produce no por nuestros errores sino justamente por nuestros aciertos. La semilla de la disconformidad hallará terreno yermo en las filas de nuestro movimiento, pues bien sabemos que no son las formas, ni el lenguaje, ni los twits, ni el luto o no luto de Cristina lo que crispa al cipayaje. Lo que no digerirán jamás es que en esta tierra haya siempre un patriota dispuesto a enarbolar las banderas históricas de emancipación nacional y justicia social. -<dl
Detrás de la aparente novedad de cada día nosotros vemos el desarrollo de un proceso que justamente nada tiene de novedoso.
Los sectores oligárquicos siempre padecieron la dificultad extrema de hacerse con el poder político a través del libre juego democrático. Por eso sometieron a nuestro país, una y otra vez, a golpes, dictaduras, proscripciones, fusilamientos, cárceles y exilios forzados. Cada vez que emergía un proceso político de raigambre popular, mercadointernista, afirmado en los valores de autonomía y soberanía nacional, se producían cimbronazos políticos que desembocaban en nuevas frustraciones colectivas. Todos sabemos de qué estamos hablando.
Lo verdaderamente distintivo de estos últimos años ha sido la capacidad de nuestro gobierno de proyectarse temporalmente, superando las zancadillas e intentonas destituyentes protagonizadas por los grupos oligárquicos. Vimos de todo: incontables corridas bancarias, el paro de los sectores agropatronales con la 125, las sucesivas campañas de desinformación de las grandes corporaciones mediáticas, el grupo A en el Congreso, el desabastecimiento acompañado de injustificados aumentos de precios, la rapacidad de los fondos buitres… Se trataron de distintas maniobras dirigidas a horadar la popularidad de nuestra presidenta y a generar una situación de debilidad política que pusiera un corset al margen de maniobra del Estado y de la política.
Pero nada pudo con la fortaleza de un proyecto decididamente transformador. Nada pudo con la voluntad pétrea de nuestra presidenta de mantener el mismo rumbo y las mismas políticas de justicia social.
¿Qué sectores sociales se vieron favorecidos en términos materiales en la última década? La respuesta está a la vista: crecieron todos los sectores sociales. Los trabajadores porque recuperaron el trabajo, el salario, los convenios colectivos…. Los empresarios porque empezaron a vender como nunca en el mercado interno, a la vez que exportaban cada vez más y más. Las empresas se multiplicaron, las rentabilidades se fueron por el cielo y el ahorro y la inversión crecieron como nunca.
No obstante, las clases históricamente hegemónicas no toleraron la marea plebeya y popular de millones de argentinos con capacidad de compra en el bolsillo, que se va de vacaciones, que tiene su primer auto, que puede mandar a sus hijos a estudiar a alguna Universidad del Conurbano o que accede al crédito hipotecario como hacía décadas que no sucedía.
Esa marea popular es lo que no toleran, lo que no digieren, lo que les genera tanto odio y tanta incomprensión.
Este año tenemos elecciones presidenciales, y ese debiera ser el escenario de resolución de los antagonismos y disputas que atraviesan nuestra sociedad. Pero algunos sectores quieren algo más que ir libremente a la disputa electoral. Lo que pretenden es, lisa y llanamente, poner fin a la experiencia política que nos devolvió dignidad como Nación y como pueblo. Eluden el desafío de las urnas porque no pueden arrogarse la representatividad de las mayorías. Y no pueden alcanzar la mayoría simplemente porque representan un proyecto de minorías. Por eso apelan a la infamia y se suman alegremente a vergonzosas operaciones pergeñadas por agencias de inteligencia foráneas.
La presidenta nos lo dice una y otra vez: no nos sumemos irresponsablemente a debates que nada tienen que ver con nosotros. No traigamos a nuestra tierra conflictos que en nada nos incumben. No resignemos nuestra autonomía para convertirnos en peones de un ajedrez ajeno.
La muerte de Nisman fue utilizada groseramente y convertida en una maniobra neogolpista. Tenemos que padecer mentiras repetidas una y otra vez por periodistas que se arrogan la Verdad; tenemos que escuchar atónitos las falsas invocaciones a la república propaladas incluso por cómplices de la dictadura: tenemos que soportar las operaciones judiciales perpetradas por los mismos fiscales que nada hicieron por la causa AMIA cuando les tocó intervenir.
Decimos que nada de lo que estamos viviendo es novedoso porque se trata de un calco exacto de lo que el Movimiento Nacional ya ha padecido en otras circunstancias. La diatriba y la difamación, multiplicadas al infinito por la maquinaria propagandística liderada por Clarín, será moneda corriente en los próximos meses. Nosotros, mientras tanto, nos preparamos como lo hicimos siempre. Ante la ofensiva gorila responderemos con más organización popular, con más militancia, construyendo anclaje en cada territorio, en cada barrio, en cada manzana, en cada cuadra. Lo que tenemos por delante es un enorme desafío de esclarecimiento pedagógico ante nuestros propios compatriotas. La prensa canalla y la maquinaria de desinformación no pueden tapar el sol con la mano, no pueden acallar los logros de estos años, las conquistas recuperadas, los derechos conseguidos. Las campañas desinformativas apuntan a crear confusión, pero no mucho más. Cuando el gorilaje quiere pasar a la calle se lleva la desilusión del 18F, una marcha escuálida y patética que no movilizó ni la mitad de lo que soñaban. Cuando el gorilaje quiere pasar al terreno electoral, pasa lo que les pasa siempre: el peronismo les gana.
Cristina expresa con claridad que el verdadero trasfondo de la política argentina es el hecho irrevocable de tener una presidenta que no se deja gritar por los dueños del poder fáctico. El Pueblo organizado tiene una conducción política que desde el vértice de la conducción del Estado sigue avanzando en construir más inclusión y más justicia social, más autonomía y más independencia económica, más integración regional y más soberanía nacional. Este proceso debe ser defendido por el conjunto de nuestra fuerza política, entendiendo que ningún lugar de militancia es insignificante. En el trabajo, en la escuela, en la universidad o en el barrio debemos desplegar nuestra prédica y nuestro compromiso con el destino de la Patria. Al consenso neoliberal que viene desde las usinas del Norte debemos enhebrar otro consenso, el del Proyecto Nacional. Y eso se construye poniendo el oído no en ninguna embajada sino en nuestro propio Pueblo, no en los editoriales de la prensa canalla sino en los anhelos de los trabajadores.
Para finalizar queremos consignar una obviedad, pero que es necesario repetirla. La ofensiva gorila se produce no por nuestros errores sino justamente por nuestros aciertos. La semilla de la disconformidad hallará terreno yermo en las filas de nuestro movimiento, pues bien sabemos que no son las formas, ni el lenguaje, ni los twits, ni el luto o no luto de Cristina lo que crispa al cipayaje. Lo que no digerirán jamás es que en esta tierra haya siempre un patriota dispuesto a enarbolar las banderas históricas de emancipación nacional y justicia social. -<dl
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