Por Tomás Lukin
El ingreso mensual que perciben los trabajadores migrantes sudamericanos en Argentina es 23 por ciento inferior al promedio de la economía. Un documento elaborado por el Centro de Investigación en Trabajo, Distribución y Sociedad (Citradis) evidencia que las bajas remuneraciones de bolivianos, paraguayos y peruanos están directamente vinculadas con la informalidad de su inserción laboral: cinco de cada diez trabajadores migrantes son precarizados por sus empleadores. La construcción, los talleres textiles y el empleo en casas particulares son las principales inserciones laborales de los migrantes en Argentina.
El discurso que desprecia y demoniza a los trabajadores extranjeros ignora las condiciones de empleo de esos individuos en el mercado laboral argentino. “Los datos disponibles en nuestro país indican con claridad que los trabajadores migrantes poseen una inserción de mayor precariedad en el mercado de trabajo, están expuestos a una más baja probabilidad de acceder a un puesto de trabajo asalariado y perciben un menor ingreso horario que aquel que obtienen los trabajadores no migrantes”, afirma el informe difundido por el Citradis. Los investigadores sostienen que esas diferencias se extienden más allá del mercado de trabajo, por ejemplo en el acceso a la vivienda, profundizando su vulnerabilidad social.
Los cambios introducidos en 2004 con la nueva ley migratoria y la implementación de iniciativas destinadas a la normalización documentaria permitieron reducir la vulnerabilidad de esos individuos en el mercado de trabajo. Sin embargo, persisten abusos de parte de empleadores inescrupulosos, que aprovechan la desprotección relativa de esos colectivos para abaratar sus costos y aumentar sus márgenes de ganancias.
De esa situación de vulnerabilidad no se desprende que esos individuos “trabajen menos”: su participación en el mercado laboral no es inferior a la del resto de la población. Las estimaciones del Citradis permiten constatar que las tasas de actividad (proporción de ocupados y desocupados sobre la población total) y de empleo (ocupados en relación con la población total) son algo mayores para los trabajadores nacidos en otro país. El director del Citradis, Fernando Groisman, advierte que esa situación es “razonable”, ya que los migrantes arriban al país en edades laborales activas con el objetivo de obtener un empleo. Aunque la tasa de “asalarización” (proporción de asalariados sobre el total de ocupados) exhibe una diferencia de cerca de 7 puntos porcentuales a favor de los trabajadores no migrantes.
A lo largo de los últimos doce años, Argentina experimentó un intenso proceso de creación de puestos de trabajo registrados. Esa dinámica fue acompañada por una reducción en los niveles de informalidad laboral, que cayó 15 puntos, de 49 a 34 por ciento. Los avances se concentraron en el período 2003-2008 y luego se estancaron. Una detallada investigación realizada por la OIT evidencia que las mejoras en las condiciones de empleo para los migrantes fueron significativamente inferiores que entre el resto de los asalariados. Fabio Bertranou y Luis Casanova, autores de ese trabajo, estimaron que entre 2003 y 2012 la merma en la informalidad para los no migrantes alcanzó a 15,2 puntos porcentuales, mientras que para los migrantes llegó tan sólo a 4,8 puntos porcentuales. Esa dinámica no experimentó ningún cambio relevante a lo largo de los últimos años.
Esos datos son consistentes con las cifras elaboradas por el Citradis: mientras que dos terceras partes de los asalariados no migrantes contaban con cobertura de la seguridad social, para la población migrante el guarismo fue del 47,7 por ciento durante el segundo trimestre del año pasado.
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