Por Celeste Lepratti, Milagros Demiryi y Jorge Castro*
Los santafesinos hace pocos días veíamos zarandeada nuestra famosa siesta por la noticia que Carlos Reutemann había muerto. Prontamente la noticia se reveló como falsa, pero el hecho mediático ya se había impuesto como antesala de lo que vendría este fin de semana de manera doble, ya que Carlos Reutemann siempre se expresa a través del numero 2, nunca pudo sobrepasar este numero. La falsedad y la tragedia son sus dos caras ambiguas y cínicas.
El hacedor de las masacres en suelo santafesino del 19 y 20 de diciembre del 2001, con sus nueve muertos, el mas alto numero de asesinados en el interior del país, volvió coronado como inundador el 29 de abril del 2003 en la ciudad capital de la provincia con un total de 158 muertos entre ahogados ese día y los abandonados a su suerte.
La impunidad política en Argentina es una carrera de poco riesgo, la impunidad política en Argentina se ha construido como un valor desmoralizador de las profundas luchas antidictatoriales y luego en las peleas por profundizar y dar un contenido verdadero a la democracia argentina que a pesar de sus avances y retrocesos verificables, ha sido un camino con profundos baches, donde sus propios saboteadores son también personajes políticos impunes de toda justicia.
La justicia es un valor social profundamente contradictorio que construyen los pueblos, no residen solamente en los tribunales, en jueces parciales o fiscales cobardes que no investigan, no es la montaña de papeles inentendibles y ajenos, con sentencias vergonzosas, donde el sufrimiento social deshumanizado es su moneda corriente.
Para el pueblo argentino ha sido y es un resistir constante expresado en múltiples hechos que marcan nuestra conciencia, ante todo es y ha sido un valor de lucha que expresa nuestras ansias, nuestros compromiso con una sociedad mejor.
De allí es que los impunes de cualquier signo buscan no solo eludir sus responsabilidades políticas amparado por una justicia parcial, sino también deben reconstruir el manto de engaño que enceguece a una sociedad y así poder volver a presentarse ante ella con el poder del que vuelve de sus cenizas, ya no como asesino irresponsable, sino como víctima.
La paradoja política es colosal, es la victimización del victimario.
Todos los criminales de la última dictadura militar así lo intentaron. Y todos los políticamente responsables de delitos flagrantes en estos años de democracia, siguen e intentan estas maniobras amparados por cuotas de poder mediático, económico e incluso electoral. Esto es así porque la política argentina como valor cultural e ideológico inspirada en una estructura económica tremendamente concentrada expresa valores de los sectores dominantes de nuestra Patria, que luchan por establecer el valor de olvido y bastardean la verdad y la memoria constantemente. Esta es la mejor arma que poseen para hacernos creer que así es el juego de la democracia, votar, apoyar y darle legalidad a personajes siniestros que hacen de la acción política una película de terror donde la principal actriz que lo acompaña es su propia impunidad. Impunidad otorgada por una justicia que también es impune.
En Argentina ya no se trata de que todos seamos iguales ante la ley. Se trata de que la ley, si es que existe, sea igual para todos. Incluido nuestro Carlos Reutemann, 9 santafesinos asesinados en 2001, 158 muertos en la inundación del 2003, grandes empresas sin pagar ingresos brutos, inicio de la narco policía, 35 por ciento de establecimientos agrícolas ganaderos desaparecidos, establecimientos industriales quebrados, Corte Suprema a gusto, puertos para las grandes cerealeras multinacionales. Cuánto amor al prójimo desparramado ha brindado este impune benefactor.
Nuestras cárceles demuestran desde hace rato, que en términos políticos, económicos, y sociales sólo van allí los desamparados de todo poder. Los poderosos se ríen desde lejos.
Por eso Carlos Reutemann marchó en Buenos Aires el 18 de febrero, marchó por su propia impunidad, ya les soltó la mano a los que se la otorgaron aquí en su provincia. Reutemann ya sabía que al otro día, daría el golpe de efecto de su reaparición política, no estaba muerto, estaba en boxes cambiando sus ruedas políticas, ya usó las menemistas, las duhaldistas, las kirchneristas, y ahora se calzó las de lluvias intensas del PRO, y el que se las publicita es un cómico desfachatado, que va a intentar dar el asalto electoral disfrazado con su buzo antiflama y abrazado a su bandera de retorno.
Si en esta provincia hubiera un solo fiscal que cumpla con el valor constitucional y del código penal de investigar y representar en la acusación a las víctimas, esta farándula carnavalesca podría representar su verdadera cara de tragedia.
Pero no es lo que debería ser, es la farsa judicial, de "no te acuso, aunque sobran las pruebas", es la farsa política de "volvé que ya me olvide", es la ganancia económica de "vení que nos acordamos de todo lo que nos beneficiaste", es la tragedia electoral de "volvé que tu impunidad importa poco", es un chiste de Torres del Sel.
A los que todavía creen y luchan por justicia, los llamamos, los convocamos a no permitir el regreso del asesino serial, marcharemos y desnudaremos su verdadera cara.
A los que creen cualquier cosa, reflexionen que aún se puede ver la verdad, no es difícil, sólo se trata de rascar su historia, nuestra historia.
Torres del Sel es Reutemann, Macri es Reutemann, el que pueda entender que entienda, el que quiera creer que crea, la impunidad viene travestida de comicidad y no es un chiste, es la injusticia democrática santafesina.
*Lepratti es querellantes en las causa asesinados 19 y 20 de diciembre del 2001 y Demiryi y Castro en la causa Inundación de Santa Fe 29 de abril del 2003.
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