Por Alejandra Dandan
Antes o después, Carlos Viñas dijo lo que intenta transmitir cada vez que empuja un pedazo de papel en la Justicia. “Es muy importante que Javier, que está tremendamente presionado, sepa que es duro, que posiblemente me esté odiando, pero soy el tío y soy el hermano de la mamá –explicó–. Y tengo el deber, como lo tendrías vos en una situación parecida, de exigir esto: como ciudadano, exijo al Estado argentino que aplique una condena ejemplar a una persona que se fugó por 24 años. Que no es ajena a todo lo que estaba pasando. Desde que nosotros detectamos esto, se difundió, lo supo toda la familia.”
Carlos Viñas declaró en la segunda jornada del juicio oral por la apropiación de su sobrino, Javier Gonzalo Penino Viñas, hijo de su hermana Cecilia y de su cuñado Hugo Penino. El TOF 4 juzga en los tribunales de Retiro a Ana María Grimaldos, la mujer a la que Javier aún menciona como “madre adoptiva”, que es la esposa de Jorge Vildoza, segundo jefe de la ESMA, supuestamente muerto. Cecilia Viñas dio a luz en la ESMA a Javier en septiembre de 1977 y pocos años más tarde fueron apareciendo las primeras denuncias que indicaban que Vildoza se había robado a ese niño. Desde entonces, Carlos motoriza la búsqueda de Javier y más tarde impulsó las causas contra los responsables de su apropiación. En ese contexto es quien mantiene el vínculo más difícil con su sobrino, que defiende a Grimaldos.
Carlos declaró varias horas sobre el laberinto que lo llevó a buscar pistas en los lugares abandonados de Mar del Plata que podían haber sido centros clandestinos. Tragó saliva frente a quienes se le presentaban como espías y ofrecían pistas falsas. Fue, vino y volvió a ir a Paraguay cuando Stroessner protegía a los marinos. Buscó al sobrino en todos los colegios privados de Asunción. Recorrió el Borda, el Moyano y la Colonia Open Door porque la policía le dijo que buscara a su hermana entre los pacientes psiquiátricos. “La única cosa que se les ocurrió proponerme (la policía federal del año 1984) fue recorrer todos los centros psiquiátricos. Hasta que un día dije ‘no voy más a ningún lado, si no me voy a quedar en alguno’. Otros familiares y las Abuelas me daban fotos para que cuando yo estaba ahí viera si reconocía a alguna persona que no fuera mi hermana. Eso fue muy desgastante. Muy doloroso.”
Las llamadas
Cecilia llamó ocho veces a su familia entre el 21 de diciembre de 1983 y el 19 de marzo de 1984 desde algún lugar del infierno, con la voz partida, y como parte de un grupo de sobrevivientes que aún seguían cautivos. Pedía un rescate que nunca se concretó y preguntó por su hijo. “Me dijo que a Hugo no lo había visto desde el primer día del secuestro y me pidió encarecidamente que buscara a su hijo. ‘Buscame al nene’, me dijo –relató Carlos–. Y yo voy a salir recuperada y lo voy a buscar también’. Hoy, acá, estoy comprometido con eso.”
La cinta, la única llamada que la familia pudo grabar y pasó desde entonces por miles de juicios, ayer volvió a ser oída en la sala a pedido de los fiscales. Los jueces le preguntaron a Javier y a su abuela Cecilia Pilar Fernández de Viñas si querían quedarse a escucharla. Dijeron que sí. Cecilia habla en esa grabación con su madre. Su madre le dice “hijita”, yo estoy sola, puedo ir a cuidarte donde estés, y a tu hijo.
Carlos declaró varias horas y levantó poco los ojos. Sobre todo lo hizo buscando la cara de Javier. Le dijo que el juicio no era una “venganza”, sino un acto de “justicia”. “Estoy cumpliendo con una misión, con el compromiso que hice con los padres de mi sobrino y cumpliendo con mantener con vida la memoria. Estoy diciendo toda mi verdad.”
Javier golpeteó la mesa con la mano derecha. Lo hacía más rápido cuando algo no le gustaba. Más lento otras veces, como pensando. Viñas no habló demasiado del dinero de los Vildoza, del robo de bienes y las causas pendientes, pero algo dijo. En esos momentos los golpeteos eran más fuertes. “Tomo en cuenta cómo se sentiría él”, dijo Carlos. Y agregó cosas de tío: “Romper con la red urdida por los apropiadores es doloroso. Lo sé. Uno le saca el cuchillo a un chico para que no se lastime, capaz que se enoja, pero le estamos haciendo un favor”. O respondió también una pregunta de las defensoras. Le preguntaron si Javier le había pedido algo sobre Grimaldos. Carlos dijo que sí, que se habían encontrado hace un año y él le habló del agradecimiento que sentía hacia estas personas por cómo lo criaron. “Es un tipo que destila bondad, que reconoce, pero no es suficiente cuidar algo que te robaste y cuidar a alguien que te robaste de la panza de la mamá. Creo que es un proceso que él tiene que vivir y tiene que digerir y me duele mucho que me hagan forzar a decir cosas que lo hagan sufrir, pero esto es así.”
El médico
En la audiencia declaró también el médico que atendió a Javier cuando tenía cinco años. Pediatra de la clínica Santa Ana y dibujante de la revista Humor, Jorge Hipólito Meijide hizo una de las primeras denuncias en Abuelas. También declaró Guadalupe Penino, la hermana de Hugo, madre de cinco hijos, hoy adultos, embarazada de nueve meses cuando Cecilia estaba de siete meses. Guadalupe es la tía con más relación con Javier. Mantiene contactos desde que él recuperó su identidad, en 1998. Lo recibió a Javier en Mar del Plata varias veces. Una de las cuales llegó con una carta de Vildoza y un álbum de fotos, encabezada hacia su abuelo “estimado Reynaldo Penino”.
“Sé que no es fácil compatibilizar nuestros sentimientos recíprocos, aún más, es casi imposible. Pero eso no obstaculiza mi intención de expresarle mis mejores deseos para usted, hijos y nietos de que pasen una Muy Feliz Noche Buena, Navidad y que reciban en la mejor unión en nuevo año 2000.”
La abogada defensora de Grimaldos le preguntó a Guadalupe cómo era la relación de Javier con su abuelo Viñas, buscando mostrar que esos vínculos no se habían cortado. Que los promueven los Vildoza, en el marco de la idea de la solución sudafricana, de una verdad sin el proceso de justicia. En ese contexto, responsabilizan en todo caso a Vildoza, que está muerto, de la apropiación, pero no a Grimaldos, a quien presentan como quien crió a ese niño sin saber de dónde provenía.
–¿Cómo era la relación de Javier con el abuelo?
–Muy linda –dijo la mujer–, porque mi papá era una persona muy buena. Y cuando aparece Javier la alegría fue inmensa. El abuelo no quería hacer juicio. Te llames como te llames, decía, sos el hijo de mi hijo. Pero yo creo en la Justicia y me alegro de estar sentada en el tribunal.
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