Domingo 22 de Febrero de 2015OPINIÓN
Por Rodolfo Yanzón
Fuego en el bosque
La muerte de Nisman y el 18F. El "olvido" de los que convocaron a la marcha y las operaciones mediáticas. La premisa de esperar a que "la papa se enfríe".
A la sombra del bosque la gente se reunió para compartir una jornada apacible y por la noche salió de sus casas para mirar con temor el humo que se veía no tan lejos cerca del lago Puelo. Entre la oscuridad de los árboles asomaba una lengua de fuego. Una vez más surgió el temor a que un incendio termine con años de trabajo y con la vida del bosque. Durante tres días la gente a orillas del río Epuyén añoró la lluvia, que finalmente llegó. Días después otro fuego comenzó a devorar el bosque en el paraje conocido como el Turbio del otro lado del lago. Miles de hectáreas fueron arrasadas, parte de un ecosistema que tardará décadas en regenerarse.
Los brigadistas que forman parte de los distintos equipos de trabajo arriesgan sus vidas en la lucha contra el fuego para salvar uno de los acervos más preciados: el bosque andino patagónico, con sus lengas y cohiues, sus berberis y mutisias, sus pájaros, mamíferos y reptiles. La gran mayoría de los incendios se originan por el hombre, ya sea por imprudencia, estupidez o por avaricia. Algunos de estos fuegos fueron iniciados por inescrupulosos con intenciones de retirar madera para provecho propio.
A un mes de la muerte del fiscal Alberto Nisman miles de personas marcharon bajo la lluvia, con disímiles propósitos y consignas. Asistió gente de clase media urbana crítica del gobierno, lo que no significa que la marcha haya sido en su contra, como tampoco que por haber asistido se es de derecha o que por no haberlo hecho se es de izquierda o progresista. Una marcha no debe enojar a nadie, si se realiza en forma pacífica. Más allá de que algunos asistentes son adeptos a espacios retrógrados y postulan salidas autoritarias, no puede decirse que la marcha haya tenido un objetivo golpista.
Dirigentes opositores se sumaron pensando en un hipotético rédito político, sin pensar cuáles son las verdaderas apetencias de los convocantes, en su mayoría fiscales que jamás fueron a una marcha y que piensan más en sus intereses individuales que en las instituciones de la república. Pero como fue muerto un fiscal en circunstancias aún no claras, puede decirse que esos fiscales que siempre han visto con recelo los reclamos masivos en la calle, pensaron esta marcha como un acto en defensa propia. Sin embargo, ellos conocen cuál es el marco en el que Nisman perdió la vida, más allá de quién disparó o decidió ese desenlace, porque han sido parte de la entente gestada entre funcionarios judiciales, servicios de inteligencia, dirigentes políticos y empresarios.
Es vital que se investigue y esclarezca la muerte de Nisman, pero los convocantes a la marcha no hicieron mención a la necesidad de generar cambios drásticos en la actividad estatal de inteligencia, como si no hubieran tomado nota de los últimos acontecimientos previos al 18 de enero, de la fuerte puja de intereses desatada y de la relación directa entre el caso Nisman y los servicios de inteligencia.
A partir de la muerte del fiscal el gobierno presentó un proyecto para modificar la estructura. Y más allá de sus considerables limitaciones, lo hizo tarde y luego de haberse servido de ella. Es un error pensar que la marcha instaló una especie de "partido judicial" que no existe. Al hablarse de "partido judicial”"se deslegitima toda la estructura y con ella su propia función. El gobierno debería ser más cauto porque el inevitable corolario de semejante categorización es que no desea que sus funcionarios sean investigados.
Mientras bosques patagónicos eran devorados por el fuego, el fiscal Gerardo Pollicita presentó su dictamen para dar curso a la denuncia de Nisman y, como viene ocurriendo con otros temas, algunos opositores y diarios como Clarín y La Nación montaron una operación política hablando de una imputación contra la presidenta, lo que es falso. Por su parte, el oficialismo reclamó la presencia del fiscal en el Congreso, dando al dictamen una entidad que no tiene.
Pollicita hizo lo que hace todo funcionario judicial cuando recibe una papa caliente, con la que haga lo que haga recibirá fuertes críticas y estará en las portadas de todos los noticieros. Pollicita no imputó a nadie de ningún delito. Se limitó a pedir medidas para ganar tiempo y luego, probablemente después de las elecciones, tomar una decisión definitiva. El juez Daniel Rafecas será quien tenga que resolver y todo indica que dará curso a las medidas con el mismo criterio que Pollicita: esperar a que la papa se enfríe.
La denuncia de Nisman carece de todo sustento y, aunque ha cumplido con creces su objetivo político, en el plano judicial el único final posible es su archivo por inexistencia de delito. Pero ningún fiscal ni juez lo haría en estos momentos de máxima presión mediática y política y ante la posibilidad de que los jueces de la Cámara Federal –que son quienes deberían resolver por apelación un hipotético cierre de la investigación– pretendan mantener la puerta abierta, como han hecho con otras causas penales que tienen poco o nulo fundamento.
Algunas palabras y acciones de la dirigencia política se asemejan bastante a quemar un bosque para hacerse unos pesos con la madera caída.
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