lunes, 16 de febrero de 2015

La Cuestión Nisman en el Principio del Placer Por Osvaldo Drozd



Por Osvaldo Drozd

Con otras palabras Sigmund Freud sostenía que había que dar algunas vueltas de tuerca para alcanzar el Principio de Realidad. Si bien entre el Principio de Placer y el de Realidad existe una interrelación dialéctica, es posible deducir que el primero es el productor de una cobertura fantasmática e imaginaria que es capaz de amortiguar en el sujeto los efectos dolorosos de la realidad.

La repentina muerte del fiscal Nisman, despertó en una parte de la ciudadanía posiciones encontradas. El rol que jugaron y siguen jugando los principales medios de información, es uno de los pilares más fuertes de la construcción de lo que se opina. Quien escribe, asiduamente lee la información de los diferentes portales y considera que los comentarios que se hacen no son ajenos a la instalación de cierta forma de interpretar la realidad. Son parte sin dudas de la información, y por la misma razón que se sospecha que existen agencias que se dedican exclusivamente a realizar comentarios, como parte de operaciones montadas por los medios.

Por ejemplo cuando un medio como La Nación asegura que un legislador estadounidense, le pidió al presidente Obama intervenir en la resolución del caso argentino, saltan los de posiciones opositoras afirmando que está bien que así se haga, pero que el gobierno no va a dejar que eso pase, porque les descubrían sus chanchullos, dando por supuesto que a los EEUU sí les importa seriamente aclarar sobre la muerte del fiscal. “Esto ya se parece a Cuba y Venezuela” dicen otros. “El gobierno es amigo de los terroristas de Irán” descubre alguien que tal vez no sepa ni dónde se encuentra ese país en el mapa, pero que ya compró el discurso antiterrorista. Vale señalar que para calificar a Irán como un país terrorista, ni siquiera los especialistas se pueden poner de acuerdo. Entonces cuál es la medida para que algunos quieran a los EEUU, y otros se pongan contentos por la posibilidad de una Corte Penal regional de la Unasur. Las diferencias son políticas e ideológicas. Y cuando se trata de mover políticamente, tal vez no importa tanto si por lo que se lo hace convence o no a quienes lo ponen en marcha, sino que el interés principal está puesto en que eso podría llegar a capitalizarse. En la política a eso se lo llama oportunismo. La presencia de patotas de la Uatre en el velatorio del fiscal, produciendo desmanes responde a esa lógica. Pensar trabajadores rurales indignados por la muerte de un alto funcionario de Estado, cuando como sector social padecen demasiadas injusticias, por lo menos resulta curioso.

La causa de la muerte de Nisman aún es un secreto, al menos para la mayoría. Esbozar posiciones al respecto sin ser parte de la investigación, es posible hacerlas. De hecho, se hacen continuamente. Los medios las empujan. Y la mayoría acusa o se defiende sin saber muy bien qué pasó. No saber a ciencia cierta es justamente la principal causa de la saturación de información, y la proliferación de ideas que tal vez tengan como punto de partida, una falacia.

Al respecto es muy interesante la posición de Julian Assange, quien en una entrevista que le realizara Santiago O’Donnell en el diario Página/12, dijo que si no se parte de “una percepción compartida de la realidad” es imposible el debate. Más allá del relativismo posmoderno hoy presente en la mayoría de la información la cosa debiera abordarse de otro modo, pues “en un punto alguien observa algo del mundo real y no es una opinión, no es una derivación, no es un debate, es algo que actualmente alguien tiene como el documento original, alguien tiene la foto, alguien tiene la grabación, alguien tiene la declaración de alguien en una posición importante y todo deriva de eso”. Assange plantea muy firmemente que hay datos de la realidad que son los que hay que encontrar para formar una opinión valedera. Esos datos son quienes esclarecerían los acontecimientos. Partir de un dato falaz lleva a una cadena de falacias. Obviamente hay a quienes esas falacias les sirven, tienen utilidad política. Si hay quienes se dedican a la ficción, no está mal, el problema es que no lo digan. Freud diría que del Principio del Placer no se movieron, aunque simulen lo contrario.

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