domingo, 8 de febrero de 2015

EL NUEVO GOBIERNO DE SYRIZA Prueba griega

Por Hernán Aruj *
Las miradas de Europa y el mundo financiero se dirigen nuevamente a Grecia. Los pasos que tome el nuevo gobierno formado por el partido victorioso en las elecciones recientes, Syriza, serán un relevante antecedente para otros países, ya sea que triunfe o fracase. Para el mundo occidental, Grecia es la cuna de la democracia, la filosofía heredera de los métodos socráticos, así como de piezas icónicas de la literatura universal. Pero en un tiempo no muy lejano este pequeño país vivió subyugado por el Imperio Otomano. Durante la “segunda ola revolucionaria” de Europa tras la derrota de Napoleón Bonaparte, comenzó en 1821 la rebelión griega, que concluiría en 1830 con la independencia del país. La causa griega tuvo apoyo de importantes personalidades europeas y estadounidenses, aunque en gran parte los griegos debieron pelear solos, porque Inglaterra y Francia no hallaban conveniente a sus intereses la independencia.
Grecia comenzó el siglo XXI siendo sede de los Juegos Olímpicos que nacieron en su capital, Atenas. Como integrante de la Unión Europea, desde 1981, disfrutó de ser parte del bloque de integración más exitoso del mundo y de los generosos aportes del fondo de cohesión comunitario que ésta repartía. Fue parte del Tratado de Maastricht de 1992, que creó la unión monetaria para todo el espacio. Por decisión del Consejo de Europa, el 19 de junio de 2000, Grecia fue admitida para adoptar la moneda común, el euro.
Los requisitos de entrada eran altos: el máximo de deuda pública de un país miembro era de 60 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) y su déficit fiscal no debía superar el 3 por ciento. Sin embargo, las autoridades griegas ocultaron que excedían estos números a través de manejos financieros con la banca internacional.
A comienzos de 2002, Grecia y Goldman Sachs llegaron a un acuerdo para canjear la deuda griega denominada en dólares y yenes por deuda en euros, que luego de unos meses volvía a ser canjeada por la divisa original, lo que permitía un mayor endeudamiento a tasas bajas. Pero pocos años después, el esquema volaría por los aires. Todo estalló como consecuencia de la crisis de las hipotecas estadounidenses: el 4 de octubre de 2009 el nuevo gobierno griego debió reconocer que el déficit público acumulado en 2009 era del 12,7 por ciento y la deuda llegaba al 113,4 por ciento del PIB. Esto provocó sucesivas reducciones de la calificación financiera del país helénico, y su imposibilidad de obtener préstamos internacionales.
Así comenzaron negociaciones con la “troika” conformada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. El aporte de fondos estuvo condicionado por las fuertes exigencias de Alemania: reducción del déficit fiscal a través de austeridad en las cuentas públicas mediante la reducción de salarios y jubilaciones, despido de personal estatal, privatización de servicios públicos y venta de activos gubernamentales. Incluso el diario alemán Der Spiegel llegó a titular “Vendan sus islas y su Acrópolis, griegos en bancarrota”.
Los planes de ajuste estructural del FMI, que suelen estar acompañados por una devaluación de la moneda, no eran posibles en este caso debido a que el país transfirió la política cambiaria a Bruselas. La misma situación experimentó Argentina durante la Convertibilidad en los años noventa del siglo pasado, y el “corset cambiario” generó desempleo, deflación y una abrupta devaluación.

La esperanza

Los resultados del ajuste fiscal fueron contundentes: la tasa de desempleo alcanzó el 26,6 por ciento en el segundo trimestre de 2014, y un 74,4 por ciento de esos desempleados es de larga duración, ya que llevan más de doce meses sin trabajo. En noviembre de 2014, la Organización Internacional de Trabajo informó que Grecia explica el 25 por ciento del empleo destruido en Europa desde 2008.
La caída del PBI griego en 2013 se ubicó en el 3,3 por ciento, luego de que la oficina estadística europea decidiera incluir las actividades ilegales; sin ellas la contracción sería del 3,9 por ciento. Con este nuevo cálculo, la caída de 2012 fue del 6,6 por ciento; en 2011 un 7,1; en 2010 un 4,9, y en 2009 un 3,1 por ciento.
El descontento mayoritario de la población llevó a que en la elección general de fines de enero resultara victorioso el partido Syriza, cuyas consignas son “renegociar la deuda y salir de la austeridad asfixiante”. El pago de la deuda se condicionó al crecimiento económico. Luego de obtener 149 de las 300 bancas en juego y realizar una alianza con el partido Griegos Independientes (Anel), Alexis Tsipras se convirtió en el nuevo primer ministro.
Una de las primeras medidas fue elevar el salario mínimo interprofesional a 751 euros, nivel que tenía antes de la crisis. Los griegos ya no tendrán que pagar cinco euros por ser atendidos en un hospital y un euro por cada receta médica. Actualmente, el 30 por ciento de la población está excluida del sistema público por tener deudas o estar sin empleo.
Además se suspendieron las privatizaciones en curso y se busca restaurar los convenios colectivos y otras reformas laborales relacionadas con los despidos. El programa busca financiarse luchando contra el blanqueo de dinero y la evasión de impuestos y la aplicación de una mayor presión impositiva a los más ricos.
La calificadora de riesgo crediticio Standard & Poor’s amenazó con bajar la nota de Grecia por no respetar los acuerdos del gobierno anterior. Al mismo tiempo, la población griega comenzó a retirar fondos de los bancos, por montos más elevados que en mayo de 2012, cuando se especuló con que Grecia dejaría el euro.
Este cuadro muestra un nuevo capítulo de la lucha que bien describiera el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz: las instituciones financieras multilaterales inyectan fondos para sostener la banca privada internacional, mientras las poblaciones de los países afectados son las que deben sacrificar su nivel de vida. Los griegos redujeron su consumo en un 40 por ciento desde 2009.
Los diagnósticos de las autoridades de esas instituciones son que cualquier desvío de la disciplina fiscal sólo provocará la ruina de Grecia. El nuevo gobierno del país, por el contrario, marca que la ruina es continuar en la senda del ajuste, ya que ahoga el crecimiento y castiga a la población. Una de las posibles medidas es la recuperación del dracma, la moneda nacional griega, lo que tornaría impagable la deuda emitida en euros. La recuperación del crecimiento y el empleo en Grecia, por vía de condonación de la deuda o salida del euro, sería un antecedente importante para otras economías en problemas, como España.
En última instancia, estamos ante una nueva batalla como la que sucedió en el desfiladero de las Termópilas en el año 480 a. C. Si los griegos pueden despertar la solidaridad del proyecto común europeo, que fue olvidada hace tiempo, habrán triunfado. Si son abandonados a su suerte, el ideal comunitario quedará herido de muerte.
* Integrante del Grupo de Estudios de Economía Nacional y Popular.

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