Alejandro Covello nos adelanta en exclusiva un fragmento inédito de su libro sobre la historia política de la aviación argentina. El texto rescata la figura heroica de Ernesto Jorge “Muñeco” Adradas, piloto fundamental en la defensa del peronismo y de los civiles atacados en los cruentos bombardeos a plaza de Mayo por parte de las fuerzas golpistas el 16 de Junio de 1955.
Por Alejandro Covello
Los pilotos navales se fueron a dormir sabiendo que al día siguiente rociarían de trotyl la ciudad enemiga. Se sentían más convencidos que seguros, de la acción que llevarían a cabo. No había tocado diana en la base naval de Punta Indio y ya el jefe del ataque aéreo, explicaba a los pilotos cual era el objetivo del bombardeo que iban a emprender. Se dispuso un ataque en línea, un avión tras otro, una escuadrilla tras otra, fueron aproximadamente 30 aviones y 90 toneladas de explosivos.
A menos de 200 km de distancia, en la Base Aérea de Morón de la Fuerza Aérea Argentina, se alojaba el Grupo Aéreo III de caza interceptora, su misión era la defensa aérea ante un ataque enemigo. Para ello estaban los aviones Gloster Meteor, el primer caza a reacción británico, birreactores construidos en Inglaterra sobre el final de la II Guerra Mundial, diseñado para despegar buscar en el cielo al agresor y derribarlo, un caza interceptor.
El escenario militar fue el siguiente: Aviones bombardean una ciudad abierta, la capital de un país, dejando caer sus bombas sobre la población civil. Se arma la defensa y despega la caza interceptora a detener el ataque, defendiendo a los habitantes de la ciudad y a un gobierno constitucional. Es un hecho de guerra, donde un arma: La Fuerza Aérea Argentina, intervino por primera vez en un combate militar real, en un combate aéreo donde el Teniente Ernesto Jorge “Muñeco” Adradas, derribó un avión enemigo: Fue el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina, el 16 de Junio de 1955.
Ese día, por la mañana, una escuadrilla de la Fuerza Aérea Argentina, tenía previsto un desfile aéreo sobre la Casa de Gobierno en honor al General San Martín, las condiciones meteorológicas lo habían impedido. Aviones Gloster Meteor, volarían sobre la plaza de mayo, mientras en la ciudad se cumpliría la rutina de un día de semana normal. Seguramente algunos curiosos y amantes de la aviación, junto con niños de escuela esperarían el espectáculo. Llegada la media mañana, fue el momento en que el Brigadier Daneri, junto con otras autoridades irrumpió en la sala de pilotos y ordenaron armar una escuadrilla de alarma. Se había declarado situación “coninte”, conmoción interna. Los pilotos se miraron para adivinar de qué lado estaría cada uno, era incierto.
El primer teniente García se convirtió en el jefe de la escuadrilla de alarma, y se le ordenó ir a las maquinas. El Jefe de Escuadrón les dio un resumen de lo que estaba ocurriendo, aviones North American AT6 Texan, Beechraft AT 11 y Bombarderos Catalinas, de la aviación naval, habían sorprendido a la población de Buenos Aires, sin previo aviso alguno, depositando bombas en el centro neurálgico de la ciudad. Hubo preguntas pero no había tiempo para muchas respuestas, la orden fue - ¡Derribarlos!
Ellos son pilotos de caza, una estirpe nacida en la I guerra mundial. Un piloto de caza vuela aviones monopostos, de un solo asiento, vuela solo y lo acompaña luego la escuadrilla formada de otros 3 aviones. Están entrenados para navegar al blanco, vigilar los sistemas del avión, preparar su armamento y disparar con acierto, nada sirve si el proyectil no penetra en el acero del enemigo y así un piloto de caza luego de 5 derribos se convierte en As de la aviación. La escuadrilla estaba formada por el Capitán García, el Primer teniente Olezza, el Primer teniente Rosito y el Teniente Adradas (Muñeco).
Esto es en serio se dijo el Muñeco que terminaba de agarrar su pernera, el casco de cuero y la máscara, mientras echaba una mirada de reojo a su jefe de escuadrilla, quería controlar que nadie se niegue a ponerse la ropa de combate, hubo un silencio, se volvieron a mirar y salieron a la plataforma.
Entraron de uno en pista, pero eran solo tres aviones, faltaba uno. El muñeco al poner en marcha el motor numero dos tuvo problemas. El resto de la escuadrilla apenas se alineó en pista uno por uno empujo a fondo la palanca de gas, y fueron 12000 rpm y 1600 kg de empuje para mover 6 toneladas de acero. A los pocos minutos el muñeco estuvo listo y despegó para unirse al resto. Las nubes estaban donde estuvieron toda la mañana, al ras del piso, era necesario volar rasante, el muñeco escuchó que el punto de reunión era Plaza de Mayo, se pegó a las vías del tren, única forma de navegar con techos tan bajos.
El jefe de escuadrilla anunció por la radio “antenas”, había que subir, pero no tan alto de quedar ciego en una nube y no tan bajo para estrellarse en la ciudad. El Comodoro Soto dirigió el ataque desde la torre de control. Finalmente la escuadrilla logró reunirse en formación cerrada, se internaron en una zona de bruma y eso hizo que el muñeco los perdiera de vista, puso rumbo al río para asegurarse de no chocar con ningún edificio o antena. En ese momento se escuchó la orden del Comodoro Soto de derribar cualquier avión que estuviera volando en esa zona.
García tuvo a la vista dos aviones y ordenó: - a las 3, dos aviones... Rosito le forma a uno de los aviones y lo obliga a aterrizar, sino responde abre fuego. Olezza y Rosito se lanzaron en picada sobre el primer avión enemigo, cuando la caza interceptora lo tuvo próximo descargó una ráfaga de cañones con la intención de disuadir y ajustar el tiro. Uno de los AT 6 Texan, viró bruscamente a la izquierda viendo pasar la munición trazante muy cerca del fuselaje, entonces decidió escapar comenzando un vuelo rasante sobre la estación de tren de la ciudad (Retiro). Olezza le dijo a su numeral que no dispare, que un derribo provocaría muchos muertos inocentes. El piloto naval del Texan: Teniente de Corbeta Máximo Rivero Kelly logró escapar usando de escudo humano, a la población civil, huyendo sobre la estación retiro y luego sobre un tren con destino Tigre.
Las nubes y el humo negro no dejaban ver adelante, cuando de repente todo pareció más claro porque el sol penetró, las nubes se abrieron y el Muñeco tuvo al avión enemigo a la vista, estaba prácticamente en la “percha”. El muñeco estaba solo y el enemigo en su línea de tiro: Quiero imaginar como el avión de Adradas persiguió a su presa posándose sobre él a 300 mts. Lo veo apretarse aun más la máscara de oxigeno, armar sus cañones y descolgarse de la percha. El muñeco se lanzó en picada, el Texan quiso escapar y esconderse en las nubes, era tarde al muñeco se le agrandaba cada vez más el avión enemigo en su mira, entró en el ángulo muerto, lo tuvo y disparó. Los proyectiles ingresaron por el plano izquierdo y cortaron prácticamente el ala. El piloto naval Guardiamarina Armando Roman, se arrojó en paracaídas y salvó su vida cayendo sobre el río.
El muñeco Adradas estaba empapado de sudor, no podía creer lo que vio, quitó potencia para volar bajo y poder observar la ciudad en llamas, los muertos...luego si lo creyó pero nunca lo entendió. Nunca pudo. La radio de su avión lo despertó del asombro, se le pedía un reporte. – Estoy bien y mi avión en servicio, he derribado a uno de ellos. Fue el último en aterrizar, y en solo 20 minutos que duró su navegación a la base, las imágenes se le repitieron infinitamente.
Como piloto de caza había cumplido su misión, lo que no sabía el muñeco era que el destino marcaba para siempre a su derribo como una victoria “Pírrica”. Se bajó de la aeronave cansado, esperando mas órdenes...fue felicitado por el Vicecomodoro Perez Laborda, el médico militar lo encontró sobre excitado y recomendó no asignarle otra misión. No había compañeros, un mecánico que corrió a su encuentro logró decirle: Jefe los marinos están entrando con gente nuestra para tomar la base, escóndase porque estos asesinos lo van a querer matar...
La Base Aérea de Morón, que fuera leal en un primer momento, se había sublevado. Las fuerzas rebeldes tomaron la base, en el tiempo en que la escuadrilla había cumplido su misión de defensa. Adradas fue perseguido por los oficiales rebeldes que juraban matarlo por haber derribado un avión naval. Por la tarde la sublevación fracasó y el muñeco salvó su vida porque pudo esconderse en un armario. Tres meses más tarde, volvió a combatir contra la flota naval, comandada por el Contralmirante Rojas, que había bombardeado Mar de Plata y amenazaba con bombardear Buenos Aires, si Perón no renunciaba. Fue la victoria de la revolución libertadora.
El muñeco Adradas pidió el retiro y le fue concedido el día 27 de Abril de 1956, presionado por un tribunal de honor, que lo acusaba de sus acciones en el 16 de Junio de 1955. El muñeco Adradas fue juzgado y fue sentenciado por deshonrar a su institución. Sin embargo el hombre Ernesto Jorge Adradas, fue aquel que con su acto de lealtad y de respetar las órdenes que le fueron impartidas por sus superiores naturales y en cumplimiento de su misión, salvó a la institución Fuerza Aérea Argentina, de que su bautismo de fuego hubiera sido la ignominia de bombardear y ametrallar una ciudad abierta contra civiles indefensos.
Ese mismo año sufrió un nuevo intento de asesinato, por los mismos que el 16 de Junio no pudieron matarlo. Luego de varios años logró ingresar como piloto en Aerolíneas Argentinas, allí fue parte de correo clandestino que comunicaba al general Perón con la resistencia peronista, llevando documentación y cartas en total secreto.
En 1973 integró la tripulación del avión de Aerolíneas Argentinas, que trajo definitivamente al general Juan Domingo Perón de su exilio. Adradas, siempre soñó con volar y cuando tuvo la oportunidad en el curso de aviadores militares de la Fuerza Aérea, lo hizo de la mejor manera. Egresó de la escuela de caza con excelente promedio y fue destinado de teniente (joven en su rango) para volar el avión insignia de arma aérea, el Gloster Meteor. Se puede decir que el Muñeco Adradas estaba destinado a ser As de la aviación, solo le faltaba como a su institución el bautismo de fuego, el combate aéreo real. Se puede decir que todo hombre tiene un destino y que en un momento nos enfrentamos cara a cara y ese momento es toda la vida. Para Adradas fue el 16 de Junio de 1955, el comienzo de su destino, que no fue.
Fuentes:
Entrevista a Olga Adradas, viuda de Ernesto Adradas.
Bombardeo del 16 de Junio de 1955. Investigación histórica del Archivo Nacional de la Memoria
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